2.5.7 EL TRIBUTO A DIOS O DIEZMO SOLIDARIO


Las Sagradas Escrituras dicen: “Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza” (Romanos 15.4). En relación con el tributo a Dios o diezmo solidario, todo inicia con la tribu de Leví, como tribu sin territorio y esparcida por todo Israel, salvo algunas ciudades de domicilio, ubicadas en todas las demás tribus: “Habló Jehová a Moisés en los campos de Moab, junto al Jordán frente a Jericó, diciendo: Manda a los hijos de Israel que den a los levitas, de la posesión de su heredad, ciudades en que habiten;… Y en cuanto a las ciudades que diereis de la heredad de los hijos de Israel, del que tiene mucho tomaréis mucho, y del que tiene poco tomaréis poco;…” (Números 35.1 al 8; Josué 21.1 al 2 y 41).


El diezmo corresponde a la décima parte, o sea, es un porcentaje, su aporte es un monto mayor equivalente en quienes más tienen, en comparación con quienes reciben menos ingresos. La tribu de Leví no tuvo posesión entre la repartición de los territorios, solo los lugares para habitación: “En aquel tiempo apartó Jehová la tribu de Leví, para que llevase el arca del pacto de Jehová, para que estuviese delante de Jehová para servirle, y para bendecir en su nombre, hasta hoy, por lo cual Leví no tuvo parte ni heredad con sus hermanos; Jehová es su heredad, como Jehová tu Dios le dijo” (Deuteronomio 10.8 al 9; Josué 13.32 al 33). Así, en las sociedades actuales hay partes de la población divididas en clases sociales, donde la clase baja son las más desposeídas y de menos oportunidades en la vida, en el sentido material de bienes y servicios, preparación académica, opciones laborales y de remuneración. Estas clases clasificadas o consideradas como bajas, son socorridas por las clases medias y altas con el diezmo solidario.


Esta situación no se trata de un anacronismo, o sea, una utilización anticuada y fuera del tiempo vigente, porque Dios en su sola potestad y conocimiento futuro, prevé y provee un mecanismo de bienestar social y bien común, para un equilibrio, con el financiamiento y economía de los que más pueden a favor de los más necesitados. La tribu de Leví al quedar por fuera de entre los terratenientes, subsistiría con la alimentación provista para el servicio a Dios: “Los sacerdotes levitas, es decir, toda la tribu de Leví, no tendrán parte ni heredad en Israel; de las ofrendas quemadas a Jehová y de la heredad de él comerán. No tendrán, pues, heredad entre sus hermanos; Jehová es su heredad, como él les ha dicho… porque le ha escogido Jehová tu Dios de entre todas tus tribus, para que esté para administrar en el nombre de Jehová, él y sus hijos para siempre… Igual ración a la de los otros comerá, además de sus patrimonios” (Deuteronomio 18.1 al 8).


Dios es la heredad, en el sentido de que nuestro Creador no va a desamparar al ser humano en lo necesario para la subsistencia. Los levitas recibirían el diezmo de parte de todas las demás tribus: “Y Jehová dijo a Aarón: De la tierra de ellos no tendrás heredad, ni entre ellos tendrás parte. Yo soy tu parte y tu heredad en medio de los hijos de Israel. Y he aquí yo he dado a los hijos de Leví todos los diezmos en Israel por heredad, por su ministerio, por cuanto ellos sirven en el ministerio del tabernáculo de reunión” (Números 18.20 al 21 y 24). En la sociedad actual le corresponde a quienes tienen ingresos estables, contribuir para el bien de aquellos en condición de pobreza y extrema pobreza. Esto requiere asumir responsabilidad por parte de quienes tienen lo suficiente y pueden compartir con los demás, para una distribución más justa y equitativa en la sociedad.


El diezmo era una forma de contribución territorial, acerca de la décima parte de las cosechas agrícolas y ganado: “Y el diezmo de la tierra, así de la simiente de la tierra como del fruto de los árboles, de Jehová es; es cosa dedicada a Jehová… Y todo diezmo de vacas o de ovejas, de todo lo que pasa bajo la vara, el diezmo será consagrado a Jehová… Estos son los mandamientos que ordenó Jehová a Moisés para los hijos de Israel, en el monte de Sinaí” (Levítico 27.30 al 34). El diezmo retribuye su labor: “Y lo comeréis en cualquier lugar, vosotros y vuestras familias; pues es vuestra remuneración por vuestro ministerio en el tabernáculo de reunión. Y no llevaréis pecado por ello, cuando hubiereis ofrecido la mejor parte de él; y no contaminareis las cosas santas de los hijos de Israel, y no moriréis” (Números 18.31 al 32).


