PSICOTEOLOGÍA: LA NEUROCIENCIA DE LA FE
(TOMO 1)



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3.5) DESDE EL CIGOTO


El cigoto tiene su propia forma corporal humana, con su estructura, código biológico y genético, información completa para su crecimiento, formación y transmisión de la herencia genética, con sus características físicas, ciertas enfermedades con tendencia patológica y el desarrollo de la capacidad del ser interior. Hay una influencia genética de los progenitores, sin embargo, el cigoto da origen a su propia identidad de ADN, cuerpo humano con sus propias características, tanto físicas como mentales, inclusive su propio temperamento. La individualidad y particularidad llega a manifestarse a nivel del carácter, emociones y sentimientos de la persona, porque aunque mayormente se adquiere durante el aprendizaje y el entorno, también hay influencia genética en la forma de ser. Es un ser irrepetible o único, porque con su principio surgen sus propias virtudes innatas, empieza a manifestarse lo que es connatural de su ser. El código o información genética del cigoto posibilita el origen de lo que llaman la huella genética mediante el ADN, que diferencia la identificación de un sujeto de otro. También según el proceso de formación de cigoto, embrión y feto, se presenta el origen de sus huellas dactilares únicas, para distinguir la singularidad de la persona de las demás. Además hay ciertos patrones del iris y la retina del ojo, que nos hace únicos entre toda la humanidad. El cigoto es determinante corporalmente para constituir y estructurar el cuerpo humano desde su proceso inicial de existencia.


El cigoto inicia como una semilla germinada de donde procede la planta, es decir el embrión, que luego en su proceso de crecimiento, desarrollo y evolución es un árbol, que vendría a ser el feto. Un ser humano de ninguna manera nace como neonato si primeramente no se forma como cigoto, embrión y feto. Luego cuando nace solamente se dedica a crecer en estatura y a madurar en conocimiento. La palabra de Dios dice lo siguiente: “Y lo que siembras no es el cuerpo



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que ha de salir, sino el grano desnudo, ya sea de trigo o de otro grano; pero Dios le da el cuerpo como él quiso, y a cada semilla su propio cuerpo” (1 Corintios 15.37 al 38 – RVR60). El cigoto tiene su propio cuerpo humano en el nivel celular y microscópico, con su propia personalidad del conjunto de las características y cualidades biológicas y genéticas. En la falsa ciencia y falsa filosofía, niegan las propiedades personales del cigoto, embrión y feto. Dios da la forma del cuerpo como él quiso; a cada cigoto, embrión y feto su proceso biológico y genético le proporciona su propio cuerpo. Es una sola etapa de vida en crecimiento, desarrollo y evolución hasta su ocaso. El ejemplo alegórico: “Y él mirando, dijo: Veo los hombres, pues veo que andan como árboles” (Marcos 8.24 – RVR1909).

Lo que pasa es que la dimensión personal actúa en la dimensión biológica y genética a nivel celular y microscópico. La identidad biológica y genética define la identidad personal. Así como al nivel macro astronómico en el sentido universal y celestial, cada elemento tiene sus propiedades únicas: “Y hay cuerpos celestiales, y cuerpos terrenales; pero una es la gloria de los celestiales, y otra la de los terrenales. Una es la gloria del sol, otra la gloria de la luna, y otra la gloria de las estrellas, pues una estrella es diferente de otra en gloria” (1 Corintios 15.40 al 41 – RVR60). Lo mismo en el caso de los cuerpos corruptos y mortales, como los seres humanos o los cuerpos incorruptos e inmortales como los ángeles, cada uno tiene su propio cuerpo y características corporales diseñadas de Dios:


“Y como trajimos la imagen del terreno, traeremos también la imagen del celestial. Esto empero digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios; ni la corrupción hereda la incorrupción. He aquí, os digo un misterio: Todos ciertamente no dormiremos, mas todos seremos transformados. En un momento, en un abrir de ojo, á la final trompeta; porque será tocada la trompeta, y los muertos serán levantados sin corrupción, y nosotros


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seremos transformados” (1 Corintios 15.49 al 52 – RVR1909).

