1.1 LA LEY MORAL COMO LEY COMUNITARIA


Ahora bien, aunque toda la ley era de Dios, a una parte de ella se le llama la ley de Moisés. Dios quiso desde un principio, establecer cierta distinción de la ley de los Diez Mandamientos, sobre el resto de leyes, como Jehová dice: “... Con tal de que guarden y hagan conforme a todas las cosas que yo les he mandado, y conforme a toda la ley que mi siervo Moisés les mandó” (2 Reyes 21.8), pero el pueblo no obedeció fielmente, ni al mandato de Dios, ni al mandato de Moisés: “Por cuanto no habían atendido a la voz de Jehová su Dios, sino que habían quebrantado su pacto; y todas las cosas que Moisés siervo de Jehová había mandado, no las habían escuchado, ni puesto por obra” (2 Reyes 18.12). El profeta Oseas escribe de Israel: “Está dividido su corazón. Ahora serán hallados culpables; Jehová demolerá sus altares, destruirá sus ídolos” (Oseas 10.2).


En el caso de la ley de Moisés, en su aspecto ceremonial y ritual, de expiación, mediante sacrificio, derramamiento, rocío y remisión con sangre, nada perfeccionó:


Así dice la Escritura: “Queda, pues, abrogado el mandamiento anterior a causa de su debilidad e ineficacia (pues nada perfeccionó la ley), y de la introducción de una mejor esperanza, por la cual nos acercamos a Dios... Pero ahora tanto mejor ministerio es el suyo, cuanto es mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas. Porque si aquel primero hubiera sido sin defecto, ciertamente no se hubiera procurado lugar para el segundo” (Hebreos 7.18 al 19, 8.6 al 7). Así dice Jehová: “Porque no pusieron por obra mis decretos, sino que desecharon mis estatutos y profanaron mis días de reposo, y tras los ídolos de sus padres se les fueron los ojos. Por eso yo también les di estatutos que no eran buenos, y decretos por los cuales no podrían vivir” (Ezequiel 20.24 al 25). Nota aclaratoria: la segunda parte de este último pasaje se presenta como afirmación, según algunas de las traducciones bíblicas, pero en otras versiones corresponde a una interrogación.

En relación con el primer pacto, tenía ordenanzas de culto y un santuario terrenal, la ley añadida ordenaba sacrificios, ofrendas, holocaustos y expiaciones por el pecado, el transgresor quedaba perdonado de su ofensa, pero impune de la ley de muerte, al no ser apedreado cuando transgredía alguno de los Diez Mandamientos. En el nuevo pacto se pide presentar nuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, como culto racional (Romanos 12.1), somos grato olor de Cristo (2 Corintios 2.14 al 17; Efesios 5.2), sacrificio acepto y agradable a Dios (Filipenses 4.18). Por medio del Señor Jesucristo ofrecemos sacrificio de alabanza, como fruto de labios que confiesan su nombre (Hebreos 13.15), con palabras de súplica y vueltos a Dios, con ofrenda de labios, según se venía recomendando desde tiempos antiguos (Oseas 14.2).


A los transgresores de la ley, la ley añadida le permitía realizar ciertos ritos, semejante a un indulto, o sea, perdonar la pena de muerte que tenía impuesta, exceptuar o eximir de la sentencia de ley de muerte, siempre y cuando, no fuere sorprendido en el acto mismo, sino que se mantenía como un pecado ignorado, de lo contrario si había dos o tres testigos en su contra, era sentenciado a muerte (Deuteronomio 17.6; Números 35.30). La Santa Escritura dice que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra (Romanos 7.4 al 6; Efesios 2.1; Isaías 59.2; Jeremías 17.9; Romanos 3.23), a fin de que no sirvamos más al pecado, pues no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia (Romanos 6.6 al 14).


Comparemos los siguientes pasajes (el subrayado es nuestro):


Primer pacto: “Y cuando acabó Moisés de escribir las palabras de esta ley en un libro hasta concluirse, dio órdenes Moisés a los levitas que llevaban el arca del pacto de Jehová, diciendo: Tomad este libro de la ley, y ponedlo al lado del arca del pacto de Jehová vuestro Dios, y esté allí por testigo contra ti (Deuteronomio 31.24 al 26).


