LA PERSONALIDAD


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LA PERSONALIDAD


La persona de Jesucristo posibilita un ejemplo y modelo de vida para sus seguidores, especialmente en la práctica como discípulos, porque combinan la enseñanza con el ejercicio de sus hechos o vivencias, en una práctica efectiva de vida ejemplar. Las citas textuales bíblicas corresponden a la revisión de 1909, de la Reina – Valera (RVR1909).


1) LO ESENCIAL DE LA PERSONA


Las relaciones humanas como una disciplina interactiva, estudian la actitud, actividad e interrelación que es resultado del trato entre las personas, también el comportamiento y conducta, tanto del individuo como de la colectividad de los diversos grupos sociales. Entre sus elementos y valores están, la cortesía, equidad, humildad, integridad, lealtad, respeto y solidaridad. Esto es equivalente a los principios, valores y virtudes, propuestos por Dios en su palabra, transmitidos y vividos por el Señor Jesucristo con su ejemplo de vida. Este conocimiento e inteligencia es esencial para cada relación y convivio de las personas en armonía y comunión personal y social. Por ejemplo, la honradez es un principio de vida o una regla de la vida, porque el ser humano requiere limitaciones y regulaciones para una mejor convivencia. Las normas como reglas establecidas por los humanos, son definidas por una legislación acorde a la zona geográfica mundial y según sus costumbres y cultura, influenciadas por las corrientes de pensamientos conservadores o liberales. Algunas normas o reglas son de acatamiento obligatorio cultural, étnico, legal o social. La presunción de la norma es la de establecer el buen



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orden, aunque implica el riesgo de normalizar acciones o actos contrarios a la voluntad de Dios. ¿Qué pasa con la autoridad y poder de la personalidad del “yo” en Cristo?

El control de las acciones de nuestro pensamiento está en función de conocernos a nosotros mismos: “Escudriñemos nuestros caminos, y busquemos, y volvámonos á Jehová” (Lamentaciones 3.40 – RVR1909). Escudriñar nuestro camino, es averiguar y examinar con cuidado y detenimiento nuestros pasos en el caminar de la vida: “Consideré mis caminos, Y torné mis pies á tus testimonios. Apresuréme, y no me retardé En guardar tus mandamientos” (Salmos 119.59 al 60 – RVR1909). Las decisiones del presente influyen en las consecuencias del futuro: “Fíate de Jehová de todo tu corazón, Y no estribes en tu prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, Y él enderezará tus veredas. No seas sabio en tu opinión: Teme á Jehová, y apártate del mal” (Proverbios 3.5 al 7 – RVR1909). Las decisiones determinan la acción y reacción de nuestra vida: “Encomienda a Jehová tu camino, Y espera en él; y él hará. Y exhibirá tu justicia como la luz, Y tus derechos como el medio día. Calla á Jehová, y espera en él: No te alteres con motivo del que prospera en su camino, Por el hombre que hace maldades. Déjate de la ira, y depón el enojo: No te excites en manera alguna á hacer lo malo” (Salmos 37.5 al 8 – RVR1909). La personalidad del “yo” en Cristo ¡liberta!


Dios establece a su Hijo Jesucristo como referente para comparar nuestro caminar: “Examinaos á vosotros mismos si estáis en fe; probaos á vosotros mismos. ¿No os conocéis á vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros? si ya no sois reprobados” (2 Corintios 13.5 – RVR1909). El ejemplo y modelo de vida se fundamenta en las enseñanzas y mensaje de Jesucristo. El ser humano es un ser integral, el resultado de su formación de carácter y personalidad, está en función de su dependencia de tomar en cuenta a Jesucristo para sus decisiones. Jesús dijo: “Y conoceréis la verdad, y la verdad os libertará” (Juan 8.32 – RVR1909). Jesucristo mismo es la verdad establecida por Dios Padre, para que el ser humano



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tenga un camino a seguir, siga su discipulado y sus pasos, a manera de un Prototipo, en el sentido de ejemplo y modelo más perfecto. Practicar las obras de Jesucristo hace libre a la persona, se adquiere la moderación y orientación, para la forma de comportarse o conducirse en la vida hacia lo que es cierto, o sea, en dirección de encontrar o hallar con seguridad la verdad de Jesucristo, según el corazón blando. Esto se manifiesta mediante el control o moderación de la dureza o flexibilidad del temperamento: “El que tarde se aira, es grande de entendimiento: Mas el corto de espíritu engrandece el desatino” (Proverbios 14.29 – RVR1909). En relación con la intención de la persona, así es su atino o desatino en dar en el punto de descubrir a Jesucristo, como el Salvador que nos dignifica en valía: “Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas” (Mateo 11.29 – RVR1909).

Se dice acerca del valor de la empatía como la capacidad de comprender y entender las emociones y sentimientos de los demás, mediante un proceso de identificación con cada persona. Así es la comunión y relación con Jesucristo, en este caso viene a ser un tipo de empatía espiritual, cuando al caminar se hace con las sandalias de Jesucristo, con la misma percepción y visión del Maestro por Excelencia. Ser y tener la libertad cognoscitiva de Jesucristo consiste en ser libre de la práctica del pecado, libre del desenfreno en el comportamiento y la conducta. Es la libertad de la verdadera justicia y rectitud mostrada por Jesucristo con su ejemplo en la vida cotidiana. Jesús dijo: “Y enderezándose Jesús, y no viendo á nadie más que á la mujer, díjole: ¿Mujer, dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te ha condenado? Y ella dijo: Señor, ninguno. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno: vete, y no peques más” (Juan 8.10 al 11 – RVR1909). Antes de la primera venida de Jesucristo éramos pecadores, después de Jesucristo el pecado jamás prevalecerá: “Pues que Cristo ha padecido por nosotros en la carne, vosotros también estad armados del mismo pensamiento: que el que ha padecido en la carne, cesó de pecado; Para que ya el tiempo que queda en



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carne, viva, no á las concupiscencias de los hombres, sino á la voluntad de Dios” (1 Pedro 4.1 al 2 – RVR1909).

Jesucristo vence el pecado en la condición humana y al ser un humano establece un legado y precedente, de manera que demuestra que el ser humano, a pesar de su humanidad puede empoderarse del Espíritu Santo contra el pecado: “Enséñame á hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios: Tu buen espíritu me guíe a tierra de rectitud” (Salmos 143.10 – RVR1909). Las concupiscencias del ser humano, se fomenta y refuerza con los apetitos y deseos desordenados de placeres deshonestos, que son terrenales y vanos, para satisfacer los caprichos, gustos, ostentaciones, preferencias, seducciones y tentaciones, sublevados socialmente contra la voluntad de Dios: “Todas las cosas me son lícitas, mas no todas convienen: todas las cosas me son lícitas, mas yo no me meteré debajo de potestad de nada” (1 Corintios 6.12 – RVR1909). Ante Dios hay inconveniencia en condiciones y prácticas aceptadas como lícitas socialmente: “Todo me es lícito, mas no todo conviene: todo me es lícito, mas no todo edifica” (1 Corintios 10.23 – RVR1909). Somos energía de Dios, nuestro origen es celestial. Aquí es donde la conveniencia y edificación requiere de carácter y personalidad para resistir el mal y hacer el bien, el ser humano de forma integral necesita principios y valores enfocados en Jesucristo, que sean envolventes y vinculantes en sus propias actitudes, ánimo, características, cualidades, emociones, habilidades, hábitos, intenciones, motivaciones, opiniones, sentimientos, servicio y voluntad. Esto define e identifica a un genuino y verdadero discípulo, predispuesto para una excelente reacción de comportamiento y conducta, del ejemplo y modelo de Dios: “Y no os conforméis a este siglo; mas reformaos por la renovación de vuestro entendimiento, para que experimentéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos 12.2 – RVR1909).


Los principios y valores tienen propósitos definidos, está la resiliencia considerada como la capacidad de resistir y superar cualquier adversidad, además de la adaptación a las



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circunstancias difíciles. La convivencia social con inteligencia, es otro valor de una vida inteligente, en el sentido integral de las capacidades, comportamientos actitudinales, emocionales y sociales, tanto colectivamente como individual. A manera de una inteligencia individual en función de la inteligencia colectiva. La Biblia dice: “Y ahora permanecen la fe, la esperanza, y la caridad, estas tres: empero la mayor de ellas es la caridad” (1 Corintios 13.13 – RVR1909). Jesucristo representa la energía pura del amor y caridad: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros” (Juan 13.35 – RVR1909). Este amor es un ingrediente incluido en los principios y valores como el amor a y de Dios, caridad, compasión, comprensión, consagración, consideración, cooperación, cortesía, ecuanimidad, empatía, esperanza, ética, fe, humildad, integridad, justicia, lealtad, mansedumbre, misericordia, paciencia, paz, respeto, santidad y solidaridad. Mediante Jesucristo se logra una verdadera libertad en el conocimiento, entendimiento e inteligencia: “Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no volváis otra vez á ser presos en el yugo de servidumbre” (Gálatas 5.1 – RVR1909). Este yugo que es de la esclavitud o de la servidumbre, representa la ignorancia e imposibilidad de reconocer el desconocimiento, especialmente de los principios y valores representados en Jesucristo. La prisión es la ceguera y la privación de libertad espiritual: “Dejadlos: son ciegos guías de ciegos; y si el ciego guiare al ciego, ambos caerán en el hoyo” (Mateo 15.14 – RVR1909).


La relación humana que está afectada por los conflictos de angustia y trastorno, su conexión o interrelación se altera por los tipos de relaciones adictivas, agresivas, dependientes, desconfiadas, despreciativas, frustradas, inseguras, irritables, mezquinas, nocivas, prepotentes y tóxicas. Desde el principio Caín mata a su hermano Abel. La siguiente respuesta de Caín, refleja su actitud, carácter y personalidad: “Y Jehová dijo á Caín: ¿Dónde está Abel tu hermano? Y él respondió: No sé; ¿soy yo guarda de mi hermano?” (Génesis 4.9 – RVR1909). ¿Por qué mata Caín a su hermano Abel? Sus obras se refieren



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a sus acciones, que reflejan su ser interior y la forma de ser: “Porque, este es el mensaje que habéis oído desde el principio: Que nos amemos unos á otros. No como Caín, que era del maligno, y mató á su hermano. ¿Y por qué causa le mató? Porque sus obras eran malas, y las de su hermano justas” (1 Juan 3.11 al 12 – RVR1909). ¿Cuáles obras de Jesucristo se demuestran con humildad y mansedumbre? La Biblia dice: “Ninguna palabra torpe salga de vuestra boca, sino la que sea buena para edificación, para que dé gracia á los oyentes. Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual estáis sellados para el día de la redención. Toda amargura, y enojó, é ira, y voces, y maledicencia sea quitada de vosotros, y toda malicia: Antes sed los unos con los otros benignos, misericordiosos, perdónandoos los unos á los otros, como también Dios os perdonó en Cristo” (Efesios 4.29 al 32 – RVR1909).

