EL COMPORTAMIENTO Y LA CONDUCTA


TABLA DE CONTENIDO




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1) EL LIBRE ALBEDRÍO HUMANO FRENTE A LA VOLUNTAD DE DIOS


El libre albedrío humano es posterior, primeramente existe solo la voluntad de Dios: “Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y le puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase. Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto comerás; Mas del árbol de ciencia del bien y del mal no comerás de él; porque el día que de él comieres, morirás” (Génesis 2.15 al 17 – RVR1909). Hasta aquí había solamente el mandamiento o mandato de Dios, la única elección u opción del ser humano es obedecer con gratitud. Dios ordena el hacer su voluntad, mientras tanto, el libre albedrío humano se introduce hasta que la serpiente astuta lleva a cabo su malvado plan y trama perturbadora: “Empero la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho; la cual dijo á la mujer:… Mas sabe Dios que el día que comiereis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como dioses sabiendo el bien y el mal” (Génesis 3.1 y 5 – RVR1909). Es un hecho atrevido.


La astucia malévola y estrategia de la serpiente mala que hace prevalecer la desobediencia y rebeldía, es introducir el surgimiento del libre albedrío como mentira para engañar al humano con falsedad y facultar su justificación del libertinaje y posibilidad de hacer lo que se quiera, inclusive contrario a la voluntad de Dios su Creador. El testimonio de Eva es que la serpiente la engañó: “Entonces Jehová Dios dijo á la mujer: ¿Qué es lo que has hecho? Y dijo la mujer: La serpiente me engañó, y comí” (Génesis 3.13 – RVR1909). Se impone la decisión y voluntad propia del ser humano con el irrespeto a Dios y a su voluntad. La serpiente actúa según una intención previa e instinto dañino manifestado en su precedente, ya



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iniciado anteriormente con la rebelión como el ángel caído y seguido con su influencia ejercida en Adán y Eva, porque el primer pecado existente consumado por el ángel caído fue invalidar y rechazar la autoridad del Hijo de Dios, acreditada y delegada por Dios Padre. Divagaron en la interpretación de la justicia y percepción, en lugar de practicar realmente la justicia de Dios, al abstraer la realidad con el pensamiento.

El destino del ser humano era hacer la voluntad fiel y leal ante Dios, como un único camino de obediencia, pero el ser humano es portador de la rebeldía del temperamento, por su contenido de duda e indecisión al obedecer a Dios. El escenario del Edén sin la serpiente, está libre de la influencia e intervención astuta de la misma, entonces el ser humano conservaría permanentemente su condición ante Dios, o sea, sin comer del árbol de la ciencia del bien y del mal. La serpiente es la causa provocadora del actuar del ser humano, en relación con comer del árbol de la ciencia del bien y del mal. Dios en su amor y misericordia planta este árbol con el propósito de dar otra oportunidad de perdón a la serpiente, y que esta última pudiera rectificar y resarcir, o sea, reparar el daño de la rebelión de los ángeles caídos representados en esta serpiente, contrario al predicamento merecido en el Hijo.


En este sentido, la serpiente no aprovecha su segunda oportunidad, para rectificar y resarcir su primera experiencia de rebelión dentro del séquito celestial. Tuvo la opción de reconocer su propia limitación y ser, con la corrección de retornar a un estado anterior, y transformar su precedente en una absoluta subordinación de obediencia ante Dios. Esto hubiera demostrado un cambio y sus consecuencias. Por otra parte, se presenta esta vez ante los seres humanos y sostiene su empeño del legado de confusión, desobediencia y rebeldía ante el Creador. En cierta ocasión Jesucristo dijo: “Y les dijo: Yo veía a Satanás, como un rayo, que caía del cielo” (Lucas 10.18 – RVR1909). Desde un principio hay un anuncio del conflicto entre la simiente de la serpiente y la simiente que es Cristo, con referencia a la crucifixión, muerte y resurrección:



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“… ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar” (Génesis 3.15 – RVR1909). Resulta que en referencia al amor y lo correspondiente a la misericordia de Dios, la serpiente tuvo una segunda oportunidad para rectificar y resarcir el daño de la desobediencia y rebeldía ante Dios, pero su afán, empeño y obstinación fue mantener su infidelidad y agudeza de la muerte del que muere. Jesucristo vino a terminar con la muerte, a través de establecer la obediencia fiel y leal a Dios:

“Si alguno me sirve, sígame: y donde yo estuviere, allí también estará mi servidor. Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará. Ahora está turbada mi alma; ¿y qué diré? Padre, sálvame de esta hora. Mas por esto he venido en esta hora. Padre, glorifica tu nombre. Entonces vino una voz del cielo: Y lo he glorificado, y lo glorificaré otra vez. Y la gente que estaba presente, y había oído, decía que había sido trueno. Otros decían: Ángel le ha hablado. Respondió Jesús, y dijo: No ha venido esta voz por mi causa, mas por causa de vosotros. Ahora es el juicio de este mundo: ahora el príncipe de este mundo será echado fuera. Y yo, si fuere levantado de la tierra, á todos traeré á mí mismo. Y esto decía dando á entender de qué muerte había de morir” (Juan 12.26 al 33 – RVR1909).

La perspicacia es una capacidad de la visualización con profundidad intensa, así es la comprensión y entendimiento en la inmersión de la sabiduría del conocimiento profundo. La sabiduría de Jesucristo nos posibilita lograr un alcance del conocimiento celestial, donde el ser humano con su sola condición natural de ninguna manera puede llegar al mismo. ¿Pero cuál es la razón de todo lo existente? La respuesta es el amor de Dios. La versión de la Biblia, Reina – Valera revisión del año 1909, en Génesis 3.17 menciona acerca del amor lo siguiente: “Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste á la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo, No



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comerás de él; maldita será la tierra por amor de ti; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida” (Génesis 3.17 – RVR1909). La maldición de reprobación es la pérdida de la autoridad de Adán sobre Edén, el jardín y por consiguiente su expulsión a labrar la tierra fuera del Edén. El árbol de la vida presente en el Edén representa lo disímil de la sabiduría de Jesucristo, que equivale al alimento y el nutriente celestial desemejante, es decir, no semejante a otro, el reconocimiento y dedicación de la vida plena y única en Jesucristo. El ser humano es sentenciado a sobrevivir con el alimento natural, pero por amor al mismo ser humano, Dios deja la posibilidad de un camino hacia el alimento espiritual al que las personas pueden tener accesibilidad, para aspirar a comer del árbol de la vida y vivir para siempre: “Echó, pues, fuera al hombre, y puso al oriente del huerto de Edén querubines, y una espada encendida que se revolvía á todos lados, para guardar el camino del árbol de la vida” (Génesis 3.24 – RVR1909).

Estos querubines conforman parte del séquito celestial, quienes acompañan, tanto a Dios Padre como a su Hijo. Entonces surge la siguiente pregunta: ¿Hay un plural de Dios en las siguientes palabras? Hagamos a nuestra: “Y dijo Dios: Hagamos al hombre á nuestra imagen, conforme á nuestra semejanza” (Génesis 1.26 – RVR1909). Es como uno de nos: “Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es como uno de Nos sabiendo el bien y el mal: ahora, pues, porque no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre” (Génesis 3.22 – RVR1909). El término “descendamos y confundamos”: “Y dijo Jehová: He aquí el pueblo es uno, y todos éstos tienen un lenguaje: y han comenzado á obrar, y nada les retraerá ahora de lo que han pensado hacer. Ahora pues, descendamos, y confundamos allí sus lenguajes, para que ninguno entienda el habla de su compañero” (Génesis 11.6 al 7 – RVR1909). La pluralidad de Dios se explica de la siguiente manera: en el principio existe solamente la energía de Dios, lo corporal de Dios es su propia energía, con atributos o cualidades, mente, pensamientos, sabiduría y voluntad. Dios crea un ser celestial de luz para su compañía



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al que llama su Hijo, ahora existen Dios Padre y Dios Hijo, pero el Padre es mayor. Jesucristo dijo: “Habéis oído cómo yo os he dicho: Voy, y vengo á vosotros. Si me amaseis, ciertamente os gozaríais, porque he dicho que voy al Padre: porque el Padre mayor es que yo” (Juan 14.28 – RVR1909).

También Jesucristo dijo: “El cielo y la tierra pasarán, mas mis palabras no pasarán. Empero del día y hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino mi Padre solo” (Mateo 24.35 al 36 – RVR1909). Otro evangelio menciona: “Empero de aquel día y de la hora, nadie sabe; ni aun los ángeles que están en el cielo, ni el Hijo, sino el Padre” (Marcos 13.32 – RVR1909). El Hijo es mayor que todo el séquito celestial: “Hecho tanto más excelente que los ángeles, cuanto alcanzó por herencia más excelente nombre que ellos. Porque ¿á cuál de los ángeles dijo Dios jamás: Mi hijo eres tú, Hoy yo te he engendrado? Y otra vez: Yo seré á él Padre, Y él me será á mí hijo? Y otra vez, cuando introduce al Primogénito en la tierra, dice: Y adórenle todos los ángeles de Dios” (Hebreos 1.4 al 6 – RVR1909). El Hijo es el primogénito, es el primero y el principio. Dios Padre ungió a su Hijo más que al resto del séquito celestial: “Mas al hijo: Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo; Vara de equidad la vara de tu reino; Has amado la justicia y aborrecido la maldad; Por lo cual te ungió Dios, el Dios tuyo, Con óleo de alegría más que á tus compañeros” (Hebreos 1.8 al 9 – RVR1909). La unción del Padre en el Hijo.


Entonces al principio existe únicamente Dios, luego su Hijo, pero Dios Padre en su sola potestad y voluntad, le rinde un obsequio, para homenaje y reconocimiento de su Hijo, que es la creación, inclusive el séquito celestial y posteriormente el ser humano. El séquito celestial tiene que reconocer la autoridad y potestad de Dios Hijo, según la disposición del Padre. Encontramos una analogía o comparación en el caso de José y Faraón: “Y dijo Faraón á sus siervos: ¿Hemos de hallar otro hombre como éste, en quien haya espíritu de Dios? Y dijo Faraón á José: Pues que Dios te ha hecho saber todo esto, no hay entendido ni sabio como tú: Tú serás sobre mi



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casa, y por tu dicho se gobernará todo mi pueblo: solamente en el trono seré yo mayor que tú” (Génesis 41.38 al 40 – RVR1909). Así como este ejemplo, el Padre es mayor que el Hijo, pero el Padre le concede al Hijo la autoridad y potestad, hasta que el Hijo mismo se sujetará por completo al Padre:

“Luego el fin; cuando entregará el reino á Dios y al Padre, cuando habrá quitado todo imperio, y toda potencia y potestad. Porque es menester que él reine, hasta poner á todos sus enemigos debajo de sus pies. Y el postrer enemigo que será deshecho, será la muerte. Porque todas las cosas sujetó debajo de sus pies. Y cuando dice: Todas las cosas son sujetadas á él, claro está exceptuando aquel que sujetó á él todas las cosas. Mas luego que todas las cosas le fueren sujetas, entonces también el mismo Hijo se sujetará al que le sujetó á él todas las cosas, para que Dios sea todas las cosas en todos” (1 Corintios 15.24 al 28 – RVR1909).

Según la capacidad de poder de decisión entre el séquito celestial, por cuestiones de deseos de preferencia y de recibir adulación y pleitesía, surge un adversario en contra del Hijo de Dios. Hay otro pasaje de la Biblia acerca de un rey de Tiro que sirve como analogía o comparación: “Tú, querubín grande, cubridor: y yo te puse; en el santo monte de Dios estuviste; en medio de piedras de fuego has andado. Perfecto eras en todos tus caminos desde el día que fuiste criado, hasta que se halló en ti maldad” (Ezequiel 28.14 al 15 – RVR1909). Se considera este texto referente a ciertos reyes como alusivo al inicio de los ángeles caídos, quienes se decidieron seguir a otro en su rebelión: “¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana! Cortado fuiste por tierra, tú que debilitabas las gentes. Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo, en lo alto junto á las estrellas de Dios ensalzaré mi solio, y en el monte del testimonio me sentaré, á los lados del aquilón; Sobre las



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alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo” (Isaías 13.12 al 14 – RVR1909). ¿Qué se asemeja al Altísimo?

Los pasajes mencionados anteriormente se refieren a reyes de la tierra, aunque para algunos sirven como pistas o señas del origen de los ángeles caídos. Entonces, al principio existe únicamente Dios como Energía Eterna, luego su Hijo, para que Dios pase a ser el Padre, seguidamente el séquito celestial en honor y honra al Hijo. Dentro de este séquito surge una rebelión donde parte se mantiene fiel al Hijo de Dios y parte se une al ángel adversario y rebelde. Otra parte del sequito de indecisos a seguir fieles o de unirse a la rebelión, son enviados como seres humanos al planeta para tomar una decisión. De manera cíclica se replica en Caín, con la manifestación del egoísmo, la envidia y el odio, quien toma su decisión en pos de la rebeldía contra Dios y mata a su hermano Abel. Sin embargo, la actitud y personalidad de Abel antes de morir, es de fe, fidelidad y justicia en alabanza y adoración. El Hijo de Dios viene en rescate de los suyos que le pertenecen, con el ejemplo de la obediencia hacia su Padre Celestial: “Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia; Y consumado, vino á ser causa de eterna salud á todos los que le obedecen” (Hebreos 5.8 al 9 – RVR1909).


En esta decisión trascendente del ser humano indeciso, desempeña un papel muy importante la consciencia del libre albedrío humano, frente a la voluntad de Dios. Esto significa que así como Jesucristo renuncia a su propio libre albedrío, para hacer únicamente la voluntad de Dios, también el ser humano tiene que renunciar a su propio libre albedrío, o sea, renunciar a hacer lo que quiera, sino reconocer como suyo el libre albedrío de Jesucristo, al hacer solo la voluntad de Dios, porque de ninguna manera hay otro camino, verdad y vida, que no sea Jesucristo como medio de Salvación: “… Para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y de los que en la tierra, y de los que debajo de la tierra; Y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, á la gloria de Dios Padre” (Filipenses 2.5 al 11 – RVR1909).



