PSICOTEOLOGÍA: LA NEUROCIENCIA DE LA FE
(TOMO 1)



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5.1.3) ESPÍRITU DE VIDA


El espíritu de vida lo da Dios, con el aire que respiramos, para que el cuerpo humano tenga la vida, de manera que cuando Dios retira este espíritu la persona muere (Eclesiastés 12.7, Santiago 2.26, Zacarías 12.1). Algunos confunden el término alma con el término espíritu, que es el aire ordinario que nos alimenta por la nariz o sea el soplo de vida. Cuando la persona muere lo exhala (Génesis 25.8 y 17), perdiendo el peso contenido en sus pulmones y estómago. No es correcto confundir los términos, porque uno es implícito en el otro, ya que el espíritu de vida no es el alma, sino que el espíritu es parte del alma: “En su mano está el alma de todo viviente, Y el espíritu de toda carne humana” (Job 12.10 – RVR1909).


Jesucristo cuando murió dio el espíritu no el alma (Juan 19.30). El espíritu (soplo de vida) lo tiene toda carne (Génesis 7.15, 21 al 22). El soplo de vida es parte del alma, por eso cuando Dios alentó en la nariz de Adán soplo de vida, Adán fue un alma viviente, lo que Dios sopló no fue alma, sino aire (oxígeno), ya que el relato bíblico dice que al principio de la creación, Dios formó al ser humano del polvo de la tierra y sopló en su nariz aliento de vida, y fue un ser viviente o alma viviente (Génesis 2.7, 1 Corintios 15.45). Antes de retomar este tema de la caracterología cristiana, se aclara en relación con el alma que pecare esa morirá, que el perdón de Dios es retribuir con castigo justo, según lo merece el malvado y pecador. En el perdón de Dios no se pasa por alto el mal y el pecado cometido, no se omite la falta como si nada hubiera sucedido, sino que Dios hace justicia y paga con un nivel de castigo, de acuerdo al grado de la corrupción y transgresión.