LOS PRINCIPIOS, VALORES Y VIRTUDES


TABLA DE CONTENIDO




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1) EL ORIGEN DEL BIEN Y DEL MAL: EGOÍSMO, ENVIDIA Y ODIO


El egoísmo es un extremo y aparente amor de sí mismo, mediante el pensamiento enfocado solamente en su propio agrado, complacencia, gusto o voluntad. La envidia es un sentimiento de dolor y tristeza de una persona, por causa del bien ajeno, o sea, debido al bienestar y la felicidad de otra persona. El egoísmo sumado a la envidia genera la aversión u odio, hasta llegar al deseo del mal y la repugnancia hacia una persona. Analicemos las pistas de la Biblia acerca del origen del bien y del mal, los indicios del hilo conductor, están repartidos en varios pasajes bíblicos, para la averiguación y demostración de este origen. Iniciemos ahora con la siguiente afirmación de la energía y santidad de Dios en la creación: “¿A qué pues me haréis semejante, ó seré asimilado? Dice el Santo. Levantad en alto vuestros ojos, y mirad quién crió estas cosas: él saca por cuenta su ejército: á todas llama por sus nombres; ninguna faltará: tal es la grandeza de su fuerza, y su poder y virtud” (Isaías 40.25 al 26 – RVR1909). ¿Asimilado?


En el principio únicamente existía la energía creadora, y la forma corporal de la energía creadora era la energía misma, con sus propias intenciones, mente y pensamientos, con deseos, emociones y sentimientos. La particularidad de esta energía es el amor invisible, manifestado posteriormente en forma visible mediante Jesucristo: “El que no ama, no conoce á Dios; porque Dios es amor. En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió á su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él. En esto consiste el amor: no que nosotros hayamos amado á Dios, sino que él nos amó á nosotros, y ha enviado á su Hijo en propiciación por nuestros pecados” (1 Juan 4.8 al 10 – RVR1909). En el caso de la



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energía creadora de Dios Padre y su poder para actuar es su Espíritu Santo: “Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren” (Juan 4.24 – RVR1909). La energía de Dios es el origen del principio, luego con la creación surge la materia o forma de energía con los atributos de relación con el espacio, masa y tiempo: “Por la fe entendemos haber sido compuestos los siglos por la palabra de Dios, siendo hecho lo que se ve, de lo que no se veía” (Hebreos 11.3 – RVR1909). Dios comparte y visibiliza sus atributos.

La energía de Dios, que es el Espíritu de Dios, transmite el conocimiento necesario para alumbrar el entendimiento: “Que el Dios del Señor nuestro Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación para su conocimiento; Alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál sea la esperanza de su vocación, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos” (Efesios 1.17 al 18 – RVR1909). Este pasaje menciona a Dios como el Padre, por cierto, el libro de Job mucho antes de la primera venida de Jesucristo, hace referencia a la expresión “los hijos de Dios”: “Y un día vinieron los hijos de Dios á presentarse delante de Jehová, entre los cuales vino también Satán. Y dijo Jehová a Satán: ¿De dónde vienes? Y respondiendo Satán á Jehová, dijo: De rodear la tierra, y de andar por ella. Y Jehová dijo á Satán: ¿No has considerado á mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios, y apartado de mal?” (Job 1.6 al 8 y 2.1 al 3 – RVR1909).


La mención anterior de apartado de mal hace alusión a la santidad. Precisamente en relación con adorar a Dios en espíritu y en verdad, se requiere el alumbramiento de los ojos del entendimiento, así como dice Job: “Y respondió Job á Jehová, y dijo: Yo conozco que todo lo puedes, Y que no hay pensamiento que se esconda de ti. ¿Quién es el que oscurece el consejo sin ciencia? Por tanto yo denunciaba lo que no entendía; Cosas que me eran ocultas, y que no las sabía. Oye te ruego, y hablaré; Te preguntaré, y tú me enseñarás. De oídas te había oído; Mas ahora mis ojos te ven. Por tanto me



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aborrezco, y me arrepiento En el polvo y en la ceniza” (Job 42.1 al 6 – RVR1909). Job dice: “Mas ahora mis ojos te ven…” Estos ojos son los de la comprensión y entendimiento, porque Dios es invisible: “Que nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo; En el cual tenemos redención por su sangre, la remisión de pecados: El cual es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda criatura” (Colosenses 1.13 al 15 – RVR1909), nadie le ha visto: “A Dios nadie le vió jamás: el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le declaró” (Juan 1.18 – RVR1909).

Jesucristo asegura que nadie ha visto al Padre: “Y el que me envió, el Padre, él ha dado testimonio de mí. Ni nunca habéis oído su voz, ni habéis visto su parecer” (Juan 5.37 – RVR1909). También en otro pasaje se indica la siguiente similitud: “No que alguno haya visto al Padre, sino aquel que vino de Dios, éste ha visto al Padre” (Juan 6.46 – RVR1909). Pero si Dios Padre es invisible, el Hijo Jesucristo ha visto los atributos y cualidades que son del Padre. Lo que pasa es que Jesucristo vino a este mundo a dar a conocer al Padre, en su amor, compasión, fe, justicia, misericordia, paz y santidad:


“Dícele Felipe: Señor, muéstranos el Padre, y nos basta. Jesús le dice: ¿Tanto tiempo ha que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre? ¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo de mí mismo: mas el Padre que está en mí, él hace las obras. Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí: de otra manera, creedme por las mismas obras” (Juan 14.8 al 11 – RVR1909).

La misma creación es demostración y es prueba de la existencia de Dios como Creador: “Porque las cosas invisibles de él, su eterna potencia y divinidad, se echan de ver desde la



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creación del mundo, siendo entendidas por las cosas que son hechas, de modo que son inexcusables” (Romanos 1.20 – RVR1909). La vida creacionista se originó en el tercer cielo de Dios, primeramente con su Hijo y luego el séquito celestial. Esto da origen posterior al ser humano. Entonces, si Dios es el Creador del ser humano, ¿quién es el responsable del bien y del mal? El responsable es el mismo ser humano al tomar sus propias decisiones por medio del libre albedrío, y sufre las consecuencias de todas sus acciones, congruente con el resultado de la causa y efecto, lo conocido como causalidad. La consecuencia establece una relación entre la conducta y los principios de la persona. Dios realiza la creación del ser humano con su constitución innata del temperamento, con una conexión o enlace de éste con la personalidad, debido a la dependencia que tienen entre sí, mediante el ego de la persona. También entre las funciones del temperamento, está la portabilidad de la duda e indecisión al obedecer a Dios, que a pesar de ser una patología, por perturbar o trastornar el sentido del entendimiento y la razón capaz de discernir, es finalmente la persona con su temperamento individual, quien toma su propia decisión de absolución o condenación eterna.

Por lo tanto, la duda e indecisión al obedecer a Dios, aunque sea connatural (congénita), es neutral en relación con la transmisión del bien y del mal. El ser humano es un ser influenciable. La duda e indecisión no es buena o mala en sí misma, pero es afectada por la influencia externa a la persona, que es un poder que induce la acción y efecto en la voluntad, o sea, se pretende influir ciertos efectos buenos o malos en el pensamiento y por consiguiente en las acciones de la persona. Esta influencia sí procede según el bien o el mal, por ejemplo, la siguiente aclaración al respecto: “Mas les resistía Elimas el encantador (que así se interpreta su nombre), procurando apartar de la fe al procónsul. Entonces Saulo, que también es Pablo, lleno del Espíritu Santo, poniendo en él los ojos, Dijo: Oh, lleno de todo engaño y de toda maldad, hijo del diablo, enemigo de toda justicia, ¿no cesarás de trastornar los caminos rectos del Señor?” (Hechos 13.8 al 10 – RVR1909).



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Al parecer el tipo de influencia nos lleva a actuar como hijos del diablo o hijos de Dios. Ya desde el libro de Génesis al principio menciona a los hijos de Dios: “Y acaeció que, cuando comenzaron los hombres á multiplicarse sobre la faz de la tierra, y les nacieron hijas. Viendo los hijos de Dios que las hijas de los hombres eran hermosas, tomáronse mujeres, escogiendo entre todas. Y dijo Jehová: No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre, porque ciertamente él es carne: mas serán sus días ciento y veinte años” (Génesis 6.1 al 3 – RVR1909). Existe la influencia, sin embargo, recae la responsabilidad en el ser humano por consecuencia. Los hijos de Dios eran las personas de bien como Enoc y Noé, con la influencia y práctica del bien. Algunos viendo la apariencia de hermosura física de las personas influenciadas por el mal, se mezclaron al aparear y omitir el bien, incitados de lascivia y sensualidad, como instinto animal e irreflexivo (carnales), por un desaforado placer, en lugar de unidos por Dios en un acto de bien de procreación matrimonial (espirituales). El medio de influencia del mal es la apariencia, el engaño y la mentira:


“Vosotros hacéis las obras de vuestro padre. Dijéronle entonces: Nosotros no somos nacidos de fornicación; un padre tenemos, que es Dios. Jesús entonces les dijo: Si vuestro padre fuera Dios, ciertamente me amaríais: porque yo de Dios he salido, y he venido; que no he venido de mí mismo, mas él me envió. ¿Por qué no reconocéis mi lenguaje? porque no podéis oír mi palabra. Vosotros de vuestro padre el diablo sois, y los deseos de vuestro padre queréis cumplir. Él, homicida ha sido desde el principio, y no permaneció en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira” (Juan 8.41 al 44 – RVR1909).

