SEGUNDA EDICIÓN LA COMUNIDAD DE FE: ACUERDOS DE FE



Basado en la Biblia Versión Reina - Valera Revisión de 1960 (RVR60)

3.7 EL SENTIMIENTO DE ABANDONO Y AFLICCIÓN


En cierta ocasión el profeta Elías invoca a Dios contra Israel: “… Señor a tus profetas han dado muerte, y tus altares han derribado; y sólo yo he quedado, y procuran matarme…” (Romanos 11.2 al 4, 1 Reyes 19.1 al 18). Jesucristo en la cruz exclamó “… Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Mateo 27.46). Muchas veces por causa de la palabra se sufre persecución, estando expuestos a la aflicción, opresión y tribulación (Romanos 12.12; 2 Corintios 1.6; 2 Tesalonicenses 1.4 al 5). Pablo y Timoteo fueron ejemplos documentados de estos sufrimientos (2 Timoteo 3.10 al 12).


Juan aclara acerca de quien no persevera en la doctrina de Cristo en realidad no tiene a Dios (2 Juan 9), esta perseverancia implica confianza, esperanza, paciencia y valentía. El perseverar en el evangelio y retener la palabra, es para salvación, de lo contrario se cree en vano (1 Corintios 15.1 al 2). Santiago habla de bienaventurado quien persevera, sin ser oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra (Santiago 1.25). Es necesaria la capacidad del amor para poder sufrir (1 Corintios 13.7), son bienaventurados los sufrientes (Santiago 5.10 al 11), porque si sufrimos también reinaremos con el Señor (2 Timoteo 2.3 y 12).


Cuando se habla de valentía, se refiere a la acción resultante, a la hora de tomar en forma decidida una determinación, hasta llevarla a cabo sin prejuicios o temores. No se trata meramente de pensar la idea de actuar, sino de su ejecución a plenitud. El propósito se refleja a través de la práctica, con ánimo pronto, en forma resuelta y voluntaria, sin miedo a los obstáculos presentados. La valentía se complementa con la perseverancia, después de la toma de una iniciativa y el emprendimiento de una meta establecida. Se requiere la fidelidad hasta el fin, a pesar de la adversidad, para lograr los objetivos según la misión y visión definida para salvación.


Es muy importante para ser un fiel y verdadero testigo de Cristo, poseer el valor y la perseverancia en él. Por otra parte, Jesús dice: “Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo” (Mateo 24.13). Conocedor de la palabra de Dios (2 Pedro 1.19), que es viva y eficaz (Hebreos 4.12), cuando Pedro le insinúa no sufrir la crucifixión, Jesús le reclama que ¿cómo podría rehusarse al cumplimiento profético de las Sagradas Escrituras, evitando el padecimiento y sufrimiento? Porque entonces ¿cómo se cumpliría la Palabra? Ya que es necesario que así se haga (Mateo 26.52 al 54), según el anuncio profético.


La decisión de Jesús en este sentido fue abrigar todo el valor suficiente para perseverar hasta el fin, en el propósito por el cual viene a este mundo. Jesucristo verdaderamente comprende el motivo de su vida y el plan de Dios para con él y con aquellos en torno a su persona. No se sale del objetivo principal de su venida, respecto a la obediencia y servicio a su Padre que estaba en los cielos, ni se deja deslumbrar o influenciar con la distracción de cortinas de humo o por el ruido ensordecedor del mundo. Acata firmemente la misión encomendada e influye su conocimiento en la ignorancia predominante de su época, para beneficio de las generaciones posteriores hasta el día de hoy.


La Biblia dice: “… ¿Quién de nosotros morará con el fuego consumidor? ¿Quién de nosotros habitará con las llamas eternas? El que camina en justicia y habla lo recto; el que aborrece la ganancia de violencias, el que sacude sus manos para no recibir cohecho, el que tapa sus oídos para no oír propuestas sanguinarias; el que cierra sus ojos para no ver cosa mala; éste habitará en las alturas; fortaleza de rocas será su lugar de refugio; se le dará su pan, y sus aguas serán seguras” (Isaías 33.14 al 16).