6.2 LA FUNCIÓN PROFÉTICA


La función profética es fundamental en el nuevo pacto dentro de la estructura de trabajo ministerial (Hechos 13.1; Efesios 4.11). El profeta anuncia la verdad de la palabra de Dios en forma clara y transparente, denuncia directamente el mal y el pecado, advierte sus consecuencias y proclama la justicia para edificar y rescatar a los oyentes, en cumplimiento fiel de la misión encomendada por Dios de instar a la obediencia. Es un atalaya o centinela, vigila la rectitud y observa cuidadosamente todo procedimiento, y compara con la Escritura, rinde cuentas de su labor con toda valentía para la corrección de lo deficiente. No tiene temor de ser despreciado o perseguido, por sus señalamientos contra el pecado.


El profeta Ezequiel es advertido, de la responsabilidad de la muerte del impío a causa del pecado, si no le amonesta y habla en contra de su mal camino (Ezequiel 3.17 al 21, 33.7 al 9). Al profeta Jonás, Dios no le permite, rehusar de cumplir la misión profética, en contra de la gran ciudad de Nínive (Jonás 1.1 al 17).


La predicación de Juan, el bautista, fue contra el pecado, como un profeta con autoridad de Dios, aunque le significara ser apresado y muerto. El profeta denuncia las injusticias cometidas por el pueblo o contra el pueblo, así Juan predica en favor del arrepentimiento al decir en la palabra:


“... Predicando… y diciendo: Arrepentíos… Al ver él que muchos de los fariseos y de los saduceos venían a su bautismo, les decía: ¡Generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera? Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento,... y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado en el fuego” (Mateo 3.1 al 10).

La labor de Juan el Bautista, a manera de un profeta – evangelista, fue traer el mensaje de llamamiento, arrepentimiento, conversión y santidad. Anuncia con exhortaciones, las buenas nuevas al pueblo (Lucas 3.18), y prepara el camino del Señor, porque después de cumplir con su misión, viene Jesús como profeta - maestro a hacer un discipulado y enseñar al pueblo por tres años y medio.


El profeta Moisés menciona del envío, por parte de Dios, de otro profeta como él. Si no se oye la palabra de Dios a través de dicho profeta, entonces se le pide cuentas a la tal persona rebelde (Deuteronomio 18.15 al 19). Jesús fue poderoso en hechos y en palabra (Lucas 24.19). Cuando Jesús enseñaba a sus discípulos, algunos le dijeron: “... Dura es esta palabra, ¿quién la puede oír?... desde entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él... ” (Juan 6.60 al 69). El mensaje del profeta se requiere en sentido Cristo céntrico para la salvación, quien lo reciba tiene palabras de disciplina en el Señor Jesús, doctrina viva, exigencia, justicia, rigor y vida eterna.


Un profeta no puede desvirtuar la palabra de Dios. En el primer pacto había una compañía de profetas (1 Samuel 10.5), unidos por una misma finalidad: dar el mensaje de Dios con o sin predicción, pero con proclamación de la justicia y obediencia a Dios, por medio de una escuela o comunidad de profetas presidida por Samuel (1 Samuel 19.20). Los profetas son usados como instrumentos de Dios a través de su Espíritu (1 Samuel 10.9 al 12). Se predice sucesos venideros, porque Dios les revela su secreto a sus siervos los profetas (Amós 3.7), especialmente para estar advertido y preparado con plena confianza a Dios en los temas de providencia y salvación.


Algunos se desvirtuaron en beneficio propio (Jeremías 2.8), dieron vanas esperanzas con visiones de su propio corazón, se ganaron la voluntad de otros con una forma falsa y servil, al contar sueños mentirosos sin ser profecía de Dios (Jeremías 23.16 al 40, 27.9 al 22). Las Escrituras mencionan el caso de la falsa profecía del profeta Hananías, esta profecía no es verdadera, no concuerda con el profeta contemporáneo Jeremías, ni según los profetas anteriores a su época. Este falso profeta habla sin ser enviado por Dios, hace confiar en mentira al pueblo y manifiesta rebelión, al final es castigado con muerte (Jeremías 28.1 al 17), como consecuencia de sus actos.


Los profetas de la iglesia utilizan las Sagradas Escrituras como guía y referente de especialización en el campo de la profecía bíblica, así como los maestros desarrollan y profundizan el tema de la ley. Estos profetas utilizan como fuente profética las Sagradas Escrituras, porque es la palabra profética más segura e inspirada por el Espíritu Santo (2 Pedro 1.19 al 21). En la iglesia local existe el principio de asociar, en un grupo, a las personas con el don de profecía, el cual recibe el nombre de “Compañía de Profetas”, con el fin de escudriñar, analizar y sacar conclusiones de la profecía bíblica. Se reitera la afirmación de la Biblia en el siguiente texto:


“Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios. Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios; si alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén” (1 Pedro 4.10 al 11).

Es vital conocer la profecía bíblica para apercibir al pueblo de Dios, porque sin profecía el pueblo se desenfrena (Proverbios 29.18). En la actualidad, la escuela de profetas es para compartir el conocimiento de denuncia de la injusticia, entre los integrantes del grupo compañía de profetas, según la especialidad de esta labor. Se requiere y necesita una mejor interpretación en el campo profético, libre en su totalidad de conjeturas, escatología fantasiosa, espectacularidad, especulaciones, fenómenos mágicos, futuros deslumbrantes, invenciones anacrónicas y toda clase de suposiciones futuristas, que desvían la atención de lo realmente importante en la práctica de principios y valores necesarios para el diario vivir: “Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor” (Hebreos 12.14).


El profeta actual se pronuncia en nombre de Dios, en armonía con su palabra escrita y congruente con el mensaje de los profetas bíblicos, en comunión con la ley de Dios y la profecía. En su vida refleja absoluta fidelidad a Dios con fundamento apostólico y profético, con Jesucristo como principal piedra del ángulo de la edificación (Efesios 2.20 al 22). Esta compañía de profetas, analiza la profecía, prevé una cuidadosa interpretación en conjunto, invoca la dirección de Dios e intervención de su Espíritu y no cae en la falsa profecía, advertido desde tiempos de Moisés (Deuteronomio 13.1 al 5, 18.20 al 22).


Dios dijo a través de su siervo Moisés: “No añadiréis a la palabra que yo os mando, ni disminuiréis de ella…” (Deuteronomio 4.2, 12.32), lo cual es confirmado en Proverbios 30.5 al 6 y Apocalipsis 22.18 al 19, castiga cuando se afirma alguna palabra, como dicha por Dios, sin haberla él mandado (Jeremías 29.23). Recompensa a quien no se aparta, ni a diestra ni a siniestra de sus palabras (Deuteronomio 28.13 al 14). Jesús advierte contra los falsos profetas, porque a pesar de ser hacedores de maldad, creen que por invocar al Señor son justificados, sin obedecer la voluntad perdurable o perpetua de Dios (Mateo 7.15 al 23), sino que buscan fama, pleitesía, prestigio y reconocimiento en aparente consagración y santidad.