SEGUNDA EDICIÓN LA COMUNIDAD DE FE: ACUERDOS DE FE



Basado en la Biblia Versión Reina - Valera Revisión de 1960 (RVR60)

2.5.3 LOS POCOS ESCOGIDOS


Jesús de camino a Jerusalén enseña por las ciudades y aldeas, entonces alguien le pregunta si son pocos los que se salvan: “… Y él les dijo: Esforzaos a entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán” (Lucas 13.22 al 24). Otras preguntas podrían ser: ¿por qué muchos procuran entrar y no podrán? y ¿tendrá alguna relación con el tema de predestinación por escogencia y elección por libre albedrío? Jesús dijo: “Así, los primeros serán postreros, y los postreros, primeros; porque muchos son llamados, mas pocos escogidos” (Mateo 20.16, 22.14). La cantidad total de llamados son todos los creyentes y la parte menor que son los escogidos por gracia corresponde a los practicantes como Jesús.


Los primeros llamados fueron de Israel y los postreros llamados se trata del resto de población que no era de Israel, conocidos como gentiles. Hay un remanente escogido por gracia, los escogidos que han alcanzado: “… ha quedado un remanente escogido por gracia… ¿Qué pues? Lo que buscaba Israel, no lo ha alcanzado; pero los escogidos sí lo han alcanzado, y los demás fueron endurecidos;… su transgresión es la riqueza del mundo, y su defección la riqueza de los gentiles…” (Romanos 11.5 al 12).


Otro pasaje menciona que si Israel fuera como la arena del mar, tan solo el remanente será salvo (Romanos 9.27 al 29). Entonces, ¿cuál es la relación entre la predestinación por escogencia y la elección por el libre albedrío? Existen tres tipos de libre albedrío: el natural, el espiritual y el de Jesús o celestial. Los muchos llamados están entre el libre albedrío espiritual y los pocos escogidos en el libre albedrío de Jesús o celestial. Para comprender la diferencia entre cada uno, es necesario saber inicialmente que en el libre albedrío natural, la persona procura con su propio esfuerzo conseguir su deseo: “Así que no depende del que quiere, ni del que corre…” (Romanos 9.16). La Biblia dice: “… a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne…” (Gálatas 5.13).


El libre albedrío natural es la voluntad y facultad del ser humano para decidir y actuar por su propia determinación, sus propios logros y méritos. En el caso del natural algunos casos se confunden con el libertinaje. La utilidad de este libre albedrío, se ha degenerado a tal grado que cada quien actúa como le parece, sin la responsabilidad de las consecuencias de sus acciones, se incurre en el libertinaje del desenfreno en la conducta y el irrespeto general a los diez mandamientos, la pérdida de reconocimiento, estima y aplicación a la ley de Dios y su justicia.


El libre albedrío espiritual se presenta en la transición del paso de incrédulo a creyente, entre las dimensiones de conocimiento natural y espiritual. El saber y el hacer requieren ser éticamente congruentes, según los principios y valores: “Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo… Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente…” (Romanos 7.18 al 25). El hombre interior es la mente, de donde proceden las actitudes, carácter, conducta, personalidad y temperamento en lo emocional y afectivo. La influencia y evolución de todo esto, depende de la madurez en el conocimiento y pensamiento adquirido, según sea conocimiento natural, espiritual y celestial. Las personas pueden estancarse en un solo conocimiento o trascender de un conocimiento a otro. El conocimiento es infinito, tanto en el mundo natural, mundo espiritual y mundo celestial.


El tipo de libre albedrío espiritual es el que desplaza su propia voluntad natural, o sea, humana, y la sustituye por el conocimiento espiritual, de manera que al final no depende de sí mismo, sino de la voluntad de Dios: “… sino de Dios que tiene misericordia” (Romanos 9.16). Lo que pasa es que muchos procuran trascender de la condición natural a la espiritual, pero no pueden desapegarse por completo de su libre albedrío natural: “Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis” (Gálatas 5.16 al 17).