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2) LA INTENCIÓN, MOTIVACIÓN Y VOLUNTAD


La intención, motivación y voluntad se entrelazan para construir una conexión y correspondencia en la relación entre el ser humano y Jesucristo. Además para edificar e infundir los sentimientos de la piedad y de la virtud, necesarios en el discipulado. El humano como habilidad y ser que es social, requiere compartir en comunidad, apoyarse mutuamente en las relaciones interpersonales. Además encontrar una pasión al formar parte de un grupo como seguidor de Jesucristo. ¿Cómo saber si el vínculo compatible de unión, en este enlace es auténtico o genuino? Esto se define tanto por la influencia como por común procedencia. Dios Padre establece en su Hijo Jesucristo una luz para iluminación del camino. El salmista dice lo siguiente: “Envía tu luz y tu verdad: éstas me guiarán; Me conducirán al monte de tu santidad, Y a tus tabernáculos” (Salmos 43.3 – RVR1909). ¿Cómo identificar la luz verdadera que alumbra hacia la santidad? Porque las mismas escrituras advierten lo siguiente: “Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se transfigura en ángel de luz” (2 Corintios 11.14 – RVR1909). Hay sincronía en los símbolos y significados, en el siguiente mensaje de Jesús hay dos interpretaciones, a saber, el templo o el cuerpo de Jesús, según lo interprete el receptor:


“Y los Judíos respondieron, y dijéronle: ¿Qué señal nos muestras de que haces esto? Respondió Jesús, y díjoles: Destruid este templo, y en tres días lo levantaré. Dijeron luego los Judíos: En cuarenta y seis años fue este templo edificado, ¿y tú en tres días lo levantarás? Mas él hablaba del templo de su cuerpo. Por tanto, cuando resucitó de los muertos, sus discípulos se acordaron que había dicho esto; y creyeron á la Escritura, y á la palabra que Jesús había dicho” (Juan 2.18 al 22 – RVR1909).


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Analicemos el influjo de la transmisión del mensaje y su interpretación, según la situación de la influencia y de la procedencia. Antes tómese en cuenta que en una condición o estado consciente, es aquel donde se piensa, quiere, siente y obra, con conocimiento de lo que se hace. Necesariamente la Biblia se explica por sí misma y se requiere transcribir el texto del pasaje para comprender el trasfondo del mensaje. El auditorio o conjunto de oyentes de la cita a continuación, se compone de personas adversas o a favor del mensaje y de Jesucristo. Se cumple en unos y en otros lo siguiente:


“Que si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto: En los cuales el dios de este siglo cegó los entendimientos de los incrédulos, para que no les resplandezca la lumbre del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios. Porque no nos predicamos á nosotros mismos, sino á Jesucristo, el Señor; y nosotros vuestros siervos por Jesús. Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo” (2 Corintios 4.3 al 6 – RVR1909).

El ser humano tiene que asumir su propio compromiso y responsabilidad de sus acciones y dejar de culpar a Dios. Según el pasaje mencionado anteriormente es el dios de este mundo, quien ciega los entendimientos de los incrédulos, pero conforme a la propia incredulidad del ser humano como veremos seguidamente, debido a la confusión por el engaño y mentira que prevalece en quienes no creen en Jesucristo, o en quienes distorsionan la creencia a su propia conveniencia e interés de beneficio particular. En el análisis anterior, el mensaje transmitido por Jesucristo acerca de su cuerpo como templo y en referencia a la resurrección, es el mismo mensaje para todos los oyentes, pero quienes piden señal se quedan



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sin comprensión, ni entendimiento, porque reciben el caso de resurrección como un supuesto fraude, según se presentan algunos ante Pilato: “Y el siguiente día, que es después de la preparación, se juntaron los príncipes de los sacerdotes y los Fariseos á Pilato, Diciendo: Señor, nos acordamos que aquel engañador dijo, viviendo aún: Después de tres días resucitaré. Manda, pues, que se asegure el sepulcro hasta el día tercero; porque no vengan sus discípulos de noche, y le hurten, y digan al pueblo: Resucitó de los muertos. Y será el postrer error peor que el primero” (Mateo 27.62 al 64 – RVR1909).

Mientras tanto, los discípulos a pesar de un mismo acontecimiento de la resurrección, confirman la veracidad de las Escrituras y la vigencia del mensaje de Jesucristo. Esto es demostración de la influencia y de la procedencia. Jesucristo de ninguna manera fue un engañador, como se aseveró en contra de él, sino que son los mismos seres humanos que se engañaron a sí mismos, para su propio perjuicio espiritual y moral, aunque muchas veces reciban beneficio económico y material por su proceder, tal es el caso de los mercaderes del templo. Este se supone que es un lugar santo, exclusivo para determinado fin, como casa de oración, para una intención, motivación y voluntad específica. Así es el destino y propósito integral del cuerpo humano, en relación con la adoración, consagración, santidad y servicio al Señor Jesús. Algunos se aprovechan del sistema del templo, en un negocio particular para una vida de lucro, opulencia y vanidad, porque rechazan el mensaje celestial. Jesús dijo (el subrayado es nuestro):


“Y como llegó cerca viendo la ciudad, lloró sobre ella, Diciendo: ¡Oh si también tú conocieses, á lo menos en este tu día, lo que toca á tu paz! Mas ahora está encubierto de tus ojos. Porque vendrán días sobre ti, que tus enemigos te cercarán con baluarte, y te pondrán cerco, y de todas partes te pondrán en estrecho, Y te derribarán á tierra, y á tus hijos dentro de ti; y no dejarán sobre ti piedra sobre piedra; por


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cuanto no conociste el tiempo de tu visitación. Y entrando en el templo, comenzó á echar fuera á todos los que vendían y compraban en él. Diciéndoles: Escrito está: Mi casa, casa de oración es; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones. Y enseñaba cada día en el templo; mas los príncipes de los sacerdotes, y los escribas, y los principales del pueblo procuraban matarle. Y no hallaban qué hacerle, porque todo el pueblo estaba suspenso oyéndole” (Lucas 19.41 al 48 – RVR1909).

La intención, motivación y voluntad es imprescindible para llegar a ser una persona, con el cuerpo en condición de templo del Espíritu Santo. Precisamente para ser salvo de las corrientes y modas de las masas humanas, con la aspiración de recibir la resurrección para la vida eterna, es imposible abstenerse, decidir o privarse de ser una persona que sea templo del Espíritu Santo. Por consiguiente, es un requisito indispensable, que la persona sea templo del Espíritu Santo, de lo contrario su omisión se considera como blasfemia e injuria contra el Espíritu Santo. Jesucristo dijo al respecto: “Mas cualquiera que blasfemare contra el Espíritu Santo, no tiene jamás perdón, mas está expuesto á eterno juicio. Porque decían: Tiene espíritu inmundo” (Marcos 3.29 al 30 – RVR1909). En otro pasaje Jesús menciona lo siguiente: “Y si por espíritu de Dios yo echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado á vosotros el reino de Dios… Y cualquiera que hablare contra el Hijo del hombre, le será perdonado: mas cualquiera que hablare contra el Espíritu Santo, no le será perdonado, ni en este siglo, ni en el venidero” (Mateo 12.28 y 32 – RVR1909).


Jesucristo en su primera venida, hace la proclama de ser el camino, la verdad y la vida (Juan 14.6), su resurrección representa la vida eterna que nos confirma como hechos a imagen de Dios, su cuerpo como templo nos hace semejantes a Dios en el caso de la santidad: “Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos á Jesús mora en vosotros, el que



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levantó á Cristo Jesús de los muertos, vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros” (Romanos 8.11 – RVR1909). Además dice la palabra de Dios: “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?” (1 Corintios 6.19 – RVR1909). En la palabra encontramos que las personas son el templo del Dios viviente, porque la Energía de Dios habita y anda entre ellos: “¿Y qué concierto el templo de Dios con los ídolos? porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré en ellos; y seré el Dios de ellos, y ellos serán mi pueblo” (2 Corintios 6.16 – RVR1909). El ser humano recibe de Dios Padre la promesa de ser conforme a su imagen, mediante la resurrección con el cuerpo transformado y la vida eterna. A través del Hijo de Dios o Dios Hijo, que es lo mismo, el ser humano obtiene la semejanza en la santidad o santificación, experimentada por Jesucristo, que siendo en forma humana fue obediente al Padre e hizo su voluntad hasta la muerte; y muerte severa: “Porque mejor es que padezcáis haciendo bien, si la voluntad de Dios así lo quiere, que haciendo mal. Porque también Cristo padeció una vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos á Dios, siendo á la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu” (1 Pedro 3.17 al 18).

La santidad se obtiene mediante la vivencia del cuerpo como templo del Espíritu Santo, es el ejercicio y práctica de la obra del Espíritu Santo en cada persona, por consiguiente la ausencia, negación o reniego del ser como templo, trae la consecuencia de la exclusión de la promesa de vida eterna, ya que los incrédulos en la condición de incredulidad se quedan sin recibir el sello del Espíritu Santo: “Y el que nos confirma con vosotros en Cristo, y el que nos ungió, es Dios; El cual también nos ha sellado, y dado la prenda del Espíritu en nuestros corazones” (2 Corintios 1.21 al 22 – RVR1909). Además dice: “… de que Dios os haya escogido desde el principio para salud, por la santificación del Espíritu y fe de la verdad” (2 Tesalonicenses 2.13 – RVR1909). Otra consulta podría ser: ¿Cómo logramos reconocer si hay consciencia o



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inconsciencia de que nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo? Hay un pasaje que nos invita a comprobar y reconocer nuestra propia valoración: “Examinaos á vosotros mismos si estáis en fe; probaos á vosotros mismos. ¿No os conocéis á vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros? si ya no sois reprobados. Mas espero que conoceréis que nosotros no somos reprobados” (2 Corintios 13.5 al 6 – RVR1909).

Hay una interrelación entre la intención, motivación y voluntad, en lo interpersonal con otras personas, simultáneo a la introspección intra-personal de un pensamiento crítico:


“Porque los que viven conforme á la carne, de las cosas que son de la carne se ocupan; mas los que conforme al espíritu, de las cosas del espíritu. Porque la intención de la carne es muerte; mas la intención del espíritu, vida y paz: Por cuanto la intención de la carne es enemistad contra Dios; porque no se sujeta á la ley de Dios, ni tampoco puede. Así que, los que están en la carne no pueden agradar á Dios. Mas vosotros no estáis en la carne, sino en el espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, el tal no es de él” (Romanos 8.5 al 9 – RVR1909).

Jesucristo vino enviado del Padre (1 Juan 4.9), a la vez por su propia voluntad (Gálatas 1.4, Efesios 5.2 y Tito 2.14), cumple el verdadero libre albedrío; demuestra con su propia voluntad el hacer la voluntad del Padre: “… Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú” (Mateo 26.39 – RVR60). Esta intención, motivación y voluntad implica obedecer al Padre, así como Jesucristo en semejanza humana: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y vivo, no ya yo, mas vive Cristo en mí: y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó, y se entregó á sí mismo por mí” (Gálatas 2.20 – RVR1909).



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3) EL COMPORTAMIENTO Y LA CONDUCTA


El comportamiento y la conducta es el resultado integral del ser interior en la personalidad y sus atributos, cualidades, actitudes y carácter, ego, emociones, hábitos, sentimientos y temperamento. El comportamiento, inclusive involuntario, tiene algunas de sus reacciones más instintivas de la persona a determinada situación, la conducta es la dirección o rumbo más reflexivo a dichas reacciones, guía y conveniencia previa de convencimiento razonado. Esto identifica la peculiaridad o rasgo de cada persona, sus actos conscientes y voluntarios o sus comportamientos sin consciencia o involuntarios. El ser humano para ser íntegro ante Dios, requiere ser una persona intachable y recta, en todos sus aspectos. Por ejemplo, en cierta ocasión Dios hace referencia de un personaje conocido como Job: “… ¿No has considerado á mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios, y apartado de mal?” (Job 1.8 – RVR1909). Ser limpio en la inocencia y la pureza, se logra mediante la condición de consagración, dedicación y santificación ante Dios, según el ejemplo y modelo de una vida de y en Jesucristo. La Biblia presenta la condición y proceso completo de arrepentimiento, conversión, nacer de nuevo y el resarcimiento. El ser humano es perfectible para completar el requisito establecido por Dios, lo más profundo del ser interior: “Y haced derechos pasos a vuestros pies, porque lo que es cojo no salga fuera de camino, antes sea sanado. Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor” (Hebreos 12.13 al 14 – RVR1909).


Dios nos hace referencia de Job y lo compara con toda la población mundial, porque al decir en la tierra, se relaciona con la sociedad en general. Históricamente la sociedad se ha distraído y ocupado en la adquisición de bienes materiales, justificado en la necesidad de familia, supervivencia y trabajo,



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por este motivo las fuentes de trabajo están enfocadas en la competitividad, fama, enriquecimiento y luchas del ansiado poder, máxime con el aumento de población y la necesidad de la alimentación, de bienes y los servicios. Algunos ya tienen su recompensa mediante el lucro, opulencia y la usura, para disfrutar del enriquecimiento exacerbado durante esta vida. Los discípulos asombrados preguntan a Jesucristo: “Mas sus discípulos, oyendo estas cosas, se espantaron en gran manera, diciendo: ¿Quién pues podrá ser salvo?” (Mateo 19.25 – RVR1909). Mientras tanto, otros afectados por el sistema de empobrecimiento, luchan aparentemente por las causas más justas, pero mediante prácticas injustas del armamentismo, guerras, manifestaciones violentas, muertes y pleitos graves. La Biblia dice de esto: “Y muchos falsos profetas se levantarán y engañarán á muchos. Y por haberse multiplicado la maldad, la caridad de muchos se resfriará. Mas el que perseverare hasta el fin, éste será salvo” (Mateo 24.11 al 13 – RVR1909).

Otros fomentan y participan en lo que se ha llamado la cultura de la muerte. Inclusive la esclavitud a través de la trata de comercio y tráfico de seres humanos o de sustancias muy adictivas de toxicomanía. También en otro momento le preguntan a Jesús: “Y díjole uno: Señor, ¿son pocos los que se salvan? Y él les dijo: Porfiad a entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán” (Lucas 13.23 al 24 – RVR1909). Lo que parece impune según la mentalidad del comportamiento y conducta de la sociedad, para Dios no hay nada oculto. El desafuero y predominio de la violencia contra las buenas y gratas costumbres, jamás quedará con impunidad ante la Soberanía y Supremacía de los juicios y valores de Dios. El ser humano tarde o temprano asumirá responsabilidad y dará cuentas a Dios de sus actos impunidos: la altivez, arrogancia, avaricia, codicia, egoísmo, intolerancia, lujuria, odio, orgullo, perversión, prepotencia, presunción, rencor, soberbia, vanidad, vicio y el desenfreno aberrante por cada maldad y el pecado, que son contrarios al orden y voluntad establecidos por Dios. En relación con estas desviaciones y perversiones de principios, valores, virtudes,



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comportamientos y conductas: “Que habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, detractores, desobedientes á los padres, ingratos, sin santidad, Sin afecto, desleales, calumniadores, destemplados, crueles, aborrecedores de lo bueno, Traidores, arrebatados, hinchados, amadores de los deleites más que de Dios; Teniendo apariencia de piedad, mas habiendo negado la eficacia de ella: y á éstos evita” (2 Timoteo 3.2 al 5 – RVR1909).

El comportamiento y la conducta para algunos atañen al cumplimiento de sus listas de creencias eclesiásticas, máxime en el fraccionamiento cristiano con sus decenas o cientos de discrepancias doctrinales, dogma, confesiones o profesiones de fe, congregacionales, denominacionales y religiosas, pero nunca se superan ni llegan a ser mejores personas en su ser interior. Se impone costumbres, cultura, hábitos, tradiciones, sustentadas en las convicciones y creencias del proselitismo ideológico, religioso y ritual. Jesús dijo: “Así que, por sus frutos los conoceréis. No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos: mas el que hiciere la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre lanzamos demonios, y en tu nombre hicimos mucho milagros? Y entonces les protestaré: Nunca os conocí; apartaos de mí, obradores de maldad” (Mateo 7.20 al 23 – RVR1909).