El ser humano en su proceso de cigoto, embrión y feto es un alma viviente, porque cumple con la condición del alma de vida e implica la respiración celular y el proceso sanguíneo de nutrición y oxigenación. El cigoto tiene el aliento de vida en el nivel biológico y celular, posteriormente la misma función se manifestará con los sistemas circulatorio y nervioso. Luego como neonato tiene la respiración pulmonar y el sistema digestivo. Progresivamente se hace visible y en aumento de lo microscópico a lo macroscópico como un bebé o infante. Semejante a una semilla germinada, hasta su visualización en planta y luego en un árbol. Por último, en su madurez de la vida en un árbol con frutos. Esto es semejante al feto que se manifiesta como un neonato hasta su edad de joven y de adulto, porque crece en estatura, tamaño y conocimiento. Además en su desarrollo psicofísico, psicosocial y de los principios y valores de la neurociencia de la fe. Su alma es sinónimo de vida, de manera que si se desangra o deja de respirar pierde su alma o vida, así el alma es la persona viva.


Una madre con su cigoto son dos almas o vidas, una madre con su embrión son dos almas o vidas, una madre con su feto son dos almas o vidas, por lo tanto, ya sea el cigoto, embrión o feto tiene derechos de protección de vida, como persona con su modo de ser y genoma humano, aunque sea en escala microscópica o en el caso macroscópico. Un pasaje bíblico relaciona alma con persona y con sangre que es vida: “Porque la vida de la carne en la sangre está: y yo os la he dado para expiar vuestras personas sobre el altar: por lo cual la misma sangre expiará la persona” (Levítico 17.11 – RVR1909). Alma, persona y vida son lo mismo, se relaciona con la capacidad de respiración de oxígeno, la nutrición y oxigenación de la sangre para vida. Es innegable la función de respiración celular, nutrición y oxigenación sanguínea en todo el proceso corporal, desde cigoto, embrión y feto, mucho



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antes de su nutrición por sistema digestivo fuera del útero o de respiración pulmonar. La vida del ser humano es estimada y valorada por Dios desde el vientre de la madre, Dios es el dador de la vida. Así dice Isaías al respecto, según podemos corroborar: “Ahora pues, dice Jehová, el que me formó desde el vientre para ser su siervo, para hacer volver a él a Jacob y para congregarle a Israel (porque estimado seré en los ojos de Jehová, y el Dios mío será mi fuerza)” (Isaías 49.5 – RVR60).

La ciencia que es de Dios en sus principios y valores como norma y regla moral y universal, sirve para estandarizar u homologar como el Juez de toda la existencia, por encima de cualquier civilización, costumbre, cultura, etnia, imperio, legislación y norma política o social. La circunscripción de autoridad de Dios en el globo terrestre, impera sobre todo gobierno humano: “AY de los que establecen leyes injustas, y determinando prescriben tiranía” (Isaías 10.1 – RVR1909). La tiranía impone el miedo irracional o miedo racional, con un efecto contagio e histeria colectiva, de excitación individual o social debido al terror. Los gobernantes de las naciones darán cuenta a Dios: “Entonces Josafat se puso en pie en la asamblea de Judá y de Jerusalén, en la casa de Jehová, delante del atrio nuevo; Y dijo: Jehová Dios de nuestros padres, ¿no eres tú Dios en los cielos, y te tienes dominio sobre todos los reinos de las naciones? ¿no está en tu mano tal fuerza y poder, que no hay quien te resista?” (2 Crónicas 20.5 al 6 – RVR60). Es deber y obligación del ser humano de rendir su integridad a Dios, así dice la Biblia en Job: “Si hubiera tenido en poco el derecho de mi siervo y de mi sierva, Cuando ellos contendían conmigo, ¿Qué haría yo cuando Dios se levantase? Y cuando él preguntara, ¿qué le respondería yo? El que en el vientre me hizo a mí, ¿no lo hizo a él? ¿Y no nos dispuso uno mismo en la matriz?” (Job 31.13 al 15 – RVR60). Dios tiene soberanía sobre todo lo que existe: “Tú solo eres Jehová; tú hiciste los cielos, y los cielos de los cielos, con todo su ejército, la tierra y todo lo que está en ella, los mares y todo lo que hay en ellos; y tú vivificas todas estas cosas, y los ejércitos de los cielos te adoran” (Nehemías 9.6 – RVR60).



