LA DILATRÍA


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LA DILATRÍA


Latría es adoración, culto y reverencia solamente a Dios. La Dilatría es la doble adoración practicada por los discípulos de Jesucristo hacia Dios el Padre y al Señor Jesucristo. Esta doble adoración es única y exclusiva a Dios Padre y a su Hijo, descartando otro tipo de adoración externa a terceros, sean dioses falsos y sus ídolos o las imágenes y sus personajes religiosos. La Dilatría es una adoración a la pluralidad de Dios, como veremos en el siguiente análisis, comentario, estudio e investigación.


Jesucristo dijo de Abraham lo siguiente: “Abraham vuestro padre se gozó por ver mi día; y lo vió, y se gozó. Dijéronle entonces los Judíos: Aun no tienes cincuenta años, ¿y has visto á Abraham? Díjoles Jesús: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy” (Juan 8.56 al 58 – \RVR1909). En este sentido el Hijo de Dios se presenta ante Abraham con dos ángeles, que proceden a investigar con una visita a la ciudad de Sodoma, como un tipo de inspección: “Y apartáronse de allí los varones, y fueron hacia Sodoma: mas Abraham estaba aún delante de Jehová. Y acercóse Abraham y dijo: ¿Destruirás también al justo con el impío?” (Génesis 18.22 al 23 – \RVR1909). El Hijo siempre ha trabajado en coordinación con su Padre para guiar y orientar al ser humano: “Y Jesús les respondió: Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo. Por esto los judíos aun más procuraban matarle, porque no sólo quebrantaba el día de reposo, sino que también decía que Dios era su propio Padre, haciéndose igual a Dios” (Juan 5.17 al 18 – \RVR1909).


En otras palabras: “El que en él cree, no es condenado; mas el que no cree, ya es condenado, porque no creyó en el nombre del unigénito Hijo de Dios” (Juan 3.18 – \RVR1909). Todas las pruebas y señales que Dios Padre ha realizado con hechos demostrables, las mismas son comprobables y verificables históricamente a través de los mismos seres humanos como testigos. Además del Hijo, el siervo escogido de Dios: “Vosotros sois mis testigos, dice Jehová, y mi siervo que yo escogí; para que me conozcáis y creáis, y entendáis que yo mismo soy; antes de mí no fué formado Dios, ni lo será después de mí” (Isaías 43.10 – \RVR1909). Los dioses falsos y la idolatría no sirven de nada, solamente Dios el Creador, es Dios entre los dioses de los seres humanos. Así dijo el Hijo de Dios: “Y les dijo: No toca á vosotros saber los tiempos ó las sazones que el Padre puso en su sola potestad; Mas recibiréis la virtud del Espíritu Santo que vendrá sobre vosotros; y me sereís testigos en Jerusalem, en toda Judea, y Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hechos 1.7 al 8 – \RVR1909). Seremos testigos de Jesucristo en espacio y tiempo, hasta el último rincón de la tierra y hasta el fin de los tiempos.


Lo que se ve con la mirada o vista natural es lo momentáneo y temporal del presente, pero la convicción y seguridad de la existencia de la eternidad, es la comunión y confianza en la existencia de Dios, que no vemos aunque conocemos y sabemos de su existencia: “Porque lo que al presente es momentáneo y leve de nuestra tribulación, nos obra un sobremanera alto y eterno peso de gloria; No mirando nosotros á las cosas que se ven, sino á las que no se ven: porque las cosas que se ven son temporales, mas las que no se ven son eternas” (2 Corintios 4.17 al 18 – \RVR1909). La fe en Dios nos ayuda a comprender y entender la existencia de Dios, que tiene el conocimiento y saber con el control total y sublime de todo. Dios hace sus criaturas con la capacidad de decidir, salvo que a partir de la segunda venida de Jesucristo, se termina el libre albedrío de hacer cada quien lo que quiera: “Y no habrá más maldición; sino que el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán. Y verán su cara; y su nombre estará en sus frentes. Y allí no habrá más noche; y no tienen necesidad de lumbre de antorcha, ni de lumbre de sol: porque el Señor Dios los alumbrará: y reinarán para siempre jamás” (Apocalipsis 22.3 al 5 – \RVR1909).


Esto se interpreta y significa que ya no habrá más libre albedrío ni decisión, porque el trono de Dios y del Cordero representa que Dios Padre y su Hijo reinarán sin que exista el mal. El plazo se cumple a partir de la conversión del último justo: “Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no seáis acerca de vosotros mismos arrogantes: que el endurecimiento en parte ha acontecido en Israel, hasta que haya entrado la plenitud de los Gentiles” (Romanos 11.25 – \RVR1909). El Padre los alumbrará para siempre: “Porque todas las cosas sujetó debajo de sus pies. Y cuando dice: Todas las cosas son sujetadas á él, claro está exceptuado aquel que sujetó á él todas las cosas. Mas luego que todas las cosas le fueren sujetas, entonces también el mismo Hijo se sujetará al que le sujetó á él todas las cosas, para que Dios sea todas las cosas en todos” (1 Corintios 15.27 al 28 – \RVR1909). El Padre es el que alumbrará en la vida eterna celestial. Primeramente el reino en vida es mediante Cristo: “Empero á los llamados, así Judíos como Griegos, Cristo potencia de Dios, y sabiduría de Dios” (1 Corintios 1.24 – \RVR1909). Inclusive con la adoración del séquito celestial: “Y otra vez, cuando introduce al Primogénito en la tierra, dice: Y adórenle todos los ángeles de Dios” (Hebreos 1.6 – \RVR1909).


El Hijo hereda el nombre de su Padre: “Hecho tanto más excelente que los ángeles, cuanto alcanzó por herencia más excelente nombre que ellos” (Hebreos 1.4 – \RVR1909). La Biblia dice: “Y dijo Jehová á Satán: Jehová te reprenda, oh Satán; Jehová, que ha escogido á Jerusalem, te reprenda. ¿No es éste tizón arrebatado del incendio?” (Zacarías 3.2 – \RVR1909). Así Jehová Hijo es el primero o primogénito de la creación a la imagen de Jehová Padre: “El cual es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda criatura” (Colosenses 1.15 – \RVR1909). Entonces en el reino de Dios o reino de los cielos se llevará su nombre en sus mentes (representado por sus frentes con la fidelidad y lealtad permanente): “Y verán su cara; y su nombre estará en sus frentes” (Apocalipsis 22.4 – \RVR1909). Apocalipsis o revelación indica lo siguiente: “Y sus ojos eran como llama de fuego, y había en su cabeza muchas diademas; y tenía un nombre escrito que ninguno entendía sino él mismo. Y estaba vestido de una ropa teñida en sangre: y su nombre es llamado EL VERBO DE DIOS” (Apocalipsis 19.12 al 13 – \RVR1909).