Dios se desagrada de la personalidad de Caín: “Mas no miró propicio á Caín y á la ofrenda suya. Y ensañóse Caín en gran manera, y decayó su semblante. Entonces Jehová dijo á Caín: ¿Por qué te has ensañado, y por qué se ha inmutado tu rostro? Si bien hicieres, ¿no serás ensalzado?…, Caín se levantó contra su hermano Abel, y le mató” (Génesis 4.5 al 7 – RVR1909). Así es la vida, cuando se viaja en un automóvil, el conductor hábil, tiene el compromiso práctico y responsable de conducir con la cortesía y a la defensiva. Esto representa la imperante necesidad de prevenir los accidentes, cuando se conduce con la prioridad de una buena actitud y calma, para estar alertas y atentos, al observar y prever las acciones y movimientos de los conductores temerarios. En la vida es indispensable para una mejor convivencia, los principios, valores y virtudes, especialmente por causa de las normas en la regulación del comportamiento y conducta del ser humano. Vivir atentos y a la defensiva, es vivir con autoconocimiento y atemperación, en lo que llaman las habilidades blandas. El conocimiento de sí mismo para superación, es alcanzar la conciencia de sus propios impulsos, con la consecuencia de mejorar su actuación y facilitar el llevarse bien con los demás. Esto implica la capacidad de suavizar las emociones y



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sentimientos para ser mejor persona, la aptitud de acomodar, adaptar, ajustar y arreglar las destrezas y las habilidades propias, en función de una adecuada relación interpersonal o social, hasta lograr la excelencia en la convivencia con el prójimo y trascender a la espiritualidad de Jesucristo.

En relación con lo que se conoce como las habilidades blandas, la expresión o término “blandas”, hace alusión a ser apacible o dócil, de carácter agradable, amable, dulce, suave y tranquilo. En cierta ocasión Esteban, que era el diácono, evangelista y primer mártir, menciona lo siguiente: “Duros de cerviz, é incircuncisos de corazón y de oídos, vosotros resistís siempre al Espíritu Santo: como vuestros padres, así también vosotros” (Hechos 7.51 – RVR1909). La Biblia hace referencia a dureza en relación con la cerviz y el corazón. El profeta Ezequiel explica lo siguiente: “Y díjome: Hijo del hombre, yo te envío á los hijos de Israel, á gentes rebeldes que se rebelaron contra mí: ellos y sus padres se han rebelado contra mí hasta este mismo día. Yo pues te envío á hijos de duro rostro y de empedernido corazón; y les dirás: Así ha dicho el Señor Jehová. Acaso ellos escuchen; y si no escucharen, (porque son una rebelde familia,) siempre conocerán que hubo profeta entre ellos” (Ezequiel 2.3 al 5 – RVR1909). Las habilidades blandas son las aptitudes y capacidades dispuestas para la humildad y mansedumbre, según la propuesta ejemplarizada por el Señor Jesucristo: “… aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón…” (Mateo 11.29 – RVR1909). Esta condición posibilita ciertas características y cualidades en los rasgos del carácter y la personalidad, a la vez la factibilidad de la adquisición de principios, valores y virtudes esenciales promovidos por Jesucristo, según su ejemplo y modelo de vida cotidiana. Finalmente es mediante esta experiencia y práctica constante, que se demuestra las habilidades blandas del comportamiento, la conducta, la relación y trato a los demás. Todo esto corresponde a una educación emocional.


La capacidad de saber escuchar con la debida atención y disposición para obedecer, es semejante a la comparación de



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bajar y doblar la cerviz o nuca (parte dorsal del cuello). La dureza de cerviz simboliza y está más asociada a la altivez, arrogancia, engreimiento, prepotencia, soberbia y vanagloria. También la dureza de corazón tiene cierta relación con la inflexibilidad del temperamento, la duda e indecisión al obedecer a Dios Padre, tal es el caso de cierto rey: “Mas cuando su corazón se ensoberbeció, y su espíritu se endureció en altivez, fué depuesto del trono de su reino, y traspasaron de él la gloria” (Daniel 5.20 – RVR1909). La definición acerca de las competencias o habilidades blandas o suaves, es de un tiempo más reciente, pero lo que se trata de explicar con esta definición ha existido desde que existe el ser humano de bien. Igualmente en la actualidad se le denomina como inteligencia emocional e inteligencia social, cierto comportamiento y conducta que siempre ha existido. Desde el relato de Adán y Eva se ha manifestado la importancia del compromiso y responsabilidad de nuestros actos, las causas y su efecto, las consecuencias de nuestras acciones y las reacciones. La palabra de Dios ha enseñado y promovido los principios, valores y virtudes de convivencia humana con una conciencia social. Este aprendizaje es útil en la formación educativa, desde el punto de vista comunitario, en la organización laboral, núcleo familiar y demás entornos o factores externos de cada persona en el diario vivir. Desde la niñez es necesario este tipo de instrucción, para cuando se llegue a la juventud o adultez, que no se aparte de estos principios y valores: “Instruye al niño en su carrera: Aun cuando fuere viejo no se apartará de ella” (Proverbios 22.6 – RVR1909).

La temática del trabajo en equipo fue demostrada por Jesucristo al establecer un grupo de discipulado, que durante tres años y seis meses imparte su enseñanza y mensaje como Maestro y Mentor al grupo. Luego una vez capacitados los envía en grupos de dos discípulos, con la misión de llevar las buenas nuevas de salvación, la evangelización y predicación de los valores del reino de Dios. Obsérvese en el siguiente pasaje, que algunos discípulos son iletrados, sin estudio en términos académicos, pero se reconoce el aprendizaje y culto



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de conocimiento transmitido por Jesucristo: “Entonces viendo la constancia de Pedro y de Juan, sabido que eran hombres sin letras é ignorantes, se maravillaban; y les conocían que habían estado con Jesús” (Hechos 4.13 – RVR1909). Los discípulos tienen la motivación suficiente para desempeñar su misión, además del amor y don de servicio, la capacidad de enfrentar la adversidad y de mantener su enfoque en lo importante que es Cristo. Las habilidades de idoneidad, con buena aptitud, disposición y suficiencia, en la Biblia son llamadas muchas veces como dones o talentos, por ejemplo el siguiente: “De manera que, teniendo diferentes dones según la gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme á la medida de la fe; ó si ministerio, en servir; ó el que enseña, en doctrina; El que exhorta, en exhortar; el que reparte, hágalo en simplicidad; el que preside, con solicitud; el que hace misericordia, con alegría” (Romanos 12.6 al 8 – RVR1909).

Jesucristo es la autoridad determinada por Dios Padre, para transmitir formalmente y oficialmente el conocimiento celestial. Esta transmisión de conocimiento tiene garantía de ser comunicación entre el Padre y el ser humano mediante Jesucristo: “Jesús le dice: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida: nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14.6 – RVR1909). El conocimiento celestial implica la inteligencia y la acción efectiva de comprender y entender el propósito y sentido del destino final de la vida, de cómo administrar y ejercer lo esencial de la vida permanente y práctico, para una salvación y vida eterna. Lo emotivo es la sensibilidad a las emociones, lo sensual se refiere a las sensaciones de estos sentidos. Lo emotivo y lo sensual requieren de la inteligencia, para el reconocimiento de sí mismo y la comprensión de las emociones y sentimientos de los demás. La Biblia dice: “… Amarás á tu prójimo como á ti mismo...” (Marcos 12.31 – RVR1909). A nivel de la actitud, emoción y sentimiento, es necesario comprender y entender al prójimo, así como se comprende y entiende uno mismo. La inteligencia consiste en la facultad y virtud de entender y comprender su propio ánimo e intención, la introspección (relacionado con nuestro



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modo de pensar y sentir), para la determinación de la voluntad hacia un fin específico, con la cautela al actuar y hablar en su interacción respetuosa con otras personas. Ayudado tanto por las habilidades y los hábitos del propio carácter y personalidad. En otras palabras, la inteligencia es el manejo de la información contenida en el conocimiento, es la aplicación o ejecución del aprovechamiento y utilidad de este conocimiento, en la convivencia cotidiana con otros.

La desventaja del ser humano estriba en el punto de vista ciego e irreconocible, que es la privación de ciertas percepciones actitudinales, donde la persona es inconsciente de su comportamiento o conducta, pero las demás personas a su alrededor observan y perciben dicha situación: “¡Ay de los que á lo malo dicen bueno, y á lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo! ¡Ay de los sabios en sus ojos, y de los que son prudentes delante de sí mismos!” (Isaías 5.20 al 21 – RVR1909). Algunos factores perjudiciales en el punto de vista ciego, están la apatía, conformismo, despreocupación, ignorancia, indecisión, indiferencia y negligencia. Se requiere un análisis detenido y minucioso, conocimiento de la realidad personal, despertar, meditación y razonamiento, para lograr un equilibrio en lo emocional, espiritual, físico, intelectual y social. La Biblia dice: “… Escapa por tu vida; no mires tras ti, ni pares…” (Génesis 19.17 – RVR1909). Hay una relación íntima y personal con Dios mediante recapacitar en el Señor Jesucristo: “Escrito está en los profetas: Y serán todos enseñados de Dios. Así que, todo aquel que oyó del Padre, y aprendió, viene á mí” (Juan 6.45 – RVR1909). Este escape hacia Jesucristo requiere humildad, justicia, mansedumbre, paz, piedad y santidad y posibilitar la verdad en autonomías:


📕 Autoconcepto.

📕 Autoconciencia.

📕 Autoconfianza.

📕 Autoconocimiento.

📕 Autocontrol.

📕 Autocrítica.


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📕 Autodisciplina.

📕 Autoestima.

📕 Autoevaluación.

📕 Automotivación.

📕 Autorrealización.

📕 Autorreflexión.

📕 Autorregulación.

📕 Autorrenovación.

📕 Autosuperación.

📕 Autotrascendencia.


Esta autonomía de escapar por la propia vida, sin mirar atrás y sin detenerse, es necesaria e indispensable para conocerse a sí mismo, realizar un análisis de sí, evaluar sus propias aptitudes y conocimientos, valorarse con el aprecio y consideración que se tiene de sí mismo. Examinarse a uno mismo para diagnosticar y evaluar cómo mejorar, impulsarse y motivarse para una realización a plenitud en todas las expectativas, objetivos, metas, planes y proyectos. También de meditar y reflexionar acerca de sí mismo, en relación con los puntos débiles y fuertes personales, para una superación consciente, según el razonamiento en la vida de opciones y oportunidades. El adquirir la capacidad de control y dominio sobre uno mismo, del cumplimiento de la misión y visión personal frente al entorno de la realidad. Acerca de esta autonomía personal, la Biblia dice lo siguiente: “De manera que, cada uno de nosotros dará á Dios razón de sí” (Romanos 14.12 – RVR1909). Cada persona tiene que asumir su propio compromiso y responsabilidad, nadie rendirá cuentas por uno ante Dios Padre y el Señor Jesucristo. Por esta razón, cada quien tiene que preocuparse por su propia y verdadera vida, perseverar hasta el fin y persistir con constancia, para mejorar la persona en sustancia pura y espiritual ante Dios.