Desde un principio Caín es injusto y mata a su hermano Abel. En la persona de Caín prevalecen los anti-valores del



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egoísmo, envidia y odio, reforzado por el orgullo y la soberbia. Tanto Abel como Caín actúan sin predisposición al bien o al mal, sino que son sometidos a la influencia del bien y del mal. Por otra parte, cada uno tiene su propio temperamento, que a manera de caballo de Troya, es portador de la duda e indecisión al obedecer a Dios. Hasta aquí, no hay falta ni pecado, sino semejantes a un árbol que con sus frutos se da a conocer la clase de árbol, así en la práctica del bien: “Si bien hicieres, ¿no serás ensalzado? y si no hicieres bien, el pecado está á la puerta: con todo esto, á ti será su deseo, y tú te enseñorearás de él. Y habló Caín á su hermano Abel: y aconteció que estando ellos en el campo, Caín se levantó contra su hermano Abel, y le mató” (Génesis 4.7 al 8 – RVR1909).

Es fundamental el identificar la condición, el estado o el momento, cuando se cumple en una persona la expresión de que el pecado está próximo a entrar en la puerta. Esto es la influencia que incide o induce, llamada comúnmente como tentación previa al pecado, que aprovecha la concupiscencia o el deseo de ambición y codicia de cada persona. La duda e indecisión de ninguna manera es mal o pecado, tampoco la tentación La concupiscencia es semejante a una debilidad particular de cada persona, por donde se podría infiltrar la tentación para ocasionar el daño de consumación de pecado. La concupiscencia es la última frontera donde se hace frente al pecado, por tanto, es en la concupiscencia cuando hay que impedir e imposibilitar el dar cabida al voraz pecado opresor.


La decisión cuya consecuencia o resultado es cometer el bien o mal contra uno mismo o contra el prójimo, determina e identifica a quienes actúan y viven como hijos, ya sea de Dios o del diablo: “En esto son manifiestos los hijos de Dios, y los hijos del diablo: cualquiera que no hace justicia, y que no ama á su hermano, no es de Dios. Porque, este es el mensaje que habéis oído desde el principio: Que nos amemos unos á otros. No como Caín, que era del maligno, y mató á su hermano. ¿Y por qué causa le mató? Porque sus obras eran malas, y las de su hermano justas” (1 Juan 3.10 al 12 – RVR1909).



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2) LA VIRTUD: LOS PRINCIPIOS Y VALORES EN EL TRANSCURSO DE LA VIDA


La virtud es Jesucristo mismo, porque el ejemplo y modelo de vida de Jesucristo representa la virtud en su persona, así como lo dispuso Dios Padre: “… para que anunciéis las virtudes de aquel que os ha llamado de las tinieblas á su luz admirable” (1 Pedro 2.9 – RVR1909). Se dice que la virtud es el poder o potestad de actuar con rectitud, además de la fuerza necesaria para provocar inevitablemente un efecto que es eficaz y eficiente, en la conservación o restablecimiento del bienestar integral de paz, serenidad espiritual, sosiego corporal y mental. La virtud es la disponibilidad habitual y voluntaria de actuar conforme a los principios y valores, específicos para la convivencia cotidiana entre seres humanos y que son de gran valor y vigor. Por ejemplo, el amor y servicio a Dios, es fuente que genera el amor y servicio a los demás, porque es consecuente y congruente, en el trato hacia Dios y hacia los que está alrededor. Así Jesucristo es la virtud como guía y referencia.


La sociedad en general asume como propios la autoría, definición y legislación de los principios y valores, pero en realidad el Autor de estos principios y valores es Dios Padre, el Creador de todo lo existente, manifestado mediante su Hijo. Se advierte que el siguiente análisis es fuerte, porque las Sagradas Escrituras dicen: “No os engañeis: Dios no puede ser burlado; que todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna” (Gálatas 6.7 al 8 – RVR1909).



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Para iniciar hay un pasaje mencionado por Jesucristo, donde se entremezcla conceptualmente y se resume con acierto la realidad eclesiástica de toda su historia, tanto antigua, colonial, medieval y primitiva, como contemporánea. El común histórico es el credo religioso y el conjunto de integrantes que lo profesan. La vida histórica de la iglesia ha lidiado paralelamente con la sociedad civil no confesional. El pasaje es algo extenso, pero su transcripción es fundamental, para captar integralmente la idea transmitida por el texto y la interpretación que hacemos en el contexto actual. El pasaje inicia con el texto a continuación: “Entrad por la puerta estrecha: porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva á perdición, y muchos son los que entran por ella. Porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva á la vida, y pocos son los que la hallan” (Mateo 7.13 al 14 – RVR1909). En este pasaje Jesucristo nos invita a entrar por la puerta estrecha, pero resulta que él mismo es la puerta como en otra ocasión manifiesta: “Yo soy la puerta: el que por mí entrare, será salvo…” (Juan 10.9 – RVR1909).


Somos parte del mundo, y vivimos en un mismo planeta, donde no podemos vivir aislados de una sociedad corrupta y descompuesta en todos sus ámbitos, justificada con el pretexto del status social y la supervivencia, la sociedad se ha descarrilado de la verdad de Cristo, se ha desviado del camino y desbocado con ceguera, guiando a las masas humanas cegadas hacia el precipicio, por ejemplo, mediante la dominación histórica, el expansionismo ideológico y territorial, la explotación y robo de la riqueza local o nativa de los pueblos, las guerras genocidas y masacres humanas. El equivalente a la trata de personas, al lucro y la usura en perjuicio de los más desposeídos. Los principios y valores que llevan a la vida eterna son los de Jesucristo, por este motivo ante Dios el Padre, solo Jesucristo basta y sobra, es el camino, la verdad y la vida. Las prácticas injustas del mismo ser humano ocasiona la generación de ocupaciones deshonestas, por falta de una distribución de la riqueza de



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forma más equitativa y las oportunidades de fuentes de trabajos dignos y honrados.

A continuación con el pasaje en análisis se dice: “Y guardaos de los falsos profetas, que vienen á vosotros con vestidos de ovejas, mas de dentro son lobos rapaces” (Mateo 7.15 – RVR1909). El sistema eclesiástico y religioso, debido al crecimiento de la iglesia y la imperante necesidad de regular sus actividades, implementa e impone reglas internas de la iglesia, basadas en creencias, dogmas, estatutos y toda la legislación eclesiástica. Esto es el fraccionamiento cristiano, llámese congregación, denominación, iglesia o religión, que han opacado a Jesucristo con sus propias listas de enseñanzas para alcanzar la salvación, enseñanzas basadas en meras interpretaciones y teorías, determinadas e identificadas para su propio grupo como únicas y verdaderas. Esto sucede a nivel grupal e institucional, porque la organización en sí sustituye la infalibilidad, preeminencia y supremacía de Jesucristo. Se deposita la confianza en un líder o jerarquía de líderes, quienes toman las decisiones y reemplazan el sentido de la vida de Jesucristo. Aún sus líderes tienen una gran oratoria y convencimiento para arrastrar e impresionar a las masas humanas, pero de ninguna manera reflejan o representan el ejemplo y modelo de vida de Jesucristo.


El interés de estos líderes es el crecimiento del volumen de miembros integrantes de su respectivo grupo eclesiástico, en lugar del servicio fiel a Cristo, es la oportunidad de ver cada Iglesia como un negocio familiar, personal o como fuente de trabajo y subsistencia asalariada, económica, financiera y presupuestaria. Esto refuerza la dependencia absoluta a las directrices eclesiásticas para alcanzar dicha salvación, según el orden, protocolo, reglamento y rito, de las listas de doctrinas y dogmas en cada organización y grupo de las Iglesias. Abundan las creencias que remplazan a Cristo en su importancia, prioridad y único medio de salvación para vida eterna, establecido por la voluntad de Dios Padre.



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Aunque la Biblia dice acerca de Jesucristo: “Y en ningún otro hay salud; porque no hay otro nombre debajo del cielo, dado á los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4.12 – RVR1909). Se mantiene a los asistentes a las iglesias, congregados o feligreses de manera cautiva, con la creencia de que están en una organización indispensable y única para recibir la salvación y vida eterna. Se vuelven obreros ilegítimos, solamente por amor al dinero y sin vocación de fidelidad y servicio a Jesús, llegan a ser seudo-cristianos, pero de ninguna manera discípulos auténticos de Jesucristo. Su misión es formar la iglesia con la prioridad de la institucionalización, en el sentido de la actividad económica y de socialización, durante un tiempo establecido y específico de liturgia y de reunión, durante una o más veces por semana. Se omite la armonía y comunión como una forma de vida en comunidad de fe en el diario vivir, específicamente en el bien común y la ayuda solidaria al más necesitado todos los días de la semana, tanto en lo espiritual como en lo material. Basta analizar los evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan, para hacer conciencia de la acción de Jesucristo, su enseñanza, mensaje, parábolas, consolidado y respaldado en la práctica y vivencia de sus hechos en favor del más necesitado.