Este Verbo de Dios estaba desde el principio con el Padre: “LO que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos mirado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida; (Porque la vida fué manifestada, y vimos, y testificamos, y os anunciamos aquella vida eterna, la cual estaba con el Padre, y nos ha aparecido;)” (1 Juan 1.1 al 2 – \RVR1909). Por lo tanto, el Verbo de Dios es Dios Hijo desde su creación, por ser Hijo de Dios que estaba desde el principio con Dios Padre: “EN el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios” (Juan 1.1 al 2 – \RVR1909). El Verbo que era Dios Hijo estaba en el principio con Dios Padre. También en el reino eterno estará Dios con su Hijo reinando, en cumplimiento del propósito inicial desde que el Padre hace la creación de su Hijo: “Y escribe al ángel de la iglesia en LAODICEA: He aquí dice el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios” (Apocalipsis 3.14 – \RVR1909).


El Hijo sí fue creado por el Padre. La etapa donde el Hijo es engendrado del Padre es durante la encarnación como ser humano: “Y aquel Verbo fué hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad” (Juan 1.14 – \RVR1909). Ratificado con la resurrección al ser levantado por el Padre: “La cual Dios ha cumplido á los hijos de ellos, á nosotros, resucitando á Jesús: como también en el salmo segundo está escrito: Mi hijo eres tú, yo te he engendrado hoy” (Hechos 13.33 – \RVR1909). Dando fe con su resurrección: “Por cuanto ha establecido un día, en el cual ha de juzgar al mundo con justicia, por aquel varón al cual determinó; dando fe á todos con haberle levantado de los muertos” (Hechos 17.31 – \RVR1909).


Según el profeta Miqueas fue profetizado el nacimiento de nuestro Señor en Belén: “Mas tú, Beth-lehem Ephrata, pequeña para ser en los millares de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días del siglo” (Miqueas 5.2 – \RVR1909). La expresión desde el principio, desde los días del siglo, significa que su procedencia es del Padre Eterno, es decir, nace en Belén como ser humano pero procede y viene previamente del Padre, como el Hijo Unigénito: “A Dios nadie le vió jamás: el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le declaró” (Juan 1.18 – \RVR1909). Tanto la concepción como la acción de engendrar fue a través del Espíritu Santo de Dios Padre: “Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto? porque no conozco varón. Y respondiendo el ángel le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la virtud del Altísimo te hará sombra; por lo cual también lo Santo que nacerá, será llamado Hijo de Dios” (Lucas 1.34 al 35 – \RVR1909). El Hijo engendrado fue profetizado con anticipación: “Yo publicaré el decreto: Jehová me ha dicho: Mi hijo eres tú; Yo te engendré hoy” (Salmos 2.7 – \RVR1909). Había sido anunciado con tiempo previo: “Por tanto el mismo Señor os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y parirá hijo, y llamará su nombre Emmanuel” (Isaías 7.14 – \RVR1909).


El Hijo de Dios es superior al séquito celestial: “Tu trono, oh Dios, eterno y para siempre: Vara de justicia la vara de tu reino. Amaste la justicia y aborreciste la maldad: Por tanto te ungió Dios, el Dios tuyo, Con óleo de gozo sobre tus compañeros” (Salmos 45.6 al 7 – \RVR1909). El Hijo viene a este mundo como ser humano, ha encarnado para darnos salvación y vida eterna: “Este Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo. Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4.11 al 12 – \RVR1909). Además en comparación al séquito celestial, el Hijo es el único con un nombre sobre todo nombre y que puede recibir la Dilatría de la adoración exclusiva y simultánea con el Padre: “Para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y de los que en la tierra, y de los que debajo de la tierra; Y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, á la gloria de Dios Padre” (Filipenses 2.10 al 11 – \RVR1909). Porque el Hijo recibe la honra como se honra al Padre: “Para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que le envió” (Juan 5.23 – \RVR1909).


Jesucristo dijo: “Como el Padre me amó, también yo os he amado: estad en mi amor. Si guardareis mis mandamientos, estaréis en mi amor; como yo también he guardado los mandamientos de mi Padre, y estoy en su amor” (Juan 15.9 al 10 – \RVR1909). Los mandamientos de Jesucristo también son ley: “Sobrellevad los unos las cargas de los otros; y cumplid así la ley de Cristo” (Gálatas 6.2 – \RVR1909). La ley de Cristo es mencionada en la epístola a los Corintios por Pablo (Saulo de Tarso): “A los que son sin ley, como si yo fuera sin ley, (no estando yo sin ley de Dios, mas en la ley de Cristo) por ganar á los que estaban sin ley” (1 Corintios 9.21 – \RVR1909). En otra ocasión Jesucristo dijo: “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos á otros: como os he amado, que también os améis los unos á los otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros” (Juan 13.34 al 35 – \RVR1909). Jesús menciona lo que sigue: “Jesús entonces les dijo: Si vuestro padre fuera Dios, ciertamente me amaríais: porque yo de Dios he salido, y he venido; que no he venido de mí mismo, mas él me envió. ¿Por qué no reconocéis mi lenguaje? porque no podéis oir mi palabra” (Juan 8.42 al 43 – \RVR1909).


Jesús dice lo siguiente: “Y decíanle: ¿Tú quién eres? Entonces Jesús les dijo: El que al principio también os he dicho. Muchas cosas tengo que decir y juzgar de vosotros: mas el que me envió, es verdadero: y yo, lo que he oído de él, esto hablo en el mundo. Mas no entendieron que él les hablaba del Padre” (Juan 8.25 al 27 – \RVR1909). Por el amor del Padre ha enviado al Hijo para ser Salvador del mundo: “Ninguno vió jamás á Dios. Si nos amamos unos á otros, Dios está en nosotros, y su amor es perfecto en nosotros: En esto conocemos que estamos en él, y él en nosotros, en que nos ha dado de su Espíritu. Y nosotros hemos visto y testificamos que el Padre ha enviado al Hijo para ser Salvador del mundo” (1 Juan 4.12 al 14 – \RVR1909). Encontramos en el Hijo el ejemplo, modelo y prototipo de obediencia, fiel y leal a los principios, valores y virtudes del Padre, siendo de procedencia de la misma esencia o sustancia: “El cual siendo el resplandor de su gloria, y la misma imagen de su sustancia, y sustentando todas las cosas con la palabra de su potencia, habiendo hecho la purgación de nuestros pecados por sí mismo, se sentó á la diestra de la Majestad en las alturas” (Hebreos 1.3 – \RVR1909). No obstante, se sienta a la diestra del Padre, porque aunque es Dios Hijo, demuestra con su vida la obediencia a los mandamientos y principios de su Padre:


“Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Filipenses 2.5 al 8 – \RVR60).

