JESUCRISTO MI DECISIÓN


En relación con la clave (llave), para una nueva comprensión de la Biblia, Jesucristo hace frente y resiste la sociedad de su época, con la enseñanza que transmite del conocimiento celestial. El mundo está dominado por un conocimiento natural, que es la base o fundamento inicial en el ser humano. A este nivel de dimensión de conocimiento natural se le podría ubicar dentro del primer cielo, por ser más corporal, material y terrenal, acerca del mundo físico, junto con el factor de espacio y tiempo. En este tipo de conocimiento atañen todos los descubrimientos científicos, técnicos y tecnológicos, actuales y futuros, válidos como universales, debido a que tienen la accesibilidad de supuestos bienes y servicios con igualdad para todos. Aunque están sujetos a las legislaciones propuestas en cada nación contemporánea y futura. En este nivel se aprueban y discuten temas como el aborto, eutanasia, suicidio asistido, entre otros. Cuando el ser humano por cuestiones de decisión o elección escala un paso en el nivel de conocimiento y toma en cuenta a Dios, se empieza a regir por otro nivel, al que hemos llamado conocimiento espiritual, donde el análisis del tipo de legislación espiritual, se rige directamente por la obediencia establecida a Dios Padre y definida en su palabra.


El nivel de conocimiento espiritual también es un proceso conflictivo y polémico, cuando por el uso propio de la facultad de comentario, interpretación, opinión y raciocinio del ser humano, se formula innumerables acuerdos de fe, creencias, doctrinas, dogmas y puntos de fe, que muchas veces difieren entre sí y se oponen. Se establecen según cada comunidad de fe, congregación, denominación, escuela apostólica, escuela paulina, iglesia o religión, entre otros, limitados por el fraccionamiento cristiano, pero inspirados en



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el quehacer del estudio e investigación de la voluntad de Dios. El primer cielo, a saber, el globo terráqueo, con todas sus capas atmosféricas y el contenido interno del planeta, está más relacionado en lo espacial, físico, material y tiempo con el resto del universo, que equivale al segundo cielo con todos sus componentes. En el caso del conocimiento espiritual, está más relacionado con lo inmaterial, por ser más mental, porque afecta nuestro ser interior de la actitud, ánimo, atributos, carácter, comportamiento, conducción, control del temperamento, cualidades, ego, emociones, forma de ser, habilidades psicosociales, inteligencia emocional, intención, personalidad, principios, sentimientos, valores y voluntad, relacionados con nuestro cotidiano caminar y convivencia con los demás, pero tiene una mayor connotación con la enseñanza y mensaje celestial transmitido por Jesucristo. Se relaciona con el tercer cielo de la habitación, lugar o morada de Dios Padre y con el conocimiento celestial de su Hijo, ya que nuestro ser interior es una forma de energía espiritual.

Este tercer cielo en el sentido figurado es como un tercer nivel de conocimiento, representado en lo celestial, mediante el significado del tercer cielo personificado en Jesucristo. El modelo ejemplar de vida del diario caminar es Jesucristo y sus seguidores son discípulos del Camino, su vínculo es mediante la trascendencia de la comprensión y entendimiento del conocimiento celestial. El ruido distractor y ensordecedor del mundo, de ninguna manera desvía del camino al que tiene la mirada puesta en Jesús. El beneficio es elevar la dimensión de pensamiento y lograr alcanzar el conocimiento promovido por nuestro maestro y mentor. El Señor Jesucristo, el Hijo amado (Mateo 3.17 y 17.5), con su ejemplo de vida, mediante el plan establecido a través de él (Gálatas 1.3 al 5), establece las pautas para llegar a Dios Padre. El ser humano que se despega de su naturaleza terrenal, se eleva al nivel espiritual y trasciende al conocimiento celestial.