Si Jesucristo es nuestra referencia, es la razón de ser de todo lo existente de la creación, es la cabeza de la Iglesia, sea institucionalizada o sin ser institucional, es la medida o regla que nos une en una misma creencia, es la sana doctrina, es el maestro o mentor y nosotros el discipulado, es el estándar o vínculo común para todos, entonces, ¿por qué cada día se fundan y surgen nuevas iglesias locales denominacionales, con creencias muy diferentes entre sí? Seguidamente el pasaje en estudio menciona: “Por sus frutos los conoceréis. ¿Cógense uvas de los espinos, ó higos de los abrojos? Así, todo buen árbol lleva buenos frutos; mas el árbol maleado lleva malos frutos. No puede el buen árbol llevar malos frutos, ni el árbol maleado llevar frutos buenos. Todo árbol que no lleva buen fruto, córtase y échase en el fuego. Así que, por sus frutos



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los conoceréis”
(Mateo 7.16 al 20 – RVR1909). Los frutos son el resultado o la evidencia de un verdadero arrepentimiento, conversión y resarcimiento. Se insta como requisito el ser una persona templo del Espíritu Santo, pues resulta que los frutos del Espíritu son los principios y valores de la caridad, gozo, paz, tolerancia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza (Gálatas 5.22 al 23).

La Biblia dice: “Porque si en vosotros hay estas cosas, y abundan, no os dejarán estar ociosos, ni estériles en el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. Mas el que no tiene estas cosas, es ciego, y tiene la vista muy corta, habiendo olvidado la purificación de sus antiguos pecados” (2 Pedro 1.8 al 9 – RVR1909). A esto se suma el amor, compasión, esperanza, fe, justicia, paciencia, misericordia y demás características o cualidades demostradas por Jesucristo. Por ejemplo, la Biblia dice: “Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor” (Hebreos 12.14 – RVR1909). Cada una de estas palabras tiene un gran significado, y su aplicación es muy amplia en todas las áreas de nuestra vida, por ejemplo, templanza quiere decir constancia, estabilidad, firmeza y dominio propio, tiene que ver con la altivez, el enojo, y la ira, es decir el dominio del carácter y el control posible del temperamento, con la mediación de Jesucristo e intervención de Dios Padre: “Porque los que son de Cristo, han crucificado la carne con los afectos y concupiscencias. Si vivimos en el Espíritu, andemos también en el Espíritu” (Gálatas 5.24 al 25 – RVR1909).


En relación con este análisis hay un pasaje que hace alusión a los principios y valores:


“Gracia y paz os sea multiplicada en el conocimiento de Dios, y de nuestro Señor Jesús. Como todas las cosas que pertenecen á la vida y á la piedad nos sean dadas de su divina potencia, por el conocimiento de aquel que nos ha llamado por su gloria y virtud: Por las


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cuales nos son dadas preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas fueseis hechos participantes de la naturaleza divina, habiendo huído de la corrupción que está en el mundo por concupiscencia. Vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, mostrad en vuestra fe virtud, y en la virtud ciencia; Y en la ciencia templanza, y en la templanza paciencia, y en la paciencia temor de Dios; Y en el temor de Dios, amor fraternal, y en el amor fraternal caridad” (2 Pedro 1.2 al 7 – RVR1909).

¿Qué tiene que ver las virtudes, como los principios y valores, para la salvación y vida eterna? A esto le sumamos la idiosincrasia de la persona en su combinación de carácter y temperamento. En el caso del temperamento, el mismo es semejante a un chip biológico o circuito integrado biológico, que no cambia en todo el transcurso de la vida del ser humano, solamente por medio de la intervención de Dios para realizar un cambio, conocido como nacer de nuevo: “Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz creyendo, para que abundéis en esperanza por la virtud del Espíritu Santo. Empero cierto estoy yo de vosotros, hermanos míos, que aun vosotros mismos estáis llenos de bondad, llenos de todo conocimiento, de tal manera que podáis amonestaros los unos á los otros” (Romanos 15.13 al 14 – RVR1909). El algoritmo viene a ser el arrepentimiento, conversión y resarcimiento de la vieja mentalidad del ser humano, reflejada en sus comportamientos y conductas a través del don del Espíritu Santo: “Que el Dios del Señor nuestro Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación para su conocimiento; Alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál sea la esperanza de su vocación, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, Y cuál aquella supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos…” (Efesios 1.17 al 19 – RVR1909).



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Las virtudes como los principios y valores, tienen influencia sobre las actitudes, características, convivencia, costumbres, cualidades, cultura, educación, emociones, habilidades, hábitos, prácticas y sentimientos, adecuados para el diario vivir y que en su conjunto aportan la calidad de la espiritualidad de la persona. Esto atañe a las acciones y obra de Jesucristo en su ejemplo y modelo, según su demostración y práctica durante su vida. El texto en análisis continúa con el siguiente pasaje: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos: mas el que hiciere la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre lanzamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les protestaré: Nunca os conocí; apartaos de mí, obradores de maldad” (Mateo 7.21 al 23 – RVR1909).


Jesucristo representa una forma de vida, una relación de convivencia en armonía con Dios el Padre y con el prójimo, o sea, con las personas a nuestro alrededor. El ser humano al formar parte de un grupo eclesiástico o religioso, se rige por las creencias, doctrinas y dogmas establecidos en su respectiva organización, sea independiente o afiliada a una casa o sede matriz, sea una congregación o una denominación. Sin embargo, a pesar de estas circunstancias donde la persona se identifica como cristiano, es su compromiso primario ante Dios, el ser un discípulo de Jesucristo en la práctica del ejemplo y modelo de vida de Jesús, coherente y congruente a sus principios y valores con la cotidianidad, de lo contrario las personas se catalogan como hacedores de maldad desconocidas por Jesucristo.


Los principios y valores ayudan a la salud integral del ser humano, tanto corporal en el caso de lo físico, pero también en relación con la salud mental. Los principios y valores se integran como parte de lo espiritual, porque aunque son normas o reglas de convivencia, benefician en el individuo y en lo colectivo a la sociedad, para mantener



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moderadamente un orden y una regulación del comportamiento y conducta consigo mismo y con los demás. También el pensamiento optimista y positivo afecta lo corporal o físico, además atrae la salud mental e integral al cuerpo. La alimentación y nutrición estabiliza la integridad del ser humano, para un adecuado funcionamiento orgánico.

3) LAS ACTITUDES Y EL CARÁCTER


Las actitudes se relacionan con el carácter, en el sentido de actuar con una disposición anímica de buen juicio y madurez, ecuanimidad, equilibrio, prudencia y sensatez, influenciada por la combinación de conocimiento y experiencia, frente a las circunstancias y vicisitudes, ya sean adversas o favorables de la vida cotidiana. Jesucristo dijo: “Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas” (Mateo 11.29 – RVR1909). Además en las actitudes podría afectar negativamente, la realidad de las cargas acumuladas de adversidad enfrentadas en el momento, y la desesperación de una solución sin resolver. Por ejemplo, como síntomas del acoso y hostigamiento escolar o laboral, se presenta la alteración del ánimo en forma extrema y la consecuente provocación de cólera, despecho, enojo, resentimiento y venganza. También las actitudes reciben influencia de los propios preconceptos o prejuicios, en relación con la concepción de afecto, aprecio y consideración de la valoración de sí mismo, por ejemplo, una autoestima baja.


La experiencia de vida o experticia, sumado al conocimiento, principios y valores, posibilita como consecuencia el ser educado y culto, en el saber actuar, comportarse y vivir, para afinar, desarrollar y perfeccionar las



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facultades del intelecto, moralidad y sentimiento. La persona adquiere una distinción, prestigio y reconocimiento en la forma de ser, además del dominio y superación en el afecto y la sensibilidad, con la finalidad de dejar la mejor imagen e impresión de conducta y comportamiento, y sirve como señal de ejemplo y testimonio de modelo de vida en la convivencia con los demás, a partir de la intención y reacción de sus emociones, sentimientos y vivencias: “Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oir, tardío para hablar, tardío para airarse: Porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios. Por lo cual, dejando toda inmundicia y superfluidad de malicia, recibid con mansedumbre la palabra ingerida, la cual puede hacer salvas vuestras almas. Mas sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos á vosotros mismos” (Santiago 1.19 al 22 – RVR1909).

Hay una variada clasificación de los tipos de actitudes, pero por lo general se espera una postura de la actitud erguida y con la frente en alto, sin ceder o rebajar a una actitud impulsiva, instintiva y perjudicial, sin conciencia, ni reflexión. La actitud es tomar una posición frente a cualquier obstáculo o situación de manera enérgica, fuerte, optimista, segura y valiente. Así como hay amor y su ausencia en el desamor, hay antivalores y valores, la antítesis de las actitudes son su escases, de manera que se podría decir que a una persona le falta actitud. Sin embargo, debido a la cantidad de tipos de actitudes, preferimos agrupar en las convenientes e inconvenientes, beneficiosas o perjudiciales, negativas o positivas, por consiguiente en buenas o malas. En resumen, las actitudes son como una medida para identificar la acción o reacción de la persona, según su propio catálogo de creencias y valores mentales, afectadas por un estímulo o motivación, y como resultado genera una emoción o sentimiento en un sentido específico. La Biblia dice: “Mas el fruto del Espíritu es: caridad, gozo, paz, tolerancia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza: contra tales cosas no hay ley. Porque los que son de Cristo, han crucificado la carne con los afectos y concupiscencias. Si



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vivimos en el Espíritu, andemos también en el Espíritu” (Gálatas 5.22 al 25 – RVR1909).