El Hijo en la forma de Dios como la del Padre. Se aclara que la Biblia de ninguna manera dice que Dios Padre sea materia, en el sentido de lo que conocemos como materia para nosotros: “Porque lo que de Dios se conoce, á ellos es manifiesto; porque Dios se lo manifestó” (Romanos 1.19 – – \RVR1909). La Biblia dice: “Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren” (Juan 4.24 – \RVR1909). Además el Hijo dice que el Padre es la Majestad: “Habéis oído cómo yo os he dicho: Voy, y vengo á vosotros. Si me amaseis, ciertamente os gozaríais, porque he dicho que voy al Padre: porque el Padre mayor es que yo” (Juan 14.28 – \RVR1909). El Hijo y el Padre son uno en unidad, propósito y sentido, pero el Padre siempre será superior: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre. Yo y el Padre uno somos” (Juan 10.27 al 30 – \RVR1909). Así entendieron los judíos: “…porque tú, siendo hombre, te haces Dios… Respondióles Jesús:… ¿A quien el Padre santificó y envió al mundo, vosotros decís: Tú blasfemas, porque dije: Hijo de Dios soy? …creed á las obras; para que conozcáis y creáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre” (Juan 10.33 al 38 – \RVR1909).


Jesús dijo que el espíritu ni tiene carne ni huesos: “Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy: palpad, y ved; que el espíritu ni tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo” (Lucas 24.39 – \RVR1909). Después de la resurrección de nuestro Señor Jesucristo, se aparece en varias ocasiones entre los seres humanos, antes de su ascensión al lugar o sitio de habitación de Dios Padre. Luego su cuerpo deja de ser terrenal y se vuelve celestial con la resurrección y ascensión. La Biblia dice: “Y hay cuerpos celestiales, y cuerpos terrenales; pero una es la gloria de los celestiales, y otra la de los terrenales… Se siembra cuerpo animal, resucitará cuerpo espiritual. Hay cuerpo animal, y hay cuerpo espiritual” (1 Corintios 15.40 al 44 – \RVR1909). Así la promesa de la ascensión es parte de la resurrección con el cuerpo transformado: “Porque el mismo Señor con aclamación, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero: Luego nosotros, los que vivimos, los que quedamos, juntamente con ellos seremos arrebatados en las nubes á recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor” (1 Tesalonicenses 4.16 al 17 – \RVR1909). Por esta razón, la Biblia menciona como persona solamente en referencia o en relación con Dios Hijo: “Los profetas que profetizaron de la gracia destinada a vosotros, inquirieron y diligentemente indagaron acerca de esta salvación, escudriñando qué persona y qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, el cual anunciaba de antemano los sufrimientos de Cristo, y las glorias que vendrían tras ellos” (1 Pedro 1.10 al 11 – \RVR60).


El Espíritu de Cristo que estaba en los profetas, es el mismo Espíritu Santo de Dios Padre que hace la obra. Es el Espíritu de Jehová Padre: “¿Quién enseñó al Espíritu de Jehová, o le aconsejó enseñándole?” (Isaías 40.13 – \RVR60). Dios Padre los guiaba con su Espíritu: “Porque la profecía no fué en los tiempos pasados traída por voluntad humana, sino los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados del Espíritu Santo” (2 Pedro 1.21 – \RVR1909). Por ejemplo, mentir al Espíritu Santo es mentir a Dios mismo: “… mintieses al Espíritu Santo,… No has mentido á los hombres, sino á Dios” (Hechos 5.3 al 4 – \RVR1909). Dios es Espíritu y es Santo: “¿Quién como tú, Jehová, entre los dioses? ¿Quién como tú, magnífico en santidad, Terrible en loores, hacedor de maravillas?” (Éxodo 15.11 – \RVR1909). La Biblia dice de Dios: “Porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo. Y si invocáis por Padre á aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conversad en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación” (1 Pedro 1.16 al 17 – \RVR1909). Se requiere del Espíritu de Dios, de la paz y la santidad: “Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor” (Hebreos 12.14 – \RVR1909).


El Espíritu de Cristo es el mismo Espíritu Santo de Dios Padre que mora en su Hijo, también en los hijos santos de Dios: “Y por cuanto sois hijos, Dios envió el Espíritu de su Hijo en vuestros corazones, el cual clama: Abba, Padre” (Gálatas 4.6 – \RVR1909). Jesucristo dijo: “Si me amáis, guardad mis mandamientos; Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: Al Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce: mas vosotros le conocéis; porque está con vosotros, y será en vosotros” (Juan 14.15 al 17 – \RVR1909). Somos morada del Espíritu de Dios: “Entonces les dijo Jesús otra vez: Paz á vosotros: como me envió el Padre, así también yo os envío. Y como hubo dicho esto, sopló, y díjoles: Tomad el Espíritu Santo” (Juan 20.21 al 22 – \RVR1909). Hay que tener el Espíritu de Cristo para ser espirituales y pertenecer a Cristo: “Mas vosotros no estáis en la carne, sino en el espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, el tal no es de él” (Romanos 8.9 – \RVR1909). Hay que convertirse al Señor Jesucristo para hacer efectivo el Espíritu Santo de Dios en nosotros:


“Mas cuando se convirtieren al Señor, el velo se quitará. Porque el Señor es el Espíritu; y donde hay el Espíritu del Señor, allí hay libertad. Por tanto, nosotros todos, mirando á cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma semejanza, como por el Espíritu del Señor” (2 Corintios 3.16 al 18 – \RVR1909).

Somos templo del Espíritu: “¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? Si alguno violare el templo de Dios, Dios destruirá al tal: porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es” (1 Corintios 3.16 al 17 – \RVR1909). El cuerpo es templo del Espíritu Santo: “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?” (1 Corintios 6.19 – \RVR1909). Es necesario retener la fe y el amor en Cristo Jesús: “Retén la forma de las sanas palabras que de mi oíste, en la fe y amor que es en Cristo Jesús. Guarda el buen depósito por el Espíritu Santo que habita en nosotros” (2 Timoteo 1.13 – \RVR1909). Este buen depósito es el cuidado, diligencia y esmero que el Espíritu Santo de Dios Padre tiene en nosotros con anhelo: “¿O pensáis que la Escritura dice en vano: El Espíritu que él ha hecho morar en nosotros nos anhela celosamente?” (Santiago 4.5 – – \RVR1909). El Espíritu es la energía, fuerza y poder de Dios Padre: “pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo...” (Hechos 1.8 – \RVR60). Para ser fortalecidos con poder en el ser interior: “para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu” (Efesios 3.16 – \RVR1909).


