La gracia de Dios nos fue dada en Cristo Jesús, enriquecidos en él, en toda palabra y en toda ciencia
Jesús vino a cumplir las buenas nuevas de salvación para nuestras vidas, con el anuncio del reino de Dios y el evangelio del servicio a la humanidad, sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo
Así como en Jesús se multiplicaron los panes y los peces, es indispensable que en la actualidad compartamos de las bendiciones y de nuestros bienes con los demás. El Señor hizo el bien en forma incansable, dejó el ejemplo de amor, dedicación y servicio a la obra de Dios, en medio de la pobreza y la necesidad extrema. De igual forma es necesario que sirvamos a la sociedad en general, con las obras de Jesús en beneficencia al pueblo, su docencia, su evangelización, su impulso a la salud y llamado a vivir como un reino de Dios entre nosotros
La comunidad de Dios en el primer siglo de la era cristiana, ejerció el jubileo no de la forma antigua, como celebración cada cincuenta años, sino en el sentido de un júbilo de alegría intensa y permanente, manifestado en la solidaridad del cristiano. Hay un gozo perpetuo, con admiración, afecto y sentimiento jubiloso por la esperanza depositada en Dios. Se recibe las bendiciones necesarias y suficientes para subsistir, especialmente al compartir equitativamente y con justicia con quienes están a su alrededor. La Escritura menciona a los creyentes como practicantes, al estar juntos, eran de un corazón y un alma, tenían todas las cosas en común, ninguno decía ser propio nada de sus posesiones, sino que repartían según la necesidad de cada uno, así que no había entre ellos ningún necesitado. También abundaban en la gracia, perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comiendo juntos con alegría, sencillez de corazón
Jesucristo transmite la promesa del Espíritu Santo: “Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre” (Juan 14.16). El Padre lo enviaría en su nombre: “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho” (Juan 14.26). Una de las funciones del Espíritu Santo es la de guiar: “Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad” (Juan 16.13). Ya desde el evangelio antiguo Dios llenaba de su Espíritu a algunas personas, para cumplir funciones especiales y específicas cotidianas: “Habló Jehová a Moisés, diciendo: Mira, yo he llamado por nombre a Bezaleel hijo de Uri, hijo de Hur, de la tribu de Judá; y lo he llenado del Espíritu de Dios, en sabiduría y en inteligencia, en ciencia y en todo arte” (Éxodo 31.1 al 3).