Ninguno podrá alegar su propio desconocimiento: “… aun sin hacerlo á sabiendas, es culpable, y llevará su pecado” (Levíticos 5.17 – RVR1909). Tampoco ninguno tiene potestad de culpar a otro por sus propios actos: “… cada uno morirá



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por su pecado” (Deuteronomio 24.16 – RVR1909). Cada quien será responsable de sus acciones y palabras: “Si fueres sabio, para ti lo serás: Mas si fueres escarnecedor, pagarás tú solo” (Proverbios 9.12 – RVR1909). En el caso de los comentarios, las conversaciones, expresiones y opiniones se tomarán en cuenta ante Dios: “Mas yo os digo, que toda palabra ociosa que hablaren los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado” (Mateo 12.36 al 37 – RVR1909). Esto es común en nuestro tiempo, cuando hay difamación en redes sociales, donde se desenfrena la crítica destructiva y voraz, se vuelve una anarquía o desorden incontrolado de las emociones y sentimientos, tanto en lo verbal como en lo visual: “Mas yo os digo, que cualquiera que mira á una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón” (Mateo 5.28 – RVR1909). Esto aplica tanto en hombres como en mujeres, cuando se presentan fotos o imágenes con desnudez insinuante y provocativa, dañina, impropia e inconveniente, con gestos de exhibicionismo de contenido erótico y sexual.

Los casos mencionados en el párrafo anterior, conforme a la teoría de la actitud, cuando el ser humano presenta una predisposición de reacción, ya sea negativa o positiva, ante determinadas situaciones de su entorno, según el resultado del comportamiento y conducta, se presentan las actitudes definidas de acuerdo con las consecuencias de sus acciones. Por esta razón las actitudes podrían ser agresivas, asertivas, denigrantes, desacertadas, ofensivas, entre otros. En el caso denigrante hay descrédito con los insultos y juzgamientos despectivos. Continuando con la teoría, hay un problema de comunicación con varios de los factores mentales, donde se imposibilita la aceptación o entendimiento claro del mensaje, por causa de los complejos, orgullo, miedos, preconceptos, prejuicios, prepotencia, soberbia, temores, timidez, entre otros. Es necesario apropiar los principios, valores y virtudes como personales, el fundamento de tener ciertas creencias primero que los sentimientos, a tal grado de menospreciar las emociones y sentimientos como sin importancia ni valor, está



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en contra del equilibro integral propio de la composición del ser interior estable. Equilibrar las características y cualidades proactivas y reactivas, es congruente e integral al ser sano, en relación con las actitudes, deseos, emociones, habilidades, hábitos, intereses, pensamientos, sentimientos y voluntades. Sumado al resultado del comportamiento y la conducta saludable, en la realidad causal de acciones y consecuencias.

El equilibrio consiste en que tanto nuestra área corporal de influencia proactiva, se anticipe a los acontecimientos, junto con nuestra área reactiva, de reacción estimulada por lo emocional o sentimental, sean dirigidas hacia el control de Jesucristo y mediante su guía se nos posibilite tomar las mejores decisiones, con las previsiones del caso para prevenir consecuencias presentes y futuras. Esto se logra plenamente si en el ser interior somos verdaderos discípulos de Cristo. La ayuda divina nos posibilita adquirir el carácter y personalidad de discípulo, así equilibrar los impulsos con los principios, valores y virtudes transmitidos por Jesucristo. De manera que se tiene la comunicación e información suficiente para deliberar y razonar previamente, antes de actuar o tomar decisiones impulsivas y precipitadas. Hay consciencia del ser interior. Los principios fluyen de adentro hacia afuera, con una interdependencia recíproca con otras personas para evitar agredir u ofender a otros. Jesucristo enseña: “Mas lo que sale de la boca, del corazón sale; y esto contamina al hombre. Porque del corazón salen los malos pensamientos, muertes, adulterios, fornicaciones, hurtos, falsos testimonios, blasfemias” (Mateo 15.18 al 19 – RVR1909).


Se trata de mostrar y probar la condición o estado del ser interior en las actitudes, ego y temperamento, el carácter y la personalidad, en las emociones y los sentimientos, las costumbres y habitualidad, habilidades psicosociales y en lo socioemocional, ya sea en la conexión íntima y personal con el bien o con el mal, según sea el caso de la intención, motivación, voluntad de cada persona y su relación íntima, directa y personal con Dios Padre y el Señor Jesucristo.



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2) EL SER Y LA PERSONALIDAD


El salmista solicita a Dios lo siguiente: “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio; Y renueva un espíritu recto dentro de mí. No me eches de delante de ti; Y no quites de mí tu santo espíritu. Vuélveme el gozo de tu salud” (Salmos 51.10 al 12 – RVR1909). Otro pasaje presenta la siguiente respuesta de Dios: “Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras” (Jeremías 17.10 – RVR60). La personalidad se constituye en el conjunto de las características y cualidades propias de cada persona, que la distingue de las demás, según su mente y pensamientos, vinculados a la intención de su corazón. La misma influye directamente en las funciones vitales de la salud corporal y mental, que depende muchas veces del resultado de nuestro actuar, debido al estilo o modo de vida funcional y saludable que se tenga; según el interés particular del comportamiento y conducta. También facilita o indispone la salud integral de la persona, porque en términos de la existencia, es esencialmente persona y vida, biológica, física y genética. Se constituye un integrante de la especie humana, tanto desde el punto de vista biológico y por la condición como alma viviente, desde que se origina la concepción, fecundación o procreación. El proceso de la gestación a nivel de la combinación natural del ADN de los progenitores, la formación genética y fisiológica contiene un tipo de forma corporal en desarrollo que inicia la concepción.


Existen muchos tipos de cuerpos, uno es el cuerpo del cigoto, otro el cuerpo del embrión y otro el cuerpo del feto, pero corresponden a un solo proceso corporal. Así como en la simiente vegetal, uno es el cuerpo de la semilla y otro es el cuerpo de la planta y otro es el cuerpo del árbol, de principio a fin corresponde a un solo proceso: “Y lo que siembras, no



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siembras el cuerpo que ha de salir, sino el grano desnudo, acaso de trigo, ó de otro grano: Mas Dios le da el cuerpo como quiso, y a cada simiente su propio cuerpo” (1 Corintios 15.37 al 38 - RVR1909). Hay diferentes tipos de cuerpos con sus tipos de energía presentes, en la función de realizar el cambio y la transformación, de una evolución natural orgánica.

La concepción es lo que genera el inicio del crecimiento y desarrollo de una memoria energética microscópica, así como a nivel celular y neuronal hay almacenamiento y transmisión de información. Esta memoria energética es indispensable para la formación del ser humano, en su paso de cigoto, embrión y feto, su función posibilita la determinación de las características y las cualidades fisiológicas, pero también la facultad de trascender fuera del vientre de la madre, el ser interior y la personalidad manifestada en el transcurso de la vida sucesiva. Permitir la vida existencial del ser humano le posibilita la oportunidad vivencial de trascender para vida eterna. Ejemplo en Juan el Bautista y en Jesús (el subrayado es nuestro): “Y aconteció, que como oyó Elisabet la salutación de María, la criatura saltó en su vientre; y Elisabet fué llena del Espíritu Santo, Y exclamó a gran voz, y dijo. Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre. ¿Y de dónde esto á mí, que la madre de mi Señor venga á mí? Porque he aquí, como llegó la voz de tu salutación á mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre (Lucas1.41 al 44 – RVR1909). Se presenta una manifestación de emociones y sentimientos en Juan el Bautista en el vientre, cuando su madre Elisabet tiene seis meses de embarazo: “Y he aquí, Elisabet tu parienta, también ella ha concebido hijo en su vejez; y este es el sexto mes á ella que es llamada la estéril” (Lucas 1.36 – RVR1909).


La energía es fuerza y poder para producir un efecto, a nivel de memoria energética desde la formación del cigoto, embrión y feto, hay un proceso de crecimiento, desarrollo, nutrición y reproducción, con la contribución de los genes. Ahora bien, en el caso de la energía como alma viviente, es la fuerza de inteligencia, sensibilidad y voluntad que involucra



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las emociones y sentimientos inherentes al ser humano. Todo esto es innato, o sea, desarrollado y formado antes del nacimiento de la persona y su composición inicial, biológica, fisiológica y genética, tiene componentes previos utilizados en la formación de las neuronas. Se mezcla la forma de energía de la materia del ser vivo, con el componente inmaterial de lo que no es físico sino espiritual, por ejemplo, la intención y motivo que se trae al nacer y manifestado con la reacción posterior en la niñez, del desinterés o interés temperamental, a manera de una programación o software natural orgánico.

Un claro ejemplo es la presencia del amor o su ausencia en el desamor, visible en el egoísmo, la envidia, el odio, el rencor, el resentimiento y la venganza. La memoria energética no transmite por heredad genética la simiente del bien o del mal, sino que es una especie de código común para cada ser humano en formación, originado y transmitido genéticamente de forma connatural (congénito), desde el principio con Adán y Eva (causa desencadenante), y con el contenido de la duda e indecisión al obedecer a Dios en el temperamento. Por esta razón desde la niñez se requiere instrucción de la palabra de Dios: “Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más penetrante que toda espada de dos filos: y que alcanza hasta partir el alma, y aun el espíritu, y las coyunturas y tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” (Hebreos 4.12 – RVR1909). El ser humano es un ser de vida integral en lo corporal y en lo mental, el corazón representa la manifestación y la vivencia de las emociones y sentimientos desde el pensamiento e intención. Por ejemplo, hay infantes que traen consigo desde que nacen, la facilidad de enojo, el negativismo o pesimismo. Esto no es bueno, ni malo, sino parte de la forma de ser en la personalidad. El ser humano se puede moldear con el tiempo y la madurez y paz de la vida.


Existen distintas formas de energía transformables, o sea, energías con la posibilidad de cambiar a otro tipo de energía. El espíritu es la energía o fuerza vital, asociado a la fuerza de voluntad, conocido como el principio generador de



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la intención y motivación personal. Este tipo de energía nos anima e infunde el esfuerzo y el vigor, para contribuir con el proceso mental de activar y concienciar a la persona en sus actividades cotidianas. Así como es el espíritu energético de la persona, así es su intención y la motivación. El componente material de apoyo utilizado por el espíritu de vida es el aire u oxígeno, junto con la función de respiración del ser humano, además de la oxigenación que bombea el corazón a todo el cuerpo con la sangre rica en oxígeno, esencial para la vida.

El espíritu como energía puede llegar a la impureza o a la santificación, además de la consagración para la honra a Dios Padre el Creador. La energía demostrada por Jesucristo, preexistía antes de ser enviado en su primera venida por el Padre, con anticipación era anunciado proféticamente acerca de su misión, su intención personal (Espíritu de Cristo), sirve de inspiración para otros que siguen su ejemplo: “Obteniendo el fin de vuestra fe, que es la salud de vuestras almas. De la cual salud los profetas que profetizaron de la gracia que había de venir á vosotros, han inquirido y diligentemente buscado. Escudriñando cuándo y en qué punto de tiempo significaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, el cual prenunciaba las aflicciones que habían de venir á Cristo, y las glorias después de ellas” (1 Pedro 1.9 al 11 – RVR1909).


Dios Padre delega en Jesucristo toda la potestad, para ser el libertador del ser humano de la naturaleza de la duda e indecisión congénita al obedecer a Dios, contenida dentro de la esencia caracterizada de forma o manera particular, según el aspecto de la personalidad y ser interior del individuo, que depende de los factores afectivos, característicos, emocionales y sentimentales con lo cual se le puede conocer, determinar o identificar, en su ser y en el reaccionar. Hay diferencia entre el concepto o la noción del espíritu y la espiritualidad. El ser humano por la naturaleza tiene la energía e intención del espíritu, con las funciones mentales de la determinación, intelecto y racionalidad, pero con estas funciones solamente se adquiere conocimiento que atañe a la vida natural, en el



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sentido de las cuestiones de ocupación y subsistencia, como agricultura, alimentación, arte, ciencia, comercio, comunidad local, cultura, deportes, economía, educación, empresariado, esparcimiento, estudio laboral, profesional y técnico, familia, financiamiento, industria, negocio, otros, política, salubridad, socorrismo (brigadas), tecnología y trabajo en general.