El ser humano se encuentra a la deriva, en referencia a su trayectoria y el destino real consecuente con sus actos y su propia forma de ser, contrastado con la dirección y rumbo establecido por Dios. La combinación y fusión de perfección y rectitud, temor de Dios con la separación del mal, se cumple únicamente con la integración de consagración, dedicación y santificación de la personalidad del ser humano en Dios. De este rumbo o sentido de la vida depende la brújula energética de cada persona venida al mundo, determinante en dirección y el camino ideal a seguir, específicamente de acuerdo con la conducción de las acciones cotidianas y espirituales. Es una forma de control energético, porque esta brújula energética es



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la energía que integra los atributos o cualidades, actitudes y carácter, emociones, habilidades psicosociales, hábitos socio-emocionales y sentimientos, sumado al ego y temperamento. Jesucristo dijo: “…aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón;… ” (Mateo 11.29 – RVR1909). Jesús representa su personalidad de mansedumbre y humildad con el acto simbólico de lavar los pies de sus discípulos (el subrayado es nuestro): “Vosotros me llamáis, Maestro, y, Señor: y decís bien; porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavar los pies los unos á los otros. Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis. De cierto, de cierto os digo: El siervo no es mayor que su señor, ni el apóstol es mayor que el que le envió. Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis, si las hiciereis (Juan 13.13 al 17 – RVR1909).

Acerca de la brújula energética para el resultado del comportamiento y la conducta, la orientación como guía y referencia es la Persona de Jesucristo, nuestro Maestro y Señor, establecido por Dios Padre como el ejemplo y modelo de la verdadera perfección y rectitud, el temor de Dios y la separación del mal, Jesús dice: “… Yo soy el camino, y la verdad, y la vida: nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14.6 – RVR1909). Cuando Dios hace mención de Job, indica que no hay otro como él en la tierra. Así es Jesucristo histórico, como ejemplo y modelo de vida cotidiana para toda la humanidad. Ahora, en estos últimos tiempos, Dios nos habla con el ejemplo y testimonio de vida de su unigénito Hijo Jesucristo (Hebreos 1.1 al 2), su dádiva es vida eterna en Cristo Jesús (Romanos 6.23). En otra época se presentó el ejemplo o testimonio de vida ante la sociedad y civilizaciones, por medio de la fe de Abel, Enoc, Noé, Abraham, Sara, Isaac, Jacob, José, Moisés, entre otros (Hebreos 11.4 al 27):


“Conforme á la fe murieron todos éstos sin haber recibido las promesas, sino mirándolas de lejos, y creyéndolas, y saludándolas, y confesando que eran


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peregrinos y advenedizos sobre la tierra. Porque los que esto dicen, claramente dan á entender que buscan una patria. Que si se acordaran de aquella de donde salieron, cierto tenían tiempo para volverse: Empero deseaban la mejor, es á saber, la celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos: porque les había aparejado ciudad” (Hebreos 11.13 al 16 – RVR1909).

Pero se consideraban peregrinos y advenedizos sobre la tierra, o sea, de paso temporal sin apego a lo terrenal, sino con la mirada puesta en lo celestial, la recompensa y el reconocimiento de la vida eterna. Tal es el caso de Moisés, quien la Escritura Sagrada indica lo siguiente: “Por fe Moisés, hecho ya grande, rehusó ser llamado hijo de la hija de Faraón; Escogiendo antes ser afligido con el pueblo de Dios, que gozar de comodidades temporales de pecado. Teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los Egipcios; porque miraba á la remuneración. Por fe dejó á Egipto, no temiendo la ira del rey; porque se sostuvo como viendo al Invisible” (Hebreos 11.24 al 27 – RVR1909). Según este pasaje Moisés prefiere ser afligido que gozar de las comodidades temporales, porque considera una mayor riqueza en sufrir el vituperio, o sea, la afrenta y deshonra de los ignorantes, a la manera del sufrimiento infligido a Cristo, antes que gozar el disfrute de los tesoros de este mundo, porque su verdadera remuneración estaba puesta en ver por fe al Invisible, para salvación y recompensa de la vida eterna. Jesucristo solicita al Padre el perdón de sus adversarios, porque no saben lo que hacen, posiblemente por causa de altivez, cinismo, confusión, desobediencia, doble moral, duda, escepticismo, ignorancia, impudencia, incredulidad, orgullo, prepotencia o soberbia.


“Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Y partiendo sus vestidos, echaron suertes. Y el pueblo estaba mirando; y se burlaban de él los


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príncipes con ellos, diciendo: A otros hizo salvos: sálvese á sí, si éste es el Mesías, el escogido de Dios. Escarnecían de él también los soldados, llegándose y presentándole vinagre, Y diciendo: Si tú eres el Rey de los Judíos, sálvate á ti mismo. Y había también sobre él un título escrito con letras griegas, y latinas, y hebraicas: ESTE ES EL REY DE LOS JUDIOS. Y uno de los malhechores que estaban colgados, le injuriaba, diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate á ti mismo y á nosotros” (Lucas 23.34 al 39 – RVR1909).

Las mismas leyes civiles establecen que nadie puede alegar desconocimiento de la misma ley, a la hora de rendir cuentas por causa de algún tipo de infracción a la ley. En el caso de la obediencia a la voluntad de Dios Padre, los seres humanos muy convenientemente desplazan y omiten a Dios, para hacer imperar sus propios beneficios, deseos e interés mezquino, en evidente contradicción y desafío descarado a lo establecido por Dios. En Job se dice lo siguiente: “Y respondió Job á Jehová, y dijo: Yo conozco que todo lo puedes, Y que no hay pensamiento que se esconda de ti. ¿Quién es el que oscurece el consejo sin ciencia? Por tanto yo denunciaba lo que no entendía; Cosas que me eran ocultas, y que no las sabía. Oye, te ruego, y hablaré: Te preguntaré, y tú me enseñarás. De oídas te había oído; Mas ahora mis ojos te ven. Por tanto me aborrezco, y me arrepiento En el polvo y en la ceniza” (Job 42.1 al 6 – RVR1909). Job, con todo y su perfección y rectitud, temor de Dios y separación del mal, argumenta sin entender claramente, a pesar del conocimiento oculto y sin saber conscientemente a plenitud, pero llegado el momento con firmeza y seguridad reconoce su incierto conocimiento, en un conocimiento claro y completo en Dios. Job cumple con un proceso de llegar a la plenitud del conocimiento de Dios, también afirma y manifiesta en forma recíproca que ningún pensamiento de cada humano, se escapa ni se esconde de la inevitable presencia de Dios, tampoco el comportamiento o la conducta de cada quien. Así se indica en Salmos 139.1 al 8.



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4) EL CONFLICTO Y LAS PRUEBAS DE LA VIDA


El ser humano tiene la tendencia de vanagloriarse, o sea, jactarse de su actuar y valer debido a sus propios méritos y grandes logros. El conflicto o controversia nace precisamente del choque o colisión de derechos pretendidos por el ser humano, en su propia imaginación, sean derechos bien o mal fundamentados, pero considerado como válidos o verdaderos, según su propia conveniencia o del interés personal. Lo que es construcción de conceptos y creencias para su particular beneficio, establecidas con formalidad y acatamiento colectivo de ciertos grupos o regidas para la sociedad en general.


Así surgen las guerras y luchas de poder sin sentido, porque la pretensión es la supremacía y el dominio comercial, cultural, económico, étnico, financiero, ideológico, idiomático o lingüístico, militar, monetario, religioso, tecnológico y territorial. El dominante predominio cultural de avasallar a otros, con la dependencia por los bienes y servicios, en el caso de la competitividad y del enriquecimiento. Se provoca una adicción y esclavitud, considerada como indispensable para lograr lo que llaman la buena vida del acumulamiento, lujo, opulencia, ostentación y vanidad. La vida es considerada irrelevante, superflua o superficial y a quienes la viven como personas superficiales. También esta vida se estima final o última, sin importar una vida más allá de la presente; por consiguiente se desprecia la existencia de una resurrección. Se tiene en poco el ejemplo de Cristo en su obra de humildad, mansedumbre y sencillez, según su legado de obediencia a Dios para vida eterna. Impera en una sociedad sin Dios, la altivez, arrogancia, orgullo, prepotencia y soberbia, de la irracionalidad de una vida intensamente mala y visceral, con emociones y sentimientos que surgen desde lo más profundo del propio capricho y terquedad para desobedecer a Dios:



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“¿Y por qué nosotros peligramos á toda hora? Sí, por la gloria que en orden á vosotros tengo en Cristo Jesús Señor nuestro, cada día muero. Si como hombre batallé en Efeso contra las bestias, ¿qué me aprovecha? Si los muertos no resucitan, comamos y bebamos, que mañana moriremos. No erréis: las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres. Velad debidamente, y no pequéis; porque algunos no conocen á Dios: para vergüenza vuestra hablo” (1 Corintios 15.30 al 34 – RVR1909).

Se menciona en la descripción del pasaje anterior que algunos no conocen a Dios, o que es lo mismo, no tienen el conocimiento celestial de Dios. Más adelante veremos en otro pasaje, como Jesús amonesta a Pedro en este sentido. Porque trata de persuadir a Jesús, para que no enfrente el conflicto y la prueba que le esperaba. El discípulo se apega solamente a lo terrenal. Jesús menciona en su reacción a Satanás, como sinónimo de adversidad, y lo relaciona con la conciencia de las cuestiones materialistas de los seres humanos, pero con la inconsciencia y desconocimiento de las de Dios. Pedro al tratar de convencer a Jesús, desconoce con este acto el plan y propósito que es celestial de Dios el Padre; se encuentra en una condición de quienes no se dan cuenta del alcance de sus acciones y propuestas, incongruente de voluntad de Dios.


En relación con este conflicto y las pruebas de la vida, anteriormente se menciona el tema de la teoría del paradigma y percepción. Entonces, ¿En pos de quien va la humanidad, a quién siguen con gran devoción en el primer lugar? Si no es a Jesucristo, por consiguiente, es en vano. Si se trata de seguir a otro ser humano se llama antropocentrismo. Si es en pos de Jesucristo, el estudio de su obra y vida, es la cristología y a Jesús como el Mesías celestial, Salvador y Señor, corresponde a un cristocentrismo. La sociedad en general está evocada a la vida cotidiana del afán de una vida sin Cristo, quien es el que verdaderamente da sentido de vida eterna. La sociedad se



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desinteresa de luchar por alcanzar o lograr una vida venidera que sea para vida eterna. Está aturdida y desorientada, con mucho ruido distractor y cortinas de humo, que confunden y desvían de la verdadera atención y enfoque en Jesús. La vida reconocida como de hiper-consumo, es un camuflaje para desechar la mención del nombre de Jesucristo, de manera que por lo general, el mundo se avergüenza del ejemplo y modelo de vida de Jesucristo, se descarta una vida entregada y de servicio al Hijo de Dios. No basta con las habilidades sociales, como la comunicación asertiva, empatía, relaciones interpersonales y la toma de decisiones, para una adecuada convivencia que sea sin Cristo. Se requiere una actitud crítica con cuestionamiento y decisión asertiva, pero espiritual, con un pensamiento y perspectiva que sea crítica y a la vez espiritual. Un desarrollo con las habilidades de comunicación e intelectualidad, con la espiritualidad en Cristo, porque hay una visión integral y espiritual a través de Jesucristo, ya que se obtiene claridad y transparencia de ideas del conocimiento con dominio y precisión especializada o específica transmitida según Jesucristo. Inclusive la capacidad, libertad del criterio espiritual y análisis, estudio e investigación en profundidad:

“Y comenzó á enseñarles, que convenía que el Hijo del hombre padeciese mucho, y ser reprobado de los ancianos, y de los príncipes de los sacerdotes, y de los escribas, y ser muerto, y resucitar después de tres días. Y claramente decía esta palabra… Y llamando á la gente con sus discípulos, les dijo: Cualquiera que quisiere venir en pos de mí, niéguese á sí mismo, y tome su cruz, y sígame… Porque ¿qué aprovechará al hombre, si granjeare todo el mundo, y pierde su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma? Porque el que se avergonzare de mí y de mis palabras en esta generación adulterina y pecadora, el Hijo del hombre se avergonzará también de él, cuando vendrá en la gloria de su Padre con los santos ángeles…” (Marcos 8.31 al 9.1 – RVR1909).


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¿De qué le sirve al ser humano enajenar materialmente y ganar todo el mundo, si pierde posibilidad de la vida eterna? Tampoco la vida eterna se compra con las riquezas. Entonces, ¿qué significa tomar la cruz, negarse a sí mismo y seguir a Jesucristo? Primeramente, llegar a un acuerdo con Cristo, en otras palabras tomar una decisión y renunciar al desacuerdo, es decir, reconocer con sumo grado y respeto la dignidad, santidad y virtud de Jesucristo con exclusividad. Por ejemplo, en el mundo cristiano se inculcan muchas devociones: actos litúrgicos y celebraciones, cierto día de la semana, creencias, íconos - imagen, libros sagrados, líderes religiosos, personajes bíblicos o eclesiásticos. En este caso se presenta un conflicto cuando se sustituye la dedicación y el reconocimiento a la exclusividad de Jesucristo, por otra devoción que desplaza a Cristo del fervor y manifestación externa de los sentimientos. Tomar la cruz de Cristo es que cualquier tipo de devoción sea solamente a Jesucristo, ya sea, por advocación, invocación o por vocación a nuestro Señor, para gloria y honra al Padre.


Aceptar el sufrimiento de Jesucristo en la lucha contra la corrupción del pecado, es acatar, aceptar y reconocer sus principios, valores y virtudes. No nos engañemos, el mundo estaría mejor si practicara y reconociera las enseñanzas y mensaje a plenitud de Jesucristo. La lucha por la defensa de los derechos de las causas consideradas como justas, son las de Jesucristo, demostrada con su muerte y resurrección, porque muchas veces la justicia humana es contraria y subversiva a la justicia de Dios. El enriquecimiento material de algunos, significa que hay escases y empobrecimiento en otros. Este desequilibrio de ausencia del bien común y de la vida en comunidad, demostrado y practicado por Jesucristo, hace que impere un ateísmo entre los extremos. Sin tomar en cuenta a Dios, se incurre en una violencia que genera más violencia. La Biblia dice: “Vanidad y palabra mentirosa aparta de mí. No me des pobreza ni riquezas; Manténme del pan que he menester; No sea que me harte, y te niegue, y diga, ¿Quién es Jehová? O no sea que siendo pobre, hurte, Y blasfeme el nombre de mi Dios” (Proverbios 30.8 al 9 – RVR1909).