En el siguiente caso se compara el libre albedrío natural y el espiritual, Jesús dijo: “… El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida” (Juan 6.60 al 63). Jesús emite su mensaje para todos, algunos lo reciben como personas naturales y otros como personas espirituales: “Pero hay algunos de vosotros que no creen. Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían, y quién le había de entregar” (Juan 6.64). Están los que tienen el libre albedrío natural: “Y dijo: Por eso os he dicho que ninguno puede venir a mí, si no le fuere dado del Padre. Desde entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él” (Juan 6.65 al 66). Están los que tienen el libre albedrío espiritual: “Dijo entonces Jesús a los doce: ¿Queréis acaso iros también vosotros? Le respondió Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (Juan 6.67 al 69). Con la expresión ¿a quién iremos? se renuncia a la voluntad propia, para seguir a Jesús por voluntad espiritual como única opción.


Jesús les preguntó a los doce discípulos en el pasaje anterior, si se querían ir también. ¿Qué pasó con Judas Iscariote? Fue llamado entre los doce discípulos (Mateo 10.1 y 4). Claudicó y traicionó a Jesús (Mateo 26.14 al 16; Marcos 14.10 al 11 y 43 al 46; Lucas 6.16). Judas reconoce su pecado y la sangre inocente de Jesús, pero a pesar de su arrepentimiento se estancó y se quedó solamente en libre albedrío espiritual, de ninguna manera pudo trascender al conocimiento de Jesús o celestial (Mateo 27.3 al 5).


Mientras tanto, la palabra de Dios indica: “No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal” (Romanos 12.21). En el caso de Judas se dejó vencer por Satanás, en el sentido de la maldad, el pecado y los antivalores (Lucas 22.3 al 6; Juan 13.2): “Jesús les respondió: ¿No os he escogido yo a vosotros los doce, y uno de vosotros es diablo? Hablaba de Judas Iscariote, hijo de Simón; porque éste era el que le iba a entregar, y era uno de los doce” (Juan 6.70 al 71). Judas en la transición de su naturaleza humana a espiritual, no logra del todo despojarse o desprenderse de ser ladrón: “… porque era ladrón, y teniendo la bolsa, sustraía de lo que se echaba en ella” (Juan 12.4 al 6). Siendo espiritual tenía una doble moral y apariencia de consagración, fidelidad y santidad, inclusive, toma indignamente la cena (Juan 13.21 y 26 al 27).


¿Cómo estar seguro de que Judas Iscariote disfrutó del libre albedrío espiritual pero no pudo trascender al libre albedrío de Jesús o celestial? Pedro mismo testifica acerca de Judas Iscariote: “… y era contado con nosotros, y tenía parte en este ministerio… de este ministerio y apostolado, de que cayó Judas por transgresión, para irse a su propio lugar…” (Hechos 1.15 al 26).


El libre albedrío espiritual se convierte o transforma en el libre albedrío según Jesucristo, conocido como el libre albedrío de Jesús o celestial, cuando trasciende y escala al conocimiento celestial de los que son predestinados a ser como Jesús: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él… habiéndonos predestinado…” (Efesios 1.3 al 5).


Los pocos escogidos son los practicantes como Jesús: “Entonces le dijeron: ¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios? Respondió Jesús y les dijo: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado… Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió” (Juan 6.28 al 29 y 38). Este libre albedrío de Jesús o celestial, es la renuncia de Jesús de hacer su propia voluntad, para hacer la voluntad de Dios el Padre Celestial que le envió. Jesús dice: “Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios” (Juan 3.21). Los verdaderos practicantes no tienen cualquier tipo de práctica, sino la enviada por Dios, según la misión a través de Jesucristo. El mundo de las religiones son todos los llamados inmersos en el libre albedrío espiritual, pero son pocos quienes escogen ser como Jesucristo.


Dios Padre establece un plan mediante el amor, predestina la adopción como hijos suyos, por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad (Efesios 1.5). Los Salmos mencionado en los Hechos refiere a Jesús como engendrado de Dios (Salmos 2.7; Hebreos 1.5, 5.5): “Y nosotros también os anunciamos el evangelio de aquella promesa…, la cual Dios ha cumplido…, resucitando a Jesús; como está escrito también en el salmo segundo: Mi hijo eres tú, yo te he engendrado hoy” (Hechos 13.33). Dios predestina a muchas personas para una determinada misión: “Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué…” (Jeremías 1.5), por ejemplo Juan el Bautista: “porque será grande delante de Dios. No beberá vino ni sidra, y será lleno del Espíritu Santo, aun desde el vientre de su madre” (Lucas 1.15). Fuimos escogidos antes de la fundación del mundo, para que seamos santos, predestinados conforme a su propósito (Efesios 1.4 y 11).