Nuevo pacto: “Anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz” (Colosenses 2.14).


El santuario terrenal se componía del lugar santo y el lugar santísimo, uno al lado del otro, separados por un velo (Éxodo 26.30 al 33; Hebreos 9.2 al 3). El libro de la ley, fue puesto al lado del arca del pacto; este libro representa de manera simbólica el lugar santo, con referencia a la ley de sacrificios, y el arca del pacto representa el lugar santísimo, manifestado en los Diez Mandamientos. Jesucristo al abolir los sacrificios nos posibilita acceder a obedecer con poder el Decálogo. Abre un camino nuevo y vivo a través del velo (Hebreos 10.19 al 20): “Porque no son los oidores de la ley los justos ante Dios, sino los hacedores de la ley serán justificados” (Romanos 2.13; Santiago 1.22 al 25). Toda la ley proviene de Dios (Lucas 2.22 al 24), pero al entregarla a su pueblo se establece la diferencia, porque ordena a Moisés escribir todo para memoria en un libro (Éxodo 17.14), donde se describe hechos históricos de Israel y según la tradición judía hay seiscientos trece preceptos. La ley guiaba la vida civil, ceremonial, espiritual, moral y salubridad.


Los preceptos fueron transformados en el nuevo pacto, inclusive algunos eliminados, por ser exclusivos para Israel, limitados en espacio geográfico, lugar y tiempo, con referencia específica a la tierra en la cual tomarían posesión (Deuteronomio 4.14, 5.31, 12.1, 31.12 al 13). Por ejemplo, la cesación de actividades en el Templo de Jerusalén por los acontecimientos del año 70 después de Cristo. Hay mandamientos directos de Dios y otros a través del profeta Moisés, claro está, todos provenían de Dios: “Y sobre el monte de Sinaí descendiste, y hablaste con ellos desde el cielo, y les diste juicios rectos, leyes verdaderas, y estatutos y mandamientos buenos, y les ordenaste el día de reposo santo para ti, y por mano de Moisés tu siervo les prescribiste mandamientos, estatutos y la ley” (Nehemías 9.13 al 14). La palabra prescribir es ordenar o adquirir algo con prescripción (ciertas condiciones durante un tiempo prefijado). Hay caducidad, pérdida de efectividad y vigencia, de la deuda, obligación o responsabilidad penal, debido a la finalización del cumplimiento de espacio temporal establecido por la ley en prescripción.


La Santa Biblia dice acerca de la ley de Dios y de la ley de Moisés (el subrayado es nuestro): “Y él os anunció su pacto, el cual os mandó poner por obra; los Diez Mandamientos, y los escribió en dos tablas de piedra. A mí también me mandó Jehová en aquel tiempo que os enseñase los estatutos y juicios, para que los pusieseis por obra en la tierra a la cual pasáis a tomar posesión de ella (Deuteronomio 4.13 al 14). “Y no volveré a hacer que el pie de Israel sea movido de la tierra que di a sus padres, con tal que guarden y hagan conforme a todas las cosas que yo les he mandado, y conforme a toda la ley que mi siervo Moisés les mandó” (2 Reyes 21.8).


Dios establece y escribe los Diez Mandamientos directamente, las demás ordenanzas establecidas, se dan por escrito indirectamente a través de Moisés, quien las escribe en un libro (Deuteronomio 31.9) e igualmente se inician en el monte Horeb o Sinaí: “Esta es la ley del holocausto, de la ofrenda, del sacrificio por el pecado, del sacrificio por la culpa, de las consagraciones y del sacrificio de paz, la cual mandó Jehová a Moisés en el monte de Sinaí, el día que mandó a los hijos de Israel que ofreciesen sus ofrendas a Jehová, en el desierto de Sinaí” (Levítico 7.37 al 38). Pero este pacto de ordenanzas fue entregado por completo en los campos de Moab (Deuteronomio 29.1; Números 36.13). Ya para el pacto en Horeb o Sinaí, la ley de Moisés empezaba a estar escrita, aunque inconclusa en el libro de Moisés y el pueblo se había comprometido desde entonces, a cumplir todo lo dicho por Jehová, escrito por Moisés en el libro (Éxodo 24.1 al 8; Hebreos 9.18 al 20). Es entonces en esta ley donde se relata: “Maldito el que no confirmare las palabras de esta ley para hacerlas...” (Deuteronomio 27.26). “Por tanto, guardaréis mis estatutos y mis ordenanzas, los cuales haciendo el hombre, vivirá en ellos. Yo Jehová” (Levítico 18.5).