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El conflicto de subsistencia y las pruebas de la vida en lo material, es el siguiente: ¿Cómo podría la población mundial, actualmente con alrededor de ocho mil millones de personas, tener indispensablemente lo necesario para la subsistencia? Además de cooperación, solidaridad y generación de fuentes de trabajo honesto y honrado. Entre los medios necesarios se encuentra la práctica del tributo a Dios o diezmo solidario. De manera que cada individuo de la población mundial, en la medida de su posibilidad, comparta de forma independiente y personal, la ayuda directa de la décima parte de sus ingresos permanentes. Así en toda la población se ayuda mutuamente entre sí, en forma recíproca con cualquier conocido, familiar o vecino, que requiera de la asistencia alimentaria o económica, por encontrarse en la condición de entre los más necesitados. Puede ser una práctica semanal, quincenal o mensual, en conformidad con la frecuencia o regularidad de los ingresos percibidos. La idea es que todos vivamos con lo necesario, sin llegar a los extremos de la miseria, de personas habitantes de calle o familias en extremo de empobrecimiento. Aún quienes reciben la ayuda pueden apartar la décima parte del diezmo (Números 18.25 al 30), para compartir con otros en su misma condición o situación económica. Esto es semejante, en forma de analogía, al organizar una comida comunitaria o fraternal, donde todos los asistentes llevan algunas colaboraciones y el alimento preparado, por consiguiente abunda y se multiplica la cantidad o volumen de alimentación, porque alcanza para todos. Al final la comida compartida alcanza para todos los presentes y hasta sobra para llevar al domicilio de cada uno. Esta idea la establece Dios desde tiempos de la tribu de Leví, en el pueblo de Israel, porque los levitas participaban del servicio a Dios sin ser propietarios de tierras o terratenientes, como en el resto de las once tribus, donde se repartieron las tierras para trabajar y vivir. Los levitas solamente poseían pequeñas porciones de tierra exclusivamente para el domicilio y cercanía a sus labores asignadas en el servicio a Dios.


Otro tipo de conflicto, en relación con la espiritualidad, es la escogencia o selección de alguna reunión, de las muchas



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organizaciones existentes de iglesias locales y nacionales, ya sea, congregacionales, denominacionales o eclesiásticas para participar o pertenecer fielmente. En el mundo todas estas organizaciones son necesarias para dar a conocer a Cristo. Cada agrupación es útil como primer paso en la transición de lo natural a lo espiritual, hasta completar el proceso de llegar al nivel del conocimiento celestial. Aunque advertimos acerca del fraccionamiento cristiano, con sus múltiples confesiones y puntos de fe, creencias y dogmas, muchas veces conflictivas, controversiales, discrepantes, disonantes y polémicas. Algún tipo de confabulación, complot e intriga. A pesar de esto, se considera su existencia como necesaria para llevar la palabra de Dios a todas partes del mundo, tener grupos y lugares físicos de congregación o reunión, es una forma organizada de socializar espiritualmente, tener armonía y comunión con otras personas afines al cristianismo, promover el evangelio hasta lo último del planeta y dar a conocer a Jesucristo a todas las naciones, practicar el simbolismo del bautismo en la aceptación de Cristo como Señor y único Salvador, analizar y estudiar periódicamente la palabra de Dios en comunidad. Además de otras actividades relacionadas con el quehacer y movimiento eclesiástico, difusión, distribución y publicación de literatura afín y la programación de información en sitios web. La reunión presencial o virtual a través de Internet.

También las organizaciones de grupos congregacionales, denominacionales y eclesiásticas, son necesarias para tener el apoyo de otras personas, a la hora de enfrentar el conflicto y las pruebas inevitables que ofrece necesariamente el diario vivir, que comúnmente son vicisitudes para superación, sean adversas o prósperas en lo espiritualmente. La práctica de la consideración, empatía, equidad, justicia, respeto, solidaridad y transparencia, de forma clara, cristalina, limpia y pura. El establecimiento de grupos de estudio bíblico local, posibilita mejorar el comportamiento y conducta de sus integrantes. Esto contribuye a mejorar la sociedad, con el ejemplo, modelo y testimonio de vida en comunidad espiritual, contrario a las malas costumbres y los vicios. Lo que también comúnmente



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se llama vida de mundanalidad, del mundo humano más que de Cristo: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, la concupiscencia de la carne, y la concupiscencia de los ojos, y la soberbia de la vida, no es del Padre, mas es del mundo. Y el mundo se pasa, y su concupiscencia; mas el que hace la voluntad de Dios, permanece para siempre” (1 Juan 1.15 al 17 – RVR1909).

La divulgación, promoción y práctica de los principios y valores de Jesucristo, permite a sus seguidores ser mejores personas, aunque parezca una utopía la perfección de las personas. Jesús con su vida como ser humano demostró la capacidad y posibilidad de que otros humanos practiquen su enseñanza y mensaje, para caminar en la obediencia y el proceso de la perfección durante la cotidianidad. La historia cristiana del pasado, con sus guerras y masacres religiosas, de ninguna manera representa el ejemplo y modelo de vida de Jesucristo y la superación de las pruebas de la vida. Jesús dijo a sus adversarios, los que no creían en él y le resistían:


“Y decíales: Vosotros sois de abajo, yo soy de arriba; vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo. Por eso os dije que moriréis en vuestros pecados: porque si no creyereis que yo soy, en vuestros pecados moriréis. Y decíanle: ¿Tú quién eres? Entonces Jesús les dijo: El que al principio también os he dicho. Muchas cosas tengo que decir y juzgar de vosotros: mas el que me envió, es verdadero: y yo, lo que he oído de él, esto hablo en el mundo. Mas no entendieron que él les hablaba del Padre. Díjoles pues, Jesús: Cuando levantareis al Hijo del hombre, entonces entenderéis que yo soy, y que nada hago de mí mismo; mas como el Padre me enseñó, esto hablo. Porque el que me envió, conmigo está; no me ha dejado solo el Padre; porque yo, lo que á él agrada, hago siempre” (Juan 8.23 al 29 – RVR1909).


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5) LA COMUNIÓN Y EL RESPETO A LA AUTORIDAD DE DIOS


La participación de lo común entre los seres humanos, además de su función de respiración y los componentes del aire, está la importancia de lo que atañe a la tierra donde la vida se desarrolla. En especial debido a que según el Génesis, fuimos creados y formados de la tierra y a la tierra volvemos en el proceso posterior a la muerte: “En el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas á la tierra; porque de ella fuiste tomado: pues polvo eres, y al polvo serás tornado” (Génesis 3.19 – RVR1909). Además se dice: “Y el polvo se torne á la tierra, como era, y el espíritu se vuelva á Dios que lo dió” (Eclesiastés 12.7 – RVR1909). El ser humano cuando muere exhala su último hálito de vida, que es el espíritu de vida, al expeler, o sea, expulsar su aire de sus pulmones y del estómago. Esta expresión también la encontramos en el pasaje de Génesis: “Formó, pues, Jehová Dios al hombre del polvo de la tierra, y alentó en su nariz soplo de vida; y fué el hombre en alma viviente” (Génesis 2.7 – RVR1909). La esencia del ser humano en su función corporal y psíquica, en relación con sus funciones biológicas y fisiológicas, depende del fruto de la tierra y de su respiración, para vivir el proceso de vida natural. Sin embargo, a pesar de este común en lo material, hay una contracorriente en el sentido espiritual, en relación con las prácticas del mundo asociadas a la maldad y al pecado, en contraposición a los principios, valores y virtudes espirituales. Lo espiritual siempre es a contracorriente de la inclinación o tendencia general de dirección, rumbo o sentido de mundo perecedero, apegado más a lo superficial y terrenal.


El enfoque del propósito y sentido de la vida está en el conocimiento y sabiduría celestial de Dios Padre, quien envía



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en su representación a su Hijo Jesucristo, para testificar y transmitir este único conocimiento y sabiduría celestial, que esclarece mediante la iluminación del verdadero propósito y sentido de la vida que nos acerca al Padre: “Jesús le dice: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida: nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14.6 – RVR1909). El propósito y sentido de esta vida es la transición de lo natural a lo trascendente espiritual, para trascender finalmente a lo celestial, sin el apego a lo material y terrenal que enceguece y nubla una forma de vida en Cristo: “Puestos los ojos en al autor y consumador de la fe, en Jesús…” (Hebreos 12.2 – RVR1909). Además: “Si habéis pues resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado á la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra” (Colosenses 3.1 al 2 – RVR1909). El ser humano sin vida de bien espiritual, deja de ser coherente y sensato, confunde el propósito y sentido de la vida, se encuentra desorientado y sin rumbo, absorbido con los siguientes factores que alteran o distorsionan su vivir:

1) Una vida inmersa en el mundo sutil de las conjeturas, creencias, interpretaciones, opiniones, supuestos y teorías, que excluyen el verdadero discipulado práctico en Jesucristo, por causa del fanatismo desenfrenado y las luchas de poder, confabulaciones, conflictos, conspiraciones y controversias, que distraen de forma envolvente a la sociedad en general.


2) Las corrientes, costumbres, gustos, modas, preferencias, tendencias y tradiciones contrarias a la voluntad de Dios, por causa del afán y ansiedad al consumismo que es compulsivo y superfluo, para mantener una apariencia basada en la vanidad, que inclusive genera depresión, estrés y frustración.


3) Los extremismos del sinsentido enriquecimiento absurdo y exacerbado, cuando se presenta el trato de injusticia social, debido a los sistemas del empobrecimiento según la miseria discriminatoria y marginalidad, dominada por la acumulación de riqueza, que son el fruto del producto de avaricia, codicia, derroche, egoísmo, lucro, lujo, opulencia y ostentación.



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Jesucristo es la cautela, discernimiento y prudencia, que con su ejemplo y modelo de vida, transmite las enseñanzas y mensaje suficiente para proceder en el diario vivir, con la cotidianidad necesaria para la salvación y la vida eterna. La demostración de vida comunitaria a favor del bien común, con las ayudas mutuas, cooperación, servicio comunitario, solidaridad, subsidiaridad y voluntariado, tomando en cuenta la dirección de Dios Padre, mediante la obra del discipulado y de evangelización y la acción de energía o poder del Espíritu Santo, contribuyen a una mejor relación de convivencia. Las misiones de albergues comunitarios para locales y migrantes, las asociaciones de beneficencia, bancos de alimentos, becas estudiantiles, las brigadas de urgencias solidarias, centros de atención nutricional infantiles y adultos mayores, comedores estudiantiles, comisiones o comitivas de ayuda social, comités comunitarios, donaciones o donativos por amor y caridad, escuelas de educación primaria y técnica gratuita, filantropía, fundaciones altruistas de bien social, guarderías del cuido infantil, instituciones de ayuda social, ofrendas alimentarias económicas o financieras a los empobrecidos, organizaciones u organismos sin fines de lucro, recolectas de fondos para causas médicas, salubridad y sociales, salones comunitarios, sitios de acopio de materiales reciclables, tributo a Dios o diezmo solidario, sirven para equilibrar entre los que más tienen y los que más necesitan, especialmente cuando entre los habitantes se encuentran en desempleo sin remuneración.


El designio divino establecido por Dios Padre para el ser humano, es que Jesucristo sea el enfoque para las cuestiones de trascendencia entre lo natural, espiritual y celestial. En el principio se altera la armonía, comunión, equilibrio y unidad, tanto en los seres angelicales como posteriormente en los seres humanos. El mensaje bíblico contiene algunas llaves para descubrir este principio y posibilitar una idea del suceso acontecido en el origen del bien y del mal. Dios Padre es el Creador de todo lo existente, inclusive del séquito celestial que le acompaña. Una de sus criaturas primeramente es portador de luz y luego se vuelve su adversario como el ángel



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caído. Para un análisis respectivo se requiere el considerar primeramente a Dios, como el Creador del poder de decisión en todos los seres existentes, previo a la existencia del bien o del mal. Porque es Dios quien establece en sus criaturas la capacidad de tomar decisiones, lo que pasa es que muchas veces la decisión es consecuente de luchas de poder. Por ejemplo, el dominio económico, militar, político, religioso y territorial, las guerras crueles de colonización, con agresión, expansionismo, explotación, invasión geográfica y violencia.

Una decisión puede ser antecedente de una lucha de poder, máxime cuando se trata del ser humano y su afán por el dominio, enriquecimiento, fama, pleitesía, prestigio y reconocimiento, generadores de acumulamiento, egoísmo, envidia y odio, especialmente cuando esto surge reforzado por la arrogancia, el orgullo y la soberbia de quienes dirigen y gobiernan. Obsérvese su similitud con el caso del ángel caído. Por lo general se concluye, final de enojo, ira, resentimiento y venganza, ya sea del individuo o de la manifestación de los pueblos. Esto se presenta en el ángel caído: “¡Cómo caiste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana! Cortado fuiste por tierra, tú que debilitabas las gentes. Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo, en lo alto junto á las estrellas de Dios ensalzaré mi solio, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del aquilón; Sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo” (Isaías 14.12 al 14 – RVR1909). Mi solio, se refiere o significa la semejanza a Dios en el trono en la perpetuidad de autoridad, gobierno y poder, en lugar de la semejanza a Dios, en la consagración y la santidad, para la conservación de una perfección. Esto se demuestra cuando dicho ángel caído, en lugar de un arrepentimiento, conversión y resarcimiento genuino, influye primeramente en Adán y Eva para perpetuar el mal y el pecado en la humanidad. Parece un acto de represalia a Dios: “Mas temo que como la serpiente engaño á Eva con su astucia, sean corrompidos así vuestros sentidos en alguna manera, de la simplicidad que es en Cristo” (2 Corintios 11.3 – RVR1909) y luego en Caín, quien mata a su hermano Abel: “Y habló Caín á su hermano Abel: y



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aconteció que estando ellos en el campo, Caín se levantó contra su hermano Abel, y le mató” (Génesis 4.8 – RVR1909).

La decisión es solamente una decisión, su implicación en bien o mal la determina la consecuencia de la decisión, por esta razón el conocimiento aporta las herramientas teóricas necesarias para tomar una decisión; y la sabiduría provee la capacidad de aprovechar o utilizar dicho conocimiento a la hora de tomar una decisión en la experiencia de la práctica. Por consiguiente conocimiento y sabiduría van de la mano e interactúan entre sí. Por lo tanto, Dios de ninguna manera establece el defecto, imperfección o pecado en su creación, sino la facultad del poder de decisión de su creación, con la capacidad en sus criaturas de asumir las consecuencias y responsabilidades de las acciones propias. Jesucristo dijo:

“Ningún siervo puede servir á dos señores; porque ó aborrecerá al uno y amará al otro, ó se allegará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir á Dios y á las riquezas. Y oían también todas estas cosas los Fariseos, los cuales eran avaros, y se burlaban de él. Y díjoles: Vosotros sois los que os justificáis á vosotros mismos delante de los hombres; mas Dios conoce vuestros corazones; porque lo que los hombres tienen por sublime, delante de Dios es abominación” (Lucas 16.13 al 15 – RVR1909).