En el caso de la espiritualidad corresponde a la persona desapegada a lo material y terrenal, mediante la consagración y santificación en las cuestiones de Dios, practicante de los principios y valores del evangelio y reino de Dios. La persona es portadora del conocimiento espiritual, culta y educada en la lectura de la palabra de Dios, que reconoce la excelencia y superioridad de la Sagrada Escritura. También es sensible en ayudar a los demás y experta en el ejercicio de la religión pura y sin mancha, en hacer el bien y la justicia, apartado de la maldad y del pecado: “La religión pura y sin mácula delante de Dios y Padre es esta: Visitar los huérfanos y las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha de este mundo” (Santiago 1.27 – RVR1909). En la actualidad, en nuestro contexto, la espiritualidad es el paso previo para trascender al conocimiento celestial de Jesucristo. Por cierto, más que una importancia eclesiástica o religiosa, la espiritualidad es seguir y servir a Jesucristo como el camino para la salvación y vida eterna. Es demostrar con acciones la fidelidad de auténtico o genuino discípulo de Jesucristo, en relación con su ejemplo, mensaje y modelo de vida. Se cumplen todos los principios, valores y virtudes en torno a Jesucristo, tanto a su alrededor como un seguidor cercano y desde el ser interior de cada uno de sus seguidores con su encuentro. Jesús dice lo siguiente:


“Y llamando á la gente con sus discípulos, les dijo: ... Porque ¿qué aprovechará al hombre, si granjeare todo el mundo, y pierde su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma? Porque el que se avergonzare de mí y de mis palabras…, el Hijo del hombre se avergonzará también” (Marcos 8.34 al 38 – RVR1909)


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En relación con la constitución del ser humano, en su composición celular y corporal, propiedades eléctricas, físicas y magnéticas, se contienen elementos esenciales compuestos por los átomos y las moléculas, para los procesamientos químicos del organismo natural, y con fuerzas de enlace químico y de atracción. Semejante a los procesos en lo corporal, así sucede en lo espiritual, a través del ejemplo y la práctica, se irradia y propaga un efecto que influencia en la conducta y comportamiento de otros, también mediante el estímulo y la reacción de la inteligencia emocional y social, además de la impresión anímica o psíquica determinada por los sentimientos, la habilidad psicosocial y socioemocional.


La integración elemental de cada persona, abarca los aspectos anatómicos, biológicos y psicológicos, que inclusive en algún caso particular se podría presentar una alteración y patología anatómica, por causa de las acciones y reacciones de las emociones y sentimientos. Por consiguiente, puede resultar en una alteración psicológica, por la condición, comportamiento y estado de la conciencia. Por esta razón, según la criticidad, gravedad y deficiencia orgánica, a nivel de psiquiatría se ayuda y completa con tratamientos químicos de medicamentos, así conservar, estabilizar y mantener la salud.


Esto significa que es necesario una complementariedad, integración y relación entre lo corporal y lo espiritual, entre el cuerpo, comportamiento y conducta, inclusive en la toma de decisión y determinación, se requiere evaluar las diferentes posibilidades y sus consecuencias relacionadas, que afecten la vida personal o de otras personas. El alma humana es la persona con vida, que se compone del cuerpo y espíritu de vida, en otras palabras de cuerpo con las funciones de la respiración y de la mente. Pero la espiritualidad viene a ser la forma de comportarse y conducirse, con la dirección y guía de Dios, para cumplir su obediencia sin duda ni indecisión: “Así ha dicho Jehová, Redentor tuyo, el Santo de Israel: Yo Jehová Dios tuyo, que te enseña provechosamente, que te encamina por el camino que andas” (Isaías 48.17 – RVR1909).



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Otra analogía o relación de semejanza entre lo corporal y lo espiritual, atañe a la capacidad o cualidad de cambio. Por ejemplo, el metabolismo de la combinación y conjunto de reacciones bioquímicas y procesos, que son fisicoquímicos a nivel celular y en el organismo en general, presentan la posibilidad de cambiar químicamente la esencia o naturaleza de ciertas sustancias, con procesos acoplados que utilizan la energía. En el caso de lo espiritual se requiere para el cambio personal, los procesos interrelacionados de arrepentimiento, conversión y resarcimiento, mediante acciones, consagración y santificación. Esto contribuye a contrarrestar o al menos mitigar moralmente el temperamento, resultado de la duda e indecisión al obedecer a Dios, que se arrastra genéticamente por generaciones en la memoria energética, heredada desde Adán y Eva, nuestro origen en la especie humana: “Y llamó el hombre el nombre de su mujer, Eva; por cuanto ella era madre de todos los vivientes” (Génesis 3.20 – RVR1909).


Este es nuestro origen o principio como linaje humano o conjunto de todos los descendientes de Adán y Eva: “El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay,… pues él da a todos vida, y respiración, y todas las cosas; Y de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habitasen sobre toda la faz de la tierra…” (Hechos 17.24 al 26 – RVR1909). La pregunta es: ¿fueron creados Adán y Eva con la patología de la duda e indecisión connatural (congénita) al obedecer a Dios? Para encontrar una respuesta se necesita analizar el antes y el después de Adán y Eva. Antes fueron creados a imagen de Dios, en relación con la eternidad: “Y crió Dios al hombre á su imagen, á imagen de Dios los crió; varón y hembra los crió” (Génesis 1.27 y 9.6 – RVR1909).


Posteriormente en la genética se transmiten los genes encargados del envejecimiento, entonces los descendientes de Adán pasan a ser a su imagen mortal, en lugar de la imagen eterna de Dios: “Y vivió Adam ciento y treinta años, y engendró un hijo á su semejanza, conforme á su imagen, y



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llamó su nombre Seth” (Génesis 5.3 – RVR1909). El resto de la creación sufre también el envejecimiento de la naturaleza:

“Dije: Dios mío, no me cortes en el medio de mis días: Por generación de generaciones son tus años. Tú fundaste la tierra antiguamente, Y los cielos son obra de tus manos. Ellos perecerán, y tú permanecerás; Y todos ellos como un vestido se envejecerán; Como una ropa de vestir los mudarás, y serán mudados: Mas tú eres el mismo, Y tus años no se acabarán. Los hijos de tus siervos habitarán, Y su simiente será afirmada delante de ti” (Salmos 102. 24 al 28 – RVR1909).

La imagen de Dios es su eternidad y también se hace una referencia a su semejanza: “Y dijo Dios: Hagamos al hombre á nuestra imagen, conforme á nuestra semejanza” (Génesis 1.26 – RVR1909). La mención a la semejanza, se refiere a lo relacionado con la santidad, porque Dios es Santo: “Como hijos obedientes, no conformándoos con los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; Sino como aquel que os ha llamado es santo, sed también vosotros santos en toda conversación: Porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo” (1 Pedro 1.14 al 16 – RVR1909). La ignorancia de la voluntad de Dios es duda e indecisión a su obediencia. En el caso de Adán y Eva dejaron de ser libres y perfectos de la culpa, o sea, cometen voluntariamente la desobediencia ante Dios, por causa de la misma duda e indecisión al obedecer.


La aquiescencia es el consentimiento y conformidad sufrido entre Adán y Eva, antes de comer del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal, se relajan y tranquilos desafían la voluntad de Dios, como si la fidelidad y obediencia a Dios es opcional, sin importar las consecuencias, en lugar de tener una firme decisión de obedecer a Dios, sin ningún tipo de duda. Por ejemplo, Jesucristo dijo: “Mas yo os digo,



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que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón” (Mateo 5.28 – RVR1909).

Así fue el caso de Adán y Eva, el comer del fruto fue cuestión de tiempo, la disposición ya estaba en la mente y voluntad, nuevamente reiteramos, el corazón representa la manifestación de sus emociones y sentimientos generados por sus pensamientos e intenciones: “Y vió la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable á los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también á su marido, el cual comió así como ella” (Génesis 3.6 – RVR1909). Adán y Eva pierden la virtud especial de estar y ser dedicados a Dios, porque toman su propio camino sin santidad, ejercen su escogencia del libre albedrío, y se apartan de los deberes y obligaciones de la relación con Dios. Semejante a hacer lo que quieran sin dignidad, justicia, misericordia, santificación y temor a Dios.


Su castigo es transmitir genéticamente los genes del envejecimiento, por causa de la mortalidad, pero con las aspiraciones de su dependencia a Dios para llegar a recibir vida eterna, mediante la espiritualidad a través de Jesucristo: “Bendito el Dios y Padre del Señor nuestro Jesucristo, el cual nos bendijo con toda bendición espiritual en lugares celestiales en Cristo: Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él en amor” (Efesios 1.3 al 4 – RVR1909). Para volver a restaurar la semejanza con Dios, es indispensable cumplir la santidad, sin injuria de calumnia, cizaña, corrupción, desacreditación, desinformación, desprestigio, difamación o insulto de engaño:


“ASÍ que, amados, pues tenemos tales promesas, limpiémonos de toda inmundicia de carne y de espíritu, perfeccionando la santificación en temor de Dios. Admitidnos: á nadie hemos injuriado, á nadie hemos corrompido, á nadie hemos engañado…” (2 Corintios 7.1 al 3 – RVR1909).


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3) EL TEMPERAMENTO CON LA PATOLOGÍA DE LA DUDA E INDECISIÓN CONNATURAL (CONGÉNITA) AL OBEDECER A DIOS


La duda es un estado mental de la persona frente a una propuesta contraria a su propio deseo, ligada a la indecisión, máxime cuando se tiene con indiferencia la conveniencia o inconveniencia a la hora de tomar una decisión. El problema en relación con la obediencia a Dios, se presenta cuando el ser humano contrario a la fidelidad o lealtad, determina que es un dilema el obedecer a Dios, o sea, que la decisión no se ajusta a sus propios intereses, porque tendría que renunciar a su voluntad exclusiva y someterse a la voluntad absoluta de Dios. Se tiene a las dos premisas de desobedecer u obedecer como similares, donde la persona concluye que le da igual la consecuencia o resultado de ambas, pero sin dar importancia a la obediencia. La verdadera disyuntiva está en el resultado de la decisión de obedecer, como una bifurcación excluyente del desenlace de la desobediencia a manera de una dicotomía.


Aunque existe la posibilidad del libre albedrío para la toma de cualquier decisión, Dios no acepta la duda ni la indecisión como justificación o pretexto, sino solamente el hacer su voluntad, por esta razón Dios ofrece promesas de salvación y vida eterna, para incentivar y motivar la fidelidad a su obediencia. La decisión o resolución de la duda de obedecer a Dios es impostergable, como el supuesto de tomar una determinación en el momento de la agonía antes de morir. Estas personas viven sin discernir o distinguir la diferencia, entre vivir desobedientes u obedientes a Dios,



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envejecen sin un cambio o transformación de conciencia y sin propensión de sujeción a la voluntad de Dios. Por ejemplo, hay actos vergonzosos cometidos por personas sin sentir o tener vergüenza, contrarios al decoro, honestidad, honor, honra, prestigio y pudor, por ser acciones contra la integridad de la persona ante Dios, por lo tanto, algunos cometen actos repudiables sin ningún tipo de vergüenza: “¿Qué fruto, pues, tenías de aquellas cosas de las cuales ahora os avergonzáis? Porque el fin de ellas es muerte. Mas ahora, librados del pecado, y hechos siervos á Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y por fin la vida eterna. Porque la paga del pecado es muerte: mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 6.21 al 23 - RVR1909).