Cristo nos redime de esta maldición, en Gálatas se le llama de las cosas escritas en el libro de la ley: “Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas… Cristo nos redimió de la maldición de la ley…” (Gálatas 3.10 al 14). Y según Efesios aboliendo la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, y mediante la cruz reconcilió con Dios a ambos pueblos en un cuerpo, haciendo la paz, por la sangre de Cristo (Efesios 2.12 al 18): “Mas Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu. Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo: Y la tierra tembló, y las rocas se partieron” (Mateo 27.50 al 51, Marcos 15.37 al 39, Lucas 23.45 al 47).


La ley de Moisés ordenaba apedrear (lapidar), a quienes quebrantan el Decálogo de la ley de Dios. La incorporación de la sentencia de muerte, por medio de la ley añadida, requiere especial atención para ser analizado, como se menciona en la Escritura: “¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios!...” (Romanos 11.33). Según las ciencias bíblicas y ciencia de Dios: “La letra mata”, nos dice el apóstol Pablo en su segunda epístola a los Corintios y hace referencia al nuevo pacto, no de la letra, porque la letra mata (2 Corintios 3.6). Si retrocedemos al primer pacto, encontramos esta sentencia. Se toma como ejemplo el caso del CUARTO mandamiento, donde se sorprende a un hombre recogiendo leña en sábado y se deja en la cárcel, porque no estaba declarada la sentencia, al realizarse la consulta, Dios le dijo a Moisés en aquel momento lo siguiente: “Irremisiblemente muera...; apedréelo toda la congregación...” (Números 15.32 al 36). En otro pasaje explica: “Seis días se trabajará, mas el día séptimo os será santo, día de reposo para Jehová; cualquiera que en él hiciere trabajo alguno, morirá” (Éxodo 35.2). Dios permitió la sentencia de muerte, por las constantes transgresiones del ser humano a la ley de Dios de los Diez Mandamientos, y su ausencia de asumir la responsabilidad. Las siguientes descripciones son otros ejemplos:


PRIMERO : “El que ofreciere sacrificios a dioses excepto solamente a Jehová, será muerto” (Éxodo 22.20), “... de seguro morirá; el pueblo de la tierra lo apedreará” (Levítico 20.1 al 2).


SEGUNDO : “... Que hubiere ido y servido a dioses ajenos, y se hubiere inclinado a ellos,... entonces sacarás a tus puertas al hombre o a la mujer que hubiere hecho esta mala cosa, sea hombre o mujer, y los apedrearás, y así morirán” (Deuteronomio 17.2 al 5, 8.19).


TERCERO : “... Y el hijo de la mujer israelita blasfemó el Nombre, y maldijo; entonces lo llevaron a Moisés... y Jehová habló a Moisés, diciendo: Saca al blasfemo fuera del campamento, y todos los que le oyeron pongan sus manos sobre la cabeza de él, y apedréelo toda la congregación..., si blasfemare el Nombre, que muera” (Levítico 24.11 al 16).


QUINTO : “Si alguno tuviere un hijo contumaz y rebelde, que no obedeciere a la voz de su padre ni a la voz de su madre, y habiéndole castigado, no les obedeciere,... entonces todos los hombres de su ciudad lo apedrearán, y morirá...” (Deuteronomio 21.18 al 21).


SEXTO : “El que hiriere a alguno, haciéndole así morir, él morirá” (Éxodo 21.12; Levítico 24.17).


SEPTIMO : “Si un hombre cometiere adulterio con la mujer de su prójimo, el adúltero y la adúltera indefectiblemente serán muertos” (Levítico 20.10).