Si Dios es el Creador del poder de decisión o elección en sus seres creados, tanto los seres angelicales, como seres humanos, entonces ¿Cuándo y con quienes surge la función del temperamento? El pasaje mencionado anteriormente indica que Dios conoce nuestros corazones. La dureza o flexibilidad de corazón es determinado por el temperamento, que contiene un dispositivo de código energético inactivo en la memoria energética del temperamento. El mismo se activa solamente por disposición del llamado de Dios, por esta razón



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está escrito que si oyereis hoy su voz no endurezcáis vuestros corazones, según el temperamento (el subrayado es nuestro):

“Por lo cual, como dice el Espíritu Santo: Si oyereis hoy su voz, No endurezcáis vuestros corazones Como en la provocación, en el día de la tentación en el desierto, Donde me tentaron vuestros padres; me probaron, Y vieron mis obras cuarenta años. A causa de lo cual me enemisté con esta generación, Y dije: Siempre divagan ellos de corazón, Y no han conocido mis caminos. Juré, pues, en mi ira: No entrarán en mi reposo. Mirad, hermanos, que en ninguno de vosotros haya corazón con engaño de pecado: Antes exhortaos los unos á los otros cada día, entre tanto que se dice Hoy; porque ninguno de vosotros se endurezca con engaño de pecado: Porque participantes de Cristo somos hechos, con tal que conservemos firme hasta el fin el principio de nuestra confianza; Entre tanto que se dice: Si oyereis hoy su voz, No endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación. Porque algunos de los que habían salido de Egipto con Moisés, habiendo oído, provocaron, aunque no todos. Mas ¿con cuáles estuvo enojado cuarenta años? ¿No fué con los que pecaron, cuyos cuerpos cayeron en el desierto? ¿Y á quiénes juró que no entrarían en su reposo, sino á aquellos que no obedecieron? Y vemos que no pudieron entrar á causa de incredulidad” (Hebreos 3.7 al 19 – RVR1909).

La fe de y en Jesucristo es el detonante para activar el código energético de la memoria energética del temperamento, es lo que llamamos aceptar a Cristo como único Salvador y Señor. Este reposo que se hace alusión en el pasaje anterior es Jesucristo mismo como el Conocimiento Celestial, quien es la llave del corazón y del reino: “He aquí, yo estoy á la puerta y llamo: si alguno oyere mi voz y abriere la puerta, entraré á él, y cenaré con él, y él conmigo. Al que venciere, yo le daré que se



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siente conmigo en mi trono; así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice á las iglesias” (Apocalipsis 3.20 al 22 – RVR1909). Tanto Dios Padre como nuestro Señor Jesucristo su Hijo, son respetuosos de la capacidad de poder de decisión de los seres creados, por este motivo a pesar de tanta corrupción, destrucción y maldad, la humanidad continúa existiendo en espera de mejores decisiones. Pero si el ser humano persiste en evadir su responsabilidad de escuchar a Jesucristo, y en mantener cerrada la puerta, entonces se finalizarán las oportunidades a las que se tiene la opción de acceder, entre tanto oyere su voz sin endurecer su corazón:

“Mas la justicia que es por la fe dice así: No digas en tu corazón: ¿Quién subirá al cielo? (esto es, para traer abajo á Cristo:) O, ¿quién descenderá al abismo? (esto es, para volver á traer á Cristo de los muertos.) Mas ¿qué dice? Cercana está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta es la palabra de fe, la cual predicamos: Que si confesares con tu boca al Señor Jesús, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia; mas con la boca se hace confesión para salud” (Romanos 10.6 al 10 – RVR1909).

Adán y Eva eran portadores del poder de decisión, pero simultáneamente contenían el temperamento con la patología de la duda e indecisión connatural (congénita) al obedecer a Dios. Así es genéticamente en toda la existencia de la humanidad, la duda e indecisión al obedecer a Dios, es propia de la naturaleza del ser humano desde su formación en la concepción y gestación. Esto de ninguna manera significa que al dar origen a un nuevo ser, y que en el momento de nacer sea bueno o malo, sino que la duda e indecisión se lleva consigo para que se cumpla y manifieste el



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llamado con vocación santa: “Que nos salvó y llamó con vocación santa, no conforme á nuestras obras, mas según el intento suyo y gracia, la cual nos es dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos, Mas ahora es manifestada por la aparición de nuestro Salvador Jesucristo, el cual quitó la muerte, y sacó á la luz la vida y la inmortalidad por el evangelio” (2 Timoteo 1.9 al 10 – RVR1909). Se dice en este pasaje que nos es dada la gracia en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos presentes. Recordemos que Jesucristo fue engendrado por obra del Espíritu Santo en esta vida, pero ya preexistía en la vida anterior como jefe de ángeles e Hijo primogénito y unigénito de la creación de Dios Padre.

Así la humanidad viene a esta vida biológica y natural, por primera vez encarnada en ser humano y está establecido que se muere una vez y después el juicio final: “Y de la manera que está establecido á los hombres que mueran una vez, y después el juicio” (Hebreos 9.27 – RVR1909). También hay un componente energético, de la memoria energética del ser humano que tiene una preexistencia, similar al caso de Jesucristo, pero en relación con los ángeles indecisos, para reconciliar los indecisos de la tierra con los fieles del cielo:


“Dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la suerte de los santos en luz: Que nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo; En el cual tenemos redención por su sangre, la remisión de pecados: El cual es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda criatura. Porque por él fueron criadas todas las cosas que están en los cielos, y que están en la tierra, visibles é invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fué criado por él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y por él todas las cosas subsisten: Y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia; él que es el principio, el primogénito de los muertos, para que en todo tenga el primado. Por cuanto


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agradó al Padre que en él habitase toda plenitud, Y por él reconciliar todas las cosas á sí, pacificando por la sangre de su cruz, así lo que está en la tierra como lo que está en los cielos” (Colosenses 1.12 al 20 – RVR1909).

Otro pasaje hace alusión y referencia tanto de lo que está en los cielos como de lo que está en la tierra:


“Que sobreabundó en nosotros en toda sabiduría é inteligencia; Descubriéndonos el misterio de su voluntad, según su beneplácito, que se había propuesto en sí mismo, De reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra: En él digo, en quien asimismo tuvimos suerte, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el consejo de su voluntad, Para que seamos para alabanza de su gloria, nosotros que antes esperamos en Cristo” (Efesios 1.8 al 12 – RVR1909).

La idea de que los seres humanos tienen un antecedente como la procedencia de entre los ángeles indecisos, es una creencia de conocimiento muy antiguo, con mucho sentido en la explicación del propósito de la existencia del ser humano. Esto se presenta posterior a los ángeles caídos, para la gran oportunidad de los ángeles indecisos de rectificar y tomar su propia decisión definitiva, en seguir fieles y leales al Hijo.


Jesucristo dijo: “Y les dijo: Yo veía á Satanás, como un rayo, que caía del cielo” (Lucas 10.18 – RVR1909). Se cree que la tercera parte de ángeles se decidieron arrastrar y caer por el ángel que los lideraba en la rebelión “Y su cola arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo, y las echó en tierra” (Apocalipsis 12.4 – RVR1909). La Biblia menciona otro grupo



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de ángeles fieles y leales en su decisión de seguir a Dios, que liderados por el jefe de los ángeles batallaron contra el ángel caído y los ángeles que le seguían: “Y fué hecha una grande batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles lidiaban contra el dragón; y lidiaba el dragón y sus ángeles. Y no prevalecieron, ni su lugar fué más hallado en el cielo. Y fué lanzado fuera aquel gran dragón, la serpiente antigua, que se llama Diablo y Satanás, el cual engaña á todo el mundo; fué arrojado en tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él” (Apocalipsis 12.7 al 9 – RVR1909). Entendemos que hay decididos en ambos bandos, el bien y el mal, cuando se menciona la acción de engañar, se refiere al grupo de los que están indecisos, desde Adán y Eva hasta nuestros días y los que faltan por venir: “Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no seáis acerca de vosotros mismos arrogantes: que el endurecimiento en parte ha acontecido en Israel, hasta que haya entrado la plenitud de los Gentiles” (Romanos 11.25 – RVR1909). La expresión hasta que haya entrado la plenitud, significa que todavía falta completarse en número la cantidad de indecisos, además acerca de la arrogancia, se dice que fue determinante en la decisión del ángel caído, por su soberbia:

“En Edén, en el huerto de Dios estuviste: toda piedra preciosa fué tu vestidura; el sardio, topacio, diamante, crisólito, onique, y berilo, el zafiro, carbunclo, y esmeralda, y oro, los primores de tus tamboriles y pífanos estuvieron apercibidos para ti en el día de tu creación. Tú, querubín grande, cubridor: y yo te puse; en el santo monte de Dios estuviste; en medio de piedras de fuego has andado. Perfecto eras en todos tus caminos desde el día que fuiste criado, hasta que se halló en ti maldad. A causa de la multitud de tu contratación fuiste lleno de iniquidad, y pecaste: por lo que yo te eché del monte de Dios, y te arrojé de entre las piedras del fuego, oh querubín cubridor. Enaltecióse tu corazón á causa de tu hermosura, corrompiste tu sabiduría á causa de tu resplandor: yo


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te arrojaré por tierra; delante de los reyes te pondré para que miren en ti” (Ezequiel 28.13 al 17 – RVR1909).

El pasaje mencionado anteriormente es una analogía o comparación entre un rey en relación con el ángel caído. Se menciona el enaltecimiento del corazón, y como escenario el Edén, el huerto de Dios. El Árbol de la Decisión es el mismo Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal presente en el Edén: “Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y le puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase. Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto comerás; Mas del árbol de ciencia del bien y del mal no comerás de él; porque el día que de él comieres, morirás” (Génesis 2.15 al 17 – RVR1909). La decisión es simplemente una determinación, su resultado es la consecuencia de bien o de mal, según sea congruente con la voluntad requerida de Dios. Antes de todo, es necesario saber que la voluntad de Dios es buena, justa y santa, de manera que su infracción establece el mal proceder, del comportamiento y conducción de las acciones. Jesucristo es la verdad que nos hace libres: “Y decía Jesús á los Judíos que le habían creído: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; Y conoceréis la verdad, y la verdad os libertará” (Juan 8.31 al 32 – RVR1909). Por esta razón Jesucristo se representa con el Árbol de la Vida:


“Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es como uno de Nos sabiendo el bien y el mal: ahora, pues, porque no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre: Y sacólo Jehová del huerto de Edén, para que labrase la tierra de que fué tomado. Echó, pues, fuera al hombre, y puso al oriente del huerto de Edén querubines, y una espada encendida que se revolvía á todos lados, para guardar el camino del árbol de la vida” (Génesis 3.22 al 24 – RVR1909).


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6) EL ARREPENTIMIENTO, CONVERSIÓN Y RESARCIMIENTO


El arrepentimiento, conversión y resarcimiento son las condiciones de un mismo proceso, a la vez son requisitos indispensables entre sí para posibilitar la función de armonía, equilibrio y sensatez en la relación de obediencia a Dios. Por ejemplo, sin el exigido arrepentimiento no hay estrictamente la debida conversión, por consiguiente, sin conversión no existe la reciprocidad del arrepentimiento. El resarcimiento es el resultado final de la combinación del arrepentimiento y la conversión, para la reparación del daño causado. Esto se puede presentar de diversas formas o posibilidades, para no volver a cometer el mismo daño, desde una disculpa privada o pública, encausar la afectación y normalizar el daño o hasta un reconocimiento monetario, que compense o mitigue el daño provocado. Jesucristo dijo: “No, os digo; antes si no os arrepintiereis, todos pereceréis igualmente” (Lucas 13.3 y 5 – RVR1909). El primer paso del arrepentimiento es enfrentar la duda e indecisión al obedecer a Dios, duda e indecisión de la que somos portadores. La escusa o pretexto de que cada quien toma su decisión personal o propia cuando quiera, pretende justificar y posponer una decisión para otra ocasión. Algunos alegan arrepentirse en la vejez o previo a la agonía.


Estos argumentos son engañosos y evasivos, para evadir el compromiso y responsabilidad ante la obediencia a Dios. Otra disculpa injustificada es decir y hacer valer las creencias propias o religiosas, como absolutas, suficientes y únicas, sin importar si son contrarias a Jesucristo, solamente basadas en respetar y que le respeten sus creencias personales. Jesús dijo: “Porque el que se avergonzare de mí y de mis palabras en esta generación adulterina y pecadora, el Hijo del hombre se



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avergonzará también de él, cuando vendrá en la gloria de su Padre con los santos ángeles” (Marcos 8.38 – RVR1909).

En todo momento la voluntad de Dios es buena, justa y santa, la cual de ninguna manera podemos rechazar y seguir o continuar impunes. La Biblia dice: “No os engañeis: Dios no puede ser burlado: que todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna. No nos cansemos, pues, de hacer bien; que á su tiempo segaremos, si no hubiéremos desmayado” (Gálatas 6.7 al 9 – RVR1909). La contrición es el arrepentimiento de la persona por ser quien es y por ofender a Dios: “… fuisteis contristados para arrepentimiento; porque habéis sido contristados según Dios,... Porque el dolor que es según Dios, obra arrepentimiento saludable…” (2 Corintios 7.9 al 10 – RVR1909). Hay un genuino remordimiento de dolor, inquietud y pesar, que se corrige y rectifica sin volver a pecar.


El arrepentimiento es un sentimiento de dolor anímico; la persona lucha contra su propia resistencia temperamental, hasta lograr las acciones correctivas, para consecuentemente enmendar el daño a través del resarcimiento. ¿De qué se requiere el arrepentimiento del ser humano por ser quien es? Los actos, comportamientos y conductas permiten comprobar el irrespeto y odio a Dios, debido al pensamiento incoherente de fundamentos, ideas y sistemas contrarios a su autoridad, a la identidad, la obediencia y el reconocimiento al Señor Jesucristo, que niegan la injerencia de Dios en nuestras vidas y justifican una vida de libertinaje descontrolada y salvaje.


El ser humano que discrimina, excluye y margina la voluntad de Dios, se aferra en el contexto del conocimiento natural, cuando se esfuerza y trata de cambiar o transformar al conocimiento espiritual, pero se queda enfrascado en una mezcla entre lo natural y lo espiritual, a pesar de toda su atención e interés, se bloquea y estanca, sin poder trascender finalmente a lo celestial. La Biblia dice: “Pero si tenéis envidia



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amarga y contención en vuestros corazones, no os gloriés, ni seáis mentirosos contra la verdad: Que esta sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino terrena, animal, diabólica. Porque donde hay envidia y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa” (Santiago 3.14 al 16 – RVR1909). El arrepentimiento, conversión y resarcimiento para cumplir a plenitud su efecto, además de su transición del conocimiento natural al espiritual, se ayuda con trascender al conocimiento celestial en Jesucristo, según el árbol de la vida del Edén.

El Edén muestra tres tipos de conocimiento, figurativo o simbólico, representado en los árboles, a saber: los árboles del huerto, el árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal: “Y había Jehová Dios plantado un huerto en Edén al oriente, y puso allí al hombre que había formado. Y había Jehová Dios hecho nacer de la tierra todo árbol delicioso á la vista, y bueno para comer: también el árbol de vida en medio del huerto, y el árbol de ciencia del bien y del mal” (Génesis 2.8 al 9 – RVR1909). Dios establece el inicio del conocimiento natural al decir: “Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y le puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase. Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto comerás” (Génesis 2.15 al 16 – RVR1909).


