4.1 VALORES MINISTERIALES


La autoridad establecida por Dios, para ser cabeza de la iglesia, es Jesucristo (Efesios 1.22 al 23, 5.23; Colosenses 1.18). Toda la estructura de trabajo eclesial le está sujeta en reverencia, servicio y temor, cada obrero ministerial con su servicio rinde tributo al Señor, que es digno de toda la alabanza, gloria, honra y poder, conscientes de un servicio en lo más sagrado de las actitudes, actos, adoración, desempeño y servicio con entrega, esfuerzo, gratitud, honestidad, obediencia, rectitud, testimonio y vocación.


Es prioridad del obrero permanecer fiel en cualquier circunstancia, lugar y momento, sin anarquía o desorden en la función ministerial. Los pilares entre los valores comunitarios de un ministro de la palabra de Dios, están:

1) Confianza (1 Tesalonicenses 2.4).

2) Honestidad y honradez (Salmos 51.6; Hebreos 13.18; 2 Corintios 8.21; 1 Tesalonicenses 4.12).

3) Integridad (Job 2.3; 1 Reyes 9.4; Isaías 26.7; Proverbios 19.1 y 20.7).

4) Respeto (Romanos 13.7).

5) Servicio (Romanos 14.18 al 19; Apocalipsis 2.19).

El fundamento bíblico de la autoridad y unidad, con referencia a la estructura ministerial, está en Efesios 4.1 al 16. Es un sistema de trabajo recomendado por la palabra de Dios, para mantener la armonía en las funciones administrativas y ministeriales. La unidad de trabajo en equipo generada por el Espíritu Santo es una garantía del proceso de perfección de los obreros en el ministerio, por medio del conocimiento y de la fe, porque la comprensión y el entendimiento posibilita rendir culto en forma comprometida y racional. El oficiar como ministros del Señor requiere un engranaje de servicio y unidad, en cumplimiento del ordenamiento bíblico. La iglesia es de Jesucristo, quien dice: “… edificaré mi iglesia…” (Mateo 16.18). Esta unidad de la iglesia es el vínculo común identificado por la sujeción a Cristo: “… así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador. Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo,…” (Efesios 5.23 al 24).


Jesús da testimonio de servicio y manifiesta al respecto que quien quiera ser grande o el primero debe ser un servidor (Marcos 9.35, 10.42 al 45). Se recomienda de corazón y con el pensamiento puesto en el Señor, colaborar y servir, no por apariencias, sino con amor a Cristo el Señor de manera genuina y sinceridad: “puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz,…” (Hebreos 12.2).


La Escritura, en Romanos capítulo 12, versículo 3, insta a cada persona, conforme con la medida de la fe repartida por Dios, a desarrollar la capacidad de pensar con cordura para no tener más alto concepto de sí mismo sino el apropiado. Esto significa evitar la jactancia o vanagloria. En los versículos 4 al 5, compara la iglesia con un cuerpo compuesto por muchos miembros, cada uno de ellos con diferentes funciones. En los versículos 6 al 11, se mencionan los diferentes dones según la gracia recibida, por ejemplo, el de enseñanza, exhortación, misericordia, presidir, profecía, repartir y servicio, pero en todos los casos el amor es necesario con diligencia y sin fingimiento, sin pereza, sino fervientes en espíritu.


En 1 Corintios, capítulo 12, versículos del 4 al 10, explican la diversidad de dones, ministerios y operaciones. En estas clases se distribuyen los diferentes dones, fe, palabra de ciencia y palabra de sabiduría. En el caso de los versículos del 11 al 27:


“Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere. Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo. Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu. Además, el cuerpo no es un solo miembro, sino muchos. Si dijere el pie: Porque no soy mano, no soy del cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo? Y si dijere la oreja: Porque no soy ojo, no soy del cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo? … Porque si todos fueran un solo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo? Pero ahora son muchos los miembros, pero el cuerpo es uno solo. Ni el ojo puede decir a la mano: No te necesito, ni tampoco la cabeza a los pies: No tengo necesidad de vosotros. Antes bien los miembros del cuerpo que parecen más débiles, son los más necesarios; y a aquellos del cuerpo que nos parecen menos dignos, a éstos vestimos más dignamente; y los que en nosotros son menos decorosos, se tratan con más decoro. Porque los que en nosotros son más decorosos, no tienen necesidad; pero Dios ordenó el cuerpo,... Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular”.