También intervienen factores hereditarios como lo biológico o genético, por ejemplo, el comúnmente berrinche propio de algunos infantes, en su coraje o enojo particular que los caracteriza desde su nacimiento. Afecta también la interacción con el aprendizaje, hábitat, medio ambiente y los hábitos frecuentes acostumbrados, valga la redundancia, por ejemplo, la meditación, oración y reflexión diaria en el mensaje de Jesucristo. Por esta razón se afirma una relación entre actitud y carácter, debido a su capacidad de modificación con el espacio y el tiempo, conforme el avance de la edad en la persona, su aprendizaje y experiencia de vida, especialmente si su proyección y visualización de la vida está puesta en Dios: “Mas los que esperan á Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán las alas como águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán” (Isaías 40.31 – RVR1909). La Biblia dice: “Buscad a Jehová todos los humildes de la tierra, que pusisteis en obra su juicio; buscad justicia, buscad mansedumbre: quizás seréis guardados en el día del enojo de Jehová” (Sofonías 2.3 – RVR1909).


Las actitudes y el carácter coinciden de forma sincronizada e integralmente, en relación con la consagración y santidad, cuando la enseñanza o mensaje de Jesucristo permea y toma el control de nuestro temperamento, para mejorar nuestra personalidad gobernada por Jesucristo: “Mas yo os digo: No resistáis al mal; antes á cualquiera que te hiriere en tu mejilla diestra, vuélvele también la otra” (Mateo 5.39 – RVR1909). El temperamento es la medida de reaccionar y ser, en el caso de Jesucristo es amor, luz y servicio. No se trata de cualquier luz, sino la luz de Dios, o sea, la luz del quinto elemento, correspondiente a la luz divina de la creación del agua, aire, fuego y tierra. Esta luz corresponde al primer día de creación: “Y dijo Dios: Sea la luz: y fué la luz” (Génesis 1.3 – RVR1909), por consiguiente es la luz de la iluminación de Dios, diferente a la luz generada por el sol creado en el cuarto día de la creación:


“Y dijo Dios: Sean lumbreras en la expansión de los cielos para apartar el día y la noche: y sean por señales, y para las estaciones, y para días y años; Y sean por lumbreras en la expansión de los cielos para


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alumbrar sobre la tierra: y fué así. E hizo Dios las dos grandes lumbreras; la lumbrera mayor para que señorease en el día, y la lumbrera menor para que señorease en la noche: hizo también las estrellas. Y púsolas Dios en la expansión de los cielos, para alumbrar sobre la tierra, Y para señorear en el día y en la noche, y para apartar la luz y las tinieblas: y vió Dios que era bueno. Y fué la tarde y la mañana el día cuarto” (Génesis 1.14 al 19 – RVR1909).

La diferenciación entre la luz de la dirección e iluminación de Dios con la lumbrera del Sol, nos sirve de comparación para comprender la diferencia, entre el órgano del corazón y su dureza en el temperamento. La Biblia dice: “Jehová, ¿quién habitará en tu tabernáculo? ¿Quién residirá en el monte de tu santidad? El que anda en integridad, y obra justicia, Y habla verdad en su corazón. El que no detrae con su lengua, Ni hace mal á su prójimo, Ni contra su prójimo acoge oprobio alguno” (Salmos 15.1 al 3 – RVR1909). Otro pasaje dice: “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón: Pruébame y reconoce mis pensamientos: Y ve si hay en mí camino de perversidad, Y guíame en el camino eterno” (Salmos 139.23 al 24 – RVR1909). El corazón representa tanto las actitudes, como las emociones y sentimientos. La dureza del temperamento es el centro motriz determinante del grado de flexibilidad, para ceder anímicamente con facilidad o dificultad la dirección e iluminación de Dios, en las mismas actitudes, emociones y sentimientos. Esto es comparable con el corazón de piedra cuando prevalece la obstinación o terquedad, a pesar de la facultad o posibilidad de dictaminar con el razonamiento. Aquí es donde se acciona la fe de y en Jesucristo para tomar control del temperamento, porque solamente Dios puede cambiar la dureza del corazón, mediante el perdón en Cristo: “Toda amargura, y enojó, é ira, y voces, y maledicencia sea quitada de vosotros, y toda malicia: Antes sed los unos con los otros benignos, misericordiosos, perdónandoos los unos á los otros, como



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también Dios os perdonó en Cristo” (Efesios 4.31 al 32 – RVR1909).

Muchas personas aparentan ser amables, bondadosas, comprensivas, generosas, humildes, sencillas, solidarias, hasta desenmascarar su verdadero carácter y sus auténticas actitudes, emociones, intenciones, planes, propósitos y sentimientos ocultos: “… Así ha dicho Jehová: He aquí que yo dispongo mal contra vosotros, y trazo contra vosotros designios: conviértase ahora cada uno de su mal camino, y mejorad vuestros caminos y vuestras obras. Y dijeron: Es por demás: porque en pos de nuestras imaginaciones hemos de ir, y hemos de hacer cada uno el pensamiento de su malvado corazón” (Jeremías 18.11 al 12 – RVR1909). El carácter está relacionado con lo característico de la persona que le permite una identidad propia, reconocida especialmente por su comportamiento y expresión, de manera que se comprueba ser la misma persona que dice ser: “No os engañeis: Dios no puede ser burlado: que todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna. No nos cansemos, pues, de hacer bien; que á su tiempo segaremos, si no hubiéremos desmayado” (Gálatas 6.7 al 9 – RVR1909). Lamentablemente desde reyes hasta el pueblo se endurecieron a la voz de Dios:


“De veinte y un años era Sedecías cuando comenzó á reinar, y once años reinó en Jerusalem. E hizo lo malo en ojos de Jehová su Dios, y no se humilló delante de Jeremías profeta, que le hablaba de parte de Jehová. Rebelóse asimismo contra Nabucodonosor, al cual había jurado por Dios; y endureció su cerviz, y obstinó su corazón, para no volverse á Jehová el Dios de Israel. Y también todos los príncipes de los sacerdotes, y el pueblo, aumentaron la prevaricación, siguiendo todas las abominaciones de las gentes, y contaminando la casa de Jehová, la cual él había


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santificado en Jerusalem. Y Jehová el Dios de sus padres envió á ellos por mano de sus mensajeros, levantándose de mañana y enviando: porque él tenía misericordia de su pueblo, y de su habitación. Mas ellos hacían escarnio de los mensajeros de Dios, y menospreciaban sus palabras, burlándose de sus profetas, hasta que subió el furor de Jehová contra su pueblo, y que no hubo remedio” (2 Crónicas 36.11 al 16 – RVR1909).

Por la obstinación y rebeldía del ser humano, Dios es Amor en su misericordia, pero también Fuego Consumidor del pecado e injusticia, porque el ser humano tiene que asumir su propia responsabilidad, esto implica sus actitudes, carácter, emociones, sentimientos y personalidad en general:


“Mirad que no desechéis al que habla. Porque si aquellos no escaparon que desecharon al que hablaba en la tierra, mucho menos nosotros, si desecháramos al que habla de los cielos. La voz del cual entonces conmovió la tierra; mas ahora ha denunciado, diciendo: Aun una vez, y yo conmoveré no solamente la tierra, mas aun el cielo. Y esta palabra, Aun una vez, declara la mudanza de las cosas movibles, como de cosas hechas, para que queden las cosas que son firmes. Así que, tomando el reino inmóvil, retengamos la gracia por la cual vamos á Dios agradándole con temor y reverencia; Porque nuestro Dios es fuego consumidor” (Hebreos 12.25 al 29 – RVR1909).


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4) LAS EMOCIONES Y SENTIMIENTOS


La Biblia contiene textos claves o llaves para abrir la comprensión y el entendimiento, por ejemplo: “Los padres no morirán por los hijos, ni los hijos por los padres; cada uno morirá por su pecado” (Deuteronomio 24.16 – RVR1909). En reiteradas menciones hemos confirmado acerca de la transmisión de la simiente del bien y del mal en cada ser humano, como aprendido e influenciado por ciertos factores externos a cada persona. La Biblia dice: “Pero si éste engendrare hijo, el cual viere todos los pecados que su padre hizo, y viéndolos no hiciere según ellos… éste no morirá por la maldad de su padre; de cierto vivirá” (Ezequiel 18.14 y 17 – RVR1909). La maldad de ninguna manera procede, previamente al nacimiento de un humano, ni se trae desde su nacimiento, sino la Biblia manifiesta el inicio del mal desde la juventud: “…porque el intento del corazón del hombre es malo desde su juventud…” (Génesis 8.21 – RVR1909); juventud entendida desde la pubertad en su transición entre la niñez y la condición de adulto joven.


En esta etapa mayormente se manifiesta la aptitud, ya sea por disposición natural o adquirida, para ejercer diversas tareas en la vida. Aunque muchas veces en lugar de idoneidad se aprenden malas costumbres y el vicio de las corrientes sociales. El hecho de la existencia de maldad en los padres en el momento de la concepción: “He aquí, en maldad he sido formado, Y en pecado me concibió mi madre” (Salmos 51.5 – RVR1909), jamás representa el engendrar o procrear la maldad en el cigoto, embrión o feto, todo lo contrario, cada ser humano en gestación es posesión de Dios y digno de formación a plenitud de sus órganos, riñones y corazón, con su significado y simbolismo, conductual, espiritual y psicofisiológico o de psicología fisiológica (mi embrión vieron



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tus ojos, ¿el embrión ve los ojos de Dios o los ojos de Dios ven al embrión?):

“Porque tú poseiste mis riñones; Cubrísteme en el vientre de mi madre. Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras: Estoy maravillado, Y mi alma lo conoce mucho. No fué encubierto de ti mi cuerpo, Bien que en oculto fuí formado, Y compaginado en lo más bajo de la tierra. Mi embrión vieron tus ojos, Y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas Que fueron luego formadas, Sin faltar una de ellas. Así que ¡cuán preciosos me son, oh Dios, tus pensamientos! ¡Cuán multiplicadas son sus cuentas!” (Salmos 139.13 al 17 – RVR1909).

