La Escritura dice: “Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos. Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados” (1 Corintios 15.21 al 22). El apóstol Pablo afirma que carne y sangre, en otras palabras, el ser humano con cuerpo corruptible, no puede heredar el reino de Dios
La Escritura menciona el nacimiento de Jesucristo como salvador y como Dios con nosotros: “Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados. Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta, cuando dijo: He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, Y llamarás su nombre Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros” (Mateo 1.21 al 23). La Biblia dice:
“... ¿Es verdad que Dios morará sobre la tierra?” (1 Reyes 8.27), y “¿Es verdad que Dios habitará con el hombre en la tierra?” (2 Crónicas 6.18). Según el Apocalipsis explica, acerca de la gloria de Dios al iluminar la ciudad de la nueva Jerusalén: “La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera” (Apocalipsis 21.23). Es clave cuando se menciona que el Cordero es su lumbrera, en alusión al señor Jesucristo. La fuente que despide o irradia la luz, es la lumbrera, o sea, es Jesús mismo, quien con sus propias palabras le llama la regeneración y su trono de gloria: “Y Jesús les dijo: De cierto os digo que en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria…” (Mateo 19.28, 25.31).
Los siervos de Dios le servirán y verán su rostro
Entonces cómo entender la expresión de que el Hijo mismo se sujetará al que le sujetó a él todas las cosas: “Luego el fin, cuando entregue el reino al Dios y Padre,… Porque todas las cosas las sujetó debajo de sus pies. Y cuando dice que todas las cosas han sido sujetadas a él, claramente se exceptúa aquel que sujetó a él todas las cosas. Pero luego que todas las cosas le estén sujetas, entonces también el Hijo mismo se sujetará al que le sujetó a él todas las cosas, para que Dios sea todo en todos” (1 Corintios 15.24 al 28). También cómo entender la siguiente expresión: “el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse” (Filipenses 2.6). Además cómo entender: “Mas del Hijo dice: Tu trono, oh Dios,… Por lo cual te ungió Dios, el Dios tuyo… Y: Tú, oh Señor, en el principio fundaste la tierra,… Pues, ¿a cuál de los ángeles dijo Dios jamás: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies?” (Hebreos 1.8 al 13).
En tiempo de Moisés los hombres vieron la gloria, la grandeza, oyeron la voz de en medio del fuego y pudieron seguir vivos
En el tiempo de Abraham cuando le aparece Jehová, con dos ángeles más, antes de la destrucción de las ciudades de Sodoma y Gomorra
Por este motivo Jesús dijo que nadie había visto al Padre, refiriéndose a los humanos, porque se exceptuaba a él mismo
Dios Hijo en forma humana, semejante a los hombres, se humilla en obediencia hasta la muerte, por lo cual Dios Padre lo exalta y le da un nombre sobre todo nombre
Para la primera resurrección en la segunda venida de Cristo, serán transformados, tanto los resucitados como aquellos vivientes fieles a Cristo
La promesa recibida, tenía cumplimiento en lo porvenir: “Conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra… Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos, porque les ha preparado una ciudad” (Hebreos 11.13 al 16).
Dios ha preparado una ciudad: “Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba. Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa; porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios” (Hebreos 11.8 al 10). Aquí es donde intervienen las buenas nuevas de salvación y vida eterna: “Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo” (Apocalipsis 3.12). No entrarán los abominables, cobardes, fornicarios, hechiceros, homicidas, idólatras, incrédulos y mentirosos