PSICOTEOLOGÍA: LA NEUROCIENCIA DE LA FE
(TOMO 1)



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CAPÍTULO 5: CARACTEROLOGÍA CRISTIANA


¿Quién de vosotros me redarguye de pecado? Esta es la pregunta que hace Jesucristo a los que pretenden devolver el argumento en su contra e impugnar su verdadero mensaje. En el evangelio de Juan se confirma lo siguiente: “Y porque yo digo verdad, no me creéis. ¿Quién de vosotros me redarguye de pecado? Pues si digo verdad, ¿por qué vosotros no me creéis? El que es de Dios, las palabras de Dios oye: por esto no las oís vosotros, porque no sois de Dios” (Juan 8.45 al 47 – RVR1909). En relación con la caracterología, que es el estudio del carácter explícito de las personas, existen dos tipos de seres humanos, los Decididos Intemporales y los Indecisos Temporales. Hay decisiones exclusivas que atañen solamente a lo espiritual y con trascendencia a lo celestial. Las mismas de ninguna manera sufren alteración o tienen incidencia del tiempo, primeramente porque su resolución perdura en un estado consistente, estable y sólido, a pesar de la adversidad o la prueba, se mantiene en el transcurrir del tiempo intacta.


La exclusividad y utilidad de este tipo de decisiones, está en la cualidad moral que hace la diferencia, con la que se distingue ante Dios. Así dice el salmista en oración dirigida a Dios su Salvador: “De tu presencia proceda mi vindicación; Vean tus ojos la rectitud. Tú has probado mi corazón, me has visitado de noche; Me has puesto a prueba, y nada inicuo hallaste; He resuelto que mi boca no haga transgresión. En cuanto a las obras humanas, por la palabra de tus labios Yo me he guardado de las sendas de los violentos. Sustenta mis pasos en tus caminos, Para que mis pies no resbalen” (Salmos 17.2 al 5 – RVR60). Es una travesía interna hacia el conocer de sí mismo, en profundidad del propio ser más interior.



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Los seguidores que son fieles a Cristo, que sirven en todo el mundo inmerso en la sociedad, con la esperanza puesta en Dios, en lo que llaman el Camino (Hechos 24.14 al 15), requieren en este caminar de seguir a Cristo, la rectitud sin nada inicuo, sin injusticia ni maldad, sin transitar por la senda de los violentos. Es indispensable sustentar nuestros pasos en el Camino de Jesucristo, porque es el ejemplo y modelo de vida a seguir, de manera que nuestros pies no resbalen: “Porque para esto sois llamados; pues que también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que vosotros sigáis sus pisadas: El cual no hizo pecado; ni fué hallado engaño en su boca: Quien cuando le maldecían no retornaba maldición: cuando padecía, no amenazaba, sino remitía la causa al que juzga justamente” (1 Pedro 2.21 al 23 – RVR1909). El conocimiento con decisión es poder, porque nos hace libres; y el conocimiento celestial de Jesucristo es poder, porque da salvación, vida eterna y nos hace verdaderamente libres, con determinación, al bien y a la buena voluntad leal.


La decisión es firmeza de carácter. En este sentido el padecimiento de Cristo, en relación con soportar la aflicción y el sufrimiento recibido injustamente, se exalta al mayor grado corporalmente de un sentimiento físico muy doloroso. Esta es la máxima expresión del poder de confianza al amparo de Dios Padre. Además resiste el mal y el pecado, como en el agravio y escarnio de ofensas al honor, con graves irrespetos e irreverencias. Su pasión, la de Cristo, impele un movimiento de discipulado, porque da el empuje de seguir su ejemplo y modelo de vida practicable. Muestra el Camino transitable hacia su Padre, donde se estimula e incita a confiar en el que juzga justamente. La Biblia dice: “y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre” (Filipenses 2.8 al 11 – RVR60).