Un recién nacido ni sabe ni tiene bien o mal, sino conforme crece y se desenvuelve con su entorno, adquiere la influencia en un sentido u otro, según su propia responsabilidad al asumir las consecuencias de sus acciones, decisiones y reacciones, conforme a su concientización. De forma innata, o sea, connatural el ser humano es portador de la duda e indecisión congénita al obedecer a Dios. Esto es propio de la naturaleza del humano desde su nacimiento, pero la duda e indecisión es neutra, en el sentido de intermedia entre el bien y el mal. El bien es caliente, el mal es frío, en la duda e indecisión hay tibieza: “Yo conozco tus obras, que ni eres frío, ni caliente. ¡Ojalá fueses frío, ó caliente! Mas porque eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca” (Apocalipsis 3.15 al 16 – RVR1909). Esta expulsión se presenta en quienes camuflan la mentira en apariencia de verdad, en la inducción de tener por cierto lo que no es, y la indiferencia en ver lo verdadero. A esto le llamamos el temperamento con la patología de la duda e indecisión al obedecer a Dios. La Biblia lo representa en la dureza de corazón o el corazón duro de piedra: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá? Yo



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Jehová, que escudriño el corazón, que pruebo los riñones, para dar á cada uno según su camino, según el fruto de sus obras” (Jeremías 17.9 al 10 – RVR1909). Jesucristo es ejemplo y modelo para seguir su camino y hacer sus obras, en reconocimiento de la decisión de obedecer a Dios Padre. La inclinación y tendencia por naturaleza del ser humano en la práctica del mal, es en relación con la edad y su medio donde convive, pero a partir de su discernimiento del bien y del mal, la toma de decisiones y sus hechos.

Los riñones figuradamente se comparan con la pasión de las actitudes, emociones y sentimientos. Es una vehemencia, movida con eficacia, ímpetu y fuerza, capaz de perturbar el estado de ánimo y de nublar la reflexión, inclusive trastornar la buena disposición y orden de las ideas razonadas, por consiguiente alterar el dominio de la voluntad. Lo que popularmente se conoce como actuar con el hígado, vendría a ser actuar con los riñones, hasta perder la paz y la tranquilidad, por ejemplo, los celos, envidia, odio, rencor, resentimiento y venganza. Inclusive cometer injusticias donde no hay marcha atrás, una vez llegado el reconocimiento y reflexión de lo actuado o dicho. Aquí es cuando se requieren las actitudes, emociones y sentimientos de Jesucristo en nosotros, porque ya nuestro Señor Salvador hizo un solo sacrificio, con todo su corazón y riñones para mostrar un Camino de ejemplo y modelo de vida cotidiana. Esto incluye amor, bondad, compasión, dignificación, generosidad, misericordia, respeto, solidaridad y tolerancia. El corazón también representa la conexión del pensamiento en las actitudes, emociones y sentimientos. Es la parte conocida como psicofisiología y psicología fisiológica, en ambos sentidos, al parecer también llamada neurociencia cognitiva, relacionada con el comportamiento y la conducta corporal, según la relación con el cerebro del individuo.


En otro apartado entre los artículos de fe del Neobiblismo la hemos llamado La Psicoteología por su relación con el cerebro del individuo y su manifestación



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colectiva en lo social, con su componente de espiritualidad en la búsqueda del auxilio o favor de Dios, ya que el ser humano también por lo general y por naturaleza tiende a ser religioso. La Psicoteología está entre los escritos más interesantes del Neobiblismo, por la innovación del conocimiento celestial transmitido solo por Jesucristo, según la determinación de Dios Padre de establecer a su Hijo como el centro de la ley y la profecía, útil para el diario vivir o vida cotidiana, por ejemplo, en lo que atañe a las actitudes, emociones y sentimientos necesarios para la salvación y vida eterna, según el ejemplo de vida en Jesucristo:

“Porque ¿quién conoció la mente del Señor? ¿quién le instruyó? Mas nosotros tenemos la mente de Cristo. De manera que yo, hermanos, no pude hablaros como á espirituales, sino como á carnales, como á niños en Cristo. Os dí á beber leche, y no vianda: porque aun no podíais, ni aun podéis ahora; Porque todavía sois carnales: pues habiendo entre vosotros celos, y contiendas, y disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como hombres? Porque diciendo el uno: Yo cierto soy de Pablo; y el otro: Yo de Apolos; ¿no sois carnales?” (1 Corintios 2.16 al 3.4 – RVR1909).

El pasaje anterior corresponde al fraccionamiento cristiano, con actitudes, emociones y sentimientos ajenos a la mente y pensamiento de Cristo. La cognición tiene un significado relacionado con el conocer y por consiguiente su efecto, con la ayuda de la percepción y del paradigma propio de cada persona. Es una sensación de conocimiento interno, cuyo resultado está basado en la impresión obtenida mediante los sentidos y el ejemplo y modelo asumido por cada quien, en nuestro caso tomamos como medida, parámetro y referencia a Jesucristo. Si alguno es un cristiano que considera como meras o simples las actitudes, emociones y sentimientos de Jesucristo, sin importancia de ejemplo y



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modelo de vida cotidiana, necesaria para la salvación y vida eterna, porque valora solamente las creencias que le han inculcado, entonces está confundido, desorientado y equivocado al respecto, ignora las Sagradas Escrituras y el Poder de Dios. Es un cristiano guiado por su temperamento duro y entenebrecido, sumido en interminables listas de creencias vanas, sin sentido para la vida en Cristo, largas confesiones de fe y dogmas, que se quedan solamente en ordenanzas de fe congregacionales, denominacionales y eclesiásticas, que nunca logran cambiar el carácter del creyente, menos la personalidad en forma integral, las personas se quedan estacionadas y estancadas, muy distantes de lo que es ser verdaderos discípulos de Jesucristo.

El que lee, lea entre líneas y profundice la palabra de Dios. ¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre creyentes y cristianos? (Santiago 4.1 al 3). Se codicia y se envidia pero lo del mundo, en lugar de una codicia y envidia de hacer fielmente la obediencia y voluntad de Dios, con toda la confianza y seguridad, según el ejemplo y modelo de Jesucristo. Nuestra atención y amor está más distraído y entregado a lo eclesiástico, en la competencia y lucha en el fraccionamiento cristiano, que en Jesucristo mismo. Somos realmente verdaderos religiosos más que discípulos de Jesucristo:


“Hasta que todos lleguemos á la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, á un varón perfecto, á la medida de la edad de la plenitud de Cristo: Que ya no seamos niños fluctuantes, y llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que, para engañar, emplean con astucia los artificios del error: Antes siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todas cosas en aquel que es la cabeza, á saber, Cristo; Del cual, todo el cuerpo compuesto y bien ligado entre sí por todas las junturas de su alimento,


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que recibe según la operación, cada miembro conforme á su medida toma aumento de cuerpo edificándose en amor. Esto pues digo, y requiero en el Señor, que no andéis más como los otros Gentiles, que andan en la vanidad de su sentido. Teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón: Los cuales después que perdieron el sentido de la conciencia, se entregaron á la desvergüenza para cometer con avidez toda suerte de impureza. Mas vosotros no habéis aprendido así á Cristo: Si empero lo habéis oído, y habéis sido por él enseñados, como la verdad está en Jesús, A que dejéis, cuanto á la pasada manera de vivir; el viejo hombre que está viciado conforme á los deseos de error; Y a renovarnos en el espíritu de vuestra mente, Y vestir el nuevo hombre que es criado conforme á Dios en justicia y en santidad de verdad. Por lo cual, dejada la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros. Airaos, y no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo; Ni deis lugar al diablo. El que hurtaba, no hurte más; antes trabaje, obrando con sus manos lo que es bueno, para que tenga de qué dar al que padeciere necesidad. Ninguna palabra torpe salga de vuestra boca, sino la que sea buena para edificación, para que dé gracia á los oyentes. Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual estáis sellados para el día de la redención. Toda amargura, y enojó, é ira, y voces, y maledicencia sea quitada de vosotros, y toda malicia: Antes sed los unos con los otros benignos, misericordiosos, perdónandoos los unos á los otros, como también Dios os perdonó en Cristo” (Efesios 4.13 al 32 – RVR1909).


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5) LA RESPONSABILIDAD DE LOS DEBERES U OBLIGACIONES ANTE DIOS


La responsabilidad de los deberes u obligaciones ante Dios tiene un orden jerárquico y supremo, en relación con el orden y la diversidad de grados establecidos en este orden, desde lo natural hasta lo celestial, sin superioridad en su línea, es Jesucristo el principal después del Padre, de manera que únicamente el Padre es superior en esencia:


“Dios, habiendo hablado muchas veces y en muchas maneras en otro tiempo á los padres por los profetas, En estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, al cual constituyó heredero de todo, por el cual asimismo hizo el universo: El cual siendo el resplandor de su gloria, y la misma imagen de su sustancia, y sustentando todas las cosas con la palabra de su potencia, habiendo hecho la purgación de nuestros pecados por sí mismo, se sentó á la diestra de la Majestad en las alturas” (Hebreos 1.1 al 3 – RVR1909).

Hemos mencionado en otra ocasión el significado de la expresión: “Y la tierra estaba desordenada y vacía”. Entonces: ¿Qué representa “… y las tinieblas estaban sobre la haz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía…” (Génesis 1.2 – RVR1909).