El conocimiento espiritual en el Edén se muestra de la siguiente manera: “Mas del árbol de ciencia del bien y del mal no comerás de él; porque el día que de él comieres, morirás. Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; haréle ayuda idónea para él” (Génesis 2.17 al 18 – RVR1909). El conocimiento celestial en el Edén se menciona así: “Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es como uno de Nos sabiendo el bien y el mal: ahora, pues, porque no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre: Y sacólo Jehová del huerto de Edén, para que labrase la tierra de que fué tomado. Echó, pues, fuera al hombre, y puso al oriente del huerto de Edén querubines, y una espada encendida que se revolvía á todos lados, para guardar el camino del árbol de la vida” (Génesis 3.22 al 24 – RVR1909).



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Jesucristo hace mención de los tibios, que vienen a ser los indecisos: “Yo conozco tus obras, que ni eres frío, ni caliente. ¡Ojalá fueses frío, ó caliente! Mas porque eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca” (Apocalipsis 3.15 al 16 – RVR1909). Los calientes y los fríos han tomado una decisión y son conscientes de sus consecuencias, mientras los mediocres se estancan y paralizan al ser tibios, se quedan sin movimiento en la energía, fuerza o poder de su ejercicio de decisión. Por ejemplo, tanto los ángeles que se quedan sin decisión, como los ángeles indecisos que se adhieren a los ángeles caídos, sufren la misma sentencia determinada por Dios, donde ya no hay más que decidir, porque lo tibio es mezclar lo caliente con frío, que igualmente representa la muerte espiritual. La segunda muerte y final es el mismo lago de fuego y azufre: “… el lago ardiendo con fuego y azufre, que es la muerte segunda” (Apocalipsis 20.14 y 21.8 – RVR1909).


Cuando en la Biblia se menciona el castigo eterno o por siempre, se refiere a su procedencia según su palabra, ya que procede de Dios que es Eterno. Los frutos y obras cotidianas, retribuye en cada quien las consecuencias de sus acciones, cuando rindan cuentas ante Dios. Lo tibio mezcla lo profano con lo santo, así el nacer de nuevo con el arrepentimiento, conversión y resarcimiento, es vinculante con la condición o estado determinante en la resurrección, ya sea en forma corporal natural o según el cuerpo transformado en celestial:


“Todo árbol que no lleva buen fruto, córtase y échase en el fuego. Así que, por sus frutos los conoceréis. No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos: mas el que hiciere la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre lanzamos demonios, y en tu nombre hicimos mucho milagros? Y entonces les protestaré: Nunca os conocí; apartaos de mí, obradores de maldad” (Mateo 7.19 al 23 – RVR1909).


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Toda la historia de la existencia y la humanidad está presente en la memoria de Dios, quien se representa como el Libro Supremo de la Vida, y también la memoria de cada persona es un libro, con el registro de los recuerdos privados y públicos: “Y vi los muertos, grandes y pequeños, que estaban delante de Dios; y los libros fueron abiertos: y otro libro fué abierto, el cual es de la vida: y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras” (Apocalipsis 20.12 – RVR1909).


La característica o cualidad descriptiva de los muertos sean grandes o pequeños, significa que después de que se complete el juicio inicial, entonces se procede al juicio final, donde los seres humanos resucitan con el mismo cuerpo que tenían cuando murieron. Estas personas de ninguna manera tendrán parte en la vida eterna venidera, porque resucitan con el mismo cuerpo corruptible, para el juicio final y para la condenación de sufrir la segunda muerte para siempre: “Esto empero digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios; ni la corrupción hereda la incorrupción” (1 Corintios 15.50 – RVR1909). El grado del dolor y castigo en el lago de fuego y azufre, al consumir su existencia, será en relación con el grado de contaminación, corrupción, maldad, pecado y vicio, que tanto corporal, como mental, tenía la persona en el momento de morir. Su castigo final es el dolor consciente de la exclusión de las promesas de salvación y vida eterna: “Allí será el llanto y el crujir de dientes, cuando viereis á Abraham, y á Isaac, y á Jacob, y á todos los profetas en el reino de Dios, y vosotros excluídos” (Lucas 13.28 – RVR1909). El dolor llega al máximo cuando la persona en el juicio final observe a sus seres apreciados y parientes cercanos que están en igual condición de castigo y condena, según sus acciones y hechos registrados en su vida.


Tanto en la primera resurrección para vida eterna, como en la segunda resurrección de los que son condenados. La indecisión patológica sin santa voluntad, de cada quien que se enterará de cómo fue conocido en vida ante Dios: “Ahora



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vemos por espejo, en obscuridad; mas entonces veremos cara á cara: ahora conozco en parte; mas entonces conoceré como soy conocido” (1 Corintios 13.12 – RVR1909). La resurrección con el cuerpo trasformado semejante a los seres angelicales, es solamente para quienes tienen su parte en la primera resurrección de salvación y vida eterna: “Mas cuando venga lo que es perfecto, entonces lo que es en parte será quitado” (1 Corintios 13.10 – RVR1909), que corresponde a la segunda venida de nuestro Señor Jesucristo: “Mas los otros muertos no tornaron á vivir hasta que sean cumplidos mil años. Esta es la primera resurrección. Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad en éstos; antes serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años” (Apocalipsis 20.5 al 6 – RVR1909).

Esto de mil años significa que es en el tiempo de Dios: “Mas los cielos que son ahora, y la tierra, son conservados por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio, y de la perdición de los hombres impíos. Mas, oh amados, no ignoréis esta una cosa: que un día delante del Señor es como mil años y mil años como un día” (2 Pedro 3.7 al 8 – RVR1909). El espacio y el tiempo como lo conocemos en la actualidad, existen solamente en esta vida, la siguiente vida es eterna en el tiempo de Dios. En el caso de la referencia al Libro Supremo de Vida como la memoria de Dios, está escrito lo siguiente: “Para que buscasen á Dios, si en alguna manera, palpando, le hallen; aunque cierto no está lejos de cada uno de nosotros: Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos; como también algunos de vuestros poetas dijeron: Porque linaje de éste somos también” (Hechos 17.27 al 28 – RVR1909).


Por medio de Adán y Eva se transfiere y transmite el gen del envejecimiento y muerte. Esta muerte es como un dormir sin sueños y su período dura entre un cerrar y un abrir de ojos: “Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho. Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos. Porque así como en Adam todos mueren, así



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también en Cristo todos serán vivificados. Mas cada uno en su orden: Cristo las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida” (1 Corintios 15.20 al 23). Jesucristo es el único en resucitar y en ascender a los cielos con cuerpo trasformado. Jesús dice que los resucitados serán como ángeles:

“Entonces respondiendo Jesús, les dijo: Los hijos de este siglo se casan, y son dados en casamiento: Mas los que fueren tenidos por dignos de aquel siglo y de la resurrección de los muertos, ni se casan, ni son dados en casamiento: Porque no pueden ya más morir: porque son iguales á los ángeles, y son hijos de Dios, cuando son hijos de la resurrección. Y que los muertos hayan de resucitar, aun Moisés lo enseñó en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor: Dios de Abraham, y Dios de Isaac, y Dios de Jacob. Porque Dios no es Dios de muertos, mas de vivos: porque todos viven á él” (Lucas 20.34 al 38 – RVR1909).

Esta vida conocida como la vida presente, corresponde al juicio inicial de presentar pruebas (el subrayado es nuestro):


“No obstante, reinó la muerte desde Adam hasta Moisés, aun en los que no pecaron á la manera de la rebelión de Adam; el cual es figura del que había de venir. Mas no como el delito, tal fué el don: porque si por el delito de aquel uno murieron los muchos, mucho más abundó la gracia de Dios á los muchos, y el don por la gracia de un hombre, Jesucristo. Ni tampoco de la manera que por un pecado, así también el don: porque el juicio á la verdad vino de un pecado para condenación, mas la gracia vino de muchos delitos para justificación. Porque, si por un delito reinó la muerte por uno, mucho más reinarán en vida por un Jesucristo los que reciben la abundancia de gracia, y


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del don de la justicia (Romanos 5.14 al 17 – RVR1909).

El juicio inicial es el mismo juicio que es previo, donde los justos presentan por la fe y los hechos su demostración de inocencia y justicia, a través de la vida diaria del ser interior indivisible y se integra con acciones, actitudes, actos, aptitud, atributo, carácter, comportamiento, conducta, cualidad, ego, emociones, habilidades psicosociales, hábito socioemocional, intención, personalidad, sentimiento, temperamento, valores, virtudes y la voluntad, junto con los principios adquiridos, inherentes e intrínsecos, que es juicio inicial: “Pero si alguno padece como Cristiano, no se avergüence; antes glorifique á Dios en esta parte. Porque es tiempo de que el juicio comience de la casa de Dios: y si primero comienza por nosotros, ¿qué será el fin de aquellos que no obedecen al evangelio de Dios? Y si el justo con dificultad se salva; ¿á dónde aparecerá el infiel y el pecador? Y por eso los que son afligidos según la voluntad de Dios, encomiéndenle sus almas, como á fiel Criador, haciendo bien” (1 Pedro 4.16 al 19 – RVR1909).


Cuando aparezca el Señor Jesús en su segunda venida, quienes están vivos en el momento, confirmarán su condición o estado ante Dios: “Y ahora, hijitos, perseverad en él; para que cuando apareciere, tengamos confianza, y no seamos confundidos de él en su venida. Si sabéis que él es justo, sabed también que cualquiera que hace justicia, es nacido de él” (1 Juan 2.28 al 29 – RVR1909). Las personas que se encuentran pacíficas y santas al recibir y encontrarse con el Señor, las mismas son transformadas corporalmente, aunque primeramente resucitan los que han muerto con la misma preparación, o sea, los que duermen preparados en el Señor:


“He aquí, os digo un misterio: Todos ciertamente no dormiremos, mas todos seremos transformados. En un momento, en un abrir de ojo, a la final trompeta;


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porque será tocada la trompeta, y los muertos serán levantados sin corrupción, y nosotros seremos transformados. Porque es menester que esto corruptible sea vestido de incorrupción, y esto mortal sea vestido de inmortalidad. Y cuando esto corruptible fuere vestido de incorrupción, y esto mortal fuere vestido de inmortalidad, entonces se efectuará la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte con victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿dónde, oh sepulcro, tu victoria?” (1 Corintios 15.51 al 55 – RVR1909).

En la segunda venida de Jesucristo se completa el juicio inicial, una vez completado este inicio procede seguidamente el juicio final. En todo este proceso el juicio empieza desde el acontecimiento del ángel caído, por cierto, un ser celestial, que arrastra la tercera parte de seres angelicales. Luego se replica la misma situación en el caso de Adán y Eva con el resto de los seres humanos, debido a la influencia en el Edén por parte del ángel caído. El motivo de la existencia de la humanidad, es ofrecer una posibilidad a los ángeles indecisos de venir a encarnar como seres terrenales, para tomar una decisión de fidelidad y lealtad al Creador, o de rebeldía tras el ángel caído. Los seres humanos transitan un orden, donde primeramente se manifiesta la condición natural, para pasar seguidamente por el proceso espiritual y finalmente llegar nuevamente a lo celestial, así retornar o volver a ser como eran al principio de todos los tiempos en el séquito celestial:


“Así también está escrito: Fué hecho el primer hombre Adam en ánima viviente; el postrer Adam en espíritu vivificante. Mas lo espiritual no es primero, sino lo animal; luego lo espiritual. El primer hombre, es de la tierra, terreno: el segundo hombre, que es el Señor, es del cielo. Cual el terreno, tales también los terrenos; y cual el celestial, tales también los celestiales…” (1 Corintios 15.45 al 49 – RVR1909).


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7) LA ESTABILIDAD, MADUREZ Y PERSEVERANCIA


En el principio existe la armonía y comunión con Dios, un orden perfecto entre los seres celestiales con su Creador, pero sucede una dubitación que requiere la estabilidad de volver a la posición de equilibrio inicial: “En el principio crió Dios los cielos y la tierra. Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la haz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la haz de las aguas. Y dijo Dios: Sea la luz: y fué la luz” (Génesis 1.1 al 3 – RVR1909). El orden es primero, en sucesión cronológica, luego se presenta la alteración con el desorden, pero ¿por qué además de desordenada, se dice que la tierra estaba vacía? Este vacío tiene un simbolismo, en algunos casos representa la ausencia de Dios. En el caso del ángel caído, significa la arrogancia e inmadurez por presuntuosidad, el alto concepto y vanagloria por cierta belleza, cualidad y jactancia debido al propio valer.


“Perfecto eras en todos tus caminos desde el día que fuiste criado, hasta que se halló en ti maldad. A causa de la multitud de tu contratación fuiste lleno de iniquidad, y pecaste: por lo que yo te eché del monte de Dios, y te arrojé de entre las piedras del fuego, oh querubín cubridor. Enaltecióse tu corazón á causa de tu hermosura, corrompiste tu sabiduría á causa de tu resplandor: yo te arrojaré por tierra; delante de los reyes te pondré para que miren en ti” (Ezequiel 28.15 al 17 – RVR1909).

La alusión anterior al ángel caído comparada con ciertos reyes, nos ofrece la oportunidad de una idea o pista de lo



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sucedido en el principio. Continuando con las analogías o comparaciones, como hemos mencionado en otra ocasión, los seres angelicales solamente ejercen su capacidad de decisión, el resultado de este poder de decisión define el bien o mal como consecuencia. Entonces, ¿cuál es el factor influyente o predominante entre los demás ángeles arrastrados por el ángel caído? Otra analogía o comparación de relación de semejanza, acerca de la envidia (el subrayado es nuestro):

“Hízose, pues, hermoso en su grandeza con la extensión de sus ramas; porque su raíz estaba junto á muchas aguas. Los cedros no lo cubrieron en el huerto de Dios: las hayas no fueron semejantes á sus ramas, ni los castaños fueron semejantes á sus ramos: ningún árbol en el huerto de Dios fué semejante á él en su hermosura. Hícelo hermoso con la multitud de sus ramas; y todos los árboles de Edén, que estaban en el huerto de Dios, tuvieron de él envidia. Por tanto, así dijo el Señor Jehová: Por cuanto te encumbraste en altura, y puso su cumbre entre densas ramas, y su corazón se elevó con su altura” (Ezequiel 31.7 al 10 – RVR1909).