El libro del profeta Daniel afirma la exclusividad de la revelación del misterio por parte del Dios de los cielos (Daniel



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2.27 al 28). La legislación del conocimiento celestial de Dios está por encima de la legislación natural y espiritual, o sea, Dios sobre los tres cielos. La llave para acceder al misterio es la imploración de la misericordia de Dios (Daniel 2.18). La plenitud del saber del conocimiento natural o espiritual, de ninguna manera es vinculante para alcanzar el conocimiento celestial, procedente de la sola potestad de Dios (Daniel 2.30). No obstante, es indispensable el requisito del conocimiento espiritual a manera de un trampolín para elevar y subir a la trascendencia del conocimiento celestial. Este pasaje de Daniel manifiesta un diálogo con el rey Nabucodonosor de Babilonia, quien declara posteriormente a la revelación del secreto (Daniel 2.47), que Dios es el Dios de dioses. Esto representa el conocimiento espiritual. Además que es el Señor de los reyes. Esto significa que los reyes representan el conocimiento natural. Entonces, la legislación en el mundo, de los principios y valores, definidos por el ser humano, acerca de la legalidad de los deberes y derechos, es propia de la naturaleza humana, cuando la legislación de la voluntad humana contradice de forma adversa o contraria a la voluntad de Dios. En los principios y valores que son los designios de Dios, prevalece el conocimiento de Jesucristo.

Los principios y valores que son de origen celestial, incorrectamente el ser humano se los atribuye, cuando en realidad estos provienen por instrucción directa de Dios, que corresponde al origen de los valores comunitarios. Por consiguiente, la humanidad está sin autorización ante Dios para modificar los principios y valores a su propia conveniencia, porque han sido establecidos invariables por Dios, es decir, categóricamente los principios y valores pertenecen a Dios Padre. ¿Por qué relacionar principios y valores con el misterio de Dios? La legislación del conocimiento natural es infinita, así también la legislación espiritual, sin embargo, Jesucristo dijo, a César lo que es de César y a Dios lo que es de Dios (Mateo 22.21), para separar lo terrenal de lo espiritual. El rey Nabucodonosor a pesar de su desconocimiento o ignorancia del misterio de Dios,



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testifica acerca de Daniel como la persona con el espíritu de los dioses santos y sin misterio escondido u oculto (Daniel 4.8 al 9). Precisamente, un misterio consiste en un conocimiento escondido, oculto y reservado, inaccesible al conocimiento natural, por ser objeto de fe del conocimiento celestial.

Antes de Jesucristo, en las guerras de los reyes no se concebía la fe y misericordia, como concepto e idea de la vida. Jesús dijo, si te hieren la mejilla vuélvele también la otra (Mateo 5.39; Lucas 6.29). Aquí se determina una diferencia entre los principios y valores promovidos por Dios mediante Jesucristo, enseñados por medio de las parábolas, para dar a conocer los misterios del reino de los cielos (Mateo 13.10 al 11). A su vez, misterios del reino de Dios, debido a su procedencia, porque el mundo natural, aunque observa, no puede ver, además oye pero sin entendimiento (Marcos 4.10 al 13; Lucas 8.10). La corrupción impera y altera los principios y valores establecidos por Dios. El ser humano apegado solamente a lo natural, es imperceptible de comprender y recibir el Espíritu Santo de Dios, ni puede entender, porque su discernimiento es espiritual (1 Corintios 2.14). Ahora bien, ¿por qué después de Jesucristo, la iglesia divaga sin el propósito principal de los principios y valores difundidos por Jesucristo su fundador? Porque se enreda en cuestiones de creencias eclesiásticas, más que en el modelo y referencia del ejemplo de vida de Jesucristo para el diario vivir. Muchos fueron llamados y pocos los que trascendieron al conocimiento de Jesús. La fe orientada como ciencia de fe.


