2.5.4.3 CONOCIMIENTO CELESTIAL


El conocimiento celestial es un tipo de conciencia e inteligencia que trasciende de lo espiritual a lo celestial. Se presenta un nuevo pensamiento consiente del plan y propósito del reino de los cielos: “… buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra” (Colosenses 3.1 al 2). Este conocimiento celestial se basa en la adhesión y predestinación a ser como Jesucristo. Figurativamente es un gobierno del tercer cielo, porque es tener la conciencia y mente de Cristo: “… Mas nosotros tenemos la mente de Cristo” (1 Corintios 2.16).


Para comprender este tipo de conocimiento, se compara con la analogía de la resurrección: “Mas lo espiritual no es primero, sino lo animal; luego lo espiritual. El primer hombre es de la tierra, terrenal; el segundo hombre, que es el Señor, es del cielo. Cual el terrenal, tales también los terrenales; y cual el celestial, tales también los celestiales” (1 Corintios 15.46 al 48). Alegóricamente es igual en el conocimiento, se nace natural, o sea, terrenal, luego, según la medida de la fe, se posibilita escalar al conocimiento espiritual, para finalmente consolidarse al nivel del conocimiento celestial, al adherirse y revestirse de Cristo en su semejanza de vida.


El conocimiento celestial transciende de la misericordia a la máxima plenitud de la voluntad de Dios. La diferencia entre conocimiento natural y celestial, se distingue más claramente en la historia de la humanidad, a partir del ejemplo de vida de Jesucristo. Se registran sucesos de genocidios por guerras y masacres, llevados a cabo en el nombre del Señor Jesús, con la finalidad de imponer y extender geográficamente la religión cristiana. Por ejemplo, en el tiempo de la conquista de los europeos frente a los nativos de América, pero esta situación no representa creer en su nombre, el asesinato, división, intolerancia, irrupción, muerte, odio, persecución, repudio, rivalidad religiosa y violencia, es contraproducente a la enseñanza de Jesús como ejemplo, modelo de vida cotidiana en amor, valores comunitarios y universales.


La verdadera trascendencia al paraíso, es trascender a la práctica del amor y justicia de Dios. Prevalece el respeto inalienable a la vida humana, la convivencia de reino de Dios entre nosotros, los derechos humanos irrenunciables, irrevocables e intransferibles, la misericordia, paz y santidad. Predomina lo celestial, ante lo animal, carnal, diabólico, malo, pecaminoso y terrenal: “… cuyo dios es el vientre,… que sólo piensan en lo terrenal. Mas nuestra ciudadanía está en los cielos…” (Filipenses 3.18 al 21), “porque esta sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino terrenal, animal, diabólica” (Santiago 3.15).


En Dios se vive el verdadero amor (Romanos 5.8), de su procedencia (1 Juan 4.7), y le amamos porque él nos amó primero (1 Juan 4.19). El amor a Dios es guardar sus mandamientos (1 Juan 5.3): “El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor” (1 Juan 4.8). En el caso de la ausencia en la comprensión del mensaje de Jesús, la vida queda sin trascendencia ante Dios (Colosenses 3.1 al 4), solamente terrenal y superficial: “Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso…” (1 Juan 4.20). Jesús dijo: “Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado” (Juan 15.12 y 17).


Algunos se estancan en la salvación por religiosidad. En este sentido, a pesar de las barreras dogmáticas y religiosas, influyentes en su época, Jesús no presentó su adhesión a la política o religión oficial del momento. El sector religioso oficial rechaza a Jesús: “Muy de mañana, habiendo tenido consejo los principales sacerdotes con los ancianos, con los escribas y con todo el concilio, llevaron a Jesús atado, y le entregaron... Pilato le preguntó: ¿Eres tú el Rey de los judíos? Respondiendo él, le dijo: Tú lo dices. Y los principales sacerdotes le acusaban mucho... Mas Jesús ni aun con eso respondió; de modo que Pilato se maravillaba” (Marcos 15.1 al 5).


Más adelante se dice: “Y Pilato les respondió diciendo: ¿Queréis que os suelte al Rey de los judíos? Porque conocía que por envidia le habían entregado los principales sacerdotes” (Marcos 15.9 al 10). Los líderes religiosos podrían ser muy catedráticos y doctos, pero en el plano espiritual, tenían antivalores como la envidia. Su apego a esta envidia los ubica entre el conocimiento natural y el espiritual, pero no logran trascender al celestial, prueba de esto es que rechazan a Jesucristo como Salvador personal. El conocimiento celestial es por medio de la gracia de Dios, mediante la fe en Cristo Jesús: “y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús” (Efesios 2.6). Sin esta sabiduría, la creencia es forzada e impositiva con violencia, caso sucedido con las guerras religiosas del enojo, intolerancia, muerte y odio.


En el primer siglo existían grupos religiosos como los fariseos y los saduceos, quienes rechazaron a Jesús. No comprendieron la relación entre la ley y su transformación a la gracia. En una ocasión Jesús se refiere a los maestros de la ley y los fariseos como personas que con sus hechos niegan lo que con sus labios confiesan: “… Mas no hagáis conforme a sus obras, porque dicen, y no hacen” (Mateo 23.2 al 3). Esto significa que son creyentes pero no practicantes, son espirituales de carácter religioso, pero no celestiales, predestinados a ser como Cristo.


Los acuerdos de fe ejercidos y transmitidos por la comunidad de fe, emergida en el primer siglo, con la enseñanza y práctica de Jesucristo, con ánimo, armonía, principios de conciencia moral y voluntad. Es una confesión de fe o profesión de fe a conciencia, convicción, meditación y reflexión: “Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados; y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia” (Romanos 6.17 al 18).


Es un ordenamiento de disposiciones establecidas sobre la base del amor y la fe, el modelo ejemplar de vida es Jesucristo, con la apertura de su enseñanza a todo el mundo, sin hacer acepciones de personas. Jesús es fuente de vida abundante para todas las naciones, sin discriminación académica, color de piel, cultural, discriminación a la mujer, económica, edad, étnica, geográfica, idioma, racial y status social. La diversidad de iglesias no es una competencia a la libre, con la presunción de exclusión o inclusión delante de Dios, hay formas de injusticia religiosa, debido a la fragmentación del cristianismo, según la interpretación individual, particular o privada. Las religiones cristianas presentan su máximo esfuerzo por brindar un medio, herramientas y mecanismos para acercar al ser humano natural hacia Dios, no obstante, la única verdad absoluta es Jesucristo, quien nos posibilita el conocimiento celestial.