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¿Qué representa la matriz o útero ante Dios el Creador? La matriz o útero es vida y fuente generadora de todos los vivientes. Así se dice mediante el salmista: “Todos los que me ven, escarnecen de mí; Estiran los labios, menean la cabeza, diciendo: Remítese á Jehová, líbrelo; Sálvele, puesto que en él se complacía. Empero tú eres el que me sacó del vientre, El que me haces esperar desde que estaba á los pechos de mi madre. Sobre ti fuí echado desde la matriz: Desde el vientre de mi madre, tú eres mi Dios” (Salmos 22.7 al 10 – RVR1909). En relación con lo biológico y genético, en el ámbito microscópico hasta macroscópico, ya sea visible para Dios o visible para el ojo del humano, el inicio de la maternidad según el aspecto psicoteológico y la neurociencia de la fe, empieza antes del parto, desde la gestación del cigoto y su proceso embrionario y fetal. El ser humano es quien establece diferencias entre las fases prenatales de cigoto, embrión y feto, sin embargo, para Dios todo es un solo proceso de crecimiento y desarrollo del embarazo. La persona es madre desde que lleva consigo al cigoto, embrión o feto, sin importar en cuál estado o etapa se encuentra del proceso evolutivo del embarazo. Esta evolución incluye cambios de actitud, conducta y pensamiento en el amor materno, al sustentar la madre al nuevo ser desde la gestación, su crecimiento y formación, hasta el parto, con un apego maternal. Hay preparación y desarrollo de sentimientos afectuosos, según avanza y progresa la consciencia materna y los cambios relacionados con la gestación y el proceso final.


Dios dice en su palabra: “Yo que hago dar a luz, ¿no haré nacer? dijo Jehová. Yo que hago engendrar, ¿impediré el nacimiento? dice tu Dios” (Isaías 66.9 – RVR60). En cierta ocasión Adán dice de Eva: “Y llamó Adán el nombre de su mujer, Eva, por cuanto ella era madre de todos los vivientes” (Génesis 3.20 – RVR60). Dios es el dador de vida a través de la función de la matriz o útero, mediante Eva es que da vida a todos los vivientes y por medio de una misma sangre, porque la sangre es vida y de esta sangre depende todo el linaje de los seres humanos. Así está escrito en el siguiente pasaje:



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“El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, éste, como sea Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos de manos, Ni es honrado con manos de hombres, necesitado de algo; pues él da á todos vida, y respiración, y todas las cosas; Y de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habitasen sobre toda la faz de la tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos, y los términos de los habitación de ellos” (Hechos 17.24 al 26 – RVR1909).

La ciencia antropológica podría confirmar la expresión del pasaje anterior, donde se dice que Dios ha hecho de una sangre todo el linaje de los seres humanos, es un solo género humano o raza humana, con mucha diversidad de etnias culturales y sociales desde el aspecto geopolítico. También es posible demostrar desde los genes y la genética misma, con el estudio de las poblaciones de las zonas humanas, que todos comparten una sola línea desde el origen, con la composición biológica y genética de una única especie humana en todo el planeta. El ADN es prueba de la existencia de una misma y sola especie humana. En el caso del temperamento, se dice que el mismo tiene influencia de la herencia genética, su procedencia al ser una sola raza humana, se origina desde Adán y Eva del Génesis. La invariabilidad del temperamento e inamovible modificación desde el principio de la vida humana (origen del psiquis), la hace una patología. Su control requiere de la interacción neurológica mediante los neurotransmisores biológicos, que tienen algún vínculo con el conocimiento y la conducta de la neurociencia, en relación con la fe y de las emociones regidas por el conocimiento de Dios. Por lo tanto, aunque el dominio propio requiere de un control neurológico por sí mismo, al enfrentar y reaccionar una situación por su predisposición emocional congénita, ya que es connatural, necesita del poder de Dios y la fe en su Hijo, para predominar el bien. Los genes influyen el desarrollo de la personalidad, del comportamiento y el control de los impulsos emocionales propios del temperamento, controlable con la ayuda de Dios.



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La realidad humana antropológica abarca los aspectos biológicos, culturales y sociales, desde la dimensión natural. Pero la inmersión en la realidad espiritual y celestial es otra. Dios miró en sí mismo su soledad, pensó en crear a su Hijo como una estimada compañía, luego el séquito celestial para su Hijo y por último al ser humano. ¿Cuál es el motivo del origen existencial del ser humano? Una teoría especulativa del conocimiento antiguo explica la razón. Cada ser humano tiene en retrospectiva una preexistencia corporalmente como ser celestial portador de luz. Eran conocidos como el séquito celestial y cada ser tenía su propia capacidad y el poder de tomar decisiones. La decisión por sí misma no es buena ni es mala, sino la consecuencia o resultado de la misma. Uno de los seres conocido como la luz bella, toma una decisión que arrastra como sus seguidores a la tercera parte del séquito celestial. Entre los demás integrantes del séquito, estaban los que tenían la indecisión de seguir a luz bella o conservar su condición y dignidad original. Estos son los seres que vienen a este mundo como humanos, con el propósito de tener una postura y decisión personal. El ángel caído tiene una segunda oportunidad de rectificar, reivindicar y resarcir el resultado de su decisión, cuando tuvo la opción de inducir y orientar a Adán y Eva, hacia una decisión conforme a la voluntad de Dios. Pero se aferra con orgullo y soberbia como adversario, porque comete un acto inmoral contrario a la moral de Dios. Aquí la importancia de hacer un examen de conciencia o auto-examinación del cumplimiento de las obligaciones que tenemos ante Dios. Así la tolerancia religiosa de la fraternidad espiritual, nos ayuda a tener la libertad espiritual del respeto mutuo, con un vínculo comunitario y religioso de ser activos y unidos en un propósito y sentido de comunidad espiritual.


