PSICOTEOLOGÍA: LA NEUROCIENCIA DE LA FE
(TOMO 1)



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1.2) LA INTENCIÓN, MOTIVACIÓN Y VOLUNTAD


La intención, motivación y voluntad se entrelazan para construir una conexión y correspondencia en la relación entre el ser humano y Jesucristo. Además para edificar e infundir los sentimientos de la piedad y de la virtud, necesarios en el discipulado. El humano como habilidad y ser que es social, requiere compartir en comunidad, apoyarse mutuamente en las relaciones interpersonales. Además encontrar una pasión al formar parte de un grupo como seguidor de Jesucristo. ¿Cómo saber si el vínculo compatible de unión, en este enlace es auténtico o genuino? Esto se define tanto por la influencia como por común procedencia. Dios Padre establece en su Hijo Jesucristo una luz para iluminación del camino. El salmista dice lo siguiente: “Envía tu luz y tu verdad: éstas me guiarán; Me conducirán al monte de tu santidad, Y a tus tabernáculos” (Salmos 43.3 – RVR1909). ¿Cómo identificar la luz verdadera que alumbra hacia la santidad? Porque las mismas escrituras advierten lo siguiente: “Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se transfigura en ángel de luz” (2 Corintios 11.14 – RVR1909). Hay sincronía en los símbolos y significados, en el siguiente mensaje de Jesús hay dos interpretaciones, a saber, el templo o el cuerpo de Jesús, según lo interprete el receptor:


“Y los Judíos respondieron, y dijéronle: ¿Qué señal nos muestras de que haces esto? Respondió Jesús, y díjoles: Destruid este templo, y en tres días lo levantaré. Dijeron luego los Judíos: En cuarenta y seis años fue este templo edificado, ¿y tú en tres días lo levantarás? Mas él hablaba del templo de su cuerpo. Por tanto, cuando resucitó de los muertos, sus discípulos se acordaron que había dicho esto; y creyeron á la Escritura, y á la palabra que Jesús había dicho” (Juan 2.18 al 22 – RVR1909).


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Analicemos el influjo de la transmisión del mensaje y su interpretación, según la situación de la influencia y de la procedencia. Antes tómese en cuenta que en una condición o estado consciente, es aquel donde se piensa, quiere, siente y obra, con conocimiento de lo que se hace. Necesariamente la Biblia se explica por sí misma y se requiere transcribir el texto del pasaje para comprender el trasfondo del mensaje. El auditorio o conjunto de oyentes de la cita a continuación, se compone de personas adversas o a favor del mensaje y de Jesucristo. Se cumple en unos y en otros lo siguiente:


“Que si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto: En los cuales el dios de este siglo cegó los entendimientos de los incrédulos, para que no les resplandezca la lumbre del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios. Porque no nos predicamos á nosotros mismos, sino á Jesucristo, el Señor; y nosotros vuestros siervos por Jesús. Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo” (2 Corintios 4.3 al 6 – RVR1909).

El ser humano tiene que asumir su propio compromiso y responsabilidad de sus acciones y dejar de culpar a Dios. Según el pasaje mencionado anteriormente es el dios de este mundo, quien ciega los entendimientos de los incrédulos, pero conforme a la propia incredulidad del ser humano como veremos seguidamente, debido a la confusión por el engaño y mentira que prevalece en quienes no creen en Jesucristo, o en quienes distorsionan la creencia a su propia conveniencia e interés de beneficio particular. En el análisis anterior, el mensaje transmitido por Jesucristo acerca de su cuerpo como templo y en referencia a la resurrección, es el mismo mensaje para todos los oyentes, pero quienes piden señal se quedan



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sin comprensión, ni entendimiento, porque reciben el caso de resurrección como un supuesto fraude, según se presentan algunos ante Pilato: “Y el siguiente día, que es después de la preparación, se juntaron los príncipes de los sacerdotes y los Fariseos á Pilato, Diciendo: Señor, nos acordamos que aquel engañador dijo, viviendo aún: Después de tres días resucitaré. Manda, pues, que se asegure el sepulcro hasta el día tercero; porque no vengan sus discípulos de noche, y le hurten, y digan al pueblo: Resucitó de los muertos. Y será el postrer error peor que el primero” (Mateo 27.62 al 64 – RVR1909).

Mientras tanto, los discípulos a pesar de un mismo acontecimiento de la resurrección, confirman la veracidad de las Escrituras y la vigencia del mensaje de Jesucristo. Esto es demostración de la influencia y de la procedencia. Jesucristo de ninguna manera fue un engañador, como se aseveró en contra de él, sino que son los mismos seres humanos que se engañaron a sí mismos, para su propio perjuicio espiritual y moral, aunque muchas veces reciban beneficio económico y material por su proceder, tal es el caso de los mercaderes del templo. Este se supone que es un lugar santo, exclusivo para determinado fin, como casa de oración, para una intención, motivación y voluntad específica. Así es el destino y propósito integral del cuerpo humano, en relación con la adoración, consagración, santidad y servicio al Señor Jesús. Algunos se aprovechan del sistema del templo, en un negocio particular para una vida de lucro, opulencia y vanidad, porque rechazan el mensaje celestial. Jesús dijo (el subrayado es nuestro):


“Y como llegó cerca viendo la ciudad, lloró sobre ella, Diciendo: ¡Oh si también tú conocieses, á lo menos en este tu día, lo que toca á tu paz! Mas ahora está encubierto de tus ojos. Porque vendrán días sobre ti, que tus enemigos te cercarán con baluarte, y te pondrán cerco, y de todas partes te pondrán en estrecho, Y te derribarán á tierra, y á tus hijos dentro de ti; y no dejarán sobre ti piedra sobre piedra; por


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cuanto no conociste el tiempo de tu visitación. Y entrando en el templo, comenzó á echar fuera á todos los que vendían y compraban en él. Diciéndoles: Escrito está: Mi casa, casa de oración es; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones. Y enseñaba cada día en el templo; mas los príncipes de los sacerdotes, y los escribas, y los principales del pueblo procuraban matarle. Y no hallaban qué hacerle, porque todo el pueblo estaba suspenso oyéndole” (Lucas 19.41 al 48 – RVR1909).

