La Biblia dice: “Porque donde estuviere vuestro tesoro, allí estará vuestro corazón. La lámpara del cuerpo es el ojo: así que, si tu ojo fuere sincero, todo tu cuerpo será luminoso: Mas si tu ojo fuere malo, todo tu cuerpo será tenebroso. Así que, si la lumbre que en ti hay son tinieblas, ¿cuántas serán las mismas tinieblas?” (Mateo 6.21 al 23 – RVR1909). Al hacer la paráfrasis del texto, si el ojo busca encontrar y ver lo bueno, entonces, la acción del cuerpo es luminosa, con claridad, discernimiento y lucidez, si el ojo busca encontrar y ver lo malo, en este caso, la acción del cuerpo es tenebrosa, con ofuscación, perversidad e insensatez. La persona es irrespetuosa, irreverente y rebelde ante Dios. Este pasaje presenta una comparación entre el ojo y el cuerpo, acerca de la interacción de la mente y la reacción corporal. Lo luminoso y lo tenebroso son una representación, que consiste en el espejo de la realidad espiritual luminosa y la realidad que es humana tenebrosa, reflejada entre la iluminación de la sinceridad, que es libre de fingimiento, y las tinieblas que son de la maldad de hipocresía. Así que los ojos reflejan la bondad o maldad, según la disposición interna de la composición septenaria del ser interior, integrada por la actitud, carácter, ego, emociones, personalidad, sentimientos y temperamento. Los ojos muestran la alteración, cambio o reacción del ser interior a manera de una ventana, que posibilita revelar lo que hay interno en su contenido, por ejemplo, en lo emocional o sentimental. En la hipocresía se finge la cualidad o sentimiento que no es el que verdaderamente se tiene, pero en algunos, tarde o temprano se descubre su fingimiento.
La función óptica es una de las principales entradas de la mente, debido a los sentidos corporales, que unen la comunicación bidireccional entre el cerebro y el cuerpo. Así la iluminación del conocimiento almacenado en la facultad psíquica de la memoria cerebral, se visualiza en la mirada o vista de los ojos, a manera de un monitor biológico y bioquímico, que muestra el control o descontrol de la reacción en el ser interior, ya sea, por causa de actitud, carácter, ego, emociones, personalidad, sentimientos y temperamento. Por ejemplo, la presunción de aparentar y mostrarse para parecer como bueno, pero que en el caso contrario las intenciones reales son malas, cuando emerge la personalidad agresiva y violenta, como un desvarío u obnubilación contraria a obedecer la voluntad de Dios, sin un sentido espiritual que le advierta y avise de su fallo ante Dios. La altivez, arrogancia, prepotencia, entre otros, con la mirada se manifiesta su condición íntima y de forma profunda. Lo mismo con la agresión, enojo e ira. También con el rencor, resentimiento y venganza. Esto aplica tanto en los antivalores como en los valores, por ejemplo, en el amor, compasión, ternura, entre otros, que se nota y observa en la reacción facial que es visible también en los ojos. Se requiere por uno mismo la evaluación y examinarse, con una auto-observación, para reconocerse el estado o situación del ser interior, en la condición normal o en la espontaneidad de alguna circunstancia o momento específico. Se posibilita una autoconciencia de la comprensión personal, para una concienciación de nuestro ser interior, congruente con la reacción y el comportamiento deseado por la voluntad de Dios. La individualidad del ser humano es determinada genéticamente, que inicialmente fue afectada por la perplejidad previa de la duda e indecisión de lo que se debe hacer, desde la memoria original celestial, que parte de los ángeles indecisos, máxime cuando su causa fue la rebeldía, por ejemplo, transmitida en el ser humano con la indomabilidad del temperamento mediante el ser interior. La huella del rastro angelical en la transmisión biológica y genética humana.