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Este conocimiento celestial de Jesucristo aplica y ejerce con la función establecida en el derramamiento del Espíritu Santo. Aquí es donde se hace fundamental la voluntad, para reaccionar y fluir la energía, fuerza y poder de la intención y resolución que es espiritual. Es una potencia correspondiente al verdadero empoderamiento de la facultad anímica y de inspiración en el poder del Espíritu Santo. El proceso de la memoria psicológica repercute en la emoción, entendimiento y motivación. El cerebro tiene procesos cognitivos y mentales, que influyen la adquisición y comprensión del conocimiento. En este procesamiento mental y hasta programación mental, se involucran el aprendizaje, atención, emoción, percepción, razonamiento, sensación o sentimientos, entre otros afines. Se involucra comportamientos, conductas, creencias, deseos, motivaciones, principios, valores y virtudes, se aprovecha la capacidad y habilidad del carácter, conciencia, inteligencia, memoria, pensamiento, razón y voluntad. La facultad de la mente para comparar, juzgar y tomar decisiones, aunque es congénita, para fines prudentes y sabios, requiere de Dios.


La memoria activa con enfoque prioritario del Espíritu, posibilita la constancia y persistencia de ejecución espiritual, que sea de duración permanente. Se almacena en la memoria humana, conserva y mantiene un recuerdo por siempre, en relación con lo espiritual, que el tiempo de ninguna manera incide en afectación, sino que cada día se vive efectivamente con un fervor activo, poderoso y sincero para obrar, tanto con el pensamiento puesto en Jesucristo como inmerso en el don poderoso del Espíritu Santo. El conocimiento santo de Dios se codifica, almacena y se devuelve en el mismo estado. Así se dice: “Pero la unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; así como la unción misma os enseña todas las cosas, y es verdadera, y no es mentira, según ella os ha enseñado, permaneced en él. Y ahora, hijitos, permaneced en él, para que cuando se manifieste, tengamos confianza, para que en su venida no nos alejemos de él avergonzados” (1 Juan 2.27 al 28 - RVR60). Esto equivale a una huella y sello espiritual de



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Dios en el carácter personal, identificado y reconocido dentro del radar celestial, con el sentido simbólico de localización.

Lo contrario a una determinación que es espiritual y que prevalece para la eternidad, es la dilación o la insistencia en procrastinar espiritualmente, es decir, aplazar, postergar o retardar una decisión definitiva en lo espiritual, por la causa del estilo de vida o modo de vida habituado a la maldad y al pecado. En esto influye el carácter de la persona y sus anti-valores ocultos, que de ninguna manera son percibidos por el individuo por medio de experiencias medibles, pero que tarde o temprano perjudica el comportamiento y la conducta.


Por ejemplo, la persona que en su esencia es avara e idólatra, la persona que lamentablemente es una incorregible egoísta y sin misericordia, la persona que es orgullosa y llena de soberbia. Una persona avara consigo mismo, es mezquina y tacaña, está dominada por la avaricia de atesorar lo que considera su propia riqueza, aunque sea una acumulación superflua de objetos inútiles y vanos, al extremo de una vida miserable, debido a su propia consecuencia del padecimiento de la idolatría. La Biblia aclara: “Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría” (Colosenses 3.5 – RVR60). El carácter influye en la acción y reacción adoptada con diligencia y responsabilidad frente a la vida, según la manifestación de actitud, comportamiento y conducta. Es semejante a la acción de esculpir, grabar, imprimir o moldear la forma de ser, inclusive con amalgama, o sea, el conjunto o unión de rasgos en la mente de la persona, relacionados con lo emocional, intelectual y sentimental, ligado estrictamente a la voluntad. También es presentar ante el mundo nuestra vida, como si fuera una caligrafía, letra, marca o señal que manifiesta o muestra visualmente nuestra exteriorización, de manera que se revele públicamente lo que se piensa, siente y la forma de ser. Está escrito lo siguiente: “Nuestras letras sois vosotros, escritas en nuestros corazones, sabidas y leídas de todos los hombres; Siendo manifiesto que sois letra de Cristo



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administrada de nosotros, escrita no con tinta, mas con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne del corazón” (2 Corintios 3.2 al 3 – RVR1909). El Espíritu Santo de Dios, es energía, fuerza y poder divino, para hacer su voluntad, con la energía, fuerza y poder humano.