En el versículo 28, se mencionan a los apóstoles, maestros, profetas, el don de administrar y ayudar. Al final del capítulo se menciona procurar los dones mejores, posteriormente, se recomienda acompañarlos con amor verdadero. Algunos de estos dones se pueden procurar y lograr, según el empeño y esfuerzo de cada persona, otros dones se pueden adquirir solamente por medio del Espíritu Santo. Dios, a través de su Espíritu se manifiesta ante el ser humano, solo cuando quiere y en su sola potestad. A las personas les corresponde la conformidad, esperanza, paciencia, respeto y reverencia, de acuerdo con la voluntad de Dios.


Son irrevocables los dones y el llamamiento de Dios. Esto significa para los grupos ministeriales y obreros en general, servir a los propósitos de Dios en beneficio de la humanidad, con Jesús como modelo de compasión, humildad, mansedumbre de corazón, padecimiento, sufrimiento, valor y vida ejemplar. Se requiere seguir el ejemplo de Jesucristo como referente y el de la conducta de las personas imitadoras de Cristo. Pablo llega a ser un gran siervo de Dios, y de servicio a la comunidad de fe, delega funciones en Tito, quien a su vez delega labores en otros (Tito 1.5), como un verdadero engranaje: todos colaboran por el buen funcionamiento ministerial, sin acaparamiento de los cargos o egoísmos, en cadena, cooperan para exaltar, honrar y servir al Nombre de Dios.


El momento oportuno del tiempo de Dios es necesario para el obrero, porque desarrolla capacidad de paciencia y tolerancia, se vuelve un pacificador de corazón limpio, con la prudencia suficiente para preservar la dignidad y el honor. Todo tiene su tiempo si se confía en Dios plenamente, un ejemplo es el caso de Moisés, quien inicialmente actúa en defensa del pueblo, pero no lo hace en el tiempo propicio, y fue hasta cuarenta años después, conforme con la determinación y dirección de Dios, cuando llega en forma oportuna ese momento (Hechos 7.22 al 36), esto es lo que algunos llaman el tiempo establecido por Dios, donde se requiere adoración, alabanza, comunión, confianza, esperanza, meditación, oración, paciencia, ruego, santidad y súplica.


Jesucristo no vino al mundo a hacer su propia voluntad, sino la del Padre (Juan 5.30, 6.38, 7.16 al 18), aún en la condición de humano permanece fiel, para establecer un precedente de ejemplo (1 Pedro 2.21 al 23). Pasa de Dios Hijo a Hijo de Dios, porque con su padecimiento aprende la obediencia como Hijo, alcanza perfección y llega a ser autor de eterna salvación para los obedientes (Hebreos 1.5 al 13, 5.5 al 10; Salmos 2.7, 45.6 al 7; Zacarías 3.2): “… vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras” (Tito 2.12 al 14). Además, “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2.20). Al estar en agonía ora más intensamente y su sudor es como grandes gotas de sangre, a pesar de esta situación prevalece en su vida la voluntad del Padre (Lucas 22.40 al 44) y la fidelidad.


Cristo demostró una real vocación de servicio; en el caso del obrero ministerial es necesaria su conducción como Jesús, el permanecer en Jesús implica andar como él anduvo (1 Juan 2.6). Si Dios crea un sistema de trabajo, los grupos ministeriales, requieren estar sujetos al sistema y mantener la estructura, liderar conforme con la voluntad de Dios. En el concilio donde participa el fariseo Gamaliel (Hechos 5.34 al 39), se mencionan algunos hombres levantados a liderar por cuenta propia, con un desenlace lamentable, otros lo hacen de parte de Dios, quienes se mantienen fieles a las directrices y mandamientos de Dios, a pesar de las dificultades, peligros y persecuciones.