1) DIOS PADRE


Dios Padre es el Ser Supremo, que no tiene superior en su orden (1 Crónicas 29.11 al 12; 1 Corintios 15.24 al 28). Es el Todopoderoso (Génesis 17.1), que existe por sí mismo como Dios eterno (Génesis 21.33; Job 36.26), y es el Creador de toda la existencia (Génesis 1.1; Hechos 17.24), invisible y visible. Entre sus atributos o cualidades perfectas y que son propias de Dios, están las que se mencionan a continuación:


Celoso (Éxodo 34.14; Deuteronomio 6.14 al 15),


Eterno (Deuteronomio 33.27; Isaías 40.28),


Inescrutable (Job 5.8 al 9; Romanos 11.33),


Inmutable (Hebreos 6.17 al 18),


Invisible (Romanos 1.20; Colosenses 1.15; 1 Timoteo 1.17; Hebreos 11.27),


Justo (Éxodo 9.27; Deuteronomio 32.3 al 4; 2 Crónicas 12.6; Esdras 9.15; Isaías 30.18),



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Misericordioso (Éxodo 34.6; Deuteronomio 4.31; 2 Crónicas 30.9; Salmos 86.15, 145.17; Jeremías 3.12),


Omnipotente (Génesis 35.11, 43.14; Salmos 91.1; Ezequiel 10.5), y


Santo (Levítico 11.44 al 45, 19.2, 21.8; Josué 24.19; Isaías 5.16, 43.15).


Dios es Espíritu (Juan 4.24), sin embargo, para que la humanidad entienda mejor a Dios, en sentido figurado, se le ha dado características físicas similares a las del ser humano, entre algunas están: ojos, oídos (Salmos 11.4, 34.15), brazos, manos y rostro (Salmos 11.7, 89.13 al 14, 119.73).


1.1) NOMBRES DE DIOS


Su nombre es un tetragrámaton representado con las siguientes letras: YHVH, que se asocia con el significado de Ser o hacer que exista (Éxodo 3.13 al 15). Para lograr su pronunciación se hizo necesario agregarle vocales, quedando Yahveh o la forma latinizada Jehovah, de donde provienen las trascripciones al castellano de Yavé o Jehová (Salmos 8.1, 83.18, 113.1 al 3, 135.13). Además se le llama Adonai (1 Reyes 3.10), Señor (Génesis 15.2, 8; Éxodo 23.17, 34.23), y Padre (Isaías 63.16, 64.8; Lucas 11.2; Juan 17.1 al 5).


Se acostumbra en la Biblia acompañar el Nombre de Dios con alguna cualidad: Altísimo, Estandarte, Pacificador, Pastor, Proveedor, Sanador y Viviente (Génesis 14.18 al 20, 22.13 al 14; Éxodo 15.26, 17.15; Josué 3.10; Jueces 6.24; Salmos 23.1; Jeremías 23.6). Se le conoce como Jehová de los ejércitos y Santo de Israel (Isaías 1.4, 5.24, 54.5; Oseas 12.5). Antes de Moisés se manifestó como Dios Omnipotente, pero después de Moisés se dio a conocer con el nombre de Yavé o Jehová (Éxodo 6.2 al 3), ya mencionado anteriormente.



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1.2) UNICIDAD DE DIOS FRENTE A LOS DIOSES


El Dios Creador es el único Dios, frente a los dioses de los pueblos politeístas. En su sola potestad no tiene igual. Antes de él no fue formado otro ni después de él habrá otro igual, existía antes que hubiera día y lo que hace no hay quien lo estorbe (Isaías 43.10 al 13). En el cuarto día de la creación hizo el sol, la luna y las estrellas, de manera que es superior a los astros adorados mediante la idolatría y es más grande que todos los dioses (Éxodo 18.11; Salmos 95.3, 96.5). Es abominación servir a dioses ajenos e inclinarse ante ellos (Levítico 26.1), ya sea al sol, la luna, a todo el ejército del cielo (Deuteronomio 17.2 al 5) o a los signos del zodíaco (2 Reyes 23.5). Dios es el Poderoso Creador digno de toda reverencia.


Sin embargo, el ser humano se olvidó de su Creador, se inclinó y rindió culto a las criaturas, a pesar de conocer a Dios, su eterno poder y Deidad, claramente visibles desde la creación del mundo por medio de las cosas hechas (Romanos 1.20 al 25). Dios es único (Deuteronomio 6.4; Isaías 45.5 al 6; Santiago 2.19), porque absolutamente nada puede quitarle su lugar, hay que amar a Dios de primero, Jesús manifestó el mandamiento de amar a Dios con todo el corazón, vida, mente y fuerzas (Marcos 12.28 al 34). La unicidad de Dios es frente a estos dioses paganos, por lo tanto, no hay más que un verdadero Dios, que es Padre y Creador de toda existencia.


“Porque aunque haya algunos que se llamen dioses, ó en el cielo, ó en la tierra (como hay muchos dioses y muchos señores), Nosotros empero no tenemos más de un Dios, el Padre, del cual son todas las cosas, y nosotros en él: y un Señor Jesucristo, por el cual son todas las cosas, y nosotros por él” (1 Corintios 8.5 al 6 - RVR1909).


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1.3) DIOS COMPARTE LA GLORIA CON SU HIJO


Dios no quiso que se le diera la gloria a nadie más sino a su propio Hijo, a quien exaltó para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre (Filipenses 2.9 al 11). Esta gloria exclusiva de Dios la encontramos en el libro del profeta Isaías, donde se declara frente a los ídolos de Babilonia, que no hay más Dios que él, no hay otro Dios y nada semejante a él (Isaías 20 al 23, 46.9). En el contexto de los falsos dioses, Dios anunció su enviado, mensajero, su siervo en quien tiene contentamiento, ya que puso sobre él su Espíritu para que trajera justicia a las naciones (Isaías 41.21 al 42.5), este es su Hijo Jesús a quien Dios glorificó (Hechos 3.13), porque había prometido que no le daría su gloria a nadie más, que no sea al mensajero y siervo, ni daría su alabanza a esculturas.


“Yo Jehová te he llamado en justicia, y te tendré por la mano; te guardaré y te pondré por alianza del pueblo, por luz de las gentes; Para que abras ojos de ciegos, para que saques de la cárcel á los presos, y de casas de prisión á los que están de asiento en tinieblas. Yo Jehová: este es mi nombre; y á otro no daré mi gloria, ni mi alabanza á esculturas” (Isaías 42.6 al 8 – RVR1909).

