4.4.2 BAUTISMO DE JESÚS


En los evangelios está la expresión referente al bautismo de Jesús en los tres tiempos verbales: pasado, presente y futuro, complemento uno del otro y necesarios como modelo en el proceso del cristiano (verificado en distintas traducciones de la Biblia, se incluye un ejemplo de la versión Reina-Valera revisión 1960, el subrayado es nuestro):


1) Pasado : “Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua...” (Mateo 3.16). “Aconteció en aquellos días, que Jesús vino de Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán” (Marcos 1.9).


2) Presente : “... ¿Podéis beber del vaso que yo bebo, o ser bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado? Ellos dijeron: Podemos. Jesús les dijo: A la verdad, del vaso que yo bebo, beberéis, y con el bautismo con que yo soy bautizado, seréis bautizados” (Marcos 10.38 al 39).


3) Futuro : “Fuego vine a echar en la tierra; ¿y qué quiero, si ya se ha encendido? De un bautismo tengo que ser bautizado; y ¡cómo me angustio hasta que se cumpla!” (Lucas 12.49 al 50).


1) En el caso del verbo bautizar en tiempo pasado: se toma en cuenta la vida ejemplar de Jesús, obediencia y fidelidad delante del Padre, como el equivalente al arrepentimiento y conversión predicados por Juan el Bautista y confirmados a través del bautismo de inmersión en agua. Jesús al comenzar su ministerio, tiene cerca de treinta años, desde su inicio se muestra ante el pueblo como un ejemplo o modelo, en justicia y obediencia. Su condición en el conocimiento y práctica de la palabra de Dios es testificada por la voz del Padre al llamarlo “Hijo amado”, en quien tiene complacencia (Lucas 3.21 al 23). Esto demuestra que Jesús está preparado en el momento de recibir el bautismo de inmersión en agua, porque cumple con la condición de limpieza en su mente, por el conocimiento de la palabra de Dios. Jesús no comete pecado ni se halla engaño en su boca (1 Pedro 2.22); desde niño crece en sabiduría, en estatura y en gracia para con Dios y los hombres (Lucas 2.40 y 52), la limpieza adquirida por la palabra de Dios, lo prepara para enfrentar y resistir el pecado.


Jesús se mantiene fiel a Dios en su ministerio de principio a fin. Se presenta oficialmente en el cumplimiento de su misión a partir del bautismo en agua, previo a un período de preparación con ayuno y oración. Pero esta presentación la hace con conciencia, conocimiento, convicción y voluntad, figura del verdadero arrepentimiento, conversión y santidad, requisito de toda persona emprendedora del camino de servicio ministerial, fidelidad a Dios y dispuesta a enfrentar adversidades y pruebas de consagración.


Jesús requiere ser bautizado en agua, porque conviene ser modelo para las demás personas, cumplir así plenamente la justicia, aunque en su caso no sea un bautismo para perdón de pecados, pero es necesario o conveniente hacerlo igual, para mostrarse como ejemplo, en cumplimiento de toda justicia y obediencia a Dios (Mateo 3.13 al 15). Así como Juan el Bautista, cumple la misión de preparar el camino, para la primera venida de nuestro Señor Jesucristo, mediante la predicación de arrepentimiento, conversión y santificación. En la actualidad corresponde la labor ministerial del anuncio de las buenas nuevas de salvación y del evangelio del reino de Dios, preparar el camino de la segunda venida del Señor Jesucristo, quien viene esta vez sin relación al pecado, sino para salvar a cuantos lo esperan (Hebreos 9.28).


2) En el caso del verbo bautizar en tiempo presente: una vez bautizado Jesús en inmersión en agua, continúa su proceso de servicio a Dios, inclusive de sufrimiento constante por la espera de su arresto, escarnio, tortura y crucifixión. Aunque era obediente e Hijo de Dios, por el padecimiento aprende la obediencia, es perfeccionado por su temor reverente, con ruegos y súplicas de gran clamor y lágrimas (Hebreos 5.7 al 8). Sufre el dolor en carne y hueso, en condición humana termina con el pecado y vive conforme con la voluntad de su Padre (1 Pedro 4.1 al 2).


Jesús tiene un bautismo constante, lleno de la palabra de Dios por medio del conocimiento y la comunión por la oración, es lleno del Espíritu Santo para fortaleza en las pruebas, vive constantemente un bautismo amargo de aflicción, burlas, dolor, escarnios, flagelación, juicio, maltrato, ofensas, padecimientos, persecuciones, sufrimiento y traición. Lo abofetean, azotan, desnudan, escupen, hieren, humillan, niegan y finalmente crucifican.