El tener por fruto, visible, la santificación es un requisito indispensable para ser semejantes a Dios. Los principios son las normas de vida fundamentales, para regir la conducta y el pensamiento. Los valores tienen la relación con el grado de aprecio, estima y bienestar de cualidades que son correctas, positivas y de valía en calidad. La virtud está en la efectividad y fuerza de ejercer el bien con todo el poder de voluntad. La predisposición y tendencia biológica del temperamento, tiene una causa física (propiedades de la energía y de la materia) y un efecto en las facultades mentales, además de un origen que es Divino y una finalidad espiritual. El temperamento es portador de un código energético, en la memoria energética intrínseca en todo ser humano. Este código es el elemento o esencia activador del conocimiento celestial, con un contenido o presentación como tipo de patología de la duda e indecisión connatural (congénita) al obedecer a Dios. La historia de la humanidad muestra que Dios comunica de muchas formas o maneras: “Dios, habiendo hablado muchas veces y en muchas maneras en otro tiempo á los padres por los profetas, En estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, al cual constituyó heredero de todo, por el cual asimismo hizo el universo” (Hebreos 1.1 al 2 – RVR1909). Que en los últimos tiempos determina en Jesucristo toda la potestad de ser la luz, que ilumina la duda e indecisión para la obediencia fiel a Dios:



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“El que cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio en sí mismo: el que no cree á Dios, le ha hecho mentiroso; porque no ha creído en el testimonio que Dios ha testificado de su Hijo. Y este es el testimonio: Que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida: el que no tiene al Hijo de Dios, no tiene la vida. Estas cosas he escrito á vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios. Y esta es la confianza que tenemos en él, que si demandáremos alguna cosa conforme á su voluntad, él nos oye” (1 Juan 5.10 al 14 – RVR1909).

La falta de confianza y seguridad en Dios, provoca la dureza del corazón en el sentido simbólico y está asociado al significado de la falta de flexibilidad del temperamento. Los químicos cerebrales (neurotransmisores), tienen relación con los pensamientos y sentimientos, representado por la mente y el corazón, según las funciones propias del cerebro y sus conexiones corporales, así el temperamento es definido por la genética y cierto grado de estimulación energética, que es representado por la dureza de corazón o corazón de piedra. En el temperamento impera la nulidad de cambio por medio de acciones, hay dificultad de control, tampoco aprendizaje o educación, sino heredad biológica, con el origen genético no modificable. La única alternativa detonante de incitar una irradiación de luz, que estimule energéticamente un cambio y modificación del temperamento, superando duda e indecisión de obedecer a Dios, es mediante Jesucristo: “Esto pues digo, y requiero en el Señor, que no andéis más como los otros Gentiles, que andan en la vanidad de su sentido. Teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón: Los cuales después que perdieron el sentido de la conciencia, se entregaron á la desvergüenza para cometer con avidez toda suerte de impureza” (Efesios 4.17 al 19 – RVR1909).



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El sentido en el camino del encuentro de la comprensión y entendimiento del conocimiento que es de fuente celestial, está vinculado con la transmisión a través de Jesucristo, para auxiliar a quienes están en la ignorancia del conocimiento de Dios Padre, porque el entenebrecerse, se relaciona con la ausencia de la luz de Jesucristo, en los temperamentos duros de piedra aferrados a la duda e indecisión al obedecer a Dios: “Y hablóles Jesús otra vez, diciendo: Yo soy la luz del mundo: el que me sigue, no andará en tinieblas, mas tendrá la lumbre de la vida” (Juan 8.12 – RVR1909). Mientras las personas permanezcan en tinieblas estarán sin comprensión de la luz de Jesucristo: “En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. Y la luz en las tinieblas resplandece; mas las tinieblas no la comprendieron” (Juan 1.4 al 5 – RVR1909).


Si el temperamento es heredado e innato, genéticamente sin la posibilidad de modificar, sin el poder de cambiar por el ambiente, entorno o hábitat; que es biológico sin la capacidad de aprendizaje o educación, además de difícil de controlar. Entonces, únicamente el poder de Dios puede guiar a la persona, ya que para Dios no hay nada imposible y es factible cambiar, modificar o transformar: “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón: Pruébame y reconoce mis pensamientos: Y ve si hay en mí camino de perversidad, Y guíame en el camino eterno” (Salmos 139.23 al 24 – RVR1909). En la actualidad las personas buscan mejorar y dar un mayor sentido a su vida cotidiana, por medio del conocimiento de las virtudes y de la expresión temperamental, enfocado más hacia un temperamento espiritual: “Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, gente santa, pueblo adquirido, para que anunciéis las virtudes de aquel que os ha llamado de las tinieblas á su luz admirable” (1 Pedro 2.9 – RVR1909). La homeostasis y los sistemas que influyen el comportamiento y la conducta, son funciones del Endocrino, relacionado con las glándulas y las hormonas, por ejemplo, la glándula pituitaria. El sistema nervioso, que contribuye para el funcionamiento fisiológico, adecuado del organismo y todo lo referente a los procesos corporales, por ejemplo, parasimpático y simpático.



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4) EL EGO HUMANO FRENTE AL DIOS YO SOY


La formación del ser humano surge de una memoria energética microscópica, con el contenido del genoma y los genes necesarios, para definir los caracteres hereditarios del organismo a plenitud. Por otra parte, el ego humano tiene vinculación con el temperamento. Además de cierta relación íntima con el carácter y la personalidad, influenciados por las costumbres y hábito cotidiano, cuyo resultado se refleja en el comportamiento y la conducta. El temperamento es biológico y genético, por consiguiente se nace con el mismo de forma innata, por esta razón su estabilidad la hace prácticamente sin la posibilidad de modificación, aunque gradualmente es controlable. Mientras tanto el ego se puede mejorar con la solidaridad, que es un ego solidario de compartir con otros.


El ego y el temperamento tienen una relación recíproca, porque el temperamento es la parte biológica y genética, determinante para la forma de ser de la persona, pero tiene su particularidad de invariabilidad, salvo el poder activo de la fe en Dios, para iluminar el conocimiento de la certeza, confianza y decisión al obedecer a Dios: “Empero sin fe es imposible agradar á Dios; porque es menester que el que á Dios se allega, crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan” (Hebreos 11.6 – RVR1909). El ego se puede variar, según el aprendizaje, culto de latría y la educación, especialmente con la práctica solidaria del bien y servicio.


Brota o emana una chispa de iluminación de fe en el momento ¡eureka!, en relación con la obediencia a Dios, de manera que su activación es por medio del poder de Dios: “Para que vuestra fe no esté fundada en sabiduría de hombres, mas en poder de Dios” (1 Corintios 2.5 – RVR1909). Este poder de Dios despierta con claridad un conocimiento



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certero, evidente y seguro, sin incertidumbre, porque el descubrimiento del despertar ¡eureka! en el conocimiento que está escondido, ignorado u oculto, viene a ser la inspiración para reconocer a Jesucristo en la obediencia a Dios Padre.

El ego es el “yo” de una persona y puede ser afectado por la propia afectividad o capacidad de vivir las emociones y los sentimientos. Influye en el ego el coraje, o sea, la decisión valiente para enfrentar determinada situación. También la susceptibilidad, que es la capacidad de recibir impresión o de sentirse ofendido. Del ego depende la intención y motivación para actuar, según la interioridad de su pensamiento. El ego de cada persona es la autenticidad de su propia realidad, es un proceso de madurez hasta alcanzar buen juicio y sensatez. El proceso del ego es un espejismo, viene a ser el “yo soy el espejismo que soy”, porque gradualmente se consolida con la estabilidad, fe, firmeza y solidez, siempre y cuando, sea sin la obstinación del egocentrismo, egoísmo o egolatría. La clave para la superación del ego, está en la práctica auténtica y sincera de la solidaridad. El ego personal es un espejismo que depende del verdadero Oasis establecido por Dios Padre. Este Oasis permanente, sin agotar ni perecer, proveedor del agua de vida sustentable y sostenible es Jesucristo. En cierta ocasión Dios dice lo siguiente: “Y respondió Dios á Moisés: YO SOY EL QUE SOY. Y dijo: Así dirás á los hijos de Israel: YO SOY me ha enviado á vosotros” (Éxodo 3.14 – RVR1909). La vida permanente está en Dios.


La antítesis del ego solidario es la autosuficiencia de bastarse a sí mismo con burla, engreimiento, pedantería y presunción de un tipo de exceso de autoestima, que desprecia y menosprecia la solidaridad hacia otros. Lo contrario de ser “enviado a vosotros” es el estatismo egoísta, del propio interés desmesurado sin accionar el bien común. El profeta Jonás, según su ego, es un profeta eficiente que logra el propósito en la ciudad de Nínive, porque el pueblo se arrepiente, con una actitud optimista y positiva; o es de profeta sin credibilidad, porque no se cumple su anuncio de la destrucción de Nínive, con una actitud de profeta egoísta, negativo y pesimista.



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Dios tiene existencia propia y por siempre, o sea, Dios existe por sí mismo, sin ningún tipo dependencia, mientras que la existencia del ser humano depende de Dios. El ego humano se conoce a sí mismo en la medida que reconoce a Jesucristo, a quién Dios Padre ha establecido para que el ser humano reciba vista y vida eterna. Dios es el Ser Supremo y los seres humanos que logran la madurez del ego semejante a Jesucristo, son fieles y sujetos a la autoridad designada por Dios, con el conocimiento claro para aceptar la obligación y sometimiento del obedecer, de manera que se subordine el buen juicio y la sensatez de la obstinación del temperamento. Así se cumple la redención de Jesucristo sobre el género humano con su pasión, muerte y resurrección: “Díjoles pues, Jesús: Cuando levantareis al Hijo del hombre, entonces entenderéis que yo soy, y que nada hago de mí mismo; mas como el Padre me enseñó, esto hablo. Porque el que me envió, conmigo está; no me ha dejado solo el Padre; porque yo, lo que á él agrada, hago siempre” (Juan 8.28 al 29 – RVR1909).


El corazón del ego humano que es duro o de piedra, es el temperamento, pero se presenta un conflicto en cada persona entre el escepticismo y el valor de la empatía para dar forma a un equilibrio en la conciencia racional. Las características y cualidades biológicas, bioquímicas, fisiológicas, genéticas y en las demás funciones relacionadas en lo corporal y el espíritu, son parte del ser humano actual, igual como en Adán y Eva hace alrededor de seis mil años. Eva para darse cuenta de su propia realidad, sufre de escepticismo, el conocimiento cierto, completo y verdadero, es la obediencia a la voluntad de Dios, sin embargo, Eva se deja llevar por la duda e indecisión al obedecer a Dios. La reacción de Adán, aunque se inclina a la falta de credulidad y fe, debido a su propio temperamento, actúa con empatía, en el sentido de la identificación con Eva. Hay una realidad imperante que es hacer la voluntad de Dios, pero tanto Adán como Eva, siguen su realidad personal con el uso del libre albedrío y ceden a la presión externa del entorno de influencia y tentación. Tanto el ego como el temperamento no se pueden esquivar ni evadir, nadie se los quita de encima.