La unidad de la fe y del conocimiento de Jesucristo, depende de alcanzar la medida de la estatura de la plenitud de Cristo (Efesios 4.13), o sea, hay diferencia entre creyente y practicante según el modelo de vida de Jesucristo. Si los gobernantes de este mundo deciden invalidar la vigencia de los principios y valores de Dios, de manera que no tomen en cuenta a Dios, esta sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino terrenal y animal (Santiago 3.13 al 16). En cambio el espiritual practica la sabiduría de lo alto, pura, pacífica,



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benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, justicia y paz (Santiago 3.17 al 18). Por lo tanto, el misterio de Dios es Jesucristo mismo, a través de su enseñanza y mensaje, transmitido personalmente a sus discípulos y mostrado ante todo ser humano (Colosenses 1.26 al 29). El nivel de conocimiento natural es más corporal, apegado a lo biológico, material y terrenal, o sea, lo tangible, por consiguiente dependiente de sus necesidades fisiológicas más inmediatas. En esta condición la mente se limita a la supervivencia en la vida presente. Mientras tanto, el conocimiento espiritual, además de requerir como base o fundamento de partida lo natural, se proyecta a cumplir con los requerimientos espirituales necesarios, para trascender a una vida posterior a la actual, es decir, una vida eterna e incorruptible celestial.

Históricamente el ser humano ha demostrado una inclinación o predisposición en la sociedad en general con tendencia al egocentrismo, la disposición de priorizar sus propios beneficios e intereses, como centro y dirección en todas sus actividades psíquicas. Por lo tanto, Jesucristo se inserta en el mundo para gestar un cambio de mentalidad en dicha sociedad de seres humanos, sin embargo, la misma se ha mostrado muy distante a llegar a tener la mente de Cristo. El mundo natural se rige por medio de la sabiduría humana, mientras el espiritual escala a la sabiduría de Dios mediante el Espíritu Santo (1 Corintios 2.12 al 13). El espiritual, contrario al que es solamente natural, tiene la posibilidad de crecer y desarrollar en su propia mente, las instrucciones y normas, según el conocimiento o mente de Cristo (1 Corintios 2.16). Lo cual da forma al ordenamiento de las relaciones sociales, de acuerdo con el modelo de vida cristocéntrica, donde Jesucristo es el centro de la vida cotidiana, por este motivo para la sociedad civil este modelo de vida es una locura (1 Corintios 1.22 al 23).


El conocimiento natural se visualiza y proyecta en función de sus descubrimientos en este mundo y su entorno fuera del mundo hasta cierto alcance. Este conocimiento



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tiene una interacción y radio de acción de adentro hacia afuera, en relación con el universo; su legislación es infinita, porque depende de la creatividad, ingenio, innovación e invención de la especie humana. Mientras tanto la morada de Jesucristo es de arriba a diferencia de la humanidad que habita abajo, Jesús dijo que él no era de este mundo (Juan 8.23). El conocimiento celestial transmitido por Jesús es de fuera de este mundo hacia adentro. Por consiguiente, este tipo de conocimiento de ninguna manera depende del ser humano, sino directamente de Dios Padre. Entonces, la respuesta del propósito de la existencia está determinada por la acción de descubrir los misterios del reino de los cielos, cuya procedencia es de Dios. Este misterio permanecía oculto pero ahora ha sido revelado (Romanos 16.25 al 27). Inclusive los profetas anunciaban a Jesucristo y testificaban de él (Hechos 3.18 al 20 y 10.42 al 43).