En el caso de Jacob y Esaú desde antes de su nacimiento, Dios conoce el futuro de ambos y sus descendientes (Romanos 9.11 al 16), también utiliza a faraón según su propósito (Éxodo 7.3; Romanos 9.17). Aunque la Escritura menciona su deseo de la salvación para todos los hombres (1 Timoteo 2.4), sin acepción de personas (Juan 3.16 al 18; Hechos 10.34), muchos acontecimientos se forman previamente en el plan de Dios y otros suceden con su permiso. La Escritura dice que Dios por su beneplácito, o sea, aprobación y permiso, da a conocer el misterio de su voluntad, lo que se había propuesto en sí mismo para reunir en Cristo Jesús, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos: que recibiéramos la herencia en Cristo, según el propósito y designio de Dios, para ser sellados por el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras de la herencia (Efesios 1.9 al 14).


La predestinación del ser humano es su separación del destino natural al destino celestial para vida eterna (Romanos 8.28 al 33, 9.11 al 18; Efesios 1.3 al 12, 2.10; 2 Tesalonicenses 2.13). Las Sagradas Escrituras mencionan la predestinación en muchos de sus pasajes (Jeremías 1.5, 9 al 10; 1 Corintios 1.9; Gálatas 1.15; Efesios 3.9 al 11; 1 Pedro 1.2, 2.9), se aclara que ciertamente existe la predestinación como parte del plan de Dios. Pero sin dejar de lado la consagración y la santificación, pues la Escritura dice que primero tuvieron que creer, para ser sellados (Efesios 1.13), y el apóstol afirma que primero se creé y luego se confiesa (Romanos 10.9 al 17), y todo aquel que creyere en Jesús (Romanos 10.11). Además no todos obedecen al evangelio (Romanos 10.16). Esto significa que es importante considerar otros aspectos, porque en la consagración hay dedicación de la persona para Dios, hay actitudes según lo que se profese, hay un sentido de ofrecimiento de vida en servicio, culto racional a Dios y conciencia al actuar. La santificación es que una persona se reivindica de su vida pasada, se regenera, rehabilita, reclama y defiende su derecho de elección, recupera el honor que le pertenece como hijo incorporado a Dios.


Jesús no ruega solo por sus discípulos, sino también por los creyentes en él por la palabra de ellos (Juan 17.20), y le ora al Padre pidiendo guardar en su nombre a los suyos (Juan 17.11 y 24). La predestinación tiene que ir acompañada de consagración y santificación. Aun en los que son predestinados, se cumple el proceso de ser primeramente llamado como escogido (Mateo 20.16, 22.14; Apocalipsis 3.20). El Señor sabe quién va a creer en él y quién no va a creer (Juan 6.64). Hay algunos pasajes donde se demuestra claramente que Dios escoge un solo sentido o camino, que es hacer su voluntad, sin embargo, el ser humano se toma la libertad al escoger, actuando con rebeldía y oposición, en sentido contrario a ese camino trazado por Dios (Génesis 4.7, 8.21; Deuteronomio 30.15 al 19; Josué 24.15; 2 Samuel 11.1 al 17; 1 Reyes 11.1 al 10, 18.21; 2 Reyes 17.33; Isaías 1.18 al 20), por esta razón manda a arrepentirse (Lucas 24.47; Hechos 2.38, 3.19), dice que si el justo se retirare no agradará a su alma (Hebreos 10.38 al 39).


Además en la carta a los Romanos, Pablo menciona el tema en el capítulo 8, versículos 28 al 39: a quienes aman a Dios, conforme al propósito de él, son llamados. En el versículo 29 al 30, hace notorio su plan o proceso: los que antes conoció, también los predestinó, para que fuesen hechos conforme la imagen de Cristo, porque él es el primogénito entre muchos hermanos. Y continúa diciendo acerca de los predestinados, los llamó y los justificó, y a los que justificó también glorificó. Siendo la razón por la que Pablo menciona que nada nos puede separar del amor de Dios, en Cristo Jesús. Aun los escogidos, requieren el esfuerzo por la salvación (Mateo 24.13), por ejemplo, el sufrir persecución (Mateo 5.10 al 12).