Inclusive se cumplía que el mismo beneficiado con recibir el diezmo, tenía que ofrendar a Dios también la décima parte del diezmo: “Y habló Jehová a Moisés, diciendo: Así hablarás a los levitas, y les dirás: Cuando toméis de los hijos de Israel los diezmos que os he dado de ellos por vuestra heredad, vosotros presentaréis de ellos en ofrenda mecida a Jehová el diezmo de los diezmos. Y se os contará vuestra ofrenda como grano de la era, y como producto del lagar. Así ofreceréis también vosotros ofrenda a Jehová de todos vuestros diezmos…” (Números 18.25 al 30). En otras palabras, en nuestro tiempo, los mismos pobres que reciben ayuda, tienen su deber solidario de compartir con los de extrema pobreza o miseria, para hacer surgir el nivel de bienestar en todos los niveles.


La pobreza consiste en vivir con lo necesario para subsistir, pero la extrema pobreza o miseria está por debajo del límite de subsistencia. Ahora bien, con Jesús cambia el destinatario del diezmo solidario. Esto tiene una simbología, significado y representación: actualmente no hay sacerdocio Levítico sino que Jesucristo es el sacerdote mediante la tribu de Judá: “Porque cambiado el sacerdocio, necesario es que haya también cambio de ley; y aquel de quien se dice esto, es de otra tribu, de la cual nadie sirvió al altar. Porque manifiesto es que nuestro Señor vino de la tribu de Judá, de la cual nada habló Moisés tocante al sacerdocio. Y esto es aun más manifiesto, si a semejanza de Melquisedec se levanta un sacerdote distinto, no constituido conforme a la ley del mandamiento acerca de la descendencia, sino según el poder de una vida indestructible. Pues se da testimonio de él: Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec” (Hebreos 7.12 al 17).


El diezmo solidario ahora se entrega directamente a Jesucristo, según el orden de Melquisedec. Resulta que en este orden media Abraham, mucho antes del legislador Moisés, o sea, Abraham representa no solo a las religiones identificadas con su legado, sino que en Melquisedec se involucra la justicia y el sacerdocio, anterior a la institución del sacerdocio levítico, como figura de un sacerdocio universal de justicia, paz y responsabilidad social y fraternal: “donde Jesús entró por nosotros como precursor, hecho sumo sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec. Porque este Melquisedec, rey de Salem, sacerdote del Dios Altísimo, que salió a recibir a Abraham que volvía de la derrota de los reyes y le bendijo, a quien asimismo dio Abraham los diezmos de todo; cuyo nombre significa primeramente Rey de justicia, y también Rey de Salem, esto es, Rey de paz; sin padre, sin madre, sin genealogía; que ni tiene principio de días, ni fin de vida, sino hecho semejante al Hijo de Dios, permanece sacerdote para siempre… Y aquí ciertamente reciben los diezmos hombres mortales; pero allí, uno de quien se da testimonio de que vive… Si, pues, la perfección fuera por el sacerdocio levítico (porque bajo él recibió el pueblo la ley), ¿qué necesidad habría aún de que se levantase otro sacerdote, según el orden de Melquisedec, y que no fuese llamado según el orden de Aarón?” (Hebreos 6.20. y Hebreos 7.1 al 7.11).


Por lo tanto, el diezmo solidario es un compromiso y legado generacional, inclusivo de toda la humanidad, como ofrenda a Dios el Creador. Es la solución mundial a la justificación actual de la propiedad privada, empresarial o industrial, en función social y del bien común. Es el valor y el precio justo para disminuir la desigualdad e injusticia social. La práctica del diezmo solidario contribuye a la austeridad, por parte de quienes más tienen y más quieren, esto ayuda a contrarrestar el consumismo salvaje, la voracidad del sistema de endeudamiento y usura, por consiguiente, promueve el bienestar, paz y seguridad con responsabilidad social.