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La voz de la serpiente fue el cuestionamiento detonante. La curiosidad de Eva era un deseo de averiguar y saber con su facultad de analizar, observar, pensar y reflexionar. El temperamento es una especie de terquedad o testarudez, por este motivo la comparación con la dureza de corazón, donde se requiere el equilibrio de la empatía, para la capacidad de la persona de comprender las emociones y tener identificación con los demás, como dice Pablo: “Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo” (1 Corintios 11.1 – RVR1909); “Hermanos, sed imitadores de mí, y mirad los que así anduvieren como nos tenéis por ejemplo” (Filipenses 3.17 – RVR1909).


La fe es certeza, confianza y seguridad, especialmente al obedecer a Dios y a su Hijo, contrario a la duda e indecisión. Abel presenta una ofrenda a Dios, nótese como se menciona que Dios se agrada de Abel, esto es su actitud y personalidad: “… Y miró Jehová con agrado á Abel y á su ofrenda” (Génesis 4.4 – RVR1909). La ofrenda de Abel el justo, representa la fe de certeza, confianza y seguridad al obedecer a Dios: “Por la fe Abel ofreció á Dios mayor sacrificio que Caín, por la cual alcanzó testimonio de que era justo,…” (Hebreos 11.4 – RVR1909). ¿Cómo se demuestra la estima y reconocimiento de Dios por la actitud y personalidad? Un pasaje bíblico dice: “Porque misericordia quise, y no sacrificio; y conocimiento de Dios más que holocaustos. Mas ellos, cual Adam, traspasaron el pacto: allí prevaricaron contra mí” (Oseas 6.6 al 7 – RVR1909). Este conocimiento es celestial y pertenece a Dios sin límite, por esta razón Dios es el “YO SOY EL QUE SOY”, porque el conocimiento de Dios es completo, perfecto, pleno y total, mientras que el ser humano tiene un conocimiento muy imperfecto, incompleto, limitado y restringido, con absoluta necesidad del conocimiento, energía, memoria, protección y respaldo de Dios y su Hijo: “… mas te recogeré con grandes misericordias. Con un poco de ira escondí mi rostro de ti por un momento; mas con misericordia eterna tendré compasión de ti, dijo tu Redentor Jehová… mas no se apartará de ti mi misericordia, ni el pacto de mi paz vacilará, dijo Jehová, el que tiene misericordia de ti” (Isaías 54.7 al 10 – RVR1909).



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Principios y valores como la fe, justicia y misericordia, no tienen cabida en lo que llaman un mal temperamento, porque requiere un corazón contrito y humillado para cambiar ante Dios: “Porque no quieres tú sacrificio, que yo daría; No quieres holocausto. Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado: Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios” (Salmos 51.16 al 17 – RVR1909). Así las actitudes y personalidad en general es indispensable para el agrado de Dios: “… porque Jehová mira no lo que el hombre mira; pues que el hombre mira lo que está delante de sus ojos, mas Jehová mira el corazón” (1 Samuel 16.7 – RVR1909).


El ego humano es característico y propio del individuo, en el buen sentido de la palabra, es domable o indomable según cada caso particular. La sociedad moldea el individuo con sus preconceptos y prejuicios en contra de la fidelidad y obediencia a Dios. La tendencia del ser humano es promover una aparente fe, pero ciega, por beneficio y conveniencia personal, por ejemplo, las luchas de poder, ya sea comercial, económico, financiero, ideológico, militar, político y territorial.


En el caso de la fe y la abundancia de creencias ciegas, se incluye el poder religioso, por consiguiente sus luchas y rivalidades por cuestiones de confesiones de fe, sustentadas en sus propias creencias consideradas incuestionables: “Pero si tenéis envidia amarga y contención en vuestros corazones, no os gloriéis, ni seáis mentirosos contra la verdad: Que esta sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino terrena, animal, diabólica. Porque donde hay envidia y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa” (Santiago 3.14 al 16 – RVR1909). Infalible solo Dios Padre y su Hijo. El ego humano es individual, se puede dar un ego colectivo de acuerdo con la cultura social. La sabiduría que desciende de lo alto es la sabiduría del Dios YO SOY, sin embargo, el ser humano se fascina por la egolatría del acumulamiento y adquisición de bienes y servicios superfluos. El derroche, enriquecimiento desmesurado, entretenimiento, exceso de placer y vicio, fama, fanatismo, lucro, lujo, lujuria, opulencia, orgullo, pleitesía,



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prestigio, reconocimiento, soberbia, status social y vanidad, convertidos en ídolos culturales y sociales. Su valor práctico no está en Dios, ni su tesoro o valor más apreciado es Dios, no hay respeto, ni dignidad, ni sensibilidad intelectual a Dios.

Mientras tanto, la sabiduría única del Dios YO SOY, de ninguna manera es egoísta, sino es el compartir del amor y servicio demostrado y visible en Jesucristo: “Mas la sabiduría que es de lo alto, primeramente es pura, después pacífica, modesta, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, no juzgadora, no fingida. Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen paz” (Santiago 3.17 al 18 – RVR1909). Esto significa que la guía del enfoque principal y el norte con dirección del rumbo hacia el camino de la conducta en Jesucristo, propone seguir las acciones con la orientación primordial, establecido como el propósito y sentido de la vida existencial. El ego que es colectivo en la cultura social, tiene su propia personalidad, sumida en las guerras sin sentido y luchas de poder, por cuestión de satisfacer el deleite y el dolo:


“¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No son de vuestras concupiscencias, las cuales combaten en vuestros miembros? Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y guerreáis, y no tenéis lo que deseáis, porque no pedís. Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites” (Santiago 4.1 al 3 – RVR1909).

La paz interior del ser humano requiere la mejora y superación del ego y la personalidad. El egocentrismo es la disposición anímica y psíquica de priorizar los intereses que son propios como el centro, donde se direccionan todas las actividades personales. Pero resulta que es Dios Padre el Creador de todo lo existente, quien determina en la persona y vida de Jesucristo como el cristocentrismo, o sea, el centro de



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todas las actividades personales del ser humano. Lo que pasa es que el mundo vive su propia realidad, según su propio pensamiento y acciones, mientras que la realidad Divina, establecida por Dios Padre es muy diferente a la humana, quienes han establecido su propio camino contrario al de Dios. Es decir, la persona de Jesucristo es el modelo a seguir en su personalidad, por su carácter, temperamento y hábitos practicados durante su cotidianidad, plasmados en literatura y narración de evangelios en Mateo, Marcos, Lucas y Juan.

El carácter, ego, personalidad y temperamento en el ser interior se conjugan, pero todo el conjunto del “ser yo” es más complejo; se interviene el proceso mental y los pensamientos complementarios que se interrelacionan entre sí, como en las actitudes, ahínco, anhelos, aptitud tanto adquirida o innata, arrepentimiento, aspiraciones, atributos, comportamientos, comprensión, comunicación mayormente asertiva, comunión, conducta, conocimientos, conversión, consagración, cortesía, creencia, cualidad, culto, deber, deseos, dignidad, disciplina, emociones, entendimiento, esencia, habilidades psicosociales y socioemocional, hábitos, integridad, inteligencia, intención, madurez, motivación, obligación, paz, paciencia, potencial, preferencia, principios, prioridad, propósitos, resarcimiento, responsabilidad, santificación, sentido, sentimientos, valores, verdad, vigor, virtud y voluntad. Por esta razón, el ego no está completo a cabalidad ni a plenitud, sino que es un proceso de progresión toda la vida, hasta el último aliento o suspiro, de todo este conjunto que nos caracteriza como ser interior.


El que ignora esta integración del ser interior en Cristo, y vive sin conciencia integral de todo esto en su propia vida, en realidad no sabe para que existe, como dice la Biblia: “Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia” (Filipenses 1.21 – RVR1909). Así, el sentido de la existencia o propósito y sentido de la vida, está en Jesucristo mismo. La condición o el estado de preparación personal, en el momento de la muerte, es ganancia cuando el proceso de Cristo en el ego o ser de cada quien, se completa según la referencia en



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Cristo: “Hasta que todos lleguemos á la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, á un varón perfecto, á la medida de la edad de la plenitud de Cristo” (Efesios 4.13 – RVR1909). La constitución y diseño de lo corporal, mental y espiritual, es determinada y diseñada por Dios Padre como el Creador del ser humano, por lo tanto, el dominio en el funcionamiento biológico, genético y orgánico, lo conoce plenamente Dios. Un objeto de estudio de la ciencia supone al ser humano, que es la creación de Dios. Ciencia, fe y razón se complementan, el propietario del saber completo y exacto, porque lo sabe todo, es la autoría de Dios. Así, Dios es el Creador de todo lo que se involucra energía, espacio, espiritualidad, materia y tiempo. La decisión y potestad de diseño de Dios en la composición y forma del ser humano, se manifiesta en la creación, así como el alfarero, barro y herramienta: “Ahora pues, Jehová, tú eres nuestro padre; nosotros lodo, y tú el que nos formaste; así que obra de tus manos, todos nosotros” (Isaías 64.8 – RVR1909). La herramienta del poder de creación: Espíritu Santo de Dios.

La relación con el ego humano frente al Dios YO SOY, es por medio de Jesucristo, para que el ego y la personalidad sean transformados, inclusive la dureza del temperamento, para traer iluminación a la duda e indecisión al obedecer a Dios. Así como el ser humano en su formación pasa por el proceso de cigoto, embrión y feto, también puede trascender en un proceso de lo natural, espiritual al nivel celestial. Dios Padre ha sido, es y será por siempre. La imagen de Dios es la eternidad y su semejanza es la santidad, aunque es invisible y nadie humano ha visto a Dios, su carácter es manifestado en la persona de Jesucristo su Hijo, para ejemplo y modelo de la vida cotidiana en la relación de convivencia en humanos, por ejemplo, caminar con Dios en la humildad al encuentro con su Hijo. Porque Jesucristo representa la santidad de la presencia de Dios Padre, su historia y vida ejemplar es épica, por lo extraordinario, pero única, porque es el mismo Dios Hijo hecho humano y enviado directamente de Dios Padre. La misión de cada persona es servir a Jesucristo, quien es loable en alabanza y sublime en el ejemplo y testimonio de su vida.