El evangelio de Juan dice que Cristo es glorificado por su Padre (Juan 8.54). A su vez el Padre es glorificado en él (Juan 13.31 al 32). Esto fue testificado cuando se oyó desde el cielo, la voz del Padre al confirmar que glorificaría su nombre (Juan 12.28 al 30). Esta virtud de Cristo de exaltar al Padre y por el mérito de hacer la obra que se le encomendó, es que Dios le reconoce también y glorifica al lado suyo (Juan 17.1, 4 al 5).



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1.4) PLURALIDAD DE DIOS FRENTE A SU HIJO


La pluralidad de Dios, o sea, Dios de Dios, una forma de plural en el idioma hebreo de “Elohim”, en relación con su Hijo, porque están Dios Padre y Dios Hijo. Se menciona desde el principio de la creación cuando Dios dijo: “… Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza…” (Génesis 1.26). También está en el pasaje de la construcción de una ciudad con la torre de Babel cuando Jehová dijo: “… Ahora, pues, descendamos, y confundamos allí su lengua…” (Génesis 11.6 al 7). Estas acciones o verbos están en plural.


La relación entre Padre e Hijo es una Dilatría claramente señalada en muchos pasajes de las Sagradas Escrituras, que muestran su poder y supremacía. Di significa “dos”, como el diteísmo, pero latría es adoración solo a Dios. En los Hebreos nos dice lo siguiente del Hijo comparado con su Padre: “… el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia… se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas, hecho tanto superior a los ángeles, cuanto heredó más excelente nombre que ellos” (Hebreos 1.3 al 4 - RVR60).


En una ocasión que Jesús oraba por sus discípulos al Padre expresa: “Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese” (Juan 17.5 - RVR60). La explicación de esto se encuentra al empezar el evangelio Juan 1.1 al 2, que parafraseamos así: el Verbo o Palabra (que es el Hijo) es un Dios que está con Dios (el Padre), o sea, el Hijo era en el principio con el Padre. Esta verdad es la comunión con el Padre y con el Hijo (1 Juan 1.3).


Además se manifiesta lo siguiente: “Y aquel verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad… A



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Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer” (Juan 1.14, 18 - RVR60).

Dios Hijo es el que fue manifestado en carne y recibido arriba en gloria (1 Timoteo 3.16). Por eso es superior a los ángeles, porque Dios es su Padre y determina o lo nombra como su Hijo (Hebreos 1.5 al 6), de entre todas las criaturas creadas posteriormente a su Hijo. Otro pasaje en la carta a los Hebreos llama al Hijo como Dios y menciona que fue ungido por su Dios (el Padre). “Mas del Hijo dice: Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo; cetro de equidad es el cetro de tu reino. Has amado la justicia, y aborrecido la maldad, por lo cual te ungió Dios, el Dios tuyo, con óleo de alegría más que a tus compañeros” (Hebreos 1.8 al 9 - RVR60). Este texto hace alusión a Salmos 45.6 al 7. Dios Padre ha exaltado a su Hijo Jesús con su diestra (Hechos 2.33, 5.31). Esteban lleno del Espíritu Santo, viendo en dirección al cielo, vio la gloria de Dios y a Jesús a su diestra (Hechos 7.55 al 56).


Cristo Jesús antes de ser enviado por su Padre y estando en forma de Dios, no se aferró a mantenerse como Dios, sino que se despojó a sí mismo y vino como ser humano en carne (Filipenses 2.5 al 8), luego volvió al cielo de Dios y se sentó a la diestra de su Padre, hasta poner a sus enemigos por estrado de sus pies (Salmos 110.1; Hechos 2.34 al 36; Colosenses 3.1; Hebreos 1.13, 8.1, 10.12 al 13), así es como se sentó al lado del Padre en su trono (Apocalipsis 3.21).


Antes de subir al tercer cielo, confesó que iba a su Dios y Padre: “… subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios” (Juan 20.17 - RVR60). Por lo tanto, el Hijo no es un solo Dios con el Padre en fusión, sino que el Padre es Dios de su Hijo (Marcos 15.34; 1 Pedro 1.3; Apocalipsis 1.1, 3.12), en plural. En este sentido hay un descubrimiento y despertar, mediante una radiografía detallada de la condición individual y colectiva en la mente y pensamiento humano, como una mirada retrospectiva, en su relación preexistente con Dios Padre y su Hijo Jesucristo con el poder del Espíritu Santo.



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1.5) PLENITUD DE DIOS EN SU HIJO


El Padre comparte y dio a su Hijo de la plenitud de su poder y de sus atributos. En él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad, cabeza de todo principado y potestad (Colosenses 2.9 al 10), porque el Hijo es la imagen del Dios invisible (Colosenses 1.15; 2 Corintios 4.4) y el primogénito de toda creación, por cuando agradó al Padre que en él habitase toda plenitud (Colosenses 1.15 al 19). El Padre es invisible (Colosenses 1.15; 1 Timoteo 1.17), pero su Hijo le ha dado a conocer visiblemente, con el ejercicio de atributos del Padre.


En el Apocalipsis se hace referencia del Señor Jesucristo acerca de cómo ha de venir Todopoderoso (Apocalipsis 1.8). También se dice que es digno de poder, riquezas, sabiduría, fortaleza, honra, gloria y alabanza, por los siglos de los siglos (Apocalipsis 5.12 al 13). Jesús prometió estar con nosotros todos los días hasta el fin del mundo (Mateo 28.20), esto es omnipresencia del atributo del Padre en el Hijo. Otro atributo es que el Hijo es el Dios Salvador (Hechos 5.31; Tito 2.13). Además está presente la omnisciencia en el Hijo de Dios, según varios pasajes (Mateo 12.25; Juan 2.24 al 25, 16.30).


1.6) UNANIMIDAD DE DIOS CON SU HIJO


Jesús dijo que nadie había visto al Padre, salvo él mismo (Juan 6.46) y los ángeles que están en el cielo (Mateo 18.10). Por medio del Hijo es que conocemos al Padre. A Dios nadie le vio jamás (Juan 1.18). A través de Jesús histórico, que con los hechos evidentes de su vida, demostró tener a Dios Padre en su corazón, es que hizo visible ante la humanidad al Padre



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en la esencia de su forma de ser (Juan 14.7 al 10), propósito y unidad, amor, gracia, misericordia, paz y verdad (2 Juan 3).

El Padre y el Hijo son de un mismo parecer, así como ambos son uno (Juan 10.30), también nosotros es necesario que seamos unánimes con ellos, en perfecta unidad y amor (Juan 17.11, 20 al 26). La unión es en finalidad y el objetivo.