Si la claridad y el esplendor que hay en uno son tinieblas, entonces, cuánto más serán las auténticas y genuinas tinieblas, escondidas y ocultas en lo más profundo del ser interior, que acciona como detonante y aflora en el momento de la prueba. Esto confirma y corrobora lo que realmente somos de nuestra realidad del ser interior, a falta muchas veces de conciencia, conocimiento, educación, espiritualidad, experiencia, formación, madurez y preparación. En relación con la indecisión original, surge desde el principio de la creación del séquito celestial, porque los seres celestiales tienen la capacidad de tomar decisiones, pero carecen de la experiencia de sus consecuencias y del resultado, que es consecuente o seguida de la decisión. La instrucción original recibida en el séquito celestial, es identificar y reconocer la existencia y autoridad del Hijo de Dios, la primera creación para ser glorificado y honrado como Dios Hijo, con toda la alabanza y exaltación. La consigna y estandarte para cada quien al seguir este Camino, es la fidelidad y la lealtad al Hijo de Dios, Jesucristo, el jefe y principal del séquito celestial.
Los ojos y el rostro relucen el bien, o en su defecto, se mutan y transforman, junto con las articulaciones y gestos corporales, cuando sale a deslucir para mal en la realidad individual del verdadero ser interior. Por ejemplo, el orgullo, soberbia y terquedad, o la avaricia, codicia e idolatría. Lo grave es el empecimiento propio de la persona, que estorba e impide reconocer que tiene un problema, debido a su inclinación o tendencia, aferrada a la posible influencia genética y hereditaria. Esto se vuelve un mayor problema, porque lo congénito o innato es perjudicial cuando se mantiene sin cambio alguno, desde el nacimiento hasta la muerte, especialmente si la misma persona es renuente a cambiar, ya sea consciente o inconscientemente. Mayormente es exacerbado cuando es consciente y se da cuenta de su situación y consecuencia, entonces, se agrava o aviva el arraigo empedernido e irredento, por obstinación en no cambiar la forma de ser, porque se mantiene y persiste sin cambios hasta el día de su muerte. Por ejemplo, la amargura, envidia y odio. Además el egocentrismo, egoísmo y egolatría.
¿Será acaso que hay personas acumuladoras de mal? Por ejemplo, el adulterio, homicidio y fornicación. Por esta razón, el conocimiento adecuado y necesario basta como recompensa con su aplicación, cuando se trata de la salvación y vida eterna. A esto se le llama arrepentimiento, conversión y resarcimiento del daño, como resultado del llamamiento y un nuevo nacimiento, para renovación y restauración personal. Sin embargo, hay personas que convenientemente para su propio interés de comodidad y confort, son indiferentes a querer cambiar, inclusive algunos abandonan y renuncian a develar y recapacitar su conciencia de sus defectos y pecados, para evitar la incomodidad del empeño y esfuerzo de cambiar para una transformación espiritual.
Algunos mueren de longevidad sin darse la oportunidad de percatarse de la aberración que los distancia de Dios, ya sea, apropósito o no, se quedan sin descifrar el mal que los domina, hasta el inminente pecado de muerte, sin la prerrogativa de exoneración de posesión del mal, debido a la ausencia de sensibilidad de rechazar y resistir el perjuicio del mal ajeno y la práctica del mal propio. Por ejemplo, el incesto, lujuria y pedofilia. Se mantienen como pecadores empedernidos y sin remedio, sin importarles la justicia y la ley de Dios.
Donde está nuestro tesoro, allí está nuestro corazón. Si la riqueza que tenemos es el conocimiento de Jesucristo, entonces nuestro tesoro es celestial. El corazón y la mente, representan también al ser interior con todos sus componentes, de manera que donde está nuestro tesoro allí estará nuestro ser interior: actitud, carácter, ego, emociones, personalidad, sentimientos y temperamento. Los ojos mutan y orbitan al mostrar el estado interno de la persona, en conformidad con lo natural, que mantiene su horizonte apegado a lo terrenal, mientras tanto, lo espiritual busca lo alto en dirección vertical hacia lo celestial, para hacer tesoros en el cielo. La Biblia dice al respecto: “No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan” (Mateo 6.19 al 20 – RVR60). El consciente celestial, se da cuenta de que tiene la capacidad de identificar y reconocer la diferencia entre la realidad natural y la espiritual, mientras que el que es solo consciente natural, tiene la limitación y restricción del conocer y del saber a plenitud. No tiene la espiritualidad de un conocimiento proveniente de Dios, que aprovisiona la conciencia de las consecuencias de las acciones y actos propios espirituales. El conocimiento de Dios tiene el sentido de la capacidad de juzgar y practicar el bien ético y moral, porque la persona somete a evaluación y examen cada determinación e intención del designio y de la voluntad en su proceder, para que su destino corresponda con la debida advertencia y cautela comparada y congruente con la obediencia a Dios.