La existencia está determinada en tres dimensiones: natural, espiritual y celestial: “Mas lo espiritual no es primero,



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sino lo animal; luego lo espiritual. El primer hombre, es de la tierra, terreno: el segundo hombre, que es el Señor, es del cielo. Cual el terreno, tales también los terrenos; y cual el celestial, tales también los celestiales. Y como trajimos la imagen del terreno, traeremos también la imagen del celestial” (1 Corintios 15.46 al 49 – RVR1909). La tierra desordenada y vacía, es un simbolismo de la ausencia o falta de respeto a la autoridad establecida por Dios, situación presentada con los ángeles caídos, además entre los seres humanos, aquellos que son incrédulos, inmersos en las tinieblas, figura de confusión, desconocimiento y máxima ignorancia. En el caso de Jesucristo, siempre será representación de la Luz: “Y hablóles Jesús otra vez, diciendo: Yo soy la luz del mundo: el que me sigue, no andará en tinieblas, mas tendrá la lumbre de la vida” (Juan 8.12 – RVR1909).

El origen de la existencia se inicia con la energía, fuerza y poder del Amor de Dios Padre, que es el mover del Espíritu de Dios, demostrado cuando se acompaña por primera vez con su propio Hijo, a quien establece como el primero y principio, tanto de la Creación como de la Resurrección: “Y él es antes de todas las cosas, y por él todas las cosas subsisten: Y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia; él que es el principio, el primogénito de los muertos, para que en todo tenga el primado. Por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud, Y por él reconciliar todas las cosas á sí, pacificando por la sangre de su cruz, así lo que está en la tierra como lo que está en los cielos” (Colosenses 1.17 al 20 – RVR1909). Luego en el fin del orden, cuando termine todo sistema corrupto, reinará la incorrupción por completo, entonces el Hijo entregará el reino a Dios Padre y se cumplirá lo siguiente: “Porque así como en Adam todos mueren, así también en Cristo todos serán vivificados. Mas cada uno en su orden: Cristo las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida. Luego el fin; cuando entregará el reino á Dios y al Padre, cuando habrá quitado todo imperio, y toda potencia y potestad… Mas luego que todas las cosas le fueren sujetas, entonces también el mismo Hijo se sujetará al que le sujetó á él



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todas las cosas, para que Dios sea todas las cosas en todos” (1 Corintios 15.22 al 24 y 28 – RVR1909).

El Hijo aprueba o da por bueno cada segmento de la creación del Padre: “Y vió Dios que la luz era buena…” (Génesis 1.4 – RVR1909, 1.10, 1.12, 1.18, 1.21, 1.25, 1.31), sin embargo, el Hijo se arrepiente del comportamiento y conducta del ser humano, al ver la práctica de maldad entre las personas: “Y vió Jehová que la malicia de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal. Y arrepintióse Jehová de haber hecho hombre en la tierra, y pesóle en su corazón. Y dijo Jehová: Raeré los hombres que he criado de sobre la faz de la tierra, desde el hombre hasta la bestia, y hasta el reptil y las aves del cielo: porque me arrepiento de haberlos hecho. Empero Noé halló gracia en los ojos de Jehová” (Génesis 6.5 al 8 – RVR1909). Recordemos que el Hijo es el ejemplo supremo de fidelidad y lealtad a la voluntad del Padre. Jesucristo tiene la primacía en la dignidad íntegra, es lo más sublime que esta humanidad en su historia ha logrado presenciar. Así en la época de Noe la maldad en el planeta es purificada con agua mediante el diluvio, posteriormente el Hijo escucha a Abraham, cuando él intercede por los justos de las ciudades de Gomorra y Sodoma, antes de recibir con fuego, el castigo más severo. Esta fue una lección de ejemplo y escarmiento, de manera que la humanidad aprenda y evite el mismo camino, para que asuma su responsabilidad de los deberes u obligaciones ante Dios. No obstante, la historia de la humanidad demuestra una incompetencia para administrar y gobernar la creación, impera la anarquía, confusión, desconcierto y desorden:


“Y los varones se levantaron de allí, y miraron hacia Sodoma: y Abraham iba con ellos acompañándolos. Y Jehová dijo: ¿Encubriré yo á Abraham lo que voy á hacer, Habiendo de ser Abraham en una nación grande y fuerte, y habiendo de ser benditas en él todas


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las gentes de la tierra? Porque yo lo he conocido, sé que mandará á sus hijos y á su casa después de sí, que guarden el camino de Jehová, haciendo justicia y juicio, para que haga venir Jehová sobre Abraham lo que ha hablado acerca de él. Entonces Jehová le dijo: Por cuanto el clamor de Sodoma y Gomorra se aumenta más y más, y el pecado de ellos se ha agravado en extremo, Descenderé ahora, y veré si han consumado su obra según el clamor que ha venido hasta mí; y si no, saberlo he. Y apartáronse de allí los varones, y fueron hacia Sodoma: mas Abraham estaba aún delante de Jehová. Y acercóse Abraham y dijo: ¿Destruirás también al justo con el impío? Quizá hay cincuenta justos dentro de la ciudad: ¿destruirás también y no perdonarás al lugar por cincuenta justos que estén dentro de él? Lejos de ti el hacer tal, que hagas morir al justo con el impío, y que sea el justo tratado como el impío; nunca tal hagas. El juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo? Entonces respondió Jehová: Si hallare en Sodoma cincuenta justos dentro de la ciudad, perdonaré á todo este lugar por amor de ellos” (Génesis 18.16 al 26 – RVR1909).

Dios Padre ha establecido a Jesucristo como el Juez, para realizar el juicio a las naciones, para que todos honren al Hijo como honran al Padre:


“Porque el Padre á nadie juzga, mas todo el juicio dió al Hijo; Para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que le envió. De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me ha enviado, tiene vida eterna; y no vendrá á condenación, mas pasó de muerte á vida. De cierto, de cierto os digo: Vendrá hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios: y los que oyeren vivirán. Porque como el Padre


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tiene vida en sí mismo, así dió también al Hijo que tuviese vida en sí mismo: Y también le dió poder de hacer juicio, en cuanto es el Hijo del hombre. No os maravilléis de esto; porque vendrá hora, cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; Y los que hicieron bien, saldrán á resurrección de vida; mas los que hicieron mal, á resurrección de condenación. No puedo yo de mí mismo hacer nada: como oigo, juzgo: y mi juicio es justo; porque no busco mi voluntad, mas la voluntad del que me envió, del Padre” (Juan 5.22 al 30 – RVR1909).

El sentido común de convivencia humana para mantener el orden, es la existencia de la normalización del comportamiento y conducta. Aunque aparentemente la dirección y regulación de Dios, al posibilitar en el Edén toda clase de árboles para alimentación, además del árbol del conocimiento de la ciencia del bien y del mal, pareciera que ofrece al ser humano el libre albedrío de elección, porque podría escoger si come del árbol de la ciencia. Esta libertad de ninguna manera es un libertinaje de desenfreno, porque tampoco implica que el ser humano realice lo que quiera indiscriminadamente, o sea, sin diferenciar o distinguir su responsabilidad de los deberes u obligaciones ante Dios. La voluntad de Dios es clara al decir: “Mas del árbol de ciencia del bien y del mal no comerás de él; porque el día que de él comieres, morirás” (Génesis 2.17 – RVR1909). El verdadero poder de decisión está en hacer prioritariamente la voluntad de Dios, el verdadero libre albedrío es el libre albedrío de Jesucristo, que consisten en negar su propia voluntad y hacer la voluntad del Padre, asumir el compromiso y responsabilidad de los deberes u obligaciones ante Dios:


“¿Quién es sabio y avisado entre vosotros? muestre por buena conversación sus obras en mansedumbre de sabiduría. Pero si tenéis envidia amarga y contención


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en vuestros corazones, no os gloriés, ni seáis mentirosos contra la verdad: Que esta sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino terrena, animal, diabólica. Porque donde hay envidia y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa. Mas la sabiduría que es de lo alto, primeramente es pura, después pacífica, modesta, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, no juzgadora, no fingida. Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen paz. ¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No son de vuestras concupiscencias, las cuales combaten en vuestros miembros? Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y gerreáis, y no tenéis lo que deseáis, porque no pedís. Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites. Adúlteros y adúlteras, ¿no sabéis que la amistad del mundo es enemistad con Dios? Cualquiera pues que quisiere ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios” (Santiago 3.13 al 4.4 – RVR1909).

