PSICOTEOLOGÍA: LA NEUROCIENCIA DE LA FE
(TOMO 1)



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7.1.3) DIOS COMPARTE LA GLORIA CON SU HIJO


Dios no quiso que se le diera la gloria a nadie más sino a su propio Hijo, a quien exaltó para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre (Filipenses 2.9 al 11). Esta gloria exclusiva de Dios la encontramos en el libro del profeta Isaías, donde se declara frente a los ídolos de Babilonia, que no hay más Dios que él, no hay otro Dios y nada semejante a él (Isaías 20 al 23, 46.9). En el contexto de los falsos dioses, Dios anunció su enviado, mensajero, su siervo en quien tiene contentamiento, ya que puso sobre él su Espíritu para que trajera justicia a las naciones (Isaías 41.21 al 42.5), este es su Hijo Jesús a quien Dios glorificó (Hechos 3.13), porque había prometido que no le daría su gloria a nadie más, que no sea al mensajero y siervo, ni daría su alabanza a esculturas.


“Yo Jehová te he llamado en justicia, y te tendré por la mano; te guardaré y te pondré por alianza del pueblo, por luz de las gentes; Para que abras ojos de ciegos, para que saques de la cárcel á los presos, y de casas de prisión á los que están de asiento en tinieblas. Yo Jehová: este es mi nombre; y á otro no daré mi gloria, ni mi alabanza á esculturas” (Isaías 42.6 al 8 – RVR1909).

El evangelio de Juan dice que Cristo es glorificado por su Padre (Juan 8.54). A su vez el Padre es glorificado en él (Juan 13.31 al 32). Esto fue testificado cuando se oyó desde el cielo, la voz del Padre al confirmar que glorificaría su nombre (Juan 12.28 al 30). Esta virtud de Cristo de exaltar al Padre y por el mérito de hacer la obra que se le encomendó, es que Dios le reconoce también y glorifica al lado suyo (Juan 17.1, 4 al 5).