PSICOTEOLOGÍA: LA NEUROCIENCIA DE LA FE
(TOMO 1)



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CAPÍTULO 3: LA PSICOTEOLOGÍA


La Psicoteología para el Neobiblismo, es una disciplina específica en el estudio del comportamiento y conducción personal de los discípulos de Jesucristo. Se establece una influencia según la mente y psique de Jesucristo, de un mayor grado de consciencia y percepción en la afectividad y sensibilidad celestial. La psique en la mente humana, tiene relación con el sentido de la vida, es la ciencia de vida para el propósito de la existencia, la energía que va más allá de la vida actual. La vitalidad en profundidad de la trascendencia de Jesucristo para vida eterna, es de suma importancia para el pensamiento cotidiano de la mente humana en Cristo.


La consciencia de la afectividad y sensibilidad celestial, implica la capacidad consciente de experimentar una realidad de emociones y sentimientos, la persona se da cuenta de su trascendencia espiritual a lo celestial, reconoce el equilibrio inteligentemente y racionalmente con la palabra de Dios. La mente humana tiene la capacidad y facultad de aprender, conocer y recordar. Funciones y propiedades de concienciar, imaginar, percibir y pensar. Algunas de estas características las tienen otros seres vivos como los animales, pero la consagración y santidad son propias del ser humano. En el caso de la afectividad es el crecimiento y desarrollo de amar y querer, con emociones, pasiones y sentimientos conscientes. La sensibilidad es afinidad al pensamiento capaz de apreciar.


La capacidad veraz de percibir la manifestación clara de la comprensión y entendimiento del conocimiento celestial se recibe de Jesucristo, porque es la fuente anímica generadora de aliento y fuerza de vida, tanto en el saber y en el ser: “Yo soy la puerta: el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos. El ladrón no viene sino para hurtar, y



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matar, y destruir: yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Juan 10.9 al 10 – RVR1909). Esta prerrogativa de excelencia y superioridad de Jesucristo, como puerta del conocimiento celestial para salvación y vida eterna, es congruente con la relación de conocimiento e interacción de energía celestial con Dios el Padre. Lo contrario se presenta con los seres humanos limitados solamente a lo natural: “Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente. En cambio el espiritual juzga todas las cosas; pero él no es juzgado de nadie. Porque ¿quién conoció la mente del Señor? ¿Quién le instruirá? Mas nosotros tenemos la mente de Cristo” (1 Corintios 2.14 al 16 – RVR60). Nuestras mentes son puertas que abren o cierran al conocimiento, pero la puerta mayor y principal es conocer la Mente de Jesucristo, que representa la puerta al conocimiento celestial.

La Energía celestial es igual a Espíritu. La consciencia es un acto psíquico de las facultades mentales de recapacitar, por consiguiente, coadyuvante del conocimiento de sí mismo, de los actos reflexivos, la percepción inmaterial de la realidad y la relación personal con el entorno material. La disciplina de la Psicoteología estudia el efecto placebo producido por la fe en la psicobiología, y su relación con otras disciplinas como la neurobiología y el sistema nervioso, la neurociencia cognitiva o la neuropsicología. Esta fe capta y se centraliza en Jesucristo, tanto como centro común y poder central, que opera en quienes le siguen, ya que es mediante la atención y enfoque directo hacia Jesucristo, el logro de la efectividad de del control y dominio sobre las emociones, pensamientos y sentimientos, reflejado en el comportamiento y conducta:


“Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el santuario por la sangre de Jesucristo, Por el camino que él nos consagró nuevo y vivo, por el velo, esto es, por su carne; Y teniendo un gran sacerdote sobre la


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casa de Dios, Lleguémonos con corazón verdadero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua limpia” (Hebreos 10.19 al 22 – RVR1909).