Este misterio de Dios dado a conocer es Jesucristo mismo, quien representa la sabiduría enviada por Dios, contraria a la sabiduría de este mundo y de los gobernantes de este mundo, la cual algunos desconocieron adrede, por conveniencia e intereses propios, porque si hubieran aceptado a Jesucristo, nunca le habrían crucificado (1 Corintios 2.6 al 8). La palabra de Dios transmite muchos símbolos referentes a los tres tipos de conocimiento, por ejemplo, la expresión de Jesús (Mateo 4.4), en su mención de que no se vive solamente de pan (conocimiento natural), sino de toda palabra que sale de la boca de Dios (conocimiento celestial), o sea, una vida mortal preparada y proyectada a la vida eterna. En este caso ¿qué es el conocimiento espiritual? Jesús aclara, que no hay que probar o tentar a Dios, sino con adoración y servicio exclusivo (Mateo 4.7 al 10). Sin embargo, posteriormente algunos se decían seguidores de otros seguidores de Jesús, ya sea de Pablo, Apolos o Cefas, aunque algunos siguen a Cristo (1 Corintios 1.12 al 13). La recomendación bíblica es mantener un mismo dictamen u opinión en la perfección de la unidad de una misma mente (1 Corinitos 1.10 al 11). En este caso la mente de Cristo. El



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conocimiento espiritual atañe al servicio absoluto a Dios, mientras que en el conocimiento natural se pretende vivir ajeno y sin tomar en cuenta la voluntad de Dios, prueba de esto es que históricamente la dirección de la humanidad ha sido contraria al influjo de la fuerza o poder de Dios, o sea, la inspiración de Dios sobre el efecto de su gracia.

El conocimiento espiritual es un grado de conciencia en transición entre lo natural y lo celestial, hasta que se identifique y reconozca la importancia de Jesucristo por encima de toda creencia y dogma humano. El propósito imperante en lo natural es su conservación y subsistencia del mundo físico, al respecto la Biblia determina que los que son de la carne piensan en las cosas de la carne (Romanos 8.5). El mundo físico por sí mismo y sin tomar en cuenta a Dios no logra alcanzar este grado de conocimiento proveniente de Dios (1 Juan 3.1). El conocimiento espiritual debido a su dependencia de lo biológico, corporal, material o terrenal, recibe por un lado la influencia de la necesidad natural y por otra parte la influencia de lo celestial. Esto equivale a una zona de confluencia, hablamos en clave o símbolos, donde se desprende o se aferra a lo terrenal, el flujo de la fuerza natural choca con el flujo de lo celestial, en este encuentro el proceso de lo espiritual es imprescindible para trascender a lo celestial. Este choque produce una chispa de iluminación, donde la luz es Cristo en medio de las tinieblas.


La mente humana, frente a las luchas de poder económico, político, social o religioso, reconoce y acepta la importancia y validez de Cristo, en relación con lo cotidiano y el poder en Cristo para producir un efecto en nuestras vidas. El buen vivir pasando por encima de los necesitados, a través del lucro, opulencia y vanidad, que algunos conocen como bendición y prosperidad terrenal, queda desplazado y superado en un plano más bajo. Ahora está por encima el amor de Dios, consagración, fe, justicia, misericordia, paz, santidad y solidaridad, según el ejemplo y modelo de Jesucristo. Todos estos principios y valores mostrados por



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Jesús y establecidos por Dios Padre, nos acercan a su reino celestial en pos de su llamamiento. Las afirmaciones que realizamos son explicaciones del sentido figurado o simbólico, para analizar la Sagrada Escritura en profundidad. Pero la legislación espiritual siempre existirá paralelamente a la legislación natural del mundo. Lo que pasa es que hay legislaciones que según su propósito, a nadie se le puede imponer obligatoriedad en cuestiones que requieren el consentimiento y responsabilidad personal, específicamente en la práctica de asuntos legales que son personalmente voluntarios, porque la excepción de su práctica no atenta contra la dignidad, integridad y vida de otras personas. Por ejemplo, la esterilización humana es voluntaria, pero la práctica de tributación de renta o venta, es obligatoria para todo ciudadano, ya sea en el sentido del ser que es solamente natural o que tenga afiliación espiritual.