1.7) DIOS ES MAYOR QUE SU HIJO


El Padre es la cabeza indiscutible de Cristo (1 Corintios 11.3). Jesucristo admitió la potestad del Padre (Mateo 20.23, 24.36; Hechos 1.7), confirma que su Padre es mayor que él (Juan 14.28), inclusive luego del fin, cuando entregue el reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y potencia, entonces el Hijo se sujetará al Padre, para que Dios Padre prevalezca sobre todo (1 Corintios 15.24 al 28). El retorno de la nada del principio, donde existía solo la energía Espiritual de Dios, vuelve a asumir el control total y absoluto, otra vez como en el inicio donde solo existía Dios.


Otras expresiones del Hijo demuestran que está sujeto al Padre, por ejemplo: “… ni el enviado es mayor que el que le envió…” (Juan 13.16) y “… porque yo de Dios he salido, y he venido; pues no he venido de mí mismo, sino que él me envió” (Juan 8.42). El Hijo sujeto al Padre de Superior Deidad.


Además, se comprueba su absoluta sumisión al Padre, cuando Jesús dice que no puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre así hará igualmente (Juan 5.19), cuando ora al Padre para que pase de él la copa, pero que no se haga su voluntad sino la del Padre (Lucas 22.41 al 42), o cuando dice que hace lo que le agrada al Padre (Juan 8.25 al 29). El Padre Único es el primer Dios en existir.



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1.8) DIOS COMO PADRE DESDE EL PRINCIPIO


Desde el principio de la creación Dios se ha manifestado como Padre. Primeramente con su Hijo y el séquito celestial. Luego con el ser humano, ya que el evangelio de Lucas declara a Adán como hijo de Dios (Lucas 3.38). En Génesis encontramos que después que a Set le nació un hijo por nombre de Enós, entonces las personas empezaron a invocar el nombre de Jehová. Este pueblo de hijos de Dios son los que se mezclaron con mujeres de hombres que no clamaban a Dios (Génesis 6.1 al 5), menos obedecían. Pero Noe halló gracia ante los ojos de Jehová y era varón justo, perfecto en sus generaciones, que caminó con Dios al hacer su voluntad (Génesis 6.8 al 9). En Job también se habla de hijos de Dios, que se presentaban delante de Jehová y dialogaban (Job 2.1).


2) JESÚS, EL HIJO DE DIOS


Jesús es el Hijo de Dios Padre (Juan 1.49). Jesús mismo lo afirma (Lucas 22.70 al 71; Juan 10.36, 11.4, 19.7). Y es el mediador entre Dios Padre y los seres humanos (1 Timoteo 2.5). Es el unigénito Hijo de Dios (Juan 3.16 al 18), el Verbo que fue hecho carne, habitó entre nosotros y vimos su gloria como del unigénito del Padre (Juan 1.14). Cuando llegó el cumplimiento del tiempo, el Padre envió a su Hijo (Juan 8.42; Gálatas 4.4), que demostró fidelidad y lealtad en obediencia.


El Señor Jesús como humano fue profetizado (Génesis 49.10; Isaías 7.14) y engendrado en la virgen María (Lucas 1.30 al 31). Es el Mesías (Juan 4.25 al 26), reconocido como el Cristo, el Hijo del Dios viviente (Mateo 16.16) y el Ungido.



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2.1) PREEXISTENCIA Y DEIDAD DEL HIJO DE DIOS


Hay preexistencia en el Hijo de Dios (Juan 8.58). Fue creado por Dios el Padre (Salmos 2.7; Hechos 13.33; Hebreos 1.5, 5.5). El Hijo también es un ser con esencia Divina en forma de Dios (Filipenses 2.5 al 6). El Padre constituyó al Hijo como heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo (Hebreos 1.1 al 2). Es el principio de la creación (Apocalipsis 3.14). Se hace alusión a él cuando Dios en el primer día hizo la luz (Génesis 1.3; 2 Corintios 4.6), ya que Juan lo relaciona con la luz (Juan 1.4 al 9, 3.19 al 21), y Jesús mismo se hace llamar la luz (Juan 8.12, 9.5, 12.35, 46). Nótese en el primer capítulo de Génesis que la luz del sol, la luna y las estrellas fueron creadas hasta el día cuarto y no el primer día (Génesis 1.14 al 19). La preexistencia significa una existencia anterior.


El Hijo Creador estaba con el Padre cuando se afirmó todos los términos de la tierra (Proverbios 30.4), veía cada día que era bueno el avance y como iba quedando el resultado de cada elemento creado (Génesis 1.4, 10, 12, 18, 21, 25, 31).


Dios Hijo, era la Palabra o el Verbo que acompañaba al Padre ordenándolo todo, el libro de Proverbios lo personifica en la sabiduría (Proverbios 8.22 al 30). El Hijo en el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho (Juan 1.10). Todas las cosas por él fueron hechas y sin él nada se hubiera hecho (Juan 1.3), en él fueron creados todos los componentes de la existencia, todo fue creado por medio de y para él, es antes de todas las cosas de la creación, todas las cosas en él subsisten (Colosenses 1.16 al 17), porque el Padre amó al Hijo desde antes de la fundación del mundo (Juan 17.24). Bien dicho, que la memoria histórica de la presencia del Hijo de Dios, nos refuerza la esperanza para la paciencia de recibir la promesa, de nuestro Salvador para vida eterna en la resurrección.



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2.2) DIFERENCIAS ENTRE EL HIJO Y EL PADRE


El apóstol Pablo en el protocolo de saludo de todas sus cartas menciona a Dios el Padre y al Señor Jesucristo por aparte o separadamente (Romanos 1.1 al 7; 1 Corintios 1.1 al 9; 2 Corintios 1.1 al 4; Gálatas 1.1 al 5; Efesios 1.1 al 5; Filipenses 1.1 al 2; Colosenses 1.1 al 3; 1 Tesalonicenses 1.1 al 3; 2 Tesalonicenses 1.1 al 2, 12, 2.16; 1 Timoteo 1.1 al 2; 2 Timoteo 1.1 al 2; Tito 1.1 al 4; Filemón 1.1 al 3). Tanto el Padre como el Hijo, cada uno tiene vida en sí mismo (Juan 5.26), sin embargo, así como se menciona el árbol de la vida en Génesis y en Apocalipsis, significa que siempre existirá dependencia hacia el Padre que no tiene principio (Job 36.26; Salmos 90.2), a diferencia su Hijo si tiene origen, porque fue el principio de la creación de Dios al inicio (Apocalipsis 3.14).