Según el pasaje anterior, la plena certidumbre de fe, es la certeza y seguridad mental relacionada a los pensamientos, y purificados los corazones de mala conciencia, tiene una relación entre la intención y voluntad con las emociones y sentimientos. En el vínculo corporal de lavar los cuerpos con agua pura, es la purificación congruente entre el cuerpo y la mente. La reciprocidad de la relación física, entre lo biológico y fisiológico con la mente y los pensamientos. Similar a lo que sucede con las enfermedades psicosomáticas, que por los motivos psicológicos se manifiesta en síntomas físicos, o sea, se hace visible corporalmente. En el caso de lo biológico y fisiológico, se menciona la importancia de la sangre y carne de Jesucristo, relacionado con la mente espiritual, además de los pensamientos espirituales, porque en nuestra semejanza, Jesucristo es sin pecado, a pesar de que fue tentado en todo:


“Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (Hebreos 4.14 al 16 – RVR60).

Obsérvese en el pasaje como se hace referencia a las debilidades humanas con el soporte oportuno del socorro celestial. Esto es lo que llaman la transformación que viene desde el Espíritu Rector. Por consiguiente la espiritualidad no es exclusivamente una realidad biológica, sino que desde la



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Psicoteología es una combinación psicológica junto con el conocimiento del estudio acerca de Dios, para que sea el Ser Supremo quien gobierne nuestras vidas con la abundancia, mediante la influencia de mensaje y pensamiento transmitido por nuestro Señor Jesucristo. Aunque la espiritualidad no es exclusivamente biológica, sí intervienen nuestras debilidades neurobiológicas, que se mitigan con la buena educación y el fundamento con el dominio del aprendizaje a través de la enseñanza adquirida. Las debilidades neurobiológicas se manifiestan y hacen visibles en las reacciones de nuestros ojos o vista. Los mismos se alteran y cambian su apariencia, con el enojo, ira, entre otros estados anímicos o emocionales. Por este motivo la importancia del carácter dócil y obediente en la confianza y sumisión a Dios, debido a la creencia y fe para mantener la calma, serenidad y tranquilidad, según sea el caso, a pesar de las vicisitudes, adversas o prósperas.

La neurobiología es la biología del sistema nervioso. La debilidad o déficit neurobiológico, depende de la condición de conocimiento y madurez de la persona, por ejemplo, se dice que el pensamiento egoísta afecta la ausencia de empatía. La exasperación o irritación espontánea afecta el enfurecimiento en las personas con falta de paciencia, que es la ciencia de la paz, según la capacidad de forma imperturbable de padecer, soportar o sufrir sin alterar el ser interior. El conjunto de fibras nerviosas conducen impulsos corporalmente desde el sistema nervioso central, que está compuesto por el encéfalo, la médula espinal, sus clases y correspondientes conexiones al cerebro, que por consiguiente se comunica con los ojos. Así es como los ojos se ven diferentes cuando la persona cambia de humor extremo o estado anímico en relación con la alegría, enojo y la ira, tristeza, entre otros. También cuando hay de por medio el engaño, mentira, preocupaciones mentales y la simulación, el control, manejo y resolución de conflictos. Hay procesos corporales de sustancias químicas del organismo, que se requieren para regular el estado anímico. Algunas son producidas por el mismo cuerpo autónomo, otras se suplen de los alimentos nutritivos, plantas naturales y medicinales.



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Por ejemplo, entre las llamadas hormonas de la felicidad, se encuentra la serotonina como un neurotransmisor de nivel saludable para bienestar del ánimo. Esto implica el triptófano que es un esencial precursor de la serotonina, ingerido con la dieta alimenticia, cereales, ciertos frutos y productos lácteos.

Es indispensable aumentar una confianza mental plena y dominio propio, a través de la función de conexión cuerpo y mente, con el estado de consciencia y su relación íntima con el comportamiento. De esto depende la condición conductual del ser humano, cuando se rige por una Ley Celestial que a la vez es la Ley Moral de Orden Universal Absoluto. Por lo tanto, la neurocognición psicoteológica, implica la capacidad del ser humano para conocer, a través de la función del cerebro y los procesos neuronales, que activan la mente a la trascendencia de consciencia natural hacia la consciencia celestial, pasando y superando los límites de la consciencia espiritual. Por esta razón, para la Psicoteología hay un vinculante interés en el potencial estudio de las ciencias sociales, en relación con el comportamiento exclusivo de la organización de los discípulos de Jesucristo en la sociedad. Esto debido a los procesos neurobiológicos influyentes en la actividad mental, que son determinantes en el comportamiento de los discípulos, según el aprendizaje y educación en las enseñanzas y el mensaje integral de Jesucristo. Por esta causa, la necesidad de iglesias cristianas locales, para inculcar el cambio y conservación de los principios y valores, en los habitantes de las comunidades creyentes y practicantes, que cumplen un orden ante Dios.


