SEGUNDA EDICIÓN LA COMUNIDAD DE FE: ACUERDOS DE FE



Basado en la Biblia Versión Reina - Valera Revisión de 1960 (RVR60)

2.1.1 LA ALIANZA O PACTO NATURAL


Dios establece una alianza o pacto natural (la energía y fuerza de la naturaleza). El ser humano es el responsable de administrar en forma autónoma e independiente a la naturaleza, para la estabilidad, conservación y permanencia de la misma. Es el humano quien tiene que rendir cuentas de la Creación, como un mayordomo encargado de la administración del planeta. La naturaleza tiene sus propias leyes de subsistencia establecidas por Dios desde un principio, algunas descubiertas o por descubrir a futuro. Hay ciencias y leyes de orden astronómico, atmosférico, biofísico, cósmico, dinámica, evolutiva, física, gravitacional, magnética, mecánica cuántica, meteorológica, microscópica, molecular, nuclear, química, radiactiva, reproductiva y de temperatura. La diversidad biológica y ciencias afines: citología, ecología, embriología, etología, fisiología, genética, histología, microbiología, morfología, inclusive las cognoscitivas, neurológicas, psicológicas, entre otras. El relato de la creación describe:


“... Después dijo Dios: Produzca la tierra hierba verde…; árbol de fruto…, hierba que da semilla según su naturaleza, y árbol que da fruto, cuya semilla está en él, según su género… Haya lumbreras en la expansión de los cielos para separar el día de la noche; y sirvan de señales para las estaciones, para días y años, y sean por lumbreras en la expansión de los cielos para alumbrar sobre la tierra… Dijo Dios: Produzcan las aguas seres vivientes, y aves que vuelen sobre la tierra,… las aguas produjeron según su género, y toda ave alada según su especie… Y Dios los bendijo, diciendo: Fructificad y multiplicaos,… Luego dijo Dios: Produzca la tierra seres vivientes según su género, bestias y serpientes y animales de la tierra según su especie… Y creó Dios al hombre…; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra...” (Génesis 1.10 al 30).

Dios les ordena ser fecundos, multiplicarse y llenar la tierra: “Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y reñoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra” (Génesis 1.28). Esta autonomía e independencia Dios la permite para la existencia de la naturaleza por sí misma, pero, el dominio y gobierno del ser humano ha sido con infidelidad: “Mas si aquel siervo dijere en su corazón: Mi señor tarda en venir; y comenzare a golpear a los criados y a las criadas, y a comer y beber y embriagarse, vendrá el señor de aquel siervo en día que éste no espera, y a la hora que no sabe, y le castigará duramente, y le pondrá con los infieles. Aquel siervo que conociendo la voluntad de su señor, no se preparó, ni hizo conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes” (Lucas 12.45 al 47).


Dios el Creador no tiene ningún tipo de responsabilidad propia de la infidelidad del ser humano, quien corrompe la legislación natural, a pesar del respeto que merece la creación de Dios. Esta destrucción infligida por el humano hacia sus propios semejantes y a su hábitat en donde se desenvuelve, mediante la cultura de muerte, la industria de las guerras y el tráfico de armas, la contaminación industrial, la devastación y el desequilibrio de la naturaleza, el caos o catástrofes, las muertes por hambrunas, debido a la injusta distribución de la riqueza, la exacerbada ambición e idolatría al dinero.


El mismo ser humano es solo responsable de las consecuencias y de ninguna manera se podría culpar a Dios: “Y Jehová dijo a Caín: ¿Dónde está Abel tu hermano? Y él respondió: No sé. ¿Soy yo acaso guarda de mi hermano? Y él dijo: ¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra…” (Génesis 4.9 al 11). La misma actitud de Caín, fue la de sus padres: “Y el hombre respondió: La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí. Entonces Jehová Dios dijo a la mujer: ¿Qué es lo que has hecho? Y dijo la mujer: La serpiente me engañó, y comí” (Génesis 3.12 al 13). Adán trasgrede la voz de Dios, Eva transgrede a Adán y Caín con la muerte de su hermano transgrede a sus padres, es la ruptura de la consagración familiar. Se replica la conducta genética de la naturaleza humana, en desobediencia, transgresión y muerte.


Estos son ejemplos cuando no se asume las consecuencias de la irresponsabilidad. Su negación aún está presente al día de hoy, en perjuicio de lo natural y en detrimento del propio ser humano. Es un atentado a extinguir la vida física, intelectual y moral, por cauterización de la conciencia y aplacamiento de la crítica moral y espiritual. Jesús dijo: “… Había un hombre rico que tenía un mayordomo, y éste fue acusado ante él como disipador de sus bienes. Entonces le llamó, y le dijo: ¿Qué es esto que oigo acerca de ti? Da cuenta de tu mayordomía, porque ya no podrás más ser mayordomo?” (Lucas 16.1 al 2). Por su infidelidad en la mayordomía de la administración del planeta, se presenta el diluvio en el tiempo de Noé. Actualmente se está llegando a su límite de habitación.


Después de la primera alianza o pacto natural con Adán y Eva, Dios ratifica otro con Noé y su familia: “Mientras la tierra permanezca, no cesarán la sementera y la siega, el frío y el calor, el verano y el invierno, y el día y la noche” (Génesis 8.22). Esto es similar: “para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos” (Mateo 5.45), a pesar de la aberración del ser humano por su extravío e inclinación al mal: “… porque el intento del corazón del hombre es malo desde su juventud…” (Génesis 8.21). El arco iris es una señal de esta segunda alianza o pacto (Génesis 9.12 al 14 y 16 al 17).


La causa del diluvio fue la abominación, incredulidad e indiferencia del mundo contemporáneo a Noé. Dios promete no volver a enviar un diluvio (Génesis 9.11 y 15), protege la vida humana contra los animales y los mismos hombres, para evitar su exterminio (Génesis 9.2), reciben la orden de ser fecundos, de multiplicarse y llenar la tierra (Génesis 9.1 y 7). Se permite la alimentación de la carne de animal, aunque se prohíbe comer sangre (Génesis 9.3 al 4). Antes, en la primera alianza o pacto la alimentación fue vegetariana (Génesis 1.29 al 30).