La intención, motivación y voluntad es imprescindible para llegar a ser una persona, con el cuerpo en condición de templo del Espíritu Santo. Precisamente para ser salvo de las corrientes y modas de las masas humanas, con la aspiración de recibir la resurrección para la vida eterna, es imposible abstenerse, decidir o privarse de ser una persona que sea templo del Espíritu Santo. Por consiguiente, es un requisito indispensable, que la persona sea templo del Espíritu Santo, de lo contrario su omisión se considera como blasfemia e injuria contra el Espíritu Santo. Jesucristo dijo al respecto: “Mas cualquiera que blasfemare contra el Espíritu Santo, no tiene jamás perdón, mas está expuesto á eterno juicio. Porque decían: Tiene espíritu inmundo” (Marcos 3.29 al 30 – RVR1909). En otro pasaje Jesús menciona lo siguiente: “Y si por espíritu de Dios yo echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado á vosotros el reino de Dios… Y cualquiera que hablare contra el Hijo del hombre, le será perdonado: mas cualquiera que hablare contra el Espíritu Santo, no le será perdonado, ni en este siglo, ni en el venidero” (Mateo 12.28 y 32 – RVR1909).


Jesucristo en su primera venida, hace la proclama de ser el camino, la verdad y la vida (Juan 14.6), su resurrección representa la vida eterna que nos confirma como hechos a imagen de Dios, su cuerpo como templo nos hace semejantes a Dios en el caso de la santidad: “Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos á Jesús mora en vosotros, el que



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levantó á Cristo Jesús de los muertos, vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros” (Romanos 8.11 – RVR1909). Además dice la palabra de Dios: “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?” (1 Corintios 6.19 – RVR1909). En la palabra encontramos que las personas son el templo del Dios viviente, porque la Energía de Dios habita y anda entre ellos: “¿Y qué concierto el templo de Dios con los ídolos? porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré en ellos; y seré el Dios de ellos, y ellos serán mi pueblo” (2 Corintios 6.16 – RVR1909). El ser humano recibe de Dios Padre la promesa de ser conforme a su imagen, mediante la resurrección con el cuerpo transformado y la vida eterna. A través del Hijo de Dios o Dios Hijo, que es lo mismo, el ser humano obtiene la semejanza en la santidad o santificación, experimentada por Jesucristo, que siendo en forma humana fue obediente al Padre e hizo su voluntad hasta la muerte; y muerte severa: “Porque mejor es que padezcáis haciendo bien, si la voluntad de Dios así lo quiere, que haciendo mal. Porque también Cristo padeció una vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos á Dios, siendo á la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu” (1 Pedro 3.17 al 18).

La santidad se obtiene mediante la vivencia del cuerpo como templo del Espíritu Santo, es el ejercicio y práctica de la obra del Espíritu Santo en cada persona, por consiguiente la ausencia, negación o reniego del ser como templo, trae la consecuencia de la exclusión de la promesa de vida eterna, ya que los incrédulos en la condición de incredulidad se quedan sin recibir el sello del Espíritu Santo: “Y el que nos confirma con vosotros en Cristo, y el que nos ungió, es Dios; El cual también nos ha sellado, y dado la prenda del Espíritu en nuestros corazones” (2 Corintios 1.21 al 22 – RVR1909). Además dice: “… de que Dios os haya escogido desde el principio para salud, por la santificación del Espíritu y fe de la verdad” (2 Tesalonicenses 2.13 – RVR1909). Otra consulta podría ser: ¿Cómo logramos reconocer si hay consciencia o



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inconsciencia de que nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo? Hay un pasaje que nos invita a comprobar y reconocer nuestra propia valoración: “Examinaos á vosotros mismos si estáis en fe; probaos á vosotros mismos. ¿No os conocéis á vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros? si ya no sois reprobados. Mas espero que conoceréis que nosotros no somos reprobados” (2 Corintios 13.5 al 6 – RVR1909).

Hay una interrelación entre la intención, motivación y voluntad, en lo interpersonal con otras personas, simultáneo a la introspección intra-personal de un pensamiento crítico:


“Porque los que viven conforme á la carne, de las cosas que son de la carne se ocupan; mas los que conforme al espíritu, de las cosas del espíritu. Porque la intención de la carne es muerte; mas la intención del espíritu, vida y paz: Por cuanto la intención de la carne es enemistad contra Dios; porque no se sujeta á la ley de Dios, ni tampoco puede. Así que, los que están en la carne no pueden agradar á Dios. Mas vosotros no estáis en la carne, sino en el espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, el tal no es de él” (Romanos 8.5 al 9 – RVR1909).

Jesucristo vino enviado del Padre (1 Juan 4.9), a la vez por su propia voluntad (Gálatas 1.4, Efesios 5.2 y Tito 2.14), cumple el verdadero libre albedrío; demuestra con su propia voluntad el hacer la voluntad del Padre: “… Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú” (Mateo 26.39 – RVR60). Esta intención, motivación y voluntad implica obedecer al Padre, así como Jesucristo en semejanza humana: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y vivo, no ya yo, mas vive Cristo en mí: y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó, y se entregó á sí mismo por mí” (Gálatas 2.20 – RVR1909).