Este compromiso y responsabilidad de los deberes u obligaciones ante Dios, depende del grado de amor o caridad que se tenga a Dios, a uno mismo y a quienes están a nuestro alrededor. ¿Cómo explicar el amor real que no se quede en lo abstracto? La confianza plena en los planes y propósitos de Dios, la resignación a su voluntad, la esperanza y paciencia puesta en lo conocido como el tiempo de Dios, la lucha decidida por obedecer fiel y leal a Dios, la entrega completa a la dedicación y servicio a Dios, la adhesión, adoración, apego, aprecio, devoción, estima, pasión, predilección o preferencia a Dios: “Amarás pues al Señor tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y de toda tu mente, y de todas tus fuerzas; este es el principal mandamiento. Y el segundo es semejante á él: Amarás á tu prójimo como á ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos” (Marcos 12.30 al 31 – RVR1909). Se dice que la cantidad de población mundial se



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acerca alrededor de los ocho mil millones de personas, además se considera que solamente entre dos o tres personas de cada ocho, se hacen llamar cristianos, pero es una minoría muy escasa los verdaderos practicantes como discípulos de Jesucristo, o sea, los seguidores que cumplen a cabalidad el siguiente texto de las Sagradas Escrituras:

“Empero procurad los mejores dones; mas aun yo os muestro un camino más excelente. Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo caridad, vengo á ser como metal que resuena, ó címbalo que retiñe. Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia; y si tuviese toda la fe, de tal manera que traspasase los montes, y no tengo caridad, nada soy. Y si repartiese toda mi hacienda para dar de comer á pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo caridad, de nada me sirve. La caridad es sufrida, es benigna; la caridad no tiene envidia, la caridad no hace sinrazón, no se ensancha; No es injuriosa, no busca lo suyo, no se irrita, no piensa el mal; No se huelga de la injusticia, mas se huelga de la verdad; Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. La caridad nunca deja de ser: mas las profecías se han de acabar, y cesarán las lenguas, y la ciencia ha de ser quitada” (1 Corintios 12.31 al 13.8 – RVR1909).


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6) VOLVER AL SENTIDO COMÚN Y COMUNITARIO DE JESUCRISTO


Jesucristo transmite su enseñanza en parábolas, con un mensaje en el formato de contenido figurado, mediante la literatura de los evangelios con las analogías y comparaciones necesarias se deduce las verdades importantes de la vida cotidiana. Por ejemplo, Jesús dijo: “Mas respondiendo él, dijo: Toda planta que no plantó mi Padre celestial, será desarraigada” (Mateo 15.13 – RVR1909). Se compara a las personas con las plantas y la consecuencia de no ser cultivado por el Padre celestial. Hay un simbolismo y un significado correspondiente, la expresión de plantar podría significar una relación directa y personal en el trato entre el ser humano y Dios Padre, además congruente al significado de cultivar, hay una posibilidad de ejercitar la inteligencia espiritual para que se perfeccione.


La Biblia explica: “Y nosotros hemos recibido, no el espíritu del mundo, sino el Espíritu que es de Dios, para que conozcamos lo que Dios nos ha dado; Lo cual también hablamos, no con doctas palabras de humana sabiduría, mas con doctrina del Espíritu, acomodando lo espiritual á lo espiritual. Mas el hombre animal no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque le son locura: y no las puede entender, porque se han de examinar espiritualmente” (1 Corintios 2.12 al 14 – RVR1909). Una es la intención del mundo según el intelecto de la sabiduría humana, otra es la transformación espiritual a través del conocimiento celestial trasmitido por Jesucristo, enviado directo de Dios Padre: “Si vivimos en el Espíritu, andemos también en el Espíritu” (Gálatas 5.25 – RVR1909).



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Aclaremos este simbolismo, en cierta ocasión le preguntan al Maestro acerca del motivo del mensaje en parábolas: “Quien tiene oídos para oir, oiga. Entonces, llegándose los discípulos, le dijeron: ¿Por qué les hablas por parábolas? Y él respondiendo, les dijo: Porque a vosotros es concedido saber los misterios del reino de los cielos; mas á ellos no es concedido. Porque á cualquiera que tiene, se le dará, y tendrá más; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. Por eso les hablo por parábolas; porque viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden” (Mateo 13.9 al 13 – RVR1909). Las personas que comprenden las ideas transmitidas por Jesús, logran saber su significado. La acción de comprender implica tener la idea clara del mensaje recibido, con la capacidad de identificar lo que el mensaje representa. Por esta razón algunos oyentes se ofenden del mensaje de Jesús: “Entonces llegándose sus discípulos, le dijeron: ¿Sabes que los Fariseos oyendo esta palabra se ofendieron?” (Mateo 15.12 – RVR1909). Los fariseos comprenden el mensaje y se ofenden, o sea, interpretan el mensaje adecuadamente, de manera que el significado del mensaje es comprensible porque queda claro. Lo que pasa es que los fariseos comprenden pero de ninguna manera entienden. La acción de comprender y entender es muy similar, inclusive son sinónimos, sin embargo, entender tiene un grado avanzado o superior a comprender, porque entender está relacionado con obedecer: “Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras: muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras” (Santiago 2.18 – RVR1909). Comprender la teoría de la fe requiere entender las obras de Jesucristo demostrado con el ejemplo y práctica.


Los fariseos desaprobaron las obras de Jesucristo, comprendían el mensaje pero nunca lo obedecían: “Entonces habló Jesús á las gentes y á sus discípulos, Diciendo: Sobre la cátedra de Moisés se sentaron los escribas y los Fariseos: Así que, todo lo que os dijeren que guardéis, guardad lo y haced lo; mas no hagáis conforme á sus obras: porque dicen, y no hacen” (Mateo 23.1 al 3 – RVR1909). Los escribas y fariseos



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comprenden que existen, pero nunca entienden que existen para amar y servir a Jesucristo. Se cumple la moraleja del epitafio que dice: “Aquí yace uno que no supo para que vivía”. Entender el sentido común de la vida, es entender a Jesucristo. Moisés entiende la ley y la profecía en Jesucristo: “Y enviará á Jesucristo, que os fué antes anunciado: Al cual de cierto es menester que el cielo tenga hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde el siglo. Porque Moisés dijo á los padres: El Señor vuestro Dios os levantará profeta de vuestros hermanos, como yo; á él oiréis en todas las cosas que os hablare. Y será, que cualquiera alma que no oyere á aquel profeta, será desarraigada del pueblo” (Hechos 3.20 al 23 – RVR1909). Volvemos a la parábola de la planta que no es plantada por Dios Padre Celestial, entonces es desarraigada, o sea, no basta con ser oyente, sino que se requiere ser un eficiente y fiel escucha de Jesucristo, para obedecer decididamente el mensaje de la voluntad de Dios Padre, porque Jesucristo además de Hijo, es el mensajero principal de Dios Padre y es el jefe del Séquito Celestial de los seres celestiales que son decididos a obedecer fieles y leales por siempre a Dios Padre, en cualquier circunstancia de la existencia dentro del espacio y tiempo de Dios.

¿Quiénes entienden o se quedan sin entendimiento entre las gentes y los discípulos de Jesucristo? Es un asunto de cada persona, la posibilidad de alcanzar la capacidad de crear y hacer auto conciencia, según el interés de cada quien en conocer el sentido común de Jesucristo, cuya causa atenuante se reduce en la decisión o determinación en firme al obedecer a Dios, demostrado por cada persona con los atestados de vivencia cotidiana, las acciones, actos, comportamiento y conducta, según el ejemplo y modelo de vida en Cristo:


“Porque no somos como muchos, mercaderes falsos de la palabra de Dios: antes con sinceridad, como de Dios,


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delante de Dios, hablamos en Cristo. ¿Comenzamos otra vez á alabarnos á nosotros mismos? ¿ó tenemos necesidad, como algunos, de letras de recomendación para vosotros, ó de recomendación de vosotros? Nuestras letras sois vosotros, escritas en nuestros corazones, sabidas y leídas de todos los hombres; Siendo manifiesto que sois letra de Cristo administrada de nosotros, escrita no con tinta, mas con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne del corazón” (2 Corintios 2.17 al 3.3 – RVR1909).

Para continuar con la simbología y su significado, todo ser humano sin excepción nace con la característica y cualidad corporal y fisiológica, de tres componentes o dispositivos biológicos y genéticos que regulan el funcionamiento de ciertos procesos orgánicos, a saber, un cronómetro interno de vida, un chip de temperamento vivencial y una brújula de orientación o sentido de la vida. Todo esto atañe a un análisis vinculado a lo científico y a la medicina, para mitigar las enfermedades y preservar la salud, esto afecta en el comportamiento y conducta de la persona, en su decadencia o en la superación, tanto en el aspecto natural, espiritual y celestial. Así como una embarcación naufraga o pierde su rumbo debido a la corriente, marejada o viento. Pero en el orden establecido para los terrenales, primero es lo natural, luego lo espiritual y por último lo celestial, aunque corresponde a un ciclo originado desde lo celestial, con los ángeles indecisos cuando se presenta la caída de los ángeles. Lo natural está asociado al cronómetro interno de vida, lo espiritual al chip de temperamento vivencial y lo celestial a la brújula de orientación o sentido de la vida. Aunque estos componentes o dispositivos biológicos y genéticos se traen de nacimiento, en forma innata, se conservan activos y funcionales, según las oportunidades, particularidades y vivencias de cada ser humano. Inclusive podría afectar la zona geográfica terrestre, las costumbres,



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creencias, cultura, doctrinas, economía, educación, entretenimiento, filosofías, información, mitos, modas, religión, tecnología, telecomunicaciones y tradiciones.

Algunos en su propia creencia, prefieren definir la muerte como consecuencia del pecado y como un accidente espontáneo y sorpresivo inevitable de la vida, a manera de un temporizador de vida donde el tiempo está definido y establecido desde el inicio del nacimiento. El entendimiento de un cronómetro tiene la activación del tiempo inicial pero indefinido, porque la finalización del tiempo no se establece desde el inicio, sino que se requiere una nueva acción para detener el tiempo, en este caso es solamente Dios Padre quien tiene el control en sus manos, del cronómetro interno de vida de cada persona. Por ejemplo, Jesucristo en mención de ciertos acontecimientos dice que únicamente lo sabe Dios Padre en su sola potestad, así es el momento de la muerte de cada persona: “El cielo y la tierra pasarán, mas mis palabras no pasarán. Empero de aquel día y de la hora, nadie sabe; ni aun los ángeles que están en el cielo, ni el Hijo, sino el Padre. Mirad, velad y orad: porque no sabéis cuándo será el tiempo” (Marcos 13.31 al 33 – RVR1909). Se espera el tiempo del fin como acontecimiento determinante de la segunda venida de Jesucristo, pero la realidad es que el tiempo del fin hace alusión a una situación global, mientras que la muerte es el tiempo del fin para cada persona en un sentido de individual en lugar de colectivo. Paralelamente el pasaje mencionado anteriormente indicaba lo sucedido en la destrucción de Jerusalén y del Templo, alrededor del año 70 después de Jesucristo, debido a las diferencias discutidas por los especialistas en relación con el conteo del año cero o inicio real de la primera década de la era cristiana.