OCTAVO : “Cuando fuere hallado alguno que hubiere hurtado a uno de sus hermanos los hijos de Israel, y le hubiere esclavizado, o le hubiere vendido, morirá el tal ladrón,...” (Éxodo 21.16; Deuteronomio 24.7).


NOVENO : “Cuando se levantare testigo falso contra alguno, para testificar contra él,... entonces haréis a él como él pensó hacer a su hermano; y quitarás el mal de en medio de ti... y no le compadecerás; vida por vida...” (Deuteronomio 19.16 al 21).


DECIMO : “Y Acán respondió a Josué diciendo: Verdaderamente yo he pecado contra Jehová el Dios de Israel,... pues vi entre los despojos un manto babilónico muy bueno, y doscientos siclos de plata, y un lingote de oro de peso de cincuenta siclos, lo cual codicié y tomé;... entonces Josué, y todo Israel con él, tomaron a Acán... y todo cuanto tenía,... y todos los israelitas los apedrearon, y los quemaron después de apedrearlos y levantaron sobre él un gran montón de piedras, que permanece hasta hoy...” (Josué 7.20 al 26).


A continuación se señalan una serie de citas bíblicas relacionadas con los Diez Mandamientos, también como mención de su transgresión, por parte de algunos (siendo conocedores de la ley la quebrantaron), sin embargo, la misma fue escrita hasta en tiempos de Moisés, durante el primer pacto, y se presentan posteriormente al tiempo de Jesús, en el nuevo pacto, con el cambio de la letra a lo espiritual, la transición y trascendencia del ministerio de muerte a vida.


Anteriormente al profeta Moisés, se transmitían los mandamientos en forma verbal (Génesis 4.26, 5.22 al 24, 6.9, 13.4, 14.18 al 20, 26.5), de padres a hijos, aunque la ley no estuviera por escrito, existía el pecado, reinando la muerte en el transcurso desde Adán hasta Moisés, sin embargo, no fue como la transgresión de Adán, quien recibió un mandamiento directo de Dios (Romanos 5.13 al 14). El pecado entró a este mundo y todo ser humano sin excepción, arrastra las consecuencias del mismo, mediante la muerte, como paga del pecado, siendo necesaria la redención de Cristo.


Las citas bíblicas son las siguientes:


1) “No tendrás dioses ajenos delante de mí” (Éxodo 20.3; Deuteronomio 5.7).
Antes del primer pacto: Génesis 35.2 al 4; Éxodo 18.9 al 12; Números 33.4.
Durante el primer pacto: Éxodo 23.13, 32 al 33; Deuteronomio 32.16 al 17; Josué 24.14 al 24, 1 Samuel 7.3 al 4; 1 Reyes 18.24 al 40; Isaías 45.20 al 22; Jeremías 1.16, 2.11, 28, 5.19, 10.10 al 13, 35.15; Ezequiel 8.5 al 18; Oseas 4.12.
En el nuevo pacto: Mateo 4.10; Hechos 17.24 al 30, 19.26; 1 Corintios 8.5 al 6; Gálatas 4.8.


2) “No harás para ti escultura, ni imagen alguna de cosa que está arriba en los cielos, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas ni las servirás...” (Deuteronomio 5.8 al 10; Éxodo 20.4 al 6).
Antes del primer pacto: Génesis 31.19, 30 al 35; Deuteronomio 29.16 al 17; Josué 24.2; Ezequiel 20.5 al 11.
Durante el primer pacto: Éxodo 20.23, 23.24, 32.1 al 8, 34.13 al 14, 17; Levítico 19.4; Números 25.2; Deuteronomio 4.15 al 19, 23, 7.4 al 5, 25, 12.3, 27.15, 29.18; Ezequiel 14.1 al 8; Daniel 3.12 al 30.
En el nuevo pacto: Hechos 15.20, 29, 17.29, 21.25; Romanos 1.21 al 23; 1 Corintios 8.1 al 4, 7 al 13, 10.19 al 22, 28, 12.2 al 3; 2 Corintios 6.16 al 18; 1 Tesalonicenses 1.9; 1 Juan 5.21; Apocalipsis 9.20.


3) “No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano...” (Éxodo 20.7.; Deuteronomio 5.11).
Antes del primer pacto: Éxodo 17.7.
Durante el primer pacto: Levítico 19.12, 24. 11 al 16.
En el nuevo pacto: Mateo 5.33 al 37; Santiago 2.7, 5.12.