La forma de entregar el diezmo solidario al sacerdocio universal de Jesucristo es la siguiente: “Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria, y serán reunidas delante de él todas las naciones; y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos” (Mateo 25.31 al 32). El pasaje anterior claramente establece a todas las naciones, no solamente cristianos, espirituales, religiosos, sino a quienes han habitado cada nación.


Entonces, continuemos con la lectura anterior y luego reforzamos con el profeta Malaquías: “Y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda. Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí… Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeño, a mí lo hicisteis… Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles… De cierto os digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo hicisteis. E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna” (Mateo 25.33 al 46). Ser justo es practicar justicia.


La función del diezmo era proveer del alimento necesario y costear las necesidades de los desposeídos y sin tierras, que aunque tenían derechos por ser también una tribu de Israel, sus oportunidades eran limitadas, restringido solo a un lugar de domicilio y un trabajo en el ministerio y servicio a Dios. Era un tipo de remuneración por sus labores, similar a un salario, pero sin poseer territorios como para vivir de ganancias, a manera de explotar la tierra, con las cosechas, intercambio o comercio, sino dependientes de la colecta del diezmo para sobrevivir.


Así, comparado con nuestros tiempos, en la actualidad el aporte de las demás tribus vendría a ser como una función de responsabilidad social universal. Los pobres siempre existirán dijo Jesús: “Y le hicieron allí una cena; Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban sentados a la mesa con él. Entonces María tomó una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, y ungió los pies de Jesús, y los enjugó con sus cabellos; y la casa se llenó del olor del perfume. Y dijo uno de sus discípulos, Judas Iscariote hijo de Simón, el que le había de entregar: ¿Por qué no fue este perfume vendido por trescientos denarios, y dado a los pobres? Pero dijo esto, no porque se cuidara de los pobres, sino porque era ladrón, y teniendo la bolsa, sustraía de lo que se echaba en ella. Entonces Jesús dijo: Déjala; para el día de mi sepultura ha guardado esto. Porque a los pobres siempre los tendréis con vosotros, mas a mí no siempre me tendréis” (Juan 12.2 al 8). Los pobres los tendremos en la sociedad, por lo menos con lo necesario y suficiente para sobrevivir, sin caer en la extrema pobreza o miseria, pero con el auxilio del resto de la sociedad. El diezmo solidario es compartir de forma justa la décima parte, con los necesitados y devolver así, a Dios, una pequeña parte de todo lo recibido en el transcurso de esta vida.


El pasaje anterior indica acerca de Judas Iscariote, siendo discípulo era ladrón de la misma bolsa del financiamiento o tesorería, para el ministerio de Jesús. En cierta ocasión, Dios dice que le han robado: “Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis robado. Y dijisteis: ¿En qué te hemos robado? En vuestros diezmos y ofrendas. Malditos sois con maldición, porque vosotros, la nación toda, me habéis robado. Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa…” (Malaquías 3.8 al 10). La casa de Dios ahora en Jesucristo es una casa universal: “Mas Salomón le edificó casa; si bien el Altísimo no habita en templos hechos de mano, como dice el profeta: El cielo es mi trono, y la tierra el estrado de mis pies. ¿Qué casa me edificaréis? dice el Señor; ¿o cuál es el lugar de mi reposo? ¿No hizo mi mano todas estas cosas?” (Hechos 7.47 al 50).


Hay un procedimiento vigente para entregar a Dios los diezmos solidarios, siempre habrá pobres con necesidad: en los adultos mayores, amistades, el barrio, compañeros de estudio, comunidad, conocidos, desempleados, discriminados, enfermos, extranjeros, familiares, huérfanos, indigencia en la calle, indocumentados, inmigrantes, madres solteras, marginados, niños (as) de la calle, peregrinos, privados de libertad, situación de adicción a las drogas, vecindad y viudas.


En todo el planeta cada contribuyente es responsable de que la ayuda llegue directamente a los más necesitados, próximos a su alrededor en cada nación. Esto es vivir en fraternidad y solidaridad. La Escritura nos orienta al respecto: “El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por manos humanas, ni es honrado por manos de hombres, como si necesitase de algo; pues él es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas” (Hechos 17.24 al 25). En el caso del financiamiento para la administración y organización congregacional y eclesiástica, existen las colectas especiales, contribuciones voluntarias, donativos específicos y ofrendas (Mateo 6.2 al 4, 10.7 al 10; Lucas 9.2 al 3; 1 Corintios 9.4 al 18).