No es que la persona actúa por sí misma de la nada, sino que al creer fielmente que recibe la guía directa de Dios, es movida del Espíritu Santo de Dios mediante la fe en Jesucristo. Semejante a la confianza en Dios expresada por Agar: “Entonces llamó el nombre de Jehová que con ella hablaba: Tú eres el Dios de la vista; porque dijo: ¿No he visto también aquí al que me ve? Por lo cual llamó al pozo, Pozo del Viviente que me ve. He aquí está entre Cades y Bered” (Génesis 16.13 al 14 - RVR1909). Así la vista puede ser instrumento de conexión espiritual de santidad con Dios, por ejemplo, en la comprensión y entendimiento de la lectura de la palabra de Dios. Además, en la celebración de ceremonia del culto y la liturgia, de adoración y alabanza a Dios. Pero la vista puede ser un instrumento que infiltre el mal, como en el caso de la pornografía, que afecta en profundidad con inmundicia la estabilidad mental y la dignidad del pensamiento, con una maquinación perversa. Esto es tinieblas por su ausencia de luz y es un desamor a Dios, debido a la falta de la decisión de amar profundamente a Dios, con todo el corazón y la mente del ser interior, además, con todo el enamoramiento espiritual de la energía y fuerza de la vida, por consiguiente, del amor que tiene fuente espiritual.
Jesús ratifica que hay ignorancia de la palabra y del poder de Dios: “Entonces respondiendo Jesús, les dijo: Erráis ignorando las Escrituras, y el poder de Dios” (Mateo 22.29 – RVR1909). Las acciones y actos aparentemente de procedencia reactiva, como respuesta inmediata al estímulo del entorno, pero que no son receptivas, en relación con la capacidad de asumir y recibir la investidura del aprendizaje y discipulado de la enseñanza de Jesucristo, tienen el riesgo de la premeditación de alevosía, deslealtad y traición a Jesucristo, lo cual de ninguna manera pasa desapercibido ante el Señor, tal es el caso de la pornografía, que daña cualquier posibilidad de relación con el Espíritu Santo: “¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia?” (Hebreos 10.29 – RVR60).
No hay inocencia en el pensamiento y reflexión, simultáneo a la mala reacción, tal fue el caso presentado en Pedro: “Entonces, vuelto el Señor, miró á Pedro: y Pedro se acordó de la palabra del Señor como le había dicho: Antes que el gallo cante, me negarás tres veces. Y saliendo fuera Pedro, lloró amargamente” (Lucas 22.61 al 62 – RVR1909). Pedro lloró con mucho desconsuelo y pesar, que es una aflicción y angustia profunda. Tres veces niega al Señor, quien le hace un llamado con la voz de la conciencia, de principios, valores y virtudes, que son demostrables con los hechos del diario vivir, al preguntar tres veces si realmente le ama: “… Jesús dijo á Simón Pedro: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que estos? … Vuélvele á decir la segunda vez… Dícele la tercera vez: … Entristecióse Pedro de que le dijese la tercera vez: ¿Me amas? y dícele: Señor, tú sabes todas las cosas; tú sabes que te amo. Dícele Jesús: Apacienta mis ovejas” (Juan 21.15 al 17 – RVR1909). Los principios, valores y virtudes comunitarias son los que dan origen a la armonía y convivencia en la sociedad.