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Jesucristo es histórico y digno de que todo ser humano, sin excepción, lo analice, estudie e investigue, para educación y aprendizaje de vida en toda la civilización, cultura y nación. Los indicios bíblicos e históricos que conducen para averiguar su vida, son indispensables para seguir sus huellas o pasos. Dios Padre no ha establecido la honra para ningún otro que no sea Jesucristo, porque nadie ha dejado huella y rastro como su Hijo, que nunca cometió injusticia ni pecado: “He aquí te he purificado, y no como á plata; hete escogido en horno de aflicción. Por mí, por amor de mí lo haré, para que no sea amancillado mi nombre, y mi honra no la daré á otro” (Isaías 48.10 al 11 – RVR1909). Jesucristo vino a restaurar al ser humano a la imagen y semejanza de Dios, para que el ser humano sea un ser limpio, puro, santo, sin impurezas y sin iniquidad, con una conexión de armonía, comunión y unión, con la guía directa de Dios, mediante su Santo Espíritu, el compromiso, decisión, determinación y responsabilidad ante el Padre. Hacer el bien, además de las confesiones de fe, listas de creencias o dogmas, implica y requiere integralmente todo el carácter y personalidad, ego y temperamento, acciones, actitudes, comportamiento, conducta, emociones, habilidades psicosociales, hábitos, intenciones, pensamiento, principios, sentimientos, virtudes y valores, integradas al ser interior:


“… El que oye mi palabra, y cree al que me ha enviado, tiene vida eterna; y no vendrá á condenación, mas pasó de muerte á vida. De cierto, de cierto os digo: Vendrá hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios: y los que oyeren vivirán. Porque como el Padre tiene vida en sí mismo, así dio también al Hijo que tuviese vida en sí mismo: Y también le dio poder de hacer juicio, en cuanto es el Hijo del hombre. No os maravilléis de esto; porque vendrá hora, cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; Y los que hicieron bien, saldrán á resurrección de vida; mas los que hicieron mal, á resurrección de condenación” (Juan 5.22 al 29 – RVR1909).


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5) EL AFECTO Y EL ESTADO DE ÁNIMO


El afecto y el estado de ánimo, combinados en principios de actividad humana, con el fin de emprender acciones del espíritu energizante e irradiar influencia optimista y positiva, se logra mediante la inclinación y tendencia a los aspectos más favorables. La Biblia dice: “Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber: que haciendo esto, ascuas de fuego amontonas sobre su cabeza. No seas vencido de lo malo; más vence con el bien el mal” (Romanos 12.20 al 21 – RVR1909). Jesucristo establece un precedente cuando da su vida por amor, no solamente a sus amigos sino también a sus enemigos. Jesucristo vino a servir y de ninguna manera pretende servirse en detrimento de los demás, sino para establecer un ejemplo y modelo de servicio para el bien común, en la relación y sentido comunitario, con fraternidad y hermandad. Jesucristo en su ego antepone el “yo de Dios” con una verdadera autoridad espiritual y moral.


Dios en su afecto y ánimo envía a su propio Hijo para traer la enseñanza y mensaje, con la finalidad de generar y fomentar una educación y formación celestial en el humano, práctico y útil para las actividades de convivencia en el diario vivir, y trampolín para la aspiración a la vida eterna celestial: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado á su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios á su Hijo al mundo, para que condene al mundo, mas para que el mundo sea salvo por él. El que en él cree, no es condenado; mas el que no cree, ya es condenado, porque no creyó en el nombre del unigénito Hijo de Dios” (Juan 3.16 al 18 – RVR1909).


¿Cómo comprender y lograr entender al Hijo primogénito y a la vez unigénito? Hemos mencionado a Dios Padre como



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la energía única al principio de todo lo existente, es la energía creadora con su Espíritu del espacio, materia y tiempo:

“… y les ha prefijado el orden de los tiempos, y los términos de la habitación de ellos; Para que buscasen á Dios, si en alguna manera, palpando, le hallen; aunque cierto no está lejos de cada uno de nosotros: Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos; como también algunos de vuestros poetas dijeron: Porque linaje de éste somos también. Siendo pues linaje de Dios, no hemos de estimar la Divinidad ser semejante á oro, ó á plata, ó á piedra, escultura de artificio ó de imaginación de hombres” (Hechos 17.26 al 29 – RVR1909).

Obsérvese la diferencia entre estar apegado a lo terrenal, con los pies puestos en lo material, o ser parte de la energía de Dios y moverse en su energía, porque en él vivimos, nos movemos y somos. El afecto y el estado de ánimo involucran las emociones y los sentimientos, según la condición del equilibrio y salud mental. A su vez atañe a las intenciones y a la voluntad. El ser humano es un ser integral, pero divaga y se desplaza sin dirección, orientación, propósito o rumbo determinado, su intelecto se limita solo a la competitividad y desempeño de supervivencia humana en lo terrenal sin Dios.


Se dice que tanto las emociones colectivas o individuales en sociedad, requiere de una inteligencia para las reacciones y los reflejos de un comportamiento y conducta adecuados y moderados. Por esta razón, en relación con lo que atañe a la vida eterna, el ser humano tiene una dependencia de la Inteligencia y Sabiduría de Dios, mediante su energía mental a través de la mente de su Hijo Jesucristo: “Porque ¿quién conoció la mente del Señor? ¿quién le instruyó? Mas nosotros tenemos la mente de Cristo” (1 Corintios 2.16 – RVR1909). El pasaje anterior hace referencia a una instrucción Divina, de



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Padre a Hijo. ¿Quién instruyó al Señor Jesucristo en su preexistencia? Instrucción recibida como Hijo Heredero, el Principal y Jefe del séquito celestial. Jesús dijo lo siguiente:

“Yo la luz he venido al mundo, para que todo aquel que cree en mí no permanezca en tinieblas. Y el que oyere mis palabras, y no las creyere, yo no le juzgo; porque no he venido á juzgar al mundo, sino á salvar al mundo. El que me desecha, y no recibe mis palabras, tiene quien le juzgue: la palabra que he hablado, ella le juzgará en el día postrero. Porque yo no he hablado de mi mismo; mas el Padre que me envió, él me dió mandamiento de lo que he de decir, y de lo que he de hablar. Y sé que su mandamiento es vida eterna: así que, lo que yo hablo, como el Padre me lo ha dicho, así hablo” (Juan 12.46 al 50 – RVR1909).

Esta conexión, contacto y relación directa de Jesucristo como Hijo con su Padre, lo hace ser el único o unigénito. La inteligencia transmitida por Jesucristo tiene relación con el poder de elección. Se dice que quien tiene el conocimiento tiene el poder, pero trasladémonos a la época de Adán y Eva, donde se presenta el árbol de la ciencia del bien y del mal. Eva tiene duda e indecisión al obedecer a Dios, función del temperamento. Dios les da instrucciones o mandamiento, de comer de cualquier árbol, excepto del árbol de la ciencia del bien y del mal. Entre todas las opciones, en su facultad y libertad de elegir, resulta que tanto Adán como Eva escogen la opción censurada que es la prohibida. El conocimiento es la instrucción o mandamiento de Dios, conocida por Adán y Eva, pero la inteligencia viene a ser la capacidad de procesar la información y determinar la mejor aplicación y deducción, para una conclusión de la fidelidad y lealtad a la obediencia.


El árbol de la vida, reiteradamente hemos confirmado su referencia a Jesucristo, por consiguiente, es la inteligencia de



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Jesucristo demostrada con la praxis de sus enseñanzas. Una vez realizada la infracción por parte de Adán y Eva, con el inicio de la maldad y pecado, se posibilita su comparación del antes y después de la desobediencia y rebeldía, de manera que se amplía el panorama para distinguir entre el bien y el mal. Por lo tanto, se confirma la existencia de una especie de inteligencia emocional y social, pero entre todos los conceptos presentados al respecto, la mejor concepción construida con la práctica, es demostrada y expuesta por Jesucristo mismo, con su ejemplo y modelo de vida, en justicia, paz y santidad.

El afecto y ánimo es decidido, determinante y resuelto, no duda ni vacila, puede ayudar en lo temperamental. La historia de la humanidad titubea entre sus propios ídolos y dioses falsos, frente a Dios. Así dijo Josué: “Y si mal os parece servir á Jehová, escogeos hoy á quién sirváis; si á los dioses á quienes sirvieron vuestros padres, cuando estuvieron de esotra parte del río, ó á los dioses de los Amorrheos en cuya tierra habitáis: que yo y mi casa serviremos á Jehová” (Josué 24.15 – RVR1909). Ante los dioses falsos, Dios es único y no hay otro Dios: “Por tanto tú te has engrandecido, Jehová Dios: por cuanto no hay como tú, ni hay Dios fuera de ti, conforme á todo lo que hemos oído con nuestros oídos” (2 Samuel 7.22 – RVR1909). Dios permite y posibilita un homenaje solamente a su Hijo: “Y ahora, reyes, entended: Admitid corrección, jueces de la tierra. Servid á Jehová con temor, Y alegraos con temblor. Besad al Hijo, porque no se enoje, y perezcáis en el camino, Cuando se encendiere un poco su furor. Bienaventurados todos los que en él confían” (Salmos 2.10 al 12 – RVR1909). La primacía soberana del Hijo el Rey y Señor (Apocalipsis 19.16).


Toda la creación fue establecida por Dios como herencia para su Hijo: “Yo publicaré el decreto: Jehová me ha dicho: Mi hijo eres tú; Yo te engendré hoy. Pídeme, y te daré por heredad las gentes, Y por posesión tuya los términos de la tierra” (Salmos 2.7 al 8 – RVR1909). El Padre se acompañaba de su Hijo en la creación: “… ¿Quién afirmó todos los términos de la tierra? ¿Cuál es su nombre, y el nombre de su hijo, si sabes?”



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(Proverbios 30.4 – RVR1909). Hay una analogía en Proverbios para comparar al Hijo con la inteligencia y sublime sabiduría:

“Yo, la sabiduría, habito con la discreción, Y hallo la ciencia de los consejos… Conmigo está el consejo y el ser; Yo soy la inteligencia; mía es la fortaleza… Jehová me poseía en el principio de su camino, Ya de antiguo, antes de sus obras. Eternamente tuve el principado, desde el principio, Antes de la tierra. Antes de los abismos fuí engendrada; Antes que fuesen las fuentes de las muchas aguas… Cuando establecía los fundamentos de la tierra; Con él estaba yo ordenándolo todo; Y fuí su delicia todos los días, Teniendo solaz delante de él en todo tiempo” (Proverbios 8.12 al 30 – RVR1909).

Recordemos que al Hijo se le identifica como la acción, palabra o verbo: “En el mundo estaba, y el mundo fué hecho por él; y el mundo no le conoció… Y aquel Verbo fué hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad” (Juan 1.10 y 14 – RVR1909). El Padre ama al Hijo (Juan 3.35 al 36). También al Hijo se le asocia con la vida eterna, y gracias a que existe el Hijo es que a Dios se le puede llamar el Padre:


“Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos mirado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida; (Porque la vida fué manifestada, y vimos, y testificamos, y os anunciamos aquella vida eterna, la cual estaba con el Padre, y nos ha aparecido;) Lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros: y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo” (1 Juan 1.1 al 3 – RVR1909).


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6) LA DIGNIDAD ÍNTEGRA DE LA PERSONA


La dignidad íntegra de la persona está relacionada con hacerse merecedor de una retribución, como resultado del mérito de las acciones para lograr el aprecio y recompensa, por ejemplo, la fidelidad y lealtad a Dios, tanto fidelidad porque es el Ser Supremo como la lealtad a su intención, plan y voluntad. Esta fidelidad y lealtad a Dios es de su agrado, porque la persona logra congraciar como un hijo de Dios, al recibir el afecto, benevolencia y simpatía del Padre. Prevalece la gracia Divina y en el ser humano lo imperativo del deber por mandato Divino. Hay una gratitud mutua o recíproca, por lo tanto, predomina la obediencia a la voluntad de Dios, un acuerdo o pacto entre las partes: “Y el Dios de paz que sacó de los muertos á nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas, por la sangre del testamento eterno, Os haga aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad, haciendo él en vosotros lo que es agradable delante de él por Jesucristo: al cual sea gloria por los siglos de los siglos. Amén” (Hebreos 13.20 al 21 – RVR1909). La dignidad da aptitud e integridad.