Los tres tipos de conocimientos, a saber, natural, espiritual y celestial, pretenden transmitir la afirmación de la propiedad del conocimiento con características de una legislación infinita. En el caso del ser humano establece su propia construcción del conocimiento, a través de la creatividad, descubrimiento, ingenio, innovación e invención, tanto administrativa, científica, técnica y tecnológica, en relación con el hábitat natural, las relaciones de convivencia, políticas y sociales. En este nivel de conocimiento imperan los gustos y preferencias, por esta razón se crean, desarrollan y ejercen diversas ocupaciones, oficios y profesiones. Así, es semejante la condición del humano cuando incursiona en aspectos espirituales, debido a sus gustos y preferencias, decide integrarse a una agrupación eclesiástica específica, ya sea comunidad de fe, congregación, denominación, iglesia o religión. Tanto en la legislación natural como espiritual prevalece la interpretación, opinión y voluntad innata del ser humano. También lo que se considera comúnmente como libre albedrío, o sea, lo que algunos definen que es la facultad de ejercer la propia determinación hacia el bien o la práctica del mal, especialmente como una decisión íntima y personal.



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Por otra parte, el conocimiento celestial consiste en el libre albedrío de Jesucristo, es decir, la predisposición preexistente de hacer la voluntad de Dios Padre, por encima de la voluntad natural o espiritual (Jeremías 1.5). Por cierto, en la época de Jesús existían los fariseos, saduceos, esenios, entre otros, inclusive los zelotes con más afinidad a mezclar lo político con lo religioso, en el sentido de su exigencia contra la dominación imperial. Algunos consideran a Judas Iscariote como una persona con tendencias revolucionarias, con la presunción de excitar el levantamiento del pueblo en defensa de Jesús, especialmente contra el yugo opresor de las autoridades gobernantes. Además entre fariseos y saduceos difieren en las creencias de la existencia de ángeles, espíritu o resurrección de los muertos (Hechos 23.8). En la actualidad hay una multitud de ceremonias, costumbres, creencias, liturgias, prácticas, ritos y tradiciones, según cada agrupación eclesiástica correspondiente, ya sea comunidad de fe, congregación, denominación, iglesia, religión o secta.


El verdadero camino, verdad y vida es dar a Jesucristo el primer lugar que le corresponde, todas las demás creencias y prácticas eclesiásticas son secundarias y pasan a un segundo plano o nivel de conocimiento espiritual. Precisamente el conocimiento celestial de Dios Padre, transmitido y enviado mediante Jesucristo, consiste en la exaltación y nombre del Señor Jesús sobre todo nombre, reverenciado de rodillas ante él para la gloria de Dios Padre (Filipenses 2.9 al 11). Entonces ¿cuál es el secreto del conocimiento celestial? Dios Padre revela el misterio de su voluntad y este misterio es Jesucristo mismo, porque el propósito de toda la existencia es la reunión de toda la historia humana en Cristo (Efesios 1.3 al 10), por este motivo la ubicación de las épocas hacen referencia a un antes o después de Cristo. También la ley y la profecía bíblica hacen referencia a Cristo de manera cristocéntrica. Por medio de Jesucristo accedemos en el Espíritu Santo a Dios Padre (Efesios 2.18) y se nos posibilita la participación de la naturaleza Divina (2 Pedro 1.4).



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Algunos se estancan y apegan a la naturaleza humana y terrenal, mientras otros buscan lo espiritual para desapegarse de lo solo natural y aspirar al encuentro con lo celestial (naturaleza Divina), es decir la vida eterna mediante nuestro Salvador Jesucristo, por consiguiente es el único nombre dado a la humanidad en quien podamos ser salvos (Hechos 4.12). Somos justificados gratuitamente por su gracia y redención en Cristo Jesús (Romanos 3.23 al 24). Jesucristo es el conocimiento de la verdad (1 Timoteo 2.4 al 5). En relación con la autoridad celestial de Jesucristo, las corrientes humanas en rebeldía, se infiltran mediante el cultivo de la duda, inclusive en las teologías más liberales, se sustentan en el poder de la toma de decisiones con base en el libre albedrío natural, porque pretenden con su camuflaje de derecho humano, suprimir de su concepción y construcción teológica, la palabra "deber" ante Dios Padre. Se pretende hacer prevalecer la voluntad humana, por encima del deber a la voluntad de Dios.