A continuación un resumen desde las tres perspectivas de los evangelios:


Mateo 26.36 al 46.

Cuando Jesús ora en Getsemaní, comienza a entristecerse y a angustiarse en gran manera, hasta la muerte, ora tres veces al Padre para pasar aquella copa, aunque pide prevalecer la voluntad de su Padre. Luego llega la hora y es entregado en manos de pecadores.


Marcos 14.32 al 42.

Jesús llega a Getsemaní y comienza a entristecerse y a angustiarse, dice estar muy triste hasta la muerte, entonces se postra en tierra y ora a Dios. Dice Abba Padre, todas las cosas son posibles para Dios, solicita apartar esa copa, pero conforme con la voluntad de su Padre. Ora tres veces diciendo las mismas palabras. Finalmente es entregado en manos de pecadores.


Lucas 22.39 al 46.

Jesús va como solía al monte de los Olivos y se aparta de sus discípulos, se pone de rodillas y ora al Padre, solicita pasar aquella copa, aunque la prioridad es hacer prevalecer la voluntad del Padre. Se le aparece un ángel del cielo para fortalecerlo. Al estar en agonía, su oración es más intensa con sudores como grandes gotas de sangre, que caen en la tierra.



3) En el caso del verbo bautizar en tiempo futuro: Juan el Bautista al bautizar menciona al venidero tras él, o sea, se refiere a Jesús, el Cordero de Dios redentor del pecado del mundo (Juan 1.29 al 30), esto nos lleva a tres años y medio después, cuando Jesucristo derrama su sangre en la cruz para redención y salvación del pecado (Mateo 1.21). Jesús experimenta el bautismo como un proceso, llega a su plenitud cuando es levantado por su propio Padre (Hechos 2.22 al 24 y 32, 5.30, 13.29 al 30, 17.31), de la muerte de tres días (Marcos 10.33 al 34; Hechos 10.40 al 41), porque no lo deja sumergido en el sepulcro, equivalente para nosotros a un bautismo simbólico en su muerte, mediante la inmersión de la persona en agua e inmersión en el Señor Jesús, o sea, las personas vivas físicamente, mueren al pecado y resucitan para vivir llenas de la plenitud de Cristo espiritualmente.


El punto es el siguiente: hay un bautismo de inmersión en Jesús, el mismo es un bautismo representativo de su muerte (1 Corintios 15.29), entonces se toma el bautismo histórico de Jesús mismo como un proceso, modelo de la condición previa, durante y después de descender a las aguas. No basta con descender a las aguas y creer que con este acto, ya se es salvo por siempre, por lo contrario, se cuenta la condición previa y posterior, con fidelidad a Dios en todo tiempo, gozo perpetuo y servicio permanente. Por esta razón es un bautismo de inmersión en Jesús, principio y fin, él es, era y ha de venir, es el mismo de ayer, hoy y siempre (Hebreos 13.8; Apocalipsis 1.8).


Ahora bien, Juan el Bautista es lleno del Espíritu Santo (Lucas 1.15), no obstante, él considera necesario ser bautizado por Jesús (Mateo 3.14). El bautismo de inmersión en Jesús es para testificar como Jesús lo hizo. Al iniciar Jesús su ministerio, Juan recibe su inmersión en Jesús y se cumple, igualmente, toda justicia en él. Luego es arrestado, encarcelado y decapitado por causa de testificar y denunciar la injusticia, a través del mensaje de la palabra de Dios. Según palabras de Jesús, Juan vino en camino de justicia y los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo no le creyeron, pero publicanos y rameras creyeron al mensaje, y se convirtieron; mientras los principales sacerdotes y los ancianos no se arrepintieron de sus malos caminos para creerle (Mateo 21.23 al 32; Lucas 7.29 al 30).


Por otra parte, posteriormente, los impíos e injustos, van a ser lanzados en el fuego del castigo, o sea en el lago de fuego ardiente con azufre preparado para los pecadores (Apocalipsis 20. 12 al 15). Juan, el Bautista le llama paja quemada en el fuego donde nunca se apaga (Mateo 3.11 al 12), se refiere al fuego proveniente del Dios Eterno, por eso es un fuego eterno en relación con su procedencia, una sentencia firme para quienes no demuestran frutos dignos de arrepentimiento y conversión, así como el árbol sin buen fruto es cortado y echado en el fuego:


“Y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto se corta y se echa en el fuego” (Lucas 3.9). Además: “Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego. Así que, por sus frutos los conoceréis” (Mateo 7.19 al 20).