La mente de Dios Padre es la mente superior o suprema, la mente del Hijo, es la conexión o enlace espiritual de fe exclusiva, que intercede en la transmisión del conocimiento necesario, para lograr la comprensión y entendimiento celestial: “Porque hay un Dios, asimismo un mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre” (1 Timoteo 2.5 – RVR1909). También existe la inteligencia emocional y la inteligencia espiritual que es según Jesucristo, en aquellos discípulos con las características de nobleza espiritual, con



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los sentimientos elevados en la condición, estado y situación afectiva del ánimo y la espiritualidad. Se demuestra con la personalidad sensible, sin el apego perjudicial en lo superfluo de lo material y sin el arraigo a la temporalidad de lo terrenal, con la mente y pensamiento puestos en la patria celestial:

“Conforme á la fe murieron todos éstos sin haber recibido las promesas, sino mirándolas de lejos, y creyéndolas, y saludándolas, y confesando que eran peregrinos y advenedizos sobre la tierra. Porque los que esto dicen, claramente dan á entender que buscan una patria. Que si se acordaran de aquella de donde salieron, cierto tenían tiempo para volverse: Empero deseaban la mejor, es á saber, la celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos: porque les había aparejado ciudad” (Hebreos 11.13 al 16 – RVR1909).

Las características o cualidades atribuidas al carácter de Dios se le consideran atributos Divinos, que son propiedades manifestadas en principios, valores y virtudes en el discípulo, por ejemplo, la semejanza en la santidad del amor, bondad, caridad, compasión, empatía, fe, fuerza, generosidad, justicia, misericordia y paz, presentes en la encarnación de la obra de Jesucristo. Hay una inconmensurable benevolencia de buena voluntad y simpatía auténtica, genuina y sincera hacia las demás personas en la colectividad, con verdadera honestidad, respeto y solidaridad. La Biblia dice: “Carísimos, amémonos unos á otros; porque el amor es de Dios. Cualquiera que ama, es nacido de Dios, y conoce á Dios. El que no ama, no conoce á Dios; porque Dios es amor. En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió á su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él” (1 Juan 4.7 al 9 – RVR1909). Las prácticas de fraternidad y hermandad con participación de la sociedad. La fe de y en Jesucristo produce un placebo de efecto psicoterápico, que el discípulo ejerce en su mente,



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propiedades exclusivas de la enseñanza y mensaje de los acuerdos de fe promovidos por el evangelio de Jesucristo. Por consiguiente, una fortaleza en las normas y reglas en el temor a y de Dios Padre. Así los discípulos integran un grupo de fortalecimiento de las buenas nuevas y prácticas, o sea, las buenas noticias ofrecidas por los principios del Salvador que ofrece Vida Eterna, mediante su diálogo directo y personal, tanto con el individuo como con el grupo en la educación de discipulado, manifestado en una convivencia más espiritual.

Hay principios y valores transmitidos por la enseñanza de Jesucristo, aprendido y practicado por sus seguidores, por ejemplo, la paz que produce efectos bioquímicos de bienestar positivo, con el resultado saludable de mejoría en el estado de la personalidad. La manifestación fisiológica o psicofisiológica según la mente y pensamiento, emociones y los sentimientos vinculados a la vida espiritual, tienen una explicación en el factor de la vida espiritual que atañe a la determinante de tomar una resolución mental, para disponer con anticipación la actitud y ánimo en la confianza al Maestro Jesucristo y su enseñanza como ejemplo y modelo de vida. En esto consiste el efecto placebo, como tratamiento terapéutico de la fe de y en Jesucristo. El significante es el resultado de personas nacidas de nuevo, que han vuelto en sí con el cambio de personalidad y forma de ser, en función de ser semejantes a Jesucristo:


“Y en él estáis cumplidos, el cual es la cabeza de todo principado y potestad: En el cual también sois circuncidados de circuncisión no hecha con manos, con el despojamiento del cuerpo de los pecados de la carne, en la circuncisión de Cristo; Sepultados juntamente con él en la bautismo, en el cual también resucitasteis con él, por la fe de la operación de Dios que le levantó de los muertos. Y á vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os vivificó juntamente con él, perdonándoos todos los pecados” (Colosenses 2.10 al 13 – RVR1909).