¿Qué pasa con el ser humano Indeciso Temporal? Está en el mundo cautivado por lo que Jesucristo mismo describe a continuación: “De manera que se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dice: De oído oiréis, y no entenderéis; Y viendo veréis, y no miraréis. Porque el corazón de este pueblo está engrosado, Y de los oídos oyen pesadamente, Y de sus ojos guiñan: Para que no vean de los ojos, Y oigan de los oídos, Y del corazón entiendan, Y se conviertan, Y yo los sane” (Mateo 13.14 al 15 – RVR1909). La dureza del corazón es lo que hoy conocemos como el temperamento. Inclusive el temperamento por dureza y terquedad rehúsa enmendarse, con la patología de la duda e indecisión connatural (congénita) al obedecer a Dios. La promesa todavía vigente en los tiempos actuales es que entiendan con el corazón o temperamento, se conviertan, reciban sanidad interior del alma o psique. El temperamento es rígido, porque no tiene la facilidad de modificar, solamente una leve posibilidad de control, salvo que para Dios no hay imposible. Dios puede cambiar cualquier corazón duro como detonante de la espiritualidad. En el caso del alma, sinónimo de vida, porque es combinación de la función de respiración del oxígeno con el riego sanguíneo que corporalmente lleva oxígeno, además de todos los nutrientes necesarios para el cuerpo. Es el aliento vital o el aliento de vida, porque el alma es la vida de la persona, por lo tanto el alma es persona y la personalidad, el alma es oxígeno y sangre, como la fuente que conserva la vida o genera la vida desde el inicio de un cigoto.


El conjunto de las características de cada ser humano, que lo distingue de todos los demás, son las cualidades de su constitución integral y personal. En relación con la psique está enfocada más en el aspecto de la salvación y vida eterna, mientras que el alma son las facultades como inteligencia,



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sensibilidad y voluntad. El alma en el conocimiento antiguo como principio preexistente, se relacionaba con un venir, es un mover del tercer cielo al primer cielo y caminar o transitar de paso, para volver de nuevo a la casa o el hogar celestial. Hay que emerger del sepulcro o sepultura como lugar de los muertos, para que el alma como vida plena retorne en la resurrección de los muertos, al encuentro con la segunda venida del Señor Jesucristo, de ninguna manera como un alma mortal, sino corporalmente transformado, en un cuerpo de ser espiritualmente celestial e incorruptible. Los que no tienen parte con Cristo en la resurrección de los muertos, resucitaran con su misma alma, o sea, cuerpo y respiración que tenían en el momento de morir, de manera que al ser corruptibles y mortales sentirán el fuego de castigo en el lago de condenación ardiente, su dolor será según el grado de contaminación de carne que tenían por los delitos cometidos, maldades y pecados, en la exhalación de su último aliento.

La Biblia dice: “Qué hombre vivirá y no verá muerte? ¿Librarás su vida del poder del sepulcro? (Selah.)” (Salmos 89.48 – RVR1909). El sepulcro o sepultura es el Seol en el idioma original hebreo, Hades en el griego e Infierno en latín. Así encontramos la promesa escrita en el libro de Génesis y también en Eclesiastés: “Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás” (Génesis 3.19 – RVR60). Además se confirma lo siguiente: “y el polvo vuelva a la tierra, como era, y el espíritu vuelva a Dios que lo dio” (Eclesiastés 12.7 – RVR60). Se exhala el último aliento de vida que es el espíritu de vida, cuando se expulsa el último peso del aire del estómago y de los pulmones, hacia la atmosfera de aire y oxígeno del globo terráqueo, que le dio Dios como hábitat al ser humano. Entonces el alma como persona y vida del ser humano o ser viviente, por ser mortal vuelve al polvo de la tierra. Esto requiere un breve repaso de conceptos bíblicos acerca de ser viviente, alma, cuerpo y espíritu de vida, para continuar con el presente tema de caracterología cristiana, en el análisis de datos e información bíblica contextualizada.