En relación con la moralidad del mundo actual, algunos especialistas sexólogos promueven muchas veces cierto tipo de conductas o prácticas, que corresponden a un asunto de complacer las minorías, en relación con sus propios gustos y preferencias de la satisfacción carnal y sensual, con prácticas de copulación cuestionable ante Dios. Lo que pasa es que se



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pretende legitimar una intimidad entre los seres humanos, sin tomar en cuenta una intimidad con Dios el Creador, que concuerde con sus principios y valores, según la educación y enseñanza transmitida por el mensaje moral de Jesucristo. Que es indubitablemente en contra del pecado, porque no se permite incuestionablemente cometer maldad o infracción a la ley moral enérgica de Dios. La lucha contra el pecado está en la mente como campo de batalla entre la carnalidad y la espiritualidad: “Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz. Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios” (Romanos 8.5 al 8 – RVR60). Lo enérgico está en el poder y virtud eficaz para operar. Hay que venir a este mundo a vivir la experiencia de una aflicción y sufrimiento en contra del pecado. Adquirir la libertad del conocimiento que trasciende a un nivel mental superior en Cristo: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4.13 – RVR1909). La facultad intelectual del pensamiento, según la psique del alma humana y en relación con la vida espiritual y celestial, requiere la afectividad y sensibilidad de Jesucristo en el poder de fe de sus seguidores que le sirven.

La sensibilidad facilita la propensión de dejarse llevar y hacer la obra de Jesucristo, es enamorarse con pasión de él y sentir su presencia en consagración y santidad. Los deseos y pasiones pecaminosas desaparecen de la mente, debido a la inapetencia de pecar, sustituida por el sentimiento de dolor y pena en el padecimiento y sacrificio de Cristo, que produce la paz y santidad de una condición y estado moral de conciencia al respeto y reverencia, de la acción redentora de Jesucristo. La afectividad es la capacidad para experimentar emociones y sentimientos, relacionados con la transmisión del ejemplo y modelo de vida según Cristo Jesús. Hay una contrición de arrepentimiento por el desprecio y ofensa a Dios, debido a los pecados propios del ser humano. Luego se refleja en la vida



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cotidiana a través de conversión y resarcimiento permanente con las acciones y hechos cotidianos demostrados, es decir, la Psicoteología en el acto congruente entre mente y cuerpo. Por lo tanto, el comportamiento y conducta da a conocer y define la persona, según su conducción por el camino de la vida, así como dice la Biblia: “Así que, por sus frutos los conoceréis. No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos: mas el que hiciere la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mateo 7.20 al 21 – RVR1909). Este Camino es psicosocial en Jesucristo y establecido por el Padre, como la indicación y señal que nos guía para mantener la dirección del rumbo. Jesucristo es la luz que alumbra nuestras mentes en la comprensión y el entendimiento del propósito y sentido eterno: “Jesús le dice: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida: nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14.6 – RVR1909).

Jesucristo es el querer como el hacer, en nuestra mente y nuestras acciones. La Biblia dice: “Y Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente. Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia; y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen” (Hebreos 5.7 al 9 – RVR60). Jesucristo es palabra y acción, es psicoteológico, psicosocial y corporal, porque nuestros hechos demuestran la medida de Jesucristo en nosotros. Este mismo grado o nivel de la esencia de Jesucristo en cada persona, le prepara su condición o estado corporal en el momento de la muerte para la resurrección. El instante de la transformación del cuerpo en la segunda venida de Jesucristo. Lo mejor es despertar y abrir los ojos del entendimiento, para visualizar las señales entenebrecidas de ofuscación mental y vendas espirituales, que obstruye y oscurece la razón y se confunde las ideas e imposibilita identificar y reconocer el plan de Dios. Los gobernantes del mundo, según la historia, se aferran y apegan a lo terrenal, desafían, provocan y retan a Dios, que es implacable, preeminente y su supremacía es infalible por siempre, porque la palabra de Dios permanece para siempre.