El sentido común y comunitario de Jesucristo tiene su fundamento con base en la habilidad del compartir en el bien común, asociado a la cooperación, equidad, justicia, servicio voluntario, solidaridad y subsidiariedad, por ejemplo, los bancos de distribución de alimentos y las brigadas o misiones



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de auxilio médico debido a las emergencias sanitarias. Este compartir en la actualidad se explica con lo que llaman el empoderamiento de la resiliencia, o sea, asumir con flexibilidad situaciones difíciles y sobreponerse con superación y trabajo a las mismas, a través de resistir sin ruptura de la honestidad y honradez. Esta situación se presenta especialmente cuando la persona se encuentra en la condición de desfavorecido, en el caso de escasos recursos económicos o laborales, que le perjudican por causa de una mala distribución equitativa y justa de la riqueza. Un factor influyente es el desempleo o desocupación laboral sin remuneración ganancial o salarial.

Jesucristo comparte su conocimiento, enseñanza y mensaje para provocar el amor de Dios, compasión, humildad, justicia, mansedumbre, misericordia, paz y santidad. Este sentido común y comunitario promovido y propuesto con la guía de Jesucristo, mediante la autoridad de Dios, la influencia del Espíritu Santo y el conocimiento celestial transmitido por Jesucristo, se menciona desde el primer siglo de la era cristiana:


“Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, y en la comunión, y en el partimiento del pan, y en las oraciones. Y toda persona tenía temor: y muchas maravillas y señales eran hechas por los apóstoles. Y todos los que creían estaban juntos; y tenían todas las cosas comunes; Y vendían las posesiones, y las haciendas, y repartíanlas á todos, como cada uno había menester. Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y con sencillez de corazón, Alabando á Dios, y teniendo gracia con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día á la iglesia los que habían de ser salvos” (Hechos 2.42 al 47 – RVR1909).


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El factor de comunión y unidad manifestado por la comunidad de fe del primer siglo de la era cristiana, tiene su legado, cimiento y trascendencia en la enseñanza y mensaje de Jesucristo:


“Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma: y ninguno decía ser suyo algo de lo que poseía; mas todas las cosas les eran comunes. Y los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con gran esfuerzo; y gran gracia era en todos ellos. Que ningún necesitado había entre ellos: porque todos los que poseían heredades ó casas, vendiéndolas, traían el precio de lo vendido, Y lo ponían á los pies de los apóstoles; y era repartido á cada uno según que había menester” (Hechos 4.32 al 35 – RVR1909).

En este sentido común y comunitario transmitido por Jesucristo, entra en función el componente o dispositivo biológico y genético del temperamento. El mismo lo comparamos figuradamente con un chip de temperamento vivencial, para hacer prevalecer el carácter, personalidad y temple necesarios, con el esfuerzo y fortaleza de la perseverancia constante y firmeza hasta el fin. El temperamento se trae estable y permanente de nacimiento, sin posibilidad de modificar o variar, solamente con la ayuda de Dios Padre mediante su Hijo Jesucristo se podría cambiar, inclusive algunas personas conservan igual su temperamento desde que nacen hasta que mueren. La palabra menciona los frutos del Espíritu Santo, indispensables en la espiritualidad para trascender a lo celestial: “Mas el fruto del Espíritu es: caridad, gozo, paz, tolerancia, benignidad, bondad, fe, Mansedumbre, templanza: contra tales cosas no hay ley” (Gálatas 5.22 al 23 – RVR1909). La rigidez de la ley del temperamento no prevalecerá contra la influencia e intervención del Espíritu de Dios Padre. Este cambio de



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temperamento requiere una conversión o reversión de pensamiento, de terrenal a celestial, para semejar a la mente de Cristo: “Empero el espiritual juzga todas las cosas; mas él no es juzgado de nadie. Porque ¿quién conoció la mente del Señor? ¿quién le instruyó? Mas nosotros tenemos la mente de Cristo” (1 Corintios 2.15 al 16 – RVR1909).

La brújula de orientación o sentido de la vida es la guía de Jesucristo que tiene la persona, para no perder el norte, ni perder el rumbo, para no desviarse del Camino de Jesucristo. Esta brújula es Jesucristo mismo, o sea, la brújula más que espiritual, es celestial, porque el enfoque está centralizado en Jesucristo. Todo ser humano tiene la oportunidad de esta brújula de orientación o sentido de la vida, lo que pasa es que hay muchos distractores y ruido que alteran este enfoque y hay pérdida del rumbo y salida del camino. ¿Qué pasa con aquellos que nunca han escuchado de la existencia de Jesucristo? Ningún ser humano desde la existencia histórica de la humanidad terrenal, puede alegar desconocimiento y tratar de justificar lo injustificable, porque el origen de la indecisión de cada ser viene desde la caída de los ángeles. El ejemplo y modelo de vida es Jesucristo, en su primera venida a este mundo, Jesucristo ya tenía preexistencia. Así también preexistía todo ser humano, porque en la historia de la humanidad encontramos quienes sin salirse del camino de Dios, hacen su voluntad y agradan a su Creador. El propósito de la existencia del ser humano, es dar una segunda oportunidad a todos los seres celestiales indecisos en aquella rebelión contra el Creador, por parte de los ángeles que cayeron. Además de los caídos estaban los que se mantuvieron fieles y leales a Dios, pero entre los indecisos están los seres humanos. Ejemplos, como Abel decidido a obedecer a Dios, en el caso de Caín quien decide seguir al adversario y el mal. Otro ejemplo es Enoc: “De los cuales también profetizó Enoc, séptimo desde Adam, diciendo: He aquí, el Señor es venido con sus santos millares, A hacer juicio contra todos, y á convencer á todos los impíos de entre ellos tocante á todas sus obras de impiedad que han hecho



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impíamente, y á todas las cosas duras que los pecadores impíos han hablado contra él” (Judas 1.14 al 15 – RVR1909).

El conocedor desde el origen de los tiempos entiende el anuncio profético acerca de Jesucristo, quien es el Enviado, Mesías y Salvador: “Entonces Jehová Dios dijo á la mujer: ¿Qué es lo que has hecho? Y dijo la mujer: La serpiente me engañó, y comí. Y Jehová Dios dijo á la serpiente: Por cuanto esto hiciste, maldita serás entre todas las bestias y entre todos los animales del campo; sobre tu pecho andarás, y polvo comerás todos los días de tu vida: Y enemistad pondré entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar” (Génesis 3.13 al 15 – RVR1909). Algunos podrían extrañar nuestra afirmación en otra ocasión, de que el adversario y rebelde ángel caído, líder de otros ángeles que también cayeron y fueron arrastrados, tuvo su segunda oportunidad de rectificar su yerro, que fue una equivocación más por descuido, por arrogancia y enaltecimiento, además de la ambición de aspirar un lugar superior sin respetar la autoridad de Dios Padre, contrario a lo demostrado por la obediencia, subordinación y sujeción de Jesucristo. Pero este ángel caído tuvo su segunda oportunidad en el Edén, cuando pudo dialogar con Adán y Eva e inducirlos hacia el bien, o sea, la decisión firme de hacer la voluntad de Dios. Lamentablemente, en forma obstinada, persiste en inducir al error, a la confusión, engaño y mentira. Adán y Eva hacen uso de su facultad de analizar, cuestionar e investigar, pero se dejan llevar por su duda e indecisión al obedecer a Dios, ejercen su capacidad de la toma de decisión.


El árbol de la ciencia del bien y del mal, a manera de figura literaria o simbología, representa también las opciones de elección, a las que tuvo alcance Adán y Eva, no obstante, hay otro árbol de la vida que representa a Jesucristo, como esa brújula de orientación o sentido de la vida, para no perder el norte, el rumbo o el camino de Cristo, para salvación y vida eterna. Este mundo ofrece mucha distracción



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y ruido, la mayor bendición y prosperidad, es estar algún día con nuestro Señor Jesucristo en la vida eterna. Lo realmente sobrenatural de la vida actual es el amor incondicional hacia Jesucristo, ese amor que nos atrae y mueve para estar con el Señor, nuestro Salvador. Que el día de nuestra muerte corporal o fisiológica, sea un cerrar y abrir de ojos para subir con cuerpo transformado, como los ángeles decididos, al encuentro con la segunda venida de Jesucristo, acompañado de aquellos ángeles que se mantuvieron fieles y leales a la causa de Dios Padre, el Creador. Y así estemos con nuestro Señor por siempre y para siempre, antes y después, principio y fin: “Porque ¿quién entendió la mente del Señor? ¿ó quién fué su consejero? ¿O quién le dió á él primero, para que le sea pagado? Porque de él, y por él, y en él, son todas las cosas. A él sea gloria por siglos. Amén” (Romanos 11.34 al 36 – RVR1909).