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La praxis transformadora consistente en un sistema de arrepentimiento, conversión y del resarcimiento, está en la práctica de los principios y valores fomentados, promovidos y propuestos directamente por Jesucristo. Estos principios son normas Divinas para regir la comprensión y el entendimiento, a nivel de la dimensión de las acciones y conducción formal, consciente para la regulación del bien común, personal y social. Se requiere ser un creyente fiel y leal en Jesucristo: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado á su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios á su Hijo al mundo, para que condene al mundo, mas para que el mundo sea salvo por él. El que en él cree, no es condenado; mas el que no cree, ya es condenado, porque no creyó en el nombre del unigénito Hijo de Dios” (Juan 3.16 al 18 – RVR1909).

En el proceso mental se involucra las funciones afectivas y sensitivas, coadyuvantes del desarrollo y proceso emocional y sentimental. Todo este conjunto de factores humanos de la mente, las decisiones, designios, pensamientos y propósitos, integralmente aunados y unidos al conocimiento de Dios, determinan la intención, motivación, ocupación y voluntad, que moldea las actitudes, el raciocinio y la reflexión. La fe es congruente con la adhesión a la realidad concreta de la personalidad de Jesucristo, en su carácter y temperamento, que es el modelo de identidad de una forma de ser auténtico y legítimo del discípulo. Se sigue el camino, la verdad y la vida en la persona de Jesucristo, según sus acciones, ejemplo, hechos y modelo de vida, que en conjunto conforma la obra plena de Jesucristo como un prototipo de vida ejemplar:


“Porque si en el árbol verde hacen estas cosas, ¿en el seco, qué se hará? Y llevaban también con él otros dos, malhechores, á ser muertos. Y como vinieron al lugar que se llama de la Calavera, le crucificaron allí, y á los malhechores, uno á la derecha, y otro á la izquierda. Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo


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que hacen. Y partiendo sus vestidos, echaron suertes. Y el pueblo estaba mirando; y se burlaban de él los príncipes con ellos, diciendo: A otros hizo salvos: sálvese á sí, si éste es el Mesías, el escogido de Dios” (Lucas 23.31 al 35 – RVR1909).

Jesucristo es el enviado y escogido de Dios Padre, sin embargo, los mismos gobernantes (príncipes) hacen mofa de burla y escarnio. Jesús afirma que no saben lo que hacen, luego en la primera carta o epístola a los Corintios se escribe:


“Para que vuestra fe no esté fundada en sabiduría de hombres, mas en poder de Dios. Empero hablamos sabiduría de Dios entre perfectos; y sabiduría, no de este siglo, ni de los príncipes de este siglo, que se deshacen: Mas hablamos sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta, la cual Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria: La que ninguno de los príncipes de este siglo conoció; porque si la hubieran conocido, nunca hubieran crucificado al Señor de gloria” (1 Corintios 2.5 al 8 –RVR1909).