4) “Acuérdate del día de reposo para santificarlo. Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; mas el séptimo día es reposo para Jehová tu Dios; no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas...” (Éxodo 20.8 al 11; Deuteronomio 5.12 al 15).
Antes del primer pacto: Génesis 2.2 al 3; Éxodo 16.23 al 31.
Durante el primer pacto: Éxodo 31.12 al 17, 35.1 al 3; Levítico 19.3, 30, 23.3, 26.2; Números 15.32 al 36; 1 Crónicas 9.32; Nehemías 9.14, 13.15 al 22; Isaías 56.2, 58.13 al 14, 66.23; Jeremías 17.21 al 22, 27; Ezequiel 20.12 al 16, 20 al 24, 22.8, 26, 23.38, 46.1 al 3.
En el nuevo pacto: Mateo 12.1 al 13, 24.20, 28.1; Marcos 1.21, 2.23 al 28, 3.2 al 5, 6.1 al 2; Lucas 4.16 y 31, 6.1 al 10, 13.10 al 17, 14.1 al 6, 23.56; Juan 5.8 al 11, 7.21 al 24, 9.13 al 16; Hechos 13.14, 27, 42 al 44, 15.21, 16.13, 17.2 al 3, 18.4; Hebreos 4.4, 10.


5) “Honra a tu padre y a tu madre, como Jehová tu Dios te ha mandado, para que sean prolongados tus días, y para que te vaya bien sobre la tierra que Jehová tu Dios te da” (Deuteronomio 5.16; Éxodo 20.12).
Antes del primer pacto: Génesis 9.22 al 25.
Durante el primer pacto: Éxodo 21.15, 17; Levítico 18.7 al 8, 19.3, 20.9, 11, 21.9; Deuteronomio 21.18 al 21, 27.16; Miqueas 7.6.
En el nuevo pacto: Mateo 15.4, 19.19; Marcos 7.10, 10.19; Lucas 18.20; Efesios 6.1 al 3; Colosenses 3.20.


6) “No matarás” (Éxodo 20.13; Deuteronomio 5.17).
Antes del primer pacto: Génesis 4.8 al 13, 9.6, 27.41 al 45, 37.26 al 27; Éxodo 2.11 al 15.
Durante el primer pacto: Éxodo 21.12, 23.7; Levítico 24.17; Números 35.16 al 21; Josué 20. 1 al 6; Jueces 9.17 al 24, 56 al 57; 1 Samuel 19.4 al 6, 22.17, 26.8 al 11; Jeremías 26.15; Oseas 4.2.
En el nuevo pacto: Mateo 5.21, 15.19, 19.18; Marcos 7.21, 10.19; Lucas 18.20; Romanos 13.9; Santiago 2.11.


7) “No cometerás adulterio” (Éxodo 20.14; Deuteronomio 5.18).
Antes del primer pacto: Génesis 12.10 al 20, 26.6 al 11, 39.7 al 9.
Durante el primer pacto: Levítico 18.20, 20.10; 2 Samuel 12. 7 al 10; Proverbios 6.32; Jeremías 5.7 al 9, 29.23; Oseas 4.2.
En el nuevo pacto: Mateo 5.27 al 28, 31 al 32, 15.19, 19.9, 18; Marcos 7.21, 10.11 al 12, 19; Lucas 16.18, 18.20; Juan 8.1 al 11; Romanos 7.1 al 3, 13.9; 1 Corintios 6.9; Gálatas 5.19; Hebreos 13.4; Santiago 2.11.


8) “No hurtarás” (Éxodo 20.15; Deuteronomio 5.19).
Antes del primer pacto: Génesis 30.33, 31.19, 38 al 39, 40.14 al 15, 44.7 al 8.
Durante el primer pacto: Éxodo 21.16, 22.1 al 12; Levítico 19.11; Deuteronomio 24.7; Josué 7.10 al 11; Jeremías 7.9; Oseas 4.2; Malaquías 1.13.
En el nuevo pacto: Mateo 15.19, 19.18; Marcos 7.21 al 22, 10.19; Lucas 18.20; Romanos 13.9; Efesios 4.28.