El Padre es Espíritu (Juan 4.24), en Energía y Poder, el espíritu no tiene carne ni huesos (Lucas 24.39). Jesús tanto en su preexistencia, como en su vida sobre la tierra, tuvo cuerpo, ya que existe el cuerpo celestial y el cuerpo terrenal (1 Corintios 15.39 al 40). Jesucristo vino a este mundo como persona (1 Pedro 1.10 al 11), en carne (Juan 1.14; Hebreos 5.7; 1 Juan 4.2), y engendrado en la virgen María, de manera que María es madre de Dios Hijo y de ninguna manera del Padre. Jesucristo fue realmente enviado por el Padre (Juan 17.1 al 8), y cuando estuvo aquí en la tierra verdaderamente él oraba y hablaba con su Padre que estaba en el cielo. Nunca fingía el diálogo con su Padre, sino que era una relación real.


Otra de las diferencias es que el Padre no se arrepiente (Números 23.19; 1 Samuel 15.29), mientras que el Hijo se arrepiente de haber contribuido en la creación del ser humano (Génesis 6.1 al 8), debido a la maldad de los varones del pueblo de Dios que se mezclaron con las mujeres paganas



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de la tierra. También las Sagradas Escrituras hablan de un Jehová, que menciona el nombre de otro Jehová: “Me mostró al sumo sacerdote Josué, el cual estaba delante del ángel de Jehová, y Satanás estaba a su mano derecha para acusarle. Y dijo Jehová a Satanás. Jehová te reprenda, oh Satanás; Jehová que ha escogido a Jerusalén te reprenda…” (Zacarías 3.1 al 3 - RVR60). Se menciona que Moisés habló cara a cara con Jehová (Éxodo 33.11; Números 12.5 al 8; Deuteronomio 34.10), pero a través de Jehová Hijo que era el mensajero y ángel de Jehová Padre (Hechos 7.30, 35 al 38). Lo mismo sucedió con Abraham cuando le apareció Jehová Hijo con dos ángeles más, previo a la proximidad en la destrucción de las ciudades de Sodoma y Gomorra (Génesis 18.1 al 2, 16 al 19.1). En tiempo de Moisés los hombres vieron la gloria, la grandeza y aún oyeron la voz audible de en medio del fuego, y pudieron seguir vivos en ese momento (Deuteronomio 5.24 al 27), sin embargo, ningún ser humano ni el mismo Moisés podía ver el rostro de Jehová Padre (Éxodo 33.17 al 23).

3) ESPÍRITU SANTO


Existe el Espíritu Santo de Dios (Efesios 4.30), como el poder del Padre que opera en nosotros (Romanos 15.19; 1 Corintios 2.4 al 5). Nos revela todas las cosas de él, ya que es el Espíritu que procede del Padre (Juan 15.26; 1 Corintios 2.10 al 12), por lo tanto el Espíritu Santo es poder de lo alto (Lucas 24.49), que ayuda a discernir espiritualmente (1 Corintios 13 al 14). Es dado en todo aquel que teme a Dios y obedece a sus mandamientos (Hechos 5.32). Además, es una promesa del Padre (Lucas 24.49), según su voluntad (Hebreos 2.4), repartiendo dones espirituales a cada uno en particular como él quiere (1 Corintios 12.11), también da frutos en el ser humano (Gálatas 5.22 al 25). Es un poder de Dios para que el ser humano participe en la naturaleza de la Divinidad, en su ser interior, dando fe, virtud, conocimiento, dominio propio, paciencia, piedad, afecto fraternal y amor (2 Pedro 1.3 al 8).



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3.1) FUNCIONES


El Espíritu Santo es un poder enviado por el Padre, con la función de enseñar, recordar y guiar (Juan 14.26; Juan 16.13), por esto es el Espíritu de verdad, que está alrededor y dentro de las personas (Juan 14.17), específicamente en los creyentes (Hechos 2.38), dándoles testimonio acerca de Jesús (Juan 15.26), consolando y aliviando la aflicción de cada persona (Juan 14.16). Además de convencer y redargüir.


3.2) MANIFESTACIONES


La Escritura menciona que la manifestación del Espíritu es para beneficio (1 Corintios 12.7). El Espíritu es el mismo, pero se manifiesta a través de los dones, ministerios y operaciones (1 Corintios 12.4 al 6). Los dones espirituales se pueden anhelar y procurar abundar en ellos, para edificación de la Iglesia (1 Corintios 14.12), sin embargo, es el Espíritu el que reparte a cada uno en particular (1 Corintios 12.11). Todo lo que se recibe para beneficio según la gracia que nos es dada, es un don con el poder de Dios, ya sea el don de profecía, servicio, enseñar, exhortar, repartir, presidir o el de misericordia (Romanos 12.6 al 8). Todos son dones, pero se pueden clasificar en ministerios, aquellos que involucran la vocación de servir a los demás en forma de oficio o cargo, con responsabilidades asignadas a su labor, por ejemplo, la función del apostolado o misioneros, profeta o maestro (1 Corintios 12.28 al 31). Entre los dones hay algunos que benefician directamente a la persona que lo recibe, ya que aprenden a vivir la vida en Dios y mejoran su conducta, como la sabiduría, ciencia y fe, pero otros son actividades en beneficio de los demás, que son operaciones como los dones de sanidades, hacer milagros, profecía, discernimiento de espíritus, diversos géneros de lenguas e interpretación de lenguas (1 Corintios 12.8 al 10). Los dones utilizan el talento.



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3.3) SÍMBOLOS


Encontramos en la Biblia los siguientes símbolos que tienen un significado y representan el bien del Espíritu Santo:


a) Aceite (1 Samuel 16.12 al 13; Salmos 89.20), simboliza la unción.


b) Agua (Juan 7.38 al 39; 1 Corintios 6.11), representa la limpieza.


c) Dedo de Dios (Éxodo 31.18; Mateo 12.28; Lucas 11.20), es la obra de Dios a través de su Espíritu Santo.


d) Fuego (Hechos 2.3 al 4), corresponde al avivamiento y la purificación.


e) Paloma (Mateo 3.16), es lo apacible y pacificador.


f) Sello (2 Corintios 1.21 al 22; Efesios 1.13 al 14, 4.30), es la señal de pertenencia.


g) Viento (Juan 3.8, 20.22; Hechos 2.2 al 4), es la acción y fuerza de movimiento.


3.4) TEMPLO DEL ESPÍRITU SANTO


El ángel de Jehová se le apareció a Moisés en el monte Horeb o Sinaí en llama de fuego en medio de una zarza, diciéndole que aquel lugar es tierra santa (Éxodo 3.1 al 5; Hechos 7.31 al 33). Este era el monte de Dios donde tiempo después Moisés recibió las dos tablas de piedra (los diez mandamientos), y se le llama al pueblo como gente santa



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(Éxodo 19.1 al 6). El territorio del pueblo de Israel llegó a tener el santuario o tabernáculo de reunión, que era el lugar santo, como Jehová lo ordenó a Moisés (Éxodo 25.8 al 9). De entre todos los pueblos del mundo solamente en Israel había un tabernáculo con la presencia de Dios (Éxodo 33.7 al 11).