Los principios, valores y virtudes son necesarios para quienes están dispuestos y persuadidos a su práctica, aquellos que admiten las razones de sus creencias, porque congruente con lo que dicen también hacen con el ejemplo, de manera que no sufren vergüenza de sus hechos: “Y ahora, hijitos, permaneced en él, para que cuando se manifieste, tengamos confianza, para que en su venida no nos alejemos de él avergonzados. Si sabéis que él es justo, sabed también que todo el que hace justicia es nacido de él” (1 Juan 2.28 al 29 – RVR60). Por otra parte, no se da por sentado la salvación y vida eterna, al grado del descuido en el esfuerzo y su importancia: “Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Filipenses 3.13 al 14 – RVR60). La capacidad de percepción en la construcción de las ideas, al crear y formar el conocimiento y el pensamiento, es influenciada por la estructura concebida de la sensación interior, generada por la impresión de los sentidos corporales. Por esta razón la Biblia dice: “Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta” (Hebreos 4.12 al 13 – RVR60).
Por lo tanto, dos actos de mucha solemnidad y extremadamente de grado sumo ha hecho Dios con nosotros, nos ha creado y nos ha formado. Así está escrito:
“Porque yo Jehová, Dios tuyo, el Santo de Israel, soy tu Salvador… Porque a mis ojos fuiste de gran estima, fuiste honorable, y yo te amé;… No temas, porque yo estoy contigo;… trae de lejos mis hijos, y mis hijas de los confines de la tierra, todos los llamados de mi nombre; para gloria mía los he creado, los formé y los hice. Sacad al pueblo ciego que tiene ojos, y a los sordos que tienen oídos. Congréguense a una todas las naciones, y júntense todos los pueblos. ¿Quién de ellos hay que nos dé nuevas de esto, y que nos haga oír las cosas primeras?” (Isaías 43.3 al 9 – RVR60).
Se menciona al pueblo ciego y sordo que tiene ojos y oídos. ¿Cuál es la ceguera y la sordera? ¿Será en relación con el amor a Dios, la espiritualidad y la fe? La formación puede ser con la educación y preparación formal, académica e intelectual, también la informal a través de la autodidáctica y empírica. Por ejemplo, la persona impulsiva dice y actúa sin reflexión al reaccionar, según su impresión espontánea e inmediata del momento, se expresa y lo que hace es sin ningún cuidado o cautela de medir las consecuencias, a falta de una madurez mental y un conocimiento consciente. Lo que llaman una persona impetuosa y precipitada por sus arrebatos explosivos. Esto relaciona lo conductual con lo cognitivo, para identificar y reconocer ciertos patrones propios o tipos de comportamiento disfuncional, porque son alteraciones de la mente y del pensamiento. Los predicadores le dicen ataduras o cadenas mentales, que solo se liberan con la renovación y restauración diariamente de la palabra de Dios. La persona tiene que aceptar que tiene el problema, además en algunos casos que son más graves requiere medicación, psicoterapia o la combinación de ambos. Jesús dijo: “Y respondiendo Jesús, les dijo: Los que están sanos no necesitan médico, sino los que están enfermos” (Lucas 5.31 – RVR1909). Otros casos de enfermedad se resuelven mediante la fe convincente y fuerte de la misma persona, en su relación espiritual e íntima en profundidad del ser interior con Dios:
“Y una mujer, que tenía flujo de sangre hacía ya doce años, la cual había gastado en médicos toda su hacienda, y por ninguno había podido ser curada, Llegándose por las espaldas, tocó el borde de su vestido; y luego se estancó el flujo de su sangre. Entonces Jesús dijo: ¿Quién es el que me ha tocado? Y negando todos, dijo Pedro y los que estaban con él: Maestro, la compañía te aprieta y oprime, y dices: ¿Quién es el que me ha tocado? Y Jesús dijo: Me ha tocado alguien; porque yo he conocido que ha salido virtud de mí. Entonces, como la mujer vió que no se había ocultado, vino temblando, y postrándose delante de él declaróle delante de todo el pueblo la causa por qué le había tocado, y cómo luego había sido sana. Y él dijo: Hija, tu fe te ha salvado: ve en paz” (Lucas 8.43 al 48 – RVR1909).
Continúa… (En desarrollo - proceso).