9) “No dirás falso testimonio contra tu prójimo” (Deuteronomio 5.20; Éxodo 20.16).
Antes del primer pacto: Génesis 20.1 al 10.
Durante el primer pacto: Éxodo 23.1; Deuteronomio 19.16 al 19; Salmos 27.12; Proverbios 6.16 al 19, 19.5, 9, 25.18.
En el nuevo pacto: Mateo 15.19, 19.18, 26.59 al 61; Marcos 10.19, 14.55 al 59; Lucas 18.20; Hechos 6.13; Romanos 13.9; Efesios 4.25.


10) “No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo” (Éxodo 20.17; Deuteronomio 5.21).
Antes del primer pacto: Génesis 3.6.
Durante el primer pacto: Números 11.32 al 34, Deuteronomio 7.25, Josué 7.20 al 21, Proverbios 6.24 al 26, 21.26, 23.1 al 6; Isaías 57.17; Miqueas 2.1 al 3; Habacuc 2.9.
En el nuevo pacto: Mateo 5.28; Hechos 20.32 al 34; Romanos 7.7, 13.9; 1 Corintios 10.6; 1 Timoteo 3.3, 8, 6.10; Tito 1.7; Santiago 4.2 al 3.


Cristo es mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas (Hebreos 8.6), se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, y con su sangre limpia nuestras conciencias de obras muertas, para servir al Dios vivo: “… Así que, por eso es mediador de un nuevo pacto, para que interviniendo muerte para la remisión de las transgresiones que había bajo el primer pacto, los llamados reciban la promesa de la herencia eterna. Porque donde hay testamento, es necesario que intervenga muerte del testador. Porque el testamento con la muerte se confirma; pues no es válido entre tanto que el testador vive. De donde ni aun el primer pacto fue instituido sin sangre…” (Hebreos 9.13 al 22; Levítico 17.11).


El propósito de los ritos incluidos en la ley, inclusive la circuncisión, era esperar el tiempo determinado: Jesucristo sería un solo sacrificio con su muerte y por la fe en su sangre habría redención (Gálatas 4.1 al 7). Quienes estaban en esclavitud bajo los rudimentos del mundo y sabiendo hacer lo bueno, infringían la voluntad de Dios, justificados en el hecho de presentar un sacrificio, ofrenda, holocausto o expiación por el pecado. Luego regresan a continuar una vida desordenada delante de Dios, pues bajo la ley están todos aquellos infractores constantes (1 Timoteo 1.8 al 10; Romanos 3.9 al 19 y 23). Por lo tanto, los ritos fueron tutela (ayo) (Gálatas 3.24), a cargo del amparo, defensa o protección del pueblo hasta la llegada de Cristo, mediante su redención (Romanos 3.19 al 26; 1 Pedro 2.24, 3.18; 1 Timoteo 2.6; 1 Corintios 15.3), ahora Jesús es el Mediador del nuevo pacto (Hebreos 12.24; 1 Pedro 2.9 y 24; Efesios 5.8 y 11; Colosenses 1.13).


La epístola del apóstol Pablo a los Romanos menciona lo siguiente: “Porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree” (Romanos 10.4), se establece a Cristo como el fin de la ley ritual, tanto como propósito y como finalización. Caso contrario el Decálogo es una ley moral y comunitaria, contienen los principios de bien y de moral establecidos por Dios, como normas necesarias en la relación y convivencia entre personas, en comunidad. Jesucristo con el ejemplo práctico de vida, nos muestra como en la condición de ser humano es factible, el cumplimiento a cabalidad de la ley de los mandamientos de Dios, para integridad moral y espiritual: “…Porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas…” (1 Pedro 2.21 al 24).


La Biblia dice: “Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos;… porque esto lo hizo una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo… pero la palabra del juramento, posterior a la ley, al Hijo, hecho perfecto para siempre… Pero ahora tanto mejor ministerio es el suyo, cuanto es mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas. Porque si aquel primero hubiera sido sin defecto, ciertamente no se hubiera procurado lugar para el segundo” (Hebreos 7.26 al 8.7).