¿Cuál es esta fe en el poder de Dios? Es aquella gratitud que en su ausencia es imposible agradar a Dios. La fe viene a ser como la bujía, el catalizador, el detonante, el motor y el propulsor de la certeza, convicción y seguridad en el galardón de la eternidad. Esta confianza se desenvuelve en la psique, como mecanismo indubitable de las facultades mentales, que garantiza una relación infalible con nuestro Creador. Es una interrelación recíproca donde se aprecia, estima y valora la vida con agradecimiento y correspondencia a Dios, a pesar de la adversidad y sufrimiento. El Amor original y preexistente, consiste en que Dios Padre es nuestro Destino y su Hijo es el Camino. A pesar de la vida terrenal, tenemos la posibilidad de volver a habitar nuestro hogar en la patria celestial. Hay que acercarse a Dios en su búsqueda. La Biblia dice al respecto:



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“Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. Porque por ella alcanzaron buen testimonio los antiguos. Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía. Por la fe Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio que Caín, por lo cual alcanzó testimonio de que era justo, dando Dios testimonio de sus ofrendas; y muerto, aún habla por ella. Por la fe Enoc fue traspuesto para no ver muerte, y no fue hallado, porque lo traspuso Dios; y antes que fuese traspuesto, tuvo testimonio de haber agradado a Dios. Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan” (Hebreos 11.1 al 6 – RVR60).

Esta fe en todo su esplendor y plenitud, nos obliga a una cosmovisión del respeto y reverencia universal de solemnidad, hacia la energía celestial creadora proveniente de nuestro Dios el Creador: “¡Cuán preciosa, oh Dios, es tu misericordia! Por eso los hijos de los hombres se amparan bajo la sombra de tus alas. Serán completamente saciados de la grosura de tu casa, Y tú los abrevarás del torrente de tus delicias. Porque contigo está el manantial de la vida; En tu luz veremos la luz” (Salmos 36.7 al 9 – RVR60). En la luz del conocimiento de Dios veremos la luz del conocimiento celestial, así como un paraguas o una sombrilla, permite o posibilita resguardarse de la lluvia o nos guarece de la irradiación del sol, así la misericordia de Dios es preciosa, con su amparo y protección mediante el temor del principio de la sabiduría: “Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor; Porque Dios es el que en vosotros obra así el querer como el hacer, por su buena voluntad” (Filipenses 2.12 al 13 - RVR1909). La psique con fe sumada al santo temor de Dios, es en grado sumo,



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porque contribuye con la consciencia de la formación de la actitud y el carácter necesario para obedecer fielmente a Dios. En relación con alcanzar el extremadamente buen testimonio de los antiguos, al ocuparse de la salvación con el genuino temor, temblor y virtud de Dios. Los requisitos de los jueces colaboradores de Moisés establecen indispensablemente:

“Y enseña á ellos las ordenanzas y las leyes, y muéstrales el camino por donde anden, y lo que han de hacer. Además inquiere tú de entre todo el pueblo varones de virtud, temerosos de Dios, varones de verdad, que aborrezcan la avaricia; y constituirás á éstos sobre ellos caporales sobre mil, sobre ciento, sobre cincuenta y sobre diez. Los cuales juzgarán al pueblo en todo tiempo; y será que todo negocio grave lo traerán á ti, y ellos juzgarán todo negocio pequeño: alivia así la carga de sobre ti, y llevarla han ellos contigo” (Éxodo 18.20 al 22 – RVR1909).

Virtud, temor de Dios, verdad y sin avaricia. Estos requisitos todavía están vigentes para llegar a ser personas espirituales que no seamos condenados por la maldad y el pecado. Recordemos el pasaje mencionado donde se dice: “En cambio el espiritual juzga todas las cosas; pero él no es juzgado de nadie”. Se combina la rectitud en el proceder cotidiano, la práctica y reflexión moralista, de principios muy sólidos, fortaleza en la conciencia de la ética del bien y del mal, además muy altos valores en dirección al perfeccionismo del anti pecado, correcto e íntegro en toda circunstancia, lugar y momento. Se contiene y modera en lo que dice y hace en busca de la aprobación directa de Dios: “Porque el nombre de Jehová invocaré: Engrandeced á nuestro Dios. El es la Roca, cuya obra es perfecta, Porque todos sus caminos son rectitud: Dios de verdad, y ninguna iniquidad en él: Es justo y recto. La corrupción no es suya: á sus hijos la mancha de ellos, Generación torcida y perversa. ¿Así pagáis á Jehová, Pueblo



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loco é ignorante? ¿No es él tu padre que te poseyó? El te hizo y te ha organizado” (Deuteronomio 32.3 al 6 – RVR1909).