A través del tiempo Moisés murió (Deuteronomio 34.5 al 6), y Josué fue su sucesor por elección de Dios (Josué 1.1 al 2); así sucesivamente fue pereciendo el pueblo de Israel, pero el santuario o tabernáculo de reunión se mantuvo entre ellos en forma movible y fácil de transportase de una parte a otra, hasta que el rey David pensó en construir un templo fijo (1 Crónicas 17.1 al 6). Dios se lo concede por medio de Salomón hijo de David, construyendo aquel templo que le da paredes sólidas y permanentes al santuario o tabernáculo de reunión (2 Crónicas 3.1 al 2). Ahora la tierra de Israel tenía el templo y éste conforme a lo dispuesto en el tabernáculo, incluía un velo (Éxodo 26.30 al 33), el cual se rasgó en dos, de arriba abajo, cuando Jesús expiró en la cruz (Mateo 27.50 al 51; Marcos 15.37 al 38; Lucas 23.45 al 46). La palabra de Dios explica que aún no se había manifestado el camino al Lugar Santísimo, entre tanto estuviera presente la primera parte del tabernáculo (Hebreos 9.8). Este velo establecía separación entre la primera parte, llamada el Lugar Santo, en donde estaba el candelabro, la mesa y los panes de la proposición, y tras el velo el Lugar Santísimo, que tenía un incensario de oro y el arca del pacto, con una urna que contenía maná, la vara de Aarón que reverdeció y las tablas del pacto (Hebreos 9.2 al 5), todo representativo de Jesucristo, en el mismo orden. La luz del mundo (Juan 8.12, 9.5), el pan sin levadura, que es la palabra sin alterar (1 Corintios 5.7 al 8), la puerta (Juan 10.9), olor fragante que agrada a Dios (2 Corintios 2 .15), el pan de vida que descendió del cielo (Juan 6.30 al 59), el buen pastor (Juan 10.11 al 16; Hebreos 13.20; 1 Pedro 2.25) y la obediencia a los mandamientos de Dios Padre (Hebreos 10.9).


En el tema relacionado con las celebraciones rituales, la Biblia menciona en un pasaje, en donde se describe que se



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tenían que celebrar en el lugar que Dios escogiere, para que habitara ahí su nombre, ya que no se podía en cualquiera de las ciudades que tenían, sino en la que Dios escogiere (Deuteronomio 12.11 al 14). Con el tiempo Jerusalén fue el centro de adoración y de las celebraciones rituales, máxime por la construcción del templo. Sin embargo, Jesús predijo la destrucción del mismo y en el lugar santo la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel (Mateo 24.1 al 2, 15 al 21, Marcos 13.1 al 2, 14 al 19, Lucas 21.5 al 6, 20 al 24). Porque era necesario desplazar el centro de adoración y extenderlo a todas las naciones, abarcando geográficamente el planeta entero y reformarlo de lo literal a lo espiritual.

Jesús le dijo a la mujer samaritana que vendría la hora en que se adoraría al Padre en espíritu y en verdad (Juan 4.19 al 26). Alrededor del año setenta el templo fue destruido por completo, entonces, pasó a ser el cuerpo humano, que se constituye en un templo para la morada de Dios en Espíritu (Efesios 2.22), casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales que sean aceptables a Dios por medio de Jesucristo (1 Pedro 2.4 al 5). Esta casa espiritual son los creyentes (Hebreos 3.1 al 6), tanto individualmente, como en la comunidad de fe (1 Timoteo 3.15). Jesucristo comparó su cuerpo como un templo (Juan 2.16 al 22), y en la palabra encontramos que las personas son el templo del Dios viviente, porque Dios mismo habita y anda entre ellos (2 Corintios 6.16). Este pasaje hace alusión a una declaración del profeta Ezequiel, que dice que Dios pondría su santuario entre ellos para siempre (Ezequiel 37.26 al 27). Así como Jesús ingresó al lugar santísimo de Dios (Hebreos 8.1 al 2, 9.24 al 26), también Dios por medio de su Hijo Jesucristo es el que entra en nuestras vidas, para que lo recibamos y aceptemos con toda la mente y el corazón. Dios establece una luz para que alumbre el camino del ser humano (Salmos 43.3). Jesús en su primera venida, proclama ser el camino, la verdad y la vida (Juan 14.6), para la trascendencia del ser humano, de una vida natural a espiritual con destino celestial, mediante la obra redentora de la muerte y resurrección de Cristo.



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El Señor Jesús cuando le llega la hora de ser entregado, escarnecido y crucificado, ora intensamente en la intimidad con su Padre, con mucha aflicción y angustia, para ser fortalecido y poder soportar el momento esperado. En esta oración, su sudor es como grandes gotas de sangre derramadas en tierra, su corazón palpitante siente el consuelo de la presencia divina, no obstante, se acerca el acecho de sus verdugos y la traición. Sus ojos dulces, piadosos, llenos de amor y misericordia, observan la acción del ser humano, que le causaría un castigo inmerecido, a pesar de mostrar tanta bondad y compasión, al ayudar y sanar a los más necesitados.


Jesús conoce el corazón y la mente de cada persona, abriga la esperanza, de que en medio de la maldad de sus adversarios, surja un destello de luz, de amor genuino y fe verdadera, similar al amor entregado personalmente, sin reproche ni reservas, sino con todo su ejemplo. Y aún en la plenitud de su muerte, en el momento final, en la cúspide del abandono, dolor y sufrimiento, por el desprecio e injusticia recibida, brotan en sus labios humanos, desde lo más profundo de su corazón, con el amor divino derramado en todo su ser, las siguientes palabras: “… Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen… En tus manos encomiendo mi espíritu…” (Lucas 23.34 y 46).


El mundo trata de demostrar cuál de sus dioses es más fuerte en atraer y cautivar. Ver el caso del profeta Elías y los profetas de Baal (1 Reyes 18.21). Cristo como ser humano sobre la tierra, establece un precedente en la condición de carne y hueso, llega a ser el modelo por excelencia en acciones, amor, conducta, obediencia, perseverancia y valor, para sus seguidores fieles. Se mantiene fiel y fortalecido, a pesar del sufrimiento que le esperaba con inminencia. Está escrito: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece… Mi Dios pues, suplirá tolo lo que os falta…” (Filipenses 4.13 y 19).