La responsabilidad del cumplimiento es personal y a conciencia: esto se entiende como un zoom desplazado desde la continuidad de un plano de enfoque a otro. Por ejemplo, primero la tribu de Leví es beneficiada por el diezmo recaudado entre las demás tribus de Israel. Luego Dios establece un cambio de sacerdocio, donde deja de ser la tribu de Leví y pasa a ser su Hijo Jesucristo, el sacerdote por siempre. El diezmo solidario se entrega a Jesús por medio de los necesitados. En este zoom Dios está por sobre todo, observa nuestro proceder y cumplimiento del amor de Dios, fe, justicia, misericordia, paz y santidad. Se determinan las condiciones de convivencia de nuestra existencia y por un tiempo establecido, para glorificar y honrar a nuestro Creador. Es deber del ser humano cumplir a cabalidad con sus obligaciones contributivas, máximo si se trata de la vida de otras personas, se constituye en un asunto de suma importancia y trascendencia ante Dios. En el mundo hay injustamente por causa del mismo humano, mucha gente muriendo de hambre y sed.


Jacob, nieto de Abraham, realiza un voto acerca del diezmo, mucho antes del sacerdocio levítico: “E hizo Jacob voto, diciendo: Si fuere Dios conmigo, y me guardare en este viaje en que voy, y me diere pan para comer y vestido para vestir, y si volviere en paz a casa de mi padre, Jehová será mi Dios. Y esta piedra que he puesto por señal, será casa de Dios; y de todo lo que me dieres, el diezmo apartaré para ti” (Génesis 28.20 al 22).


Los habitantes del planeta somos parte de una misma comunidad humana, Dios quiere una convivencia de justicia para todos y todas, ya que el ser humano es el administrador de las riquezas de este mundo para el bien común: “Vuestras palabras contra mí han sido violentas, dice Jehová. Y dijisteis: ¿Qué hemos hablado contra ti? Habéis dicho: Por demás es servir a Dios. ¿Qué aprovecha que guardemos su ley, y que andemos afligidos en presencia de Jehová de los ejércitos? Decimos, pues, ahora: Bienaventurados son los soberbios, y los que hacen impiedad no sólo son prosperados, sino que tentaron a Dios y escaparon” (Malaquías 3.13 al 15).


Dios dice: “Entonces os volveréis, y discerniréis la diferencia entre el justo y el malo, entre el que sirve a Dios y el que no le sirve. Porque he aquí, viene el día ardiente como un horno, y todos los soberbios y todos los que hacen maldad serán estopa; aquel día que vendrá los abrasará, ha dicho Jehová de los ejércitos, y no les dejará ni raíz ni rama… He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible. El hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición” (Malaquías 3.18. y (Malaquías 4.1 al 4.6). Luego la Biblia aclara acerca de Juan el Bautista: “… Y hará que muchos de los hijos de Israel se conviertan al Señor Dios de ellos. E irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y de los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto” (Lucas 1.13 al 17).


Juan el Bautista predicaba: “Y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto se corta y se echa en el fuego. Y la gente le preguntaba, diciendo: Entonces, ¿qué haremos? Y respondiendo, les dijo: El que tiene dos túnicas, dé al que no tiene; y el que tiene qué comer, haga lo mismo. Vinieron también unos publicanos para ser bautizados, y le dijeron: Maestro, ¿qué haremos? El les dijo: No exijáis más de los que os está ordenado. También le preguntaron unos soldados, diciendo: Y nosotros, ¿qué haremos? Y les dijo: No hagáis extorsión a nadie, ni calumniéis; y contentaos con vuestro salario” (Lucas 3.9 al 14). Juan el Bautista enseña al pueblo el compartir y la solidaridad, desde vestimenta hasta alimentos. A los trabajadores públicos les muestra el camino sin corrupción, sin perjudicar y sin privilegios excesivos o abusivos, al decir que estén conformes con el salario. Al final de cuentas también los que menos tienen son igualmente conciudadanos de los que más tienen. La Escritura dice: “Hermanos míos amados, oíd: ¿No ha elegido Dios a los pobres de este mundo, para que sean ricos en fe y herederos del reino que ha prometido a los que le aman?” (Santiago 2.5).