Esta dignidad es integral en aquella persona consciente, cuando la misma se combina con la rectitud, para que sea intachable, sin defecto, falta o imperfección: “Para que sean confirmados vuestros corazones en santidad, irreprensibles delante de Dios y nuestro Padre, para la venida de nuestro Señor Jesucristo con todos sus santos” (1 Tesalonicenses 3.13 – RVR1909). Ser irreprensible es que no merece reprensión, o sea, amonestación y corrección por lo dicho o hecho. De esta manera seguir a Jesucristo e imitar su ejemplo y modelo de vida, en consagración y santificación, posibilita una vida de perfección en Dios, debido a la formación en la decencia. El ser decente es la calidad suficiente de la dignidad en los actos y palabras, calidad en el sentido de la excelencia. La dignidad



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íntegra de Jesucristo es lo más sublime que esta humanidad en su historia ha logrado presenciar, como ejemplo y modelo.

La dignidad íntegra existe desde el primer inicio, origen o principio, pero la Biblia advierte de la irrupción de ángeles sin conservar la dignidad íntegra: “Y á los ángeles que no guardaron su dignidad, mas dejaron su habitación, los ha reservado debajo de oscuridad en prisiones eternas hasta el juicio del gran día” (Judas 1.6 – RVR1909). Por esta razón, Jesucristo vino a este mundo a demostrar su propio ejemplo, en la aplicación y ejercicio de hacer la voluntad del Padre con dignidad íntegra. Los ángeles caídos dejaron su lugar y parte con Dios, abandonaron su destino original y servicio a Dios, su morada permanente con su Creador. Al parecer la causa está identificada con el engaño y la mentira, implicado por el orgullo, soberbia y vanagloria, por esta razón los ángeles que cayeron, los absorbió la desgracia, porque atrajeron a sí lo contrario a la gracia proveniente de Dios. ¿Por qué los ángeles no guardaron su dignidad? Alguna idea o pista de lo sucedido a los ángeles caídos está en el siguiente ejemplo: “Hijos de los hombres, ¿hasta cuándo volveréis mi honra en infamia, Amaréis la vanidad, y buscaréis la mentira? (Selah)” (Salmos 4.2 – RVR1909). Así como el ser humano voltea la honra en infamia y ama la vanidad y la mentira, los ángeles caídos abandonan la gloria y honra a su Creador, se envuelven en un complot de engaño, aman más lo falso y vano contrario a la verdad de Dios. Mientras tanto, Jesucristo en este mundo se ofrece como ejemplo de mantener la supremacía del Padre, al ensalzar en primer lugar a Dios, con toda la adoración, alabanza, gloria y honra de respeto, reverencia y sumisión.


El ángel caído tuvo un deseo intenso por ser admirado y considerado, opacando la Supremacía de su Creador. Este ángel se dejó llevar por su ficción fantasiosa e ilusión vana de subsistir por sí mismo, fuera y sin Dios. La misma intención infiltra en la ideología, idiosincrasia, mente y pensamiento de las civilizaciones, culturas y sociedades en general, a través de la apetencia materialista desmesurada y deslumbramiento



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de acumular riqueza, adulación, ambición, autoridad déspota dictatorial, avaricia, codicia, enriquecimiento, fama, gala, grandeza, luchas de poder, lucro, lujo, nepotismo, opresión, opulencia, orgullo, ostento, pedantería, pleitesía, plutocracia, prestigio, privilegio, reconocimiento, status social, usura, vanagloria y vanidad, en un detrimento de la injusticia del empobrecimiento, miseria y necesidades de subsistencia. La Biblia dice: “Porque ¿de qué aprovecha al hombre, si granjeare todo el mundo, y perdiere su alma? O ¿qué recompensa dará el hombre por su alma? Porque el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará á cada uno conforme á sus obras” (Mateo 16.26 al 27 – RVR1909).

La Biblia dice: “Bienaventurado el hombre que puso á Jehová por su confianza, Y no mira á los soberbios, ni á los que declinan á la mentira” (Salmos 40.4 – RVR1909). Una falacia divulgada en las sociedades, es aquella que intenta inducir a otros a vivir sin Cristo, con la presunción de que a pesar de una vida sin Cristo, igual se recibirá salvación y vida eterna por otros medios, fuera del establecido por Dios Padre. Jesucristo es el mediador entre Dios Padre y el ser humano en general: “Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador; El cual quiere que todos los hombres sean salvos, y que vengan al conocimiento de la verdad. Porque hay un Dios, asimismo un mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre; El cual se dió a sí mismo en precio del rescate por todos, para testimonio en sus tiempos” (1 Timoteo 2.3 al 6 – RVR1909). Recordemos que el ángel caído tuvo la oportunidad en el Edén, de enmendar o rectificar su decisión de adversidad a Dios, pero se confirma su determinación al influenciar en Adán y Eva, a comer del árbol de la ciencia del bien y del mal, su acción es con maldad y vileza a través del engaño despreciable e indigno: “Entonces Jehová Dios dijo á la mujer: ¿Qué es lo que has hecho? Y dijo la mujer: La serpiente me engañó, y comí” (Génesis 3.13 – RVR1909).


Tanto Adán como Eva, además de su capacidad de poder de decisión, utilizan su facultad de cuestionar e investigar,



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pero afectados por su temperamento, en lo relacionado a la duda e indecisión al obedecer a Dios. Lo que pasa es que la influencia recibida de su entorno, como un parámetro de acotación y referencia a la hora de tomar una decisión, es de mal proceder porque interviene la manipulación y el engaño del ángel caído. Esto significa que el discernimiento y criterio propio de la persona, es indispensable cuando tiene la mirada puesta en Jesucristo, para la gloria y la honra a Dios Padre:

“Y Jesús respondió, y díjoles: No murmuréis entre vosotros. Ninguno puede venir á mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero. Escrito está en los profetas: Y serán todos enseñados de Dios. Así que, todo aquel que oyó del Padre, y aprendió, viene á mí. No que alguno haya visto al Padre, sino aquel que vino de Dios, éste ha visto al Padre. De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna. Yo soy el pan de vida” (Juan 6.43 al 48 – RVR1909).

Hay un pasaje donde se indica al obrero como digno de su salario: “Porque la Escritura dice: No embozarás al buey que trilla; y: Digno es el obrero de su jornal” (1 Timoteo 5.18 – RVR1909). Todo ser humano requiere un desempeño, labor, ocupación o trabajo para dignificar su subsistencia, porque es fundamental su alimentación: “… porque el obrero digno es de su alimento” (Mateo 10.10 – RVR1909). Después de Dios Padre y de su Hijo Jesucristo, para preservar la vida natural, espiritual y celestial, el ser humano requiere el trabajo, con la posibilidad de sobrevivir de la remuneración salarial o de trabajo propio. Se adquiere las necesidades básicas, porque el trabajo mismo es creación de Dios y dignifica al ser humano, en su subsistencia: “En el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas á la tierra; porque de ella fuiste tomado: pues polvo eres, y al polvo serás tornado” (Génesis 3.19 – RVR1909). Algunos desordenadamente dejaron de trabajar,



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porque creyeron con la inminente segunda venida de nuestro Señor Jesucristo, que ya no había más que hacer para sobrevivir, sino esperar el regreso del Señor: “Porque el mismo Señor con aclamación, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero: Luego nosotros, los que vivimos, los que quedamos, juntamente con ellos seremos arrebatados en las nubes á recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor” (1 Tesalonicenses 4.16 al 17 – RVR1909). Esto se corrige y rectifica en la segunda carta de Tesalonicenses:

“Porque vosotros mismos sabéis de qué manera debéis imitarnos: porque no anduvimos desordenadamente entre vosotros, Ni comimos el pan de ninguno de balde; antes, obrando con trabajo y fatiga de noche y de día, por no ser gravosos á ninguno de vosotros; No porque no tuviésemos potestad, sino por daros en nosotros un dechado, para que nos imitaseis. Porque aun estando con vosotros, os denunciábamos esto: Que si alguno no quisiere trabajar, tampoco coma. Porque oímos que andan algunos entre vosotros fuera de orden, no trabajando en nada, sino ocupados en curiosear. Y á los tales requerimos y rogamos por nuestro Señor Jesucristo, que, trabajando con reposo, coman su pan. Y vosotros, hermanos, no os canséis de hacer bien” (2 Tesalonicenses 3.7 al 13 – RVR1909).

Además del trabajo establecido por Dios para dignificar al ser humano, Dios determina a los empleadores o patronos de los obreros, el respeto de un día a la semana para que sea descanso o reposo de sus trabajadores: “Seis días trabajarás y harás toda tu obra: Mas el séptimo es reposo á Jehová tu Dios: ninguna obra harás tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva, ni tu buey, ni tu asno, ni ningún animal tuyo, ni tu peregrino que está dentro de tus puertas: porque descanse tu siervo y tu sierva como tú” (Deuteronomio 5.13 al 14 –



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RVR1909). Según las leyes laborales, tanto de trabajo, como las religiosas, propias de cada país, este día libre de descanso podría ser viernes, sábado o domingo. En algunos casos se determina a convenir entre el empleador y el trabajador. El problema mayor del desempleo y de la falta de remuneración, es el empobrecimiento, escases en la solvencia suficiente para la manutención y de la familia. También afecta el empleo que llaman informal, con nada o mínimos beneficios o garantías sociales, como el seguro de salud, la jubilación o pensión por invalidez, vejez o fallecimiento con beneficiario familiar. Esto depende de muchos factores involucrados en la consecución de trabajo, según la zona geográfica mundial y recursos de cada nación. Por lo tanto, como hemos visto, tanto el trabajo como un día de descanso a la semana son establecidos por Dios. Esto es importante para contribuir con la dignificación del ser humano, especialmente para la supervivencia en lo que atañe a lo material y natural. En los aspectos espirituales y celestiales, la dignidad íntegra de la persona, contribuye a su condición o estado de ser irreprensible, sin reprensión, o sea, sin merecer amonestación y corrección, por su camino de perfección, al decidir y practicar a cabalidad el ejemplo y modelo de vida de Jesucristo, según la voluntad del Padre.

La humanidad en alrededor de seis mil años debería de haber alcanzado el grado de madurez histórica, para asumir su propio compromiso y responsabilidad del destino de su vida natural, espiritual y celestial. Especialmente porque en relación con la creación, hasta el momento se ha comportado y conducido como un Mayordomo Infiel en la administración del hábitat y planeta, en su vida espiritual, moral e intereses geopolíticos del globo terráqueo. Lo áspero, riguroso y severo de la literatura, que posibilite la oportunidad y privilegio de conocer con certeza lo que es real y nos espera, ya sea en esta vida o en la venidera más allá después de la muerte. Se trata de un pensamiento crítico con la sabiduría realista, contrario a lo que algunos pretenden al vivir sumidos en la ignorancia irrealista. Esto último deja inmersos a los afectados en un mundo despiadado del engaño, mentira y vil traición.