El ámbito espiritual posibilita el respeto al conocimiento natural del ser humano y a sus propias definiciones o determinaciones humanistas, donde se considera al humano como la instancia superior en su bienestar y felicidad terrena, aunque en términos espirituales y según lo correspondiente al discernimiento de la fe, en el conocimiento espiritual, de ninguna manera se descarta por "deber" u obligación el respeto a Dios, en lo correspondiente a la sumisión a su obediencia. La promoción de la legislación civil y social de ciertas consideraciones como derechos humanos en la legislación natural, especialmente en algunos casos específicos, en relación con el tema del aborto, eugenesia, eutanasia, pastillas o píldoras abortivas, suicidio asistido, entre otros, se excluye lo que atañe a los deberes ante Dios en su legislación celestial, por consiguiente la provocación de la muerte, tanto espiritual como física. Esta influencia natural ejerce presión para alterar la legislación espiritual en retroceso de los mandatos celestiales. Descubrir la verdad en la Biblia, también requiere ciencia en estudio e investigación.



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La legislación natural es infinita en todas las asambleas legislativas de las naciones. Aunque la legislación natural, espiritual y celestial tiene autonomía entre sí, el discernimiento espiritual del "debería" podría estar más cerca de lo celestial y más desapegado a lo natural, que es más cercano a la bajeza de lo carnal o terrenal, en el sentido de las acciones indignas y los hechos viles. A pesar de la independencia de lo espiritual en asuntos de su propia legislación congregacional o eclesiástica, la misma legislación espiritual interna de cada iglesia es interminable al grado de fraccionar cada vez más el cristianismo, con sus propias determinaciones de creencias. También algunos aspectos de la legislación natural, cada vez más comunes en las naciones, son como un agujero u hoyo negro, porque trata de absorber y anular la luz de la legislación espiritual y desvanecer su cercanía y vínculo con la legislación celestial.


Entonces, el conocimiento y legislación celestial es transmitida exclusivamente por el Hijo de Dios. La supremacía en autoridad y eminencia del dominio de esta sabiduría en su grado más alto pertenece al Hijo. ¿Quién es Jesucristo el Hijo de Dios Padre? El Señor Jesucristo en su forma pre-encarnada es el “Príncipe del ejercito de Jehová Padre” (Josué 5.13 al 15). Cuando Jesucristo encarna y nace como ser humano, la multitud de las huestes celestiales alaban y glorifican a Dios (Lucas 2.8 al 15). Este mismo ejército de ángeles está preparado tiempo después previo a la crucifixión, para recibir la orden de atacar y defender a su Señor (Mateo 26.52 al 54), el principal y jefe de los seres espirituales de todos los cielos. Pero Jesucristo demuestra ser fiel y leal al cumplimiento de las Escrituras de Dios su Padre (Hebreos 5.7 al 9). Jesucristo es verdaderamente Mi Decisión. La elección o escogencia de la predestinación consiste en que la persona elige o escoge ser como Jesucristo, al seguir su ejemplo y modelo de vida, o sea, la persona se destina a ser semejante a Jesucristo, con la vivencia de las acciones y hechos, de modo teórico – práctico y no solamente basado en la teoría de las creencias, sino enérgicamente experiencial.



