4.4.4 DOCTRINA DE LOS BAUTISMOS


En Hebreos encontramos la palabra bautismo en plural: “De la doctrina de bautismos...” (Hebreos 6.2). Esta expresión hace referencia a un proceso de varios bautismos, complemento uno con otro. Se completa el proceso como un solo bautismo (Efesios 4.5). Es necesario para el cristiano cumplir con cada bautismo para el proceso de perfección, semejante a la senda del justo que es como la luz de la aurora en aumento hasta perfeccionar el día (Proverbios 4.18). Estos bautismos son:


1) El bautismo de arrepentimiento de obras muertas y conversión, por medio de la limpieza de la palabra de Dios Padre y la santificación.


2) El bautismo de inmersión en agua e inmersión en el Señor Jesús, el cual se hace en el nombre de Jesucristo para perdón de pecados.


3) El bautismo del Espíritu Santo y fuego.


El siguiente pasaje se refiere a los tres bautismos (el subrayado es nuestro):


“Aconteció que entre tanto que Apolos estaba en Corinto, Pablo, después de recorrer las regiones superiores, vino a Efeso, y hallando a ciertos discípulos, les dijo: ¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis? Y ellos le dijeron: Ni siquiera hemos oído si hay Espíritu Santo. Entonces dijo: ¿En qué, pues, fuisteis bautizados? Ellos dijeron: En el bautismo de Juan. Dijo Pablo: Juan bautizó con bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyesen en aquel que vendría después de él, esto es, en Jesús el Cristo. Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús. Y habiéndoles impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaban en lenguas, y profetizaban” (Hechos 19.1 al 6).

Pablo, después de recorrer algunas regiones, llega a la ciudad de Efeso donde encuentra discípulos sin recibir el don del Espíritu Santo. Ellos tienen el llamamiento, arrepentimiento y conversión, por medio de la limpieza en la palabra de Dios Padre, predicado por Juan el Bautista, además de la santificación. Estos discípulos no habían sido bautizados en inmersión en agua en el nombre del Señor Jesús. Una vez realizado este bautismo, Pablo impone sus manos en el recibimiento del Espíritu Santo de los nuevos bautizados. La Biblia dice: “Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu” (1 Corintios 12.13).


El ser bautizado en su nombre es señal de compromiso y de pasar a ser de su pertenencia, en cuyo nombre fuimos bautizados: “Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre” (Hechos 22.16). Jesús fue levantado de la tumba por su propio Padre, por esta causa y nombre de Jesús se predica el arrepentimiento y el perdón de los pecados en las naciones (Lucas 24.46 al 47). Los creyentes son testigos de Cristo y tienen el don del Espíritu Santo por la obediencia y fidelidad.


“El Dios de nuestros padres levantó a Jesús,... A éste, Dios ha exaltado con su diestra por Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y perdón de pecados. Y nosotros somos testigos suyos de estas cosas, y también el Espíritu Santo, el cual ha dado Dios a los que le obedecen” (Hechos 5.30 al 32).

Pablo acerca del arrepentimiento para con Dios, de la fe en el Señor Jesucristo y del Espíritu Santo, testifica y empapado del conocimiento, absorbe la palabra de Dios, conserva toda humildad y sirve al Señor con todo ánimo y devoción, no rehúye de anunciar y enseñar, a pesar de las diversas prisiones, pruebas y tribulaciones, tanto por la que había pasado, como por las que le esperaba experimentar a futuro, de las cuales ya estaba advertido por el Espíritu Santo (el subrayado es nuestro):


“… Vosotros sabéis cómo me he comportado entre vosotros todo el tiempo, desde el primer día que entré en Asia, sirviendo al Señor con toda humildad, y con muchas lágrimas, y pruebas que me han venido por las asechanzas de los judíos; y cómo nada que fuese útil he rehuido de anunciaros y enseñaros, públicamente y por las casas, testificando a judíos y a gentiles acerca del arrepentimiento para con Dios, y de la fe en nuestro Señor Jesucristo. Ahora, he aquí, ligado yo en espíritu, voy a Jerusalén, sin saber lo que allá me ha de acontecer; salvo que el Espíritu Santo por todas las ciudades me da testimonio, diciendo que me esperan prisiones y tribulaciones” (Hechos 20.18 al 23).