Ahora bien, en la actualidad hay una relación con las ciencias bíblicas, ética, moral y social, porque se trata del comportamiento y conducta en el ser humano, por la causa o motivo de ser juzgado, a través del rendimiento de cuentas ante el juicio final de Dios. Así, desde el principio el Árbol del conocimiento del bien y del mal, corresponde al Árbol de la ciencia. Dios desde el principio es el Creador de la ciencia, el ser humano solamente la descubre, inclusive hay un pasaje donde se indica: “Habló Jehová a Moisés, diciendo: Mira, yo he llamado por nombre a Bezaleel hijo de Uri, hijo de Hur, de la tribu de Judá; y lo he llenado del Espíritu de Dios, en sabiduría y en inteligencia, en ciencia y en todo arte” (Éxodo 31.1 al 3 – RVR60). Dios mediante su Santo Espíritu provee sabiduría e inteligencia, habilidad y virtud en ciencia y arte, como un don en la cualidad, tanto física y psíquica. Otro pasaje menciona acerca del Mesías: “Saldrá una vara del tronco de Isaí, y un vástago retoñará de sus raíces. Y reposará sobre él el Espíritu de Jehová; espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de poder, espíritu de conocimiento y de temor de Jehová” (Isaías 11.1 al 2 – RVR60). El Espíritu de Dios como energía y fuerza creadora, fuente de sabiduría e inteligencia, consejo y poder, conocimiento y temor de Dios, tienen mucha relación con el conocimiento de la ciencia para bien. La idea de la existencia de finitud, del fin cosmológico del espacio – tiempo, iniciado cuando el cosmos fue creado de la nada, hasta la llegada de su fin con el juicio final, de ninguna manera contradice u opone el propósito de la ciencia con la fe, todo lo contrario, la ciencia y la fe se unen desde el Edén.


Por lo tanto, Dios mismo es el Creador de la ciencia, que al inicio tiene relación con la conciencia de la percepción de las emociones y sentimientos propios, como una condición, estado y proceso psíquico interior. Por consiguiente, surge el conocimiento interno del bien y del mal, que por el deber u obligación que es responsable, se tiene que hacer o evitar.



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Esto posteriormente con el tiempo, mediante la comprobación y observación se presentan las explicaciones científicas, que ahora llamamos neurobiología, neurociencia cognitiva y neuropsicología, psicobiología y sistema nervioso, que sin la existencia conductual psicosomática, tampoco se hablaría de estas ciencias, en función y relación del componente mental y orgánico de la personalidad e integración del ser interior, con la incidencia conductual de la ciencia: “Formó, pues, Jehová Dios al hombre del polvo de la tierra, y alentó en su nariz soplo de vida; y fué el hombre en alma viviente. Y había Jehová Dios plantado un huerto en Edén al oriente, y puso allí al hombre que había formado. Y había Jehová Dios hecho nacer de la tierra todo árbol delicioso á la vista, y bueno para comer: también el árbol de vida en medio del huerto, y el árbol de ciencia del bien y del mal” (Génesis 2.7 al 9 – RVR1909).

Esta formación del ser humano incluye su origen del ego y del temperamento, donde intervienen los factores psíquicos. A excepción del gen del envejecimiento, que se introduce genéticamente en Adán y Eva al comer el fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal, cuya transmisión genética heredan a su descendencia de hijos e hijas, aunque gradualmente, porque las primeras generaciones de seres humanos viven más tiempo. Este tipo de gen específico es una especie de cronómetro, reloj o temporizador genético, que al parecer afecta el tiempo de vida celular y su relación a nivel del ADN. El proceso de envejecimiento se acelera con el acontecimiento del diluvio y la finalización generacional de los primeros seres humanos, limitados hasta un máximo alrededor de 120 años de vida en el gen de envejecimiento transmitido por la familia de Noe: “Y dijo Jehová: No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre, porque ciertamente él es carne: mas serán sus días ciento y veinte años” (Génesis 6.3 – RVR1909). Obsérvese que anteriormente al diluvio, se dictamina al ser humano con la siguiente característica mental: “Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal” (Génesis 6.5 – RVR60).