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El Hijo fue destinado anticipadamente para rescatarnos con su sangre preciosa, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, establecido desde antes de la fundación del mundo (1 Pedro 1.18 al 20). Se ama al Hijo sin haberle visto y es en quien creemos sin que por el momento le veamos, pero le tenemos y nos alegramos con gozo inefable y glorioso (1 Pedro 1.7 al 9). Somos predestinados siempre y cuando sigamos decididos en fidelidad y lealtad al Hijo Predestinado. En relación con la predestinación que es la destinación anterior de los indecisos, en el evangelio de Juan se insinúa la creencia de lo que llaman una existencia previa a lo terrenal, cuando los discípulos preguntan a Jesús si un hombre ciego de nacimiento había pecado, por el hecho de nacer ciego (Juan 9.1 al 3), entonces, ¿cómo pudo pecar antes de nacer si no hubiera existido con anterioridad? Esto es tema de análisis y comentario en el caso de los ángeles indecisos, que vienen a este mundo para decidir definitivamente su destino en relación con la sumisión al Señor Jesucristo. Demostrar así su fidelidad y lealtad.


Por otra parte, la Escritura menciona la preexistencia de Cristo como la aparición de Jehová Hijo a Abraham en el libro de Génesis 18.1 al 3, 13 al 14 y 17 al 22. Luego Jesús en un diálogo con los judíos les dice que “yo soy antes de que Abraham fuese” (Juan 8.56 al 58). A estos mismos judíos les menciona Jesús, que “Abraham se gozó de que había de ver mi día; y lo vio, y se gozó” (Juan 8.56). Esto confirma la preexistencia de Jesucristo, porque existe desde el principio y antes que la misma creación del séquito celestial (Apocalipsis 3.14). Además, está establecido por Dios el Padre, que todo ser humano muera una vez y después el juicio final (Hebreos 9.27). Según la Revelación o Apocalipsis, se menciona que en el juicio habían grandes y pequeños, es decir, características o cualidades propias del ser humano, se abre un libro grande que es la mente de Dios y se abren los libros pequeños, que son las mentes de las personas que van a ser juzgadas. Esta figura o simbolismo representa y significa que las personas cuando mueren sin Cristo, resucitan con su mismo cuerpo



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humano sensible al dolor del lloro y crujir de dientes del lago de fuego y azufre. En otras palabras, con el mismo grado de contaminación y corrupción de pecado del cuerpo mortal, así se resucita y es el nivel de castigo, según su condición pecaminosa en el momento de morir.

El castigo es la exclusión de las promesas de salvación de este mundo de pecado y terrenal, con la pérdida de la posibilidad de la vida eterna celestial. El período de gracia del primero y segundo cielo es terminado, que corresponde al hábitat de nuestra atmósfera y del universo en general, para prevalecer el reino del tercer cielo o reino de Dios. Así se dice teológicamente y por fe, que a partir de la resurrección de Jesucristo da inicio al período de los tiempos finales después de Cristo. Por lo tanto, nuevamente se confirma que Jesucristo determinadamente es nuestra decisión, para vivir con el enfoque de atención e interés en el Señor, que da la seguridad y garantía de la salvación y la vida eterna.


Existe la astucia diabólica del engaño y la mentira, que le hace creer en el pensamiento de la persona, una condición de bienestar, aunque se encuentre inmerso en una mente reprobada socialmente, debido a la entrega y práctica habitual a la maldad y el pecado del mundo, como una clase o especie de normalidad inmoral, aceptada socialmente y muchas veces respaldada por las mismas legislaciones civiles. Se considera erróneamente que Dios en el nuevo pacto, es conciliador y permisivo del pecado, porque en su incondicional e inmenso amor, es absolutamente perdonador. Este tipo de filosofía de vida, especialmente entre corrientes eclesiásticas que se consideran las iglesias de pecadores, invalida con este tipo de creencias la obra redentora de Cristo contra la maldad y el pecado. También desestiman la función del Espíritu Santo a favor de la consagración y santidad. La Biblia dice en Colosenses 2.20 al 23, que estas doctrinas y mandamientos humanos tienen apariencia de reputación de sabiduría, pero son ineficientes contra los apetitos de la carne. Esto en relación con la maldad y el pecado.