Estas afirmaciones de ninguna manera son categóricas o concluyentes, pero aportan una analogía o comparación para sugerir una posible razón de lo sucedido. Además de explicar la posibilidad del motivo desencadenante en el origen o principio, lo cual concuerda con otro apartado, donde se analiza el origen del bien y del mal, como la combinación entre egoísmo, envidia y odio. En todo caso los ángeles con decisión firme, ya tenían su convicción fuertemente adherida, mientras tanto, los ángeles indecisos al encarnar como seres humanos, tienen todavía la oportunidad de estabilizar su condición, en el sentido de volver a la posición de equilibrio inicial, en armonía y comunión con Dios. Hay una analogía de un adagio de conocimiento antiguo, donde se nos compara



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como chispas desprendidas de la luz de Dios, y en retorno para fusionar nuevamente con la Luz Suprema del Libro Supremo de Vida. La Biblia dice: “Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo” (2 Corintios 4.6 – RVR1909). El proceso imprescindible e inexcusable es lograr la maduración y perseverancia espiritual y estabilidad a plenitud. Se recomienda ser inocentes en la malicia como infantes, pero perfectos en el sentido: “Hermanos, no seáis niños en el sentido, sino sed niños en la malicia: empero perfectos en el sentido” (1 Corintios 14.20 – RVR1909). Esta perfección en el sentido representa lograr una madurez en el juicio o modo de pensar, según el grado de conocimiento, entendimiento y razón capaz de discernir. La madurez está relacionada con la cautela, cortesía, paciencia, pacificación, prudencia, recato y sensatez, de la decencia, honestidad, honradez, modestia y pudor. La perfección en los justos viene a ser como la luz de la aurora: “Mas la senda de los justos es como la luz de la aurora, Que va en aumento hasta que el día es perfecto. El camino de los impíos es como la oscuridad: No saben en qué tropiezan” (Proverbios 4.18 al 19 – RVR1909).

La Biblia indica a Jesucristo como la dimensión, medida, modelo, molde, parámetro y referencia, de la estabilidad de madurez y perseverancia: “Hasta que todos lleguemos á la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, á un varón perfecto, á la medida de la edad de la plenitud de Cristo” (Efesios 4.13 – RVR1909). Jesucristo con su muerte en la cruz, vence con el bien al mal, y expone públicamente la altivez, arrogancia, inmadurez y prepotencia de quienes le condenan y matan, ya sea en relación con el mal ejemplo de los ángeles que cayeron o de los seres humanos que en su indecisión, se deciden por rechazar y dar muerte a Jesús: “Rayendo la cédula de los ritos que nos era contraria, que era contra nosotros, quitándola de en medio y enclavándola en la cruz; Y despojando los principados y las potestades, sacólos á la vergüenza en público, triunfando de ellos en sí mismo”



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(Colosenses 2.14 al 15 – RVR1909). La combinación de poder y conjunto de estabilidad, madurez y perseverancia, conforma la sabiduría y es indispensable para la perfección: “Para que vuestra fe no esté fundada en sabiduría de hombres, mas en poder de Dios. Empero hablamos sabiduría de Dios entre perfectos; y sabiduría, no de este siglo, ni de los príncipes de este siglo, que se deshacen” (1 Corintios 2.5 al 6 – RVR1909). La estabilidad, madurez y perseverancia como la referencia basada en Jesucristo, para que sea en el poder de Dios: “Mas nosotros predicamos á Cristo crucificado, á los Judíos ciertamente tropezadero, y á los Gentiles locura; Empero á los llamados, así Judíos como Griegos, Cristo potencia de Dios, y sabiduría de Dios” (1 Corintios 1.23 al 24 – RVR1909).

La estabilidad, madurez y perseverancia contribuye con el proceso de perfección, porque el ser humano es imperfecto pero es perfectible en Jesucristo: “Hermanos, yo mismo no hago cuenta de haber lo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome á lo que está delante, Prosigo al blanco, al premio de la soberana vocación de Dios en Cristo Jesús. Así que, todos los que somos perfectos, esto mismo sintamos: y si otra cosa sentís, esto también os revelará Dios” (Filipenses 3.13 al 15 – RVR1909). Ser estable emocional con estabilidad espiritual, es necesario para conservar o mantener un equilibrio. La madurez que se logra, permite una mejora continua o permanente, porque la perseverancia posibilita llegar hasta el final con la constancia suficiente: “Mas el que perseverare hasta el fin, éste será salvo” (Mateo 24.13 – RVR1909). Algunas personas ni con la longevidad maduran como mejores personas, toda la vida son groseras, iracundas, irrespetuosas, sarcásticas y violentas, actúan siempre con doble intención o mala fe, de ninguna manera reflejan la madurez en Cristo: “Toda amargura, y enojó, é ira, y voces, y maledicencia sea quitada de vosotros, y toda malicia” (Efesios 4.31 – RVR1909). También la Biblia dice: “Mas ahora, dejad también vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia, maledicencia, torpes palabras de vuestra boca. No mintáis los unos á los otros, habiéndoos despojado



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del viejo hombre con sus hechos, Y revestídoos del nuevo, el cual por el conocimiento es renovado conforme a la imagen del que lo crió” (Colosenses 3.8 al 10 – RVR1909).

Nuestra insistencia del relato de lo acontecido al ángel caído, sirve para tomar conciencia de absorber y aprender los antecedentes bíblicos, por ejemplo, el valor de la esperanza y de la paciencia; porque todo lo transmitido en la Biblia ha sido un ejemplo útil para la posteridad: “Porque las cosas que antes fueron escritas, para nuestra enseñanza fueron escritas; para que por la paciencia, y por la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza. Mas el Dios de la paciencia y de la consolación os dé que entre vosotros seáis unánimes según Cristo Jesús” (Romanos 15.4 al 5 – RVR1909). La perseverancia del propósito por la perfección sí es factible y realizable entre los seres humanos: “Sabiendo que la prueba de vuestra fe obra paciencia. Mas tenga la paciencia perfecta su obra, para que seáis perfectos y cabales, sin faltar en alguna cosa” (Santiago 1.3 al 4 – RVR1909). El pretexto de una vida sin la posibilidad de perfección, es injustificable en quienes pretenden excusar su impotencia de perfeccionar su vida en Jesucristo. Esto se dice y hace para eludir o evadir cualquier tipo de compromiso, dificultad, fidelidad, obligación y responsabilidad ante Dios, máxime cuando predomina en la persona la inestabilidad, inmadurez e inconstancia. La Divina Providencia celestial, está en Dios Padre y en Jesucristo, por los siglos de los siglos, en la relación de armonía, comunión y confianza, tanto con Dios el Padre, como mediante su Hijo amado Jesucristo, quien es nuestro Salvador y Señor.


Amén. Así sea. Por lo tanto, la estabilidad, madurez y perseverancia, están relacionadas en su conjunto como un verdadero proceso de perfección, sumado a la esperanza y la paciencia. Tal perfección por Jesucristo como ser humano, fue demostrada con la capacidad de lograr perfección que sea ejemplo y modelo de que sí es posible ser fiel y obediente para la gloria y honra al Padre: “Por lo cual Salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, Y no toquéis lo inmundo; Y yo os recibiré, Y seré á vosotros Padre, Y vosotros me seréis á mí hijos é hijas, dice el Señor Todopoderoso. Así que, amados, pues tenemos tales promesas, limpiémonos de toda inmundicia de carne y de espíritu, perfeccionando la santificación en temor de Dios” (2 Corintios 6.17 al 7.1 – RVR1909).



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8) LA PERVERSIDAD DIVERSA: ARROGANCIA, DESVERGÜENZA E INSOLENCIA


La procacidad significa el atrevimiento, desvergüenza e insolencia. La persona procaz no tiene pudor, ya que carece de decencia y dignidad en los actos. La perversidad diversa es el mayor grado de la corrupción, inmoralidad y maldad, del modo habitual de conducirse y proceder. La maldad se ha multiplicado (Mateo 24.12), y ha alcanzado dimensiones de calidades, costumbres y cualidades, que han dado forma al carácter distintivo de las personas, pueblos y hasta naciones. Estas prácticas han sido tan habituales y de conocimiento público, que han adquirido fuerza e inherencia de norma o precepto, inclusive hasta con justificación y respaldo legal. La Biblia dice: “Teniendo apariencia de piedad, mas habiendo negado la eficacia de ella: y á éstos evita. Porque de éstos son los que se entran por las casas, y llevan cautivas las mujercillas cargadas de pecados, llevadas de diversas concupiscencias; Que siempre aprenden, y nunca pueden acabar de llegar al conocimiento de la verdad” (2 Timoteo 3.5 al 7 – RVR1909). La falta de las buenas prácticas de santidad.


El Apocalipsis o Revelación representa la inmoralidad con el símbolo de la prostitución: “Y él me dice: Las aguas que has visto donde la ramera se sienta, son pueblos y muchedumbres y naciones y lenguas” (Apocalipsis 17.15 – RVR1909). Hay una confrontación entre la sociedad civil mundial y natural con el ámbito espiritual, límite para la trascendencia a la dimensión celestial. Las personas, pueblos y naciones presentan una apariencia de piedad, pero con sus hechos históricos de injusticia han negado su fiel eficacia.



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La sociedad siempre aprende con la historia y nunca llega al conocimiento de la verdad del Espíritu Santo, porque reiteradamente cometen los mismos actos de aniquilaciones, conquistas, exterminios, genocidios, guerras y masacres. Estos nunca aprenden la sana doctrina, porque la sana doctrina es Jesucristo mismo, su vida ejemplar, enseñanza, mensaje y modelo de vida, principios, valores y virtudes.


Dimensiones de Conocimiento


La figura anterior muestra los tres tipos de dimensiones en el conocimiento, a saber, la base inferior es la dimensión natural, el escalón intermedio como la dimensión espiritual y el área superior como la dimensión de conocimiento celestial. El pasaje mencionado anteriormente describe la cautividad del pecado, como la diversidad de concupiscencias. Lo diverso significa los distintos, muchos y variados apetitos y deseos desordenados de placeres deshonestos y terrenales. El ser humano incluye una constitución física, mental y social - emocional. Estos componentes estructuran la dimensión natural de los seres humanos visualizados en el evangelio de Jesucristo. Los cuatro evangelios: Mateo, Marcos, Lucas y Juan, presentan el fundamento necesario, con un análisis y estudio en profundidad de la transmisión de las enseñanzas y mensajes de Jesucristo, indispensable en la transición de lo natural a espiritual y meta celestial. Se consigue la finalidad de la dimensión celestial: “Que también las mismas criaturas serán libradas de la servidumbre de corrupción en la libertad gloriosa de los hijos de Dios” (Romanos 8.21 – RVR1909).



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El desacato, infidelidad e incumplimiento del evangelio de Jesucristo, es la arrogancia, desvergüenza e insolencia del ser humano en general, impera la justificación y tolerancia a la práctica contraria a Cristo: “Esto también sepas, que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos: Que habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, detractores, desobedientes á los padres, ingratos, sin santidad, Sin afecto, desleales, calumniadores, destemplados, crueles, aborrecedores de lo bueno, Traidores, arrebatados, hinchados, amadores de los deleites más que de Dios” (2 Timoteo 3.1 al 4 – RVR1909). La arrogancia de la persona sin Cristo, es la altivez y orgullo de una vida autosuficiente e independiente de Jesucristo, la desvergüenza es la descarada reiteración de faltas a la moral, hábitos deshonestos, malas costumbres sin pudor, pecado y vicios degenerados y nocivos, pero muchas veces son legalizados, aunque sin valor alguno contra los apetitos y deseos carnales de corrupción y pecado:


“Pues si sois muertos con Cristo cuanto á los rudimentos del mundo, ¿por qué como si vivieseis al mundo, os sometéis á ordenanzas, Tales como, No manejes, ni gustes, ni aun toques, (Las cuales cosas son todas para destrucción en el uso mismo), en conformidad á mandamientos y doctrinas de hombres? Tales cosas tienen á la verdad cierta reputación de sabiduría en culto voluntario, y humildad, y en duro trato del cuerpo; no en alguna honra para el saciar de la carne” (Colosenses 2.20 al 23 – RVR1909).

La cantidad de población mundial se calcula alrededor de ocho mil millones de personas, de las cuales se considera que solamente entre dos a tres de cada ocho personas, son las que se hacen llamar cristianos. Esto equivale entre dos mil y tres mil millones, pero la mayoría sigue a Jesucristo a través de los dictados de la religión, con su propia legislación. La sociedad civil tiene sus normas, reglas y leyes propias, así



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cada religión, sea cristiana o sin ser cristiana, tiene también establecidas sus normas, reglas y leyes religiosas. En relación con la vida eterna, cuando niegan a Jesucristo, el mundo ofrece falsas esperanzas y promesas, a pesar de las supuestas buenas intenciones, porque lo fidedigno que se espera y las verdaderas promesas aceptan y reconocen a nuestro Señor: “Ahora pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme á la carne, mas conforme al espíritu. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte” (Romanos 8.1 al 2 – RVR1909). La religión cristiana es para la evangelización y mostrar a Jesucristo: “El que dice que está en él, debe andar como él anduvo” (1 Juan 2.6 – RVR1909).

Jesucristo de ninguna manera vino con la finalidad de llevarnos como Camino a una religión, porque a quien nos lleva en consagración y santidad, es a Dios el Padre: “Jesús le dice: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida: nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14.6 – RVR1909). Históricamente la ambición y luchas de poder, tanto del mundo como de la religión han obstruido la justicia y obra de Jesucristo, sus acciones y luchas de autoridad jerárquica de poder, en nada se parecen a Cristo en el amor, humildad, mansedumbre y servicio; una verdadera vida de servicio comunitario y social, sin ningún tipo de práctica de corrupción, maldad, pecado o vicio. Aún así, en la actualidad y modernidad, la humanidad y su antropocentrismo, dan su vida por amor al consumismo desenfrenado, al dinero, al expansionismo militar y territorial, a la patria, al poder, a la riqueza, entre otros, en lugar de dar su vida en amor y servicio a Jesucristo. La resignación de disponerse en las manos de Dios Padre a través de su Hijo: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, la concupiscencia de la carne, y la concupiscencia de los ojos, y la soberbia de la vida, no es del Padre, mas es del mundo. Y el mundo se pasa, y su concupiscencia; mas el que hace la voluntad de Dios, permanece para siempre” (1 Juan 2.15 al 17 – RVR1909).



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El pecado está en aquel que sabe hacer lo bueno, pero se queda sin el ejercicio del bien, sin hacer la voluntad de Dios practicada por Jesucristo: “Y no sabéis lo que será mañana. Porque ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es un vapor que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece. En lugar de lo cual deberíais decir: Si el Señor quisiere, y si viviéremos, haremos esto ó aquello. Mas ahora os jactáis en vuestras soberbias. Toda jactancia semejante es mala. El pecado, pues, está en aquel que sabe hacer lo bueno, y no lo hace” (Santiago 4.14 al 17 – RVR1909). La inmediatez impera en la sociedad, el supuesto éxito inmediato en el enriquecimiento, progreso y prosperidad, deslumbra, esclaviza y ocupa al mundo entero, de manera que excluyen a Jesucristo de sus vidas. Por otra parte, en el otro extremo de la población, el empobrecimiento, escases, necesidad, trae consigo la angustia, ansiedad, dolor y sufrimiento, que ofusca a un razonamiento sin lucidez. La persona se estanca y paraliza mentalmente, sin saber qué hacer, tener hambre y ver a los hijos sin comestibles, el desempleo, no tener donde vivir y un techo donde guarecer, vivir en la calle, caminar grandes distancias y recorrer zonas peligrosas, por causa de la migración humana en busca de trabajo y un mejor porvenir, familiar y personal. Este extremo también ocupa a la gente en desesperación, de manera que no se tiene espacio ni tiempo para agradecer a Jesucristo.


¿Cómo ocuparse de Jesucristo en las buenas y en las malas? Hay culturas, sociedades y naciones que conforme están mejor en lo económico, financiero, laboral y material, menos sienten o tienen necesidad de Jesucristo. En estos países las infraestructuras utilizadas como iglesias, están disminuyendo, eliminando o transformando en apartamentos, bibliotecas y locales comerciales. Otras culturas, sociedades o naciones, arruinadas y endeudadas por la esclavitud de la usura, y por la explotación de su riqueza mineral y natural, sin beneficio en sus propias economías, absorbidos por la corrupción, decadencia, inseguridad ciudadana, salubridad y social, pobreza extrema, tráfico de mercancías y trata de personas, también tienen la ausencia de disposición de amar



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y servir a Jesucristo. Entonces, ni la riqueza ni la pobreza es escusa, ni generan en la persona un interés genuino de aprender, practicar y seguir fiel a Jesucristo. Se requiere el equilibrio de conocer y entender a Dios y su justicia. La Biblia dice: “Así dijo Jehová: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas. Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio, y justicia en la tierra: porque estas cosas quiero, dice Jehová” (Jeremías 9.23 al 24 – RVR1909).

Tener un alto concepto de Jesucristo, es lo que vale la pena en esta brevedad de la vida. La vida es corta, pasajera, superficial y temporal, conocer, entender y saber a Dios, es prioritario para aprovechar el poco tiempo de vida. Presumir o vanagloriarse de cualquier ocupación académica, científica, intelectual, profesional, técnica o tecnológica, por encima de Jesucristo, por la acumulación de posesiones y riquezas. Tal vez por el éxito alcanzado a través de la fama, gloria, prestigio o status social. Posiblemente al destacar o sobresalir como artista, asesor, cantante, coach, comerciante, conferencista, deportista, desarrollador de software, empresario, motivador, músico, político, presentador de internet o de televisión, por ser un distinguido religioso o tecnólogo. También por causa de ser un conocido guerrero, líder del ejército o soldado. Pero de qué sirve honrarse a sí mismo o jactarse, por una vida de lujo, opulencia y vanidad, si el disfrute de los deseos y placeres es por un período específico de muy poca duración, mientras que mediante Jesucristo se podría aspirar a una vida eterna: “Porque ¿quién te distingue? ¿ó qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿de qué te glorías como si no hubieras recibido?” (1 Corintios 4.7 – RVR1909). Así como la persona viene a esta vida sin nada igual se va: “Como salió del vientre de su madre, desnudo, así se vuelve, tornando como vino; y nada tuvo de su trabajo para llevar en su mano” (Eclesiastés 5.15 – RVR1909). Esto significa que a manos vacías nos vamos de este mundo, por más que se haya acumulado: “Porque nada hemos traído á este mundo, y sin



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duda nada podremos sacar” (1 Timoteo 6.7 – RVR1909). El ser interior es lo que cuenta, por ejemplo, el carácter y lo emocional es afectado por la amargura, cólera, disgusto, enfado, enojo, furia, imprecación, ira, irritación y venganza, que alteran el ánimo y la espiritualidad, ya que transmitimos la forma de ser, como una energía interna que nos llevamos.

La gravedad se debe a la ausencia de identificación con Jesucristo, tanto a nivel colectivo como individual. La persona cree tener el poder absoluto y son consideradas dioses o ídolos del mundo: “Porque tú dices: Yo soy rico, y estoy enriquecido, y no tengo necesidad de ninguna cosa; y no conoces que tú eres un cuitado y miserable y pobre y ciego y desnudo” (Apocalipsis 3.17 – RVR1909). Todo ser humano por más presunción es un desventurado si vive sin Dios: “Y diré á mi alma: Alma, muchos bienes tienes almacenados para muchos años; repósate, come, bebe, huélgate. Y díjole Dios: Necio, esta noche vuelven á pedir tu alma; y lo que has prevenido, ¿de quién será? Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico en Dios” (Lucas 12.19 al 21 – RVR1909), mientras tanto, aquellos que tienen a Jesucristo en el corazón y la mente, aman y hacen la obediencia a la voluntad de Dios Padre. Estos tienen la mejor promesa celestial de vida eterna, según la verdad de acción, palabra o verbo en Jesucristo, para la gloria y honra a Dios Padre, el Creador y Providencia:


“Conforme á la fe murieron todos éstos sin haber recibido las promesas, sino mirándolas de lejos, y creyéndolas, y saludándolas, y confesando que eran peregrinos y advenedizos sobre la tierra. Porque los que esto dicen, claramente dan á entender que buscan una patria. Que si se acordaran de aquella de donde salieron, cierto tenían tiempo para volverse: Empero deseaban la mejor, es á saber, la celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos: porque les había aparejado ciudad” (Hebreos 11.13 al 16 – RVR1909).


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9) LA DISCIPLINA Y OBEDIENCIA A DIOS


El grado o medida de disciplina y obediencia personal a Dios, es de acuerdo con la propia experiencia y vivencia de los acontecimientos o sucesos aleccionadores, que son contrarios al hedonismo del placer como la finalidad o propósito de la vida. A la vez la disciplina y obediencia está relacionada con la magnanimidad alcanzada, en la excelencia moral y elevada espiritualidad según Cristo, quien representa el conocimiento celestial. Hay situaciones de aprendizaje aleccionador, porque influyen una enseñanza e instrucción de cómo se tiene que actuar para el comportamiento y conducta referente a Cristo.


El corazón y la mente son semejantes a un manual de disciplina personal, que sirve como diario o escrito por una persona sobre su propia vida: “Mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio juntamente sus conciencias, y acusándose y también excusándose sus pensamientos unos con otros; En el día que juzgará el Señor lo encubierto de los hombres, conforme á mi evangelio, por Jesucristo” (Romanos 2.15 al 16 – RVR1909). Es una especie de instructivo, normativo, procedimental y reglamentario del corazón y la mente, en los que depositan su confianza en Dios, que es propio acerca de la manera o modo de hacer y ser en la obediencia y voluntad de Dios (2 Corintios 3.2 al 3).


La documentación e historia de la humanidad conserva las ideas generadas por diversos filósofos y pensadores de múltiples épocas y naciones. Estos pensadores por lo general son muy fieles a la disciplina impuesta por sí mismos, como potencialidad del intelecto. Además del esfuerzo empleado en crear, cultivar, desarrollar, dilucidar y esclarecer cada ideal propuesto. Aprovechan la facilidad o habilidad de creatividad, ingenio e innovación para argumentar e interpretar diferentes



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teorías, inclusive muchas de estas se vuelven corrientes e ideologías aceptadas y aprobadas mundialmente, según cada postura global o local de pensamiento. Estos idealismos, por disposición adquirida o natural, posibilitan conveniente y eficientemente, ciertas definiciones de estudio e investigación, como fuente y principio del conocimiento y el ser, basados en la aptitud de la inteligencia para idealizar, presente en cada autor. Pero en relación con la diferencia de estos creadores de ideales, con la enseñanza y mensaje de Jesucristo, es que ninguno transmite directamente la palabra celestial de Dios, solo el propio Hijo de Dios tiene un verdadero pensamiento consciente de la fuente o procedencia de este conocimiento: “Mas de él sois vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, y justificación, y santificación, y redención: Para que, como está escrito: El que se gloría, gloríese en el Señor” (1 Corintios 1.30 al 31 – RVR1909).

Jesucristo personalmente testificó lo siguiente: “Porque yo no he hablado de mí mismo; mas el Padre que me envió, él me dió mandamiento de lo que he de decir, y de lo que he de hablar. Y sé que su mandamiento es vida eterna: así que, lo que yo hablo, como el Padre me lo ha dicho, así hablo” (Juan 12.49 al 50 – RVR1909). Jesucristo declara y explica con toda convicción y seguridad del conocimiento auténtico y puro de la verdad, especialmente al conocer personalmente la causa, fuente, motivo, origen, principio y procedencia como testigo de la historia existente. Este conocimiento de Jesucristo le permite y posibilita ser la autoridad reconocida por el Padre, como el Maestro, Mensajero y Mentor para la humanidad. De esto depende llenar nuestra mente del amor y caridad de la disciplina al obedecer a Dios. Inclusive tenemos la posibilidad de mentalizarnos en la toma de consciencia en Jesucristo, su ejemplo, práctica y teoría con el fundamento en la palabra enviada directamente de Dios Padre, en la Majestad del Hijo.


Por ejemplo, en forma de analogía, comparación o semejanza simbólica, la Biblia dice: “Y vi los muertos, grandes y pequeños, que estaban delante de Dios; y los libros fueron



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abiertos: y otro libro fué abierto, el cual es de la vida: y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras. Y el mar dió los muertos que estaban en él; y la muerte y el infierno dieron los muertos que estaban en ellos; y fué hecho juicio de cada uno según sus obras” (Apocalipsis 20.12 al 13 – RVR1909). El libro de cada persona es su propia memoria, mente, pensamientos y recuerdos, de su contenido se dará cuentas a Dios, según el resultado de su comportamiento y conducta, conforme a sus acciones, actos y hechos registrados durante toda su historia individual vivida.

Una mente prodigiosa y sublime es aquella que se logra nivelar a la altura de Jesucristo: “Porque ¿quién conoció la mente del Señor? ¿quién le instruyó? Mas nosotros tenemos la mente de Cristo” (1 Corintios 2.16 – RVR1909). El grado de amor y caridad de cada persona varía según la realidad de cada caso. ¿Cuánto ama cada individuo a Dios y cuál es su beneficio? Esto afecta la disciplina según la obediencia a Dios individualmente, porque el amor y caridad es una acción de acercamiento a Dios, en la medida de su incremento, así es mayor el conocimiento recíproco, o sea, en ambos sentidos: “Mas si alguno ama á Dios, el tal es conocido de él” (1 Corintios 8.3 – RVR1909). El verdadero amor y caridad se visualiza en Jesucristo, basta conocer sus acciones y hechos cercanos a Dios, su ejemplo y modelo de vida: “Quien cuando le maldecían no retornaba maldición: cuando padecía, no amenazaba, sino remitía la causa al que juzga justamente” (1 Pedro 2.23 – RVR1909). Lo contrario a una vida lejana a Dios.


La disciplina y obediencia que tenemos a Dios, está en función de la capacidad y grado de amor, caridad y paz personal: “Sino el hombre del corazón que está encubierto, en incorruptible ornato de espíritu agradable y pacífico, lo cual es de grande estima delante de Dios” (1 Pedro 3.4 – RVR1909). Poseer una característica o cualidad en grado extraordinario es aquella comparable con la de Jesucristo, por ejemplo, la afabilidad tanto en lo que se expresa como en el trato a los demás, la calidad humana de la consecuencia o consistencia



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entre lo que se dice y se hace, o sea, ser coherente: “Mas sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos á vosotros mismos” (Santiago 1.22 – RVR1909).

Todo esto tiene relación con la disciplina moral, que es educación, fuerza de voluntad, observancia, subordinación y sujeción en el comportamiento y conducta. En nuestro caso lo referente a la consagración y santidad de la obediencia a Dios: “Santifícalos en tu verdad: tu palabra es verdad” (Juan 17.17 – RVR1909). Es necesario que lo cognoscitivo racional del argumento, en relación con lo académico, erudición e intelectual, se demuestre con la experiencia indisoluble y vivencial en Cristo: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y vivo, no ya yo, mas vive Cristo en mí: y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó, y se entregó á sí mismo por mí” (Gálatas 2.20 – RVR1909).


Abordar la praxis del emprendimiento de hambre y sed de conocimiento espiritual y celestial, requiere la iniciativa propia e inagotable de asumir la persistencia autodidáctica y empírica: “Y ninguno eneseñará á su prójimo, Ni ninguno á su hermano, diciendo: Conoce al Señor: Porque todos me conocerán, Desde el menor de ellos hasta el mayor. Porque seré propicio á sus injusticias, Y de sus pecados y de sus iniquidades no me acordaré más” (Hebreos 8.11 al 12 – RVR1909). Esto significa que cada persona en lo individual y mediante Jesucristo, requiere una relación directa y personal con Dios Padre, acciones decididas y firmeza de carácter. La Biblia dice: “No seáis como vuestros padres, a los cuales dieron voces los primeros profetas, diciendo: Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Volveos ahora de vuestros malos caminos, y de vuestras malas obras: y no atendieron, ni me escucharon, dice Jehová” (Zacarías 1.4 – RVR1909).


Esta vinculación íntima con nuestro Señor, implica en cada uno, disponer en su ser integral e interior, el aspecto más favorable, optimista y positivo, en el caso de lo anímico, emocional y sentimental, competencia psicosocial, habilidad



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socioemocional, habitualidad, intelecto, moral y sensibilidad. En los principios, valores y virtudes de índole personal, pero congruentes con el bien común y comunitario, del amor, caridad, comprensión, esperanza, humildad, mansedumbre, respeto, reverencia, solidaridad y temor a Dios, entre otros que posibilitan la convivencia comunitaria y social, con la armonía y paz, en una sociedad de esencia y vigor espiritual.

¿Qué relación tiene todo este análisis con la disciplina y la fiel obediencia a Dios el Padre? Precisamente la disciplina es el acatamiento y sujeción con la constancia y persistencia, de las disposiciones y órdenes de convivencia, bienestar, salud y salvación conforme a la autoridad de Dios. Por esta razón la obediencia a Dios tiene relación con la cotidianidad de las buenas costumbres, calidad y rigurosidad en el orden de vida espiritual y social, cortesía, educación, salubridad y sanidad. Si se estudia el libro de Génesis, desde su inicio se encuentra el fundamento de los principios, valores y virtudes, originados directamente por Dios. Los que llamamos el origen de los valores comunitarios. El Creador de las directrices, o sea, el conjunto de las instrucciones y normas generales para la convivencia, proceden de forma inmediata de Dios. Esto es lo que también llamamos los principios, valores y virtudes del amor, compasión, fe, justicia, misericordia, pacificación y paz, perdón, santidad y demás, desarrollados en toda la Biblia, desde el Génesis hasta el Apocalipsis o Revelación. Dios es el fundador de las pautas a seguir para el comportamiento y conducta, o sea, las reglas determinantes para las acciones humanas, por ejemplo, la transmisión oral y posteriormente escrita de las diez reglas generales o los diez mandamientos, explicado en los temas de www.neobiblismo.org acerca del origen de los valores comunitarios, la ley moral como ley comunitaria y Jesús modelo de los valores comunitarios. La Sagrada Escritura establece lo siguiente: “… mas la palabra del Dios nuestro permanece para siempre” (Isaías 40.8 – RVR1909). Además dice la Biblia: “Mas la palabra del Señor permanece perpetuamente. Y esta es la palabra que por el evangelio os ha sido anunciada” (